La poesía de principios de siglo
La poesía que se escribe en España en los catorce primeros años del siglo es fundamentalmente modernista. Destaca la figura de Manuel Machado.
El Modernismo está también presente en la poesía de algunos autores que no se encasillan estrictamente en este movimiento: Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez y Miguel de Unamuno. Hay que hacer notar que el modernismo de estos últimos sigue la corriente intimista del modernismo, más emparentada con el simbolismo que con el parnasianismo.
Rubén Darío (1867-1916)
Nacido en Nicaragua, es el poeta más representativo del movimiento modernista. En su segunda visita a España, en 1898, introduce a los poetas españoles en la estética modernista.
Obra poética:
- Azul (1888): Su primer libro importante, en el que se advierte la influencia francesa de Víctor Hugo y los parnasianos; se exalta la Grecia clásica y el siglo XVIII francés; se prefieren ambientes exóticos.
- Prosas profanas (1896): Su modernismo llega al cenit. Aparece un mundo rutilante de belleza y colorido encarnado en nuevas combinaciones métricas y en versos desconocidos en la tradición métrica hispánica (eneasílabos y dodecasílabos) o recuperados de esa tradición (alejandrinos). Destacan el erotismo y la sensualidad de muchos de los poemas. En este libro comienzan a aparecer algunos poemas con motivos españoles.
- Cantos de vida y esperanza (1905): Su libro más importante. El poeta se aleja de la mitología modernista que contribuyó a crear y se sitúa en la línea del modernismo más intimista y más meditativo. Los temas giran en torno a dos ejes: preocupaciones filosóficas y el mundo hispánico frente al imperialismo estadounidense. En muchos poemas podemos apreciar un tono más profundo y una mayor sencillez en la forma de expresión.
Antonio Machado (1875-1939)
Es tal vez el poeta cuya obra más influencia ha ejercido en todos los poetas posteriores hasta la actualidad.
Etapa modernista: Soledades, galerías y otros poemas
Su primer libro, editado en 1904 con el título de Soledades y reeditado en 1907 como Soledades, galerías y otros poemas, se inscribe dentro de la veta más intimista del Modernismo, entroncado con el movimiento simbolista mediante una serie de recursos como la tendencia a la sugerencia mediante la supresión de la anécdota, la proyección del sentimiento sobre el paisaje y el empleo de símbolos (el agua, la tarde, la fuente, el sueño, el camino…).
Los temas son las grandes preocupaciones del ser humano (lo que Machado llamó “los “universales del sentimiento”): el paso del tiempo, la melancolía por lo perdido, la angustia de vivir, la sensación de soledad, el amor, o, mejor, la ausencia del amor y el deseo de tenerlo, la monotonía y el hastío de vivir o el problema de Dios.
En muchos poemas este diálogo íntimo se expresa como un diálogo entre el poeta y “un yo” desdoblado, representado a veces por un elemento natural (la fuente, la tarde, el alba, etc.).
Un estilo impresionista, especialmente en las descripciones de paisajes, hechas de pocas notas, esenciales y muy repetitivas, que potencian las sensaciones, especialmente de luz y color, pero también las emociones que el poeta siente ante el paisaje. Este estilo contribuye también a destacar el valor sugeridor de las palabras.
En la métrica destaca el uso importante de versos dodecasílabos y alejandrinos.
Etapa noventayochista: Campos de Castilla (1912)
El intimismo sigue apareciendo en algunos poemas, especialmente en los que recuerda a su mujer (“A un olmo seco” y “A José Mª Palacios”) fundidos con frecuencia con el tema del paisaje castellano.
Pero hay también una serie de poemas en los que ese intimismo da paso a una estética más realista y cercana a la del Grupo del 98. Se describen ahora paisajes reales, que se pueblan de presencias humanas o aluden a circunstancias históricas. Hay un interés especial por los campos y gentes de Castilla, subrayando el contraste entre su pasado glorioso y su decadencia actual (tema de España, característico del 98).
Aparece, además, un nuevo tipo de poemas de carácter filosófico y moral, muy breves, en los que trata algunos de los temas que más le preocupan (el problema del conocimiento, el tema de Dios, el sueño, la realidad…) a veces desde una perspectiva un tanto humorística. Este tipo de poesía lo continúa en la etapa siguiente.
Tercera etapa: Nuevas canciones (1924) y Poesías de la guerra (1936)
En Nuevas canciones destaca la serie de proverbios y cantares. Son poemas en los que la reflexión triunfa sobre la emoción. Formalmente se caracterizan por la influencia de la lírica popular: brevedad, esencialidad, verso corto y rima asonante. Hay también poemas dedicados a Guiomar, último amor del poeta.
En Poesías de la guerra se recogen los últimos poemas escritos por Machado. Destacamos “El crimen fue en Granada”, sobre la muerte de Lorca, y “La muerte del niño herido” en los que expresa el dolor que le produce la Guerra Civil.
El teatro de principios de siglo (hasta 1939). Valle Inclán y García Lorca
Hasta la Guerra Civil, las diversas manifestaciones teatrales que se producen en España pueden agruparse en dos líneas generales:
a) Teatro comercial, plenamente aceptado por el público, heredero del teatro del XIX, dentro de la cual podemos señalar las siguientes manifestaciones:
- La comedia burguesa, representada por Jacinto Benavente: se trata de un teatro técnicamente perfecto, pero limitado en sus contenidos porque la dependencia del público le obliga a limitar la carga crítica hasta donde lo permite el gusto de los espectadores. Entre las obras de este autor podemos citar Los intereses creados, Señora ama o La malquerida.
- El teatro en verso, de tono neorromántico, que incorpora algunos elementos formales del modernismo y una ideología tradicionalista. Se cultiva especialmente el drama histórico y el drama rural. Destacan Eduardo Marquina, Francisco Villaespesa y algunas obras escritas en colaboración por los hermanos Machado.
- La comedia costumbrista y el sainete, que trata tipos y ambientes castizos siguiendo la línea marcada por los sainetes de Ramón de la Cruz, el costumbrismo romántico y el “género chico”. Son comedias técnicamente perfectas, pero en las que se descarta toda situación conflictiva. Dentro de este apartado hay que situar la obra de Carlos Arniches, especialmente sus “tragedias grotescas”. En estas obras, además de una detallada observación de la realidad, encontramos claros signos de crítica social. Por último, habría que citar el llamado “astracán”, género creado por Muñoz Seca, cuya única intención es hacer reír.
b) El teatro renovador, en general, fracasado en los escenarios. Se situarían en esta línea:
- Algunos autores del 98, como Unamuno, cuyo teatro se caracteriza por su esquematismo formal y la densidad del contenido, Azorín, que introduce lo irreal y lo simbólico; Jacinto Grau, con elementos expresionistas y, sobre todo Valle Inclán, creador del “esperpento” (Luces de Bohemia).
- Es fundamental la aportación de los autores del 27, especialmente en cuanto a la depuración del teatro poético, la incorporación de formas vanguardistas y el intento de acercar el teatro a un público popular.
Durante la contienda el teatro se puso al servicio de las ideologías enfrentadas con una misión fundamental, la propaganda. Es un teatro de urgencia en el que se intenta conjugar diversión y enseñanza. Como autores de la zona republicana señalamos a Alberti, Max Aub, Miguel Hernández.
En la zona nacional los centros difusores son San Sebastián, Sevilla y Zaragoza. Se crean organismos como La comisaría de teatros nacionales o el Teatro de Falange, y destacan autores como Luca de Tena o Torrente Ballester.
Valle Inclán
La obra dramática de Valle Inclán
Fue un escritor complejo y contradictorio que fue evolucionando desde posturas tradicionalistas hasta interesarse cada vez más por los problemas sociales y políticos. Su trayectoria dramática se puede dividir en varias etapas:
- Ciclo modernista. A él pertenecen obras como El Marqués de Bradomín (1906) y El yermo de las almas (1908), basadas en la estética modernista propuesta por Rubén Darío.
- Ciclo mítico. Partiendo de su Galicia natal, Valle-lnclán crea un mundo mítico e intemporal. La irracionalidad, la violencia, la lujuria, la avaricia y la muerte rigen los destinos de los protagonistas. Pertenecen a este período la trilogía Comedias bárbaras y Divinas palabras (1920).
- Ciclo de la farsa. Se trata de un grupo de comedias recogidas en un volumen titulado Tablado de marionetas para educación de príncipes (1909, 1912, 1920). Estas obras presentan un continuo contraste entre lo sentimental y lo grotesco, y sus personajes, marionetas de feria, anuncian la llegada del esperpento.
- Ciclo esperpéntico. Está formado por Luces de bohemia (1920 y 1924) y el volumen titulado Martes de carnaval (1930). El esperpento, más que un género literario, es una nueva forma de ver el mundo, ya que deforma y distorsiona la realidad para presentarnos la imagen real que se oculta tras ella. Para ello utiliza la parodia, humaniza los objetos y los animales y animaliza o cosifica a los seres humanos. Presentados de ese modo, los personajes carecen de humanidad y se presentan como marionetas.
- Ciclo final. En esta última etapa Valle-Inclán lleva a su extremo las propuestas dramáticas anteriores: presencia de lo irracional e instintivo, personajes deshumanizados, esquematizados y guiñolescos, y la técnica distorsionante del esperpento. Sus obras quedan recogidas en Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte.
El esperpento
El esperpento no aparece de forma casual sino que tiene antecedentes en la propia obra del autor y en la cultura española (Quevedo, Goya…) y está emparentado con movimientos vanguardistas europeos del XIX y principios del XX, como el expresionismo.
Rasgos del esperpento:
- Deformación sistemática de la realidad y uso de lo grotesco para manifestar la auténtica realidad española mediante la caricatura, la sátira y la crítica social.
- Libertad formal: Valle desprecia los convencionalismos del género y por ello, en su época, muchos consideraron irrepresentables sus obras.
- El autor degrada a los personajes convirtiéndolos en fantoches o animalizándolos. Paralelamente, animales y cosas adquieren a veces rasgos humanos.
- Uso de antítesis o contrastes violentos que conducen a situaciones absurdas.
- Presentación de lo extraordinario como normal y verosímil (falso realismo).
- Deformación idiomática y mezcla de niveles del habla, desde la culta, cercana al modernismo, hasta el habla popular, desgarrada y chocarrera, de moda entre los bohemios.
- Uso expresionista de la luz, que suele ser artificial, oblicua, temblorosa, crepuscular, acentuando el dramatismo y convirtiendo a los personajes en sombras.
- Importancia de las “acotaciones” que para Valle Inclán, además de su valor de instrucciones para la representación, tienen valor literario en sí mismas, están muy elaboradas y cargadas de recursos estilísticos.
Federico García Lorca
Fue un excelente poeta y el más importante de los dramaturgos de la generación del 27. En su obra teatral se puede percibir la influencia de la tragedia griega, del teatro español del Siglo de Oro, del teatro popular, de Shakespeare… Lorca experimentó con diferentes formas de creación teatral y se consolidó en lo dramático en dos sentidos: con un teatro experimental que mantiene hoy en día toda su fuerza vanguardista, y con un teatro trágico más convencional en las formas en el que, centrado en un desarrollo extraordinario de la personalidad y los problemas de personajes siempre femeninos, aparecen elementos como el drama rural, el neopopularismo característico del momento, la crítica social (dirigida más bien hacia lo atávico y universal), temas eternos como la tensión entre el amor y las determinaciones culturales, la frustración vital de las mujeres o la presencia del poder en la vida privada.
Sus primeras obras, El maleficio de la mariposa (1919) y Mariana Pineda, están próximas todavía a la estética simbolista y modernista. Bajo el influjo del teatro popular de títeres escribirá más tarde farsas para guiñol –Retablillo de Don Cristóbal– y para personas –La zapatera prodigiosa-.
En los años treinta Lorca se vuelca cada vez más en el teatro, tanto en su faceta de director de “La barraca” como de escritor. Por estos años pretende una renovación teatral en la línea del surrealismo (El público, Así que pasen cinco años). Al final de su producción, en su época de plenitud, escribió tragedias que abordan, desde diferentes puntos de vista, el conflicto característico de Lorca: la frustración que se origina en la imposibilidad de realizar los deseos más hondos del ser humano. Así tenemos:
- Bodas de sangre: tragedia del amor imposible por causa de las estructuras sociales.
- Yerma: Es el drama de una mujer rural que se enfrenta al problema de la esterilidad. El marido, celoso de la posible infidelidad de la esposa, lleva a casa a sus dos hermanas para que la vigilen de cerca. Juan confiesa que jamás «deseó tener descendencia”. Yerma enloquece y estrangula a su marido.
- Doña Rosita o el lenguaje de las flores: protagonizada por una solterona, cuya vida se mueve entre lo grotesco y lo conmovedor.
- La casa de Bernarda Alba: su última obra y la más acabada. Revela el enfrentamiento del principio de autoridad y el principio de libertad, o lo que sería lo mismo: de las necesidades de la sociedad frente a la libertad del individuo, conectada con el impulso sexual.
La novela desde 1939 a 1975. Cela y Delibes
A lo largo de este periodo cronológico, que corresponde con los años de dictadura que vive nuestro país, en la novela que se escribe en España distinguimos tres momentos: a) La novela de la inmediata posguerra (años 40-50); b); el realismo social (50-60) y c) la novela experimental (60-70). Además habría que considera la novela de exilio.
La novela de los años cuarenta
Rota la continuidad con la novela anterior a la Guerra Civil (censura, exilio de algunos escritores como Max Aub, Ayala, Sender; muerte de algunos novelistas del 98 más renovadores – Unamuno, Valle-), la novela que se escribe estos primeros años en España vuelve a encauzarse en la línea del realismo tradicional. Suelen distinguirse las siguientes tendencias:
a) La novela de propaganda política, que exalta la ideología falangista, y presenta un mundo dividido en buenos y malos. Puede quedar representada por La fiel infantería, de García Serrano.
b) Realismo clásico: cuentan la vida de la burguesía con sus valores y comportamientos. El argumento es muy extenso, con una larga sucesión de hechos en un periodo largo de tiempo. Es la llamada novela río. Mariona Rebull (1943) de Ignacio Agustí.
c) La novela existencialista: es la tendencia más importante. Describe la realidad destacando el malestar y la angustia vital de la sociedad y de los individuos, pero sin atribuirlo a la situación histórica concreta. La miseria y sordidez de la vida cotidiana, la frustración y la angustia personal, la inadaptación social, la incomunicación y la muerte son sus temas más recurrentes. Desde el punto de vista técnico, es importante el uso del relato en primera persona y del monólogo interior (importancia del personaje individual), así como de las formas memoriales, históricas o evocadoras.
– En esta corriente se inscriben obras como Nada (1944), de Carmen Laforet, novela que retrata la vida sórdida y monótona de la burguesía barcelonesa en la posguerra o La sombra del ciprés es alargada (1947) , primera novela de de Miguel Delibes.
– Otra variante de la misma es la llamada novela tremendista, inaugurada por La familia de Pascual Duarte(1942), de Cela, caracterizada por presentar ambientes, situaciones y personajes de gran dureza y violencia. El lenguaje literario es desgarrado, fiel reflejo del mundo sórdido y opresivo en el que se desarrolla la acción.
d) Al margen del realismo, hay una serie de novelistas que siguen caminos diferentes y se refugian en el humorismo o en los ejercicios de estilo. Destacan Fernández Flórez con El bosque animado (1943) y Torrente Ballester.
2.- Década de los cincuenta: La novela social
Hacia 1950 la novela sustituye el tratamiento individual de los problemas humanos por un tratamiento social: el foco de interés pasa a ser la realidad inmediata, con la intención de explicarla y, en la medida de lo posible, transformarla, recogiendo así la idea expresada por el francés Jean Paul Sartre: “La literatura no debe reflejar solo la realidad, sino explicarla e, incluso, transformarla”. La novela convierte la denuncia social en la base de sus argumentos. El modo estético sigue siendo el realismo, de ahí que se hable de “realismo social”. Como antecedente inmediato se suele citar La colmena, de Cela, que además introduce novedades técnicas importantes.
En su desarrollo suelen distinguirse dos corrientes:
- Realismo objetivo, que tiene como modelo la narrativa conductista norteamericana y el “noveau román” francés y estaría representado por Sánchez Ferlosio o Juan García Hortelano entre otros.
- El realismo crítico, con una mayor carga de crítica social y compromiso político, representado por Antonio Ferrer, López Salinas, López Pacheco, Caballero Bonald, Luís Goytisolo, etc.
Resumimos las características generales más llamativas:
a) Los temas centrales son La dureza de la vida en el campo (Dos días de septiembre, de Caballero Bonald); el mundo del trabajo urbano (Central Eléctrica, de Juan García Hortelano); las clases trabajadoras (El Jarama, de Sánchez Ferlosio, La mina, de López Salinas); la burguesía (Entre visillos, Carmen Martín Gaite) y la Guerra Civil y sus consecuencias.
b) Entre los aspectos técnicos destacan:
- Objetivismo: el narrador aparece como un testigo imparcial de los hechos que se limita a transcribir lo que ve (extradiegético, eficiente, en tercera persona).
- Behaviorismo o conductismo: los personajes se conocen por lo que dicen y lo que hacen. Importancia fundamental del diálogo y reducción de las descripciones (siempre objetivas) al mínimo imprescindible.
- Predominio del personaje colectivo. El personaje individual representan clases o grupos sociales.
- Consideración del lenguaje como comunicación: uso del lenguaje coloquial con vulgarismos y formas de argot.
- Tendencia a condensar el espacio y el tiempo.
Al margen de la corriente realista, algunos autores escriben una novela más intelectual, de carácter simbólico y trascendente como García Viñó.
3.- De 1962 a 1975: La novela experimental.
Con la aparición de Tiempo de Silencio (1962), de Martín Santos se abre una nueva etapa en la que lo fundamental es la experimentación con las técnicas narrativas, de ahí la etiqueta de “novela experimental”, que dominará hasta mediados los setenta. Entre las características de esta novela destacamos:
- Renuncia a la objetividad, con lo que desaparecen las limitaciones del autor para mostrarse en el texto.
- Desaparece o se minimiza el argumento potenciando la imaginación y la creación del lenguaje. Desaparece la ordenación en capítulos y se sustituyen por secuencias sin numerar.
- Disminuyen o desaparecen las referencias espacio-temporales españolas y se introducen elementos exóticos y referencias culturalistas.
- Desaparece la concepción del lenguaje como comunicación y se instaura la experimentación con técnicas como el monólogo interior, el contrapunto, el perspectivismo, recursos tipográficos y visuales, la reflexión sobre la escritura y la metanovela.
Además de Martín Santos, otros autores dentro de esta tendencia son Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa), Juan Benet (Volverás a Región), Luís Goytisolo (Antagonía), Cela (San Camilo 36) o Delibes (Parábola del naúfrago).
Camilo José Cela (1916 – 2002)
es uno de los escritores más prolíficos y polifacéticos del siglo XX. Su producción literaria es bastante amplia: libros de viajes (Viaje a la Alcarria), novelas, cuentos, memorias, diversos tipos de trabajos sobre el léxico, gran cantidad de artículos periodísticos. Fue nombrado académico en 1957 y se le otorga el premio Nobel de Literatura en 1989.
Cela fue una figura muy controvertida, con grandes admiradores y grandes detractores a lo que contribuyó bastante su temperamento desenfadado y altisonante, al borde siempre de lo escandaloso y provocador.
Como novelista, su obra se caracteriza por la visión amarga y pesimista del mundo y de la vida, la deformación esperpéntica de la realidad, el humor desgarrado, la renovación constante de las técnicas narrativas y la maestría en el dominio de la lengua.
Por la repercusión que tuvieron en el panorama narrativo español destacamos dos novelas:
– La familia de Pascual Duarte (1944), su primera novela, con influencias de Quevedo y el Lazarillo , se sitúa dentro de la corriente realista de posguerra, pero con un tono más agrio y directo. Pascual Duarte vive en un pueblo de Extremadura y solo conoce la violencia como forma de solucionar los problemas que le surgen en la vida. El argumento es truculento, sórdido, y violento. Con ella inaugura el llamado tremendismo. Su influencia llega hasta el realismo social de los años 50.
– En 1951 publica La colmena, censurada en España por los aspectos sexuales que contiene. Esta obra, que se considera el antecedente de la novela social, introduce novedades técnicas importantes: protagonista colectivo (más de trescientos personajes), reducción del tiempo (unos dos días), y el espacio, división en secuencias, perspectivismo, empleo del contrapunto…, novedades que fueron aprovechadas por los novelistas del los sesenta. La obra trata de la quiebra de la sociedad española de la posguerra, dando una visión de todos los aspectos de la sociedad urbana y mostrando múltiples fragmentos de la realidad mediante una técnica de fragmentación en el relato.
En las siguientes novelas Cela participa del experimentalismo de los años 60: Destacamos San Camilo 1936(1969), en la que reitera algunos de sus temas obsesivos (la Guerra Civil, el sexo, la violencia) y Oficio de tinieblas 5, acumulación de reflexiones, monólogos, aforismos, en la que prácticamente no existe acción y en la que se reitera la obsesión por lo sexual y el pesimismo.
Miguel Delibes (1920- 2010)
Con una personalidad completamente distinta a la de Cela, siempre fue un hombre discreto, poco amante de estar en primer plano. Ideológicamente evoluciona desde el catolicismo conservador de su juventud hasta posiciones más liberales con preocupaciones sociales de raíces cristianas.
La obra de Delibes refleja todas las etapas de la novela en el siglo XX desde los años cuarenta: novela existencial en La sombra del ciprés es alargada; el realismo crítico en El camino (1950) y Las ratas (1962), espeluznante cuadro de miseria en un pueblo castellano; la experimentación formal de los 60 en Cinco horas con Mario, largo soliloquio mediante el que narra los reproches que Carmen le hace a su marido muerto durante la noche del velatorio; Los santos inocentes (1982), dura crítica del trato inhumano que una familia rica les da a sus criados ; la novela histórica en El hereje ( 1998).
La obra de Delibes es propia de un hombre comprometido con los problemas de su tiempo. Los temas más frecuentes de sus obras son la vida rural de los pueblos de Castilla frente a la deshumanización de la ciudad, la mentalidad de las clases medias provincianas, el mundo de los niños y la vida de las gentes humildes y marginadas; sin olvidar su preocupación por la naturaleza (numerosos escritos sobre la caza).
Rasgos característicos de su estilo son la sobriedad y sencillez, con un vocabulario muy rico en el que encontramos palabras propias de los ámbitos rurales o ciudadanos en los que sitúa sus obras y una gran riqueza de registros, desde la lengua culta hasta la lengua coloquial, familiar e incluso vulgar.
Tema5.- La poesía desde 1939 a 1975. Claudio Rodríguez.
En este largo periodo que corresponde con lo que llamamos “la poguerra” y que comprende desde el término de la Guerra Civil hasta la muerte de Franco, sobresalen las siguientes etapas y tendencias:
1.- La década de los cuarenta.
A partir de 1927, la preocupación por el hombre como tema poético volvió a irrumpir con fuerza en la poesía española. Tras el paréntesis de la Guerra Civil este proceso se continúa en dos corrientes fundamentales:
a) La poesía arraigada representada por poetas como Luis Rosales, Leopoldo Panero o Dionisio Ridruejo. Es la poesía de los que han ganado la guerra. Encuentran que la vida tiene sentido, idealizan a España, la familia y la religión, los tres temas más tratados. Utilizan formas clásicas en la métrica (especialmente el soneto, la silva) y un lenguaje que imita el estilo de los poetas del XVI, especialmente el de Garcilaso.
b) La poesía desarraigada: representada por una serie de poetas que expresan un malestar existencial derivado de las durísimas circunstancias históricas. La angustia ante la muerte, el vacío de la existencia, la soledad del hombre en un mundo que es un caos son los temas fundamentales. Formalmente destaca el empleo de un lenguaje bronco y violento. Esta corriente se inicia en 1944 con la publicación de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de V. Aleixandre, dos poetas del 27 y la continúan otros poetas jóvenes Ángela Figueroa, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya o Blas de Otero. Este último es la principal figura y sus dos libros de este periodo, Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia.
c) Al margen de estas corrientes, existen otras más minoritarias, como el denominado “Postismo”, un intento de continuar el surrealismo anterior a la guerra (Carlos Edmundo de Ory), y el grupo “Cántico”, caracterizado por la sensualidad y el barroquismo (Pablo García Baena y Juan Bernier.
d) Por último, habría que recordar la poesía de los exiliados, con una poesía dolorida centrada en el recuerdo de la patria perdida como tema fundamental.
2. – Los años cincuenta: la poesía social
En 1955 aparecen dos libros de poemas que marcaron un hito:Pido la paz y la palabrade Blas de OteroyCantos iberosde Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial, para situar los problemas humanos en un marco social. Su estela será seguida por muchos de los que antes se inscribían en la «poesía desarraigada»: Victoriano Cremer, Eugenio de Nora, Garciasol, Ángela Figueroa, Leopoldo de Luís etc. Se consolida así la llamada poesía social, que dominará hasta mediados los sesenta. Presenta las siguientes características:
- La poesía se considera un instrumento para cambiar la sociedad, por lo que el poeta debe denunciar las injusticias, las desigualdades sociales o la falta de libertades políticas. El poeta debe comprometerse políticamente con los problemas del presente que le ha tocado vivir.
- Se da primacía al contenido del poema: destaca la importancia que adquiere el “tema de España”,más obsesivo aún que en los «noventayochistas» y con un enfoque más político. Además aparecen otros temas comola injusticia social, la alienación del hombre moderno, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor.
- Estilísticamente se trata de una poesía que emplea un lenguaje claro de tono coloquial, pues va dirigida «a la inmensa mayoría». La poesía se entiende como “comunicación” con los demás.
3.- La “Promoción de los 60”
A finales de los cincuenta apareció un grupo de poetas que, sin dejar los temas sociales, buscaba una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal.Son los poetas del grupo de los cincuenta (también conocidos como Promoción de los sesenta): Ángel González(nacido en 1925), Jaime Gil de Biedma(1929‑1990), José Ángel Valente (1929), Francisco Brines(1932),Claudio Rodríguez(1934) son algunos de los más importantes. Presentan los siguientes rasgos comunes:
– Conciben la poesía como un instrumento para conocer el mundo y conocerse a sí mismo (poesía del conocimiento).
– Preocupación por una temática en la que domina la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye; la infancia y la adolescencia se presentan como un paraíso perdido); el amor (como cauce del erotismo) y la amistad; lareflexión sobre la creación poética.
– En el estilo siguen empleando un lenguaje coloquial, pero elevan el tono poético en busca de un estilo individual en el que se utiliza con frecuencia la ironía y el humor junto a referencias literarias o musicales.
4. Los años 70: Los «Novísimos» (generación del 68)
El nombre procede de una antología publicada en 1970 por el crítico José María Castellet con el título “Nueve novísimos poetas españoles” que incluía a Pere Gimferrer(la principal figura), Guillermo Carnero, Félix de Azúa, Antonio Martínez Sarrión, Manuel Vázquez Montalbán, Leopoldo Mª Panero, Ana María Moix, Vicente Molina Foix y José MªÁlvarez. Son rasgos fundamentales de su poética la preocupación por la forma y el lenguaje; la ruptura con la cultura tradicional y la inspiración en el mundo del cine, del deporte, de la televisión, del cómic, de las canciones de moda; la incorporación de referencias muy cultas (se les llama los culturalistas) a obras y autores extranjeros (también se les llama “los venecianos” por su gusto por ciudades como Venecia). En la métrica prefieren el verso libre y utilizan recursos propios de la literatura de vanguardia como la supresión de la puntuación, imágenes irracionales surrealistas, las enumeraciones caóticas, los juegos tipográficos, la mezcla de fragmentos heterogéneos, collages… Se trata de una poesía centrada en experimentar con la forma del poema.
Claudio Rodríguez (1934-1999)
Cronológicamente, es uno de los integrantes de la llamada “Promoción del 60”, concretamente del “grupo madrileño”, con los que coincide en el concepto de poesía como “conocimiento” y en la necesidad de dignificar el lenguaje poético. Sin embargo su poesía es muy personal y bastante diferente de la del resto de su promoción.
Su producción poética está formada por cinco libros escritos en un periodo de casi cincuenta años:
Don de la ebriedad, (1953) es su primer libro, comenzado a escribir cuando sólo tenía 17 años. Los siguientes son Conjuros, (1958), Alianza y condena (1965), El vuelo de la celebración (1976) yCasi una leyenda, publicado en 1991.
Toda la poesía de Claudio Rodríguez gira en torno a un tema central: la búsqueda de la verdad de la existencia (“La verdad, lo único que importa” nos dice en uno de sus poemas).
En el primer libro el poeta expresa su convencimiento de que el lenguaje poético, la creación poética permite al poeta llegar a esa verdad, es decir, la poesía es una forma de conocimiento (idea que asumen todos los poetas de su generación). Y esta capacidad es considerada como un don, un regalo otorgado al poeta, ante el que no cabe otra respuesta que el éxtasis, de ahí el título del libro: Don de la ebriedad.
Sin embargo, a medida que avanzamos en su obra esta seguridad inicial en la capacidad iluminadora de la poesía se va poniendo en entredicho y en el último libro expresa ya claramente la idea de que el hombre no puede llegar a conocer el fondo de las cosas y la única manera de sobrevivir es aceptar esta verdad con resignación.
Para encontrar esa verdad, el poeta parte de su experiencia personal: personas, animales, cosas, situaciones reales que describe y ante las que expresa sus emociones dotándolas de un sentido trascendente, simbólico. Muchos de estos elementos pertenecen a la tierra en que nació (Zamora): el Duero, los campos de labranza, las fiestas típicas, etc…
Otros temas sobre los que reflexiona el poeta son el comportamiento humano (necesaria solidaridad con los otros, y con la naturaleza, de la que formamos parte), la necesidad de comunicación, el paso del tiempo, el amor…
Entre los rasgos formales que caracterizan su poesía destacamos:
- La preferencia por el verso endecasílabo blanco (sin rima) o asonantado, ya solo (en su primer libro) o combinado con heptasílabos (silva libre). En su último libro hay una mayor variedad métrica.
- Un léxico concreto referido al ámbito de la naturaleza, al mundo rural o a lo doméstico, con incursiones en el registro coloquial, que sirve para presentar las cosas (objetos, seres, circunstancias…) extraídas de la experiencia personal de la que suele partir el poema; y un léxico abstracto, que contrasta con el anterior, para expresar el sentido trascendente (la verdad) de esas cosas.
- Entre los recursos literarios destacan las diferentes formas de reiteración léxica y sintáctica (paralelismos, anáforas, doble adjetivación) y diversas formas de contrataste (la antítesis, la paradoja, las oraciones adversativas).
- Muy importante resulta la entonación, que va cambiando a lo largo de su obra: en los primeros libros domina la exclamativa en consonancia con el sentimiento de asombro y entusiasmo. En los últimos el tono se hace más reflexivo y meditativo. Por otra parte destaca la presencia de oraciones interrogativas que no tienen respuesta: no son en realidad preguntas retóricas, sino formas de expresar lo que el poeta desconoce, aquello para lo que no tiene respuesta.