La Guerra Civil supuso la ruptura con el pasado cultural y literario. La muerte de poetas como Machado o Lorca, la censura y el exilio de la mayor parte de los poetas del 27 y de J. R. Jiménez contribuyeron a crear un vacío en la lírica de posguerra. Pese a todo, será el género que mejor refleje las preocupaciones de estos decenios. En su evolución se observan diferentes etapas:
- Años 40: Se desarrolla una poesía clasicista y de evasión junto a una poesía existencial.
- Años 50: Predomina la poesía social, comprometida, que quiere cambiar el mundo y concienciar ante las injusticias.
- Años 60: La poesía se aleja de lo social y pretende renovar el lenguaje y dar importancia a la forma.
La obra de Miguel Hernández sirve de puente entre la poesía de preguerra y posguerra. Surge en pleno proceso de transición entre la innovación vanguardista y la rehumanización que experimentaron los poetas del 27. Se trata de una poesía de emoción intensa y de hondo contenido humano. Tres son los temas: la vida y el amor, la muerte y el compromiso político. Su primera obra, Perito en Lunas, refleja su gusto por la estética gongorina y surrealista. A la etapa de plenitud corresponde El rayo que no cesa, que recoge el tema amoroso con un lenguaje lleno de prodigiosas imágenes. Tras ella surge una obra de compromiso social, Viento del pueblo. Y, por último, compone Cancionero y romancero de ausencias, en la que resurgen el amor, la libertad y la familia.
La Poesía en los Años 40
En los años 40, se intensificará el proceso de rehumanización, iniciado con los poetas del 27. En esta dirección continúan los poetas de la llamada Generación del 36, que vivieron la guerra y sus consecuencias. En estos momentos, encontramos una poesía de evasión, aunque minoritaria. Y, junto a ella, predomina la poesía existencial, centrada en los problemas humanos, en la que se diferencian dos tendencias:
- Poesía arraigada: Propia de quienes se sienten conformes con su vivir y con el mundo. La mayoría de los poetas se agrupan en torno a la revista Escorial.
- Poesía desarraigada: Cultivan una poesía que se enfrenta a la desolada realidad de la posguerra, expresando su descontento y malestar vital.
Características de la Poesía de Evasión
La poesía de evasión está representada por el grupo garcilasista, formado por una serie de poetas entre los que están Jesús Juan Garcés, Jesús Revuelta y García Nieto (Geografía es amor), fundador de la revista Garcilaso, vehículo de expresión del grupo. Los garcilasistas defienden una poesía formalista y de corte neoclásico. Sus rasgos son:
- Visión positiva y armoniosa del mundo.
- Escapismo y alejamiento de la problemática del momento histórico.
- Atención a lo formal.
- Búsqueda de la musicalidad y el colorido.
- Preferencia por los clásicos.
- Interés por el Cancionero del siglo XVI y el neopopularismo de Lorca y Alberti.
- Empleo de estrofas clásicas: soneto, tercetos encadenados, décimas, octavas reales.
Temática de la Poesía Existencial
La poesía existencial busca respuesta a los problemas humanos. Según la actitud que los poetas adoptan ante una realidad absurda y sin sentido, Dámaso Alonso habla de dos tendencias: poesía arraigada y desarraigada. La poesía arraigada se caracteriza por:
- Sentimiento religioso.
- Familia.
- Belleza de la tierra.
Los más representativos son: Luis Rosales (La casa encendida), Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero (Escrito a cada instante) y Dionisio Ridruejo.
Influencia de la Poesía del Exilio
En la poesía del exilio se distinguen varios grupos: por una parte, los poetas de la “Generación del 14”, posmodernistas y novecentistas, como Moreno Villa, León Felipe y J. R. Jiménez; por otra, los poetas “del 27”, y poetas muy jóvenes como Gil Albert, Quiroga Pla, Rejano, etc. Su temática gira en torno a la patria perdida (la lucha, las ilusiones, la nostalgia, el ansia de volver), las preocupaciones humanas y las realidades de las tierras que los acogieron. Aunque siguen caminos muy variados, les une la rehumanización, el intimismo y la vuelta a las formas clásicas. Destaca la poesía de León Felipe (Español del éxodo y del llanto).
Consolidación del Realismo Social
Hacia 1955 se consolida el realismo social en la literatura española, y en la lírica predomina la poesía social o de compromiso, que deriva de la poesía desarraigada. Dos libros de poemas marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos iberos de Gabriel Celaya. Ambos superan la etapa de angustia existencial para situar los problemas humanos en un marco social. Creen que la poesía debe denunciar los males de la nación. Así se convierte en instrumento para la transformación de la realidad y en vehículo de comunicación para llegar a la inmensa mayoría.
Características de la Poesía Social
Otros autores representativos son Victoriano Crémer (La espada y la pared), José Hierro (Quinta del 42), Eugenio de Nora (España, pasión de vida), Leopoldo de Luis… Todos cultivan una poesía social con rasgos propios y la mayoría evolucionará hacia distintos estilos poéticos; no obstante, presentan características comunes:
- Empleo preferente del verso libre, que proporciona un tono narrativo al poema.
- Predominio del tema sobre la forma.
- Uso de un lenguaje sencillo y coloquial, intencionadamente prosaico, para llegar a la inmensa mayoría.
La Generación del 50
Aunque la poesía social perdura hasta mitad de los sesenta, a finales de los 50 se puede hablar ya de una superación del realismo social. Un grupo de poetas, conocidos como Generación del 50, formados en aquella tendencia, la abandonan para crear una nueva lírica. Entre ellos destacan: J. Agustín Goytisolo (Palabras para Julia), Ángel González (Tratado de urbanismo), José A. Valente (La memoria y los signos), Claudio Rodríguez (Don de la ebriedad), Jaime Gil de Biedma (Compañeros de viaje), Francisco Brines, A. Gamoneda…
En general, en la poética de estos autores pierde peso el concepto de la poesía como comunicación y pasa a hablarse de la poesía de la experiencia o de la poesía como conocimiento. Así, el poema debe expresar la realidad íntima y personal del poeta y su mundo. De este modo, predomina en sus obras un tono intimista y autobiográfico.
Características del Estilo de la Generación del 50
Abordan temas comunes a los tratados por los poetas sociales: la preocupación por el ser humano, las referencias a la vida cotidiana, la familia, la evocación nostálgica de la infancia, adolescencia, etc., pero también recuperan contenidos eternos como el paso del tiempo, el amor, la soledad y la muerte. En el estilo, se alejan de los modelos anteriores: rechazan el patetismo de la poesía desarraigada y el prosaísmo de los poetas sociales, y se aprecia un lenguaje sobrio, sencillo y preciso, lleno de expresividad. La forma predomina sobre el contenido: renace el interés por los valores estéticos y buscan un lenguaje poético personal. Siguen utilizando técnicas vanguardistas, sobre todo del Surrealismo (imágenes inverosímiles, asociaciones semánticas originales…). En métrica, predomina el verso libre, aunque no falta el uso de estrofas clásicas.
Claudio Rodríguez y su Contribución a la Poesía
Claudio Rodríguez (1934-1999) fue un poeta extraordinariamente precoz: con tan solo 19 años gana el premio Adonais, el más importante para jóvenes poetas, con Don de la ebriedad. Perteneciente a la Generación del 50, su obra es relativamente breve y se caracteriza por la esencialidad, el intenso lirismo, el absoluto dominio del ritmo, la sorprendente capacidad imaginativa, la hondura ética y, en definitiva, por su gran originalidad. Y es que, aunque tiene en común con la de otros poetas de su momento el uso de un lenguaje coloquial y cierta tendencia al realismo, su obra se sitúa al margen de las tendencias de su generación.
Su lírica intimista está marcada por la meditación en torno a la naturaleza y el paisaje castellanos. Su primera obra, Don de la ebriedad (1953) es un largo poema dividido en cantos en el que predomina la exaltación de la naturaleza, de las cosas. El título alude, en realidad, a la poesía, concebida como un don, como un estado de ebriedad, es decir, de entusiasmo, de inspiración. El poeta contempla el mundo con mirada inocente y asombrada, infundiéndole vida como si fuera un mundo recién creado.
Obras Posteriores de Claudio Rodríguez
En el estilo, se mezcla con armonía el irracionalismo de las imágenes —deslumbrantes y misteriosas—, con el clasicismo formal, marcado por la musicalidad del verso a través de endecasílabos asonantados que alternan con versos blancos. En su siguiente libro, Conjuros (1958), continúa la exaltación de la naturaleza y el tono exclamativo del libro anterior, pero empieza a aparecer una preocupación moral y humana asociada a una conciencia del paso del tiempo y de la fugacidad de las cosas. Ahora la poesía más que un don es un conjuro para recuperar aquel estado de ebriedad, aquella unión perdida con los elementos de la naturaleza (agua, fuego, tierra, aire). Pero es también un canto a la solidaridad.
En la métrica, predominan las composiciones en endecasílabos y heptasílabos, algunos de rima consonante. El lenguaje poético se hace más realista, pero esconde un sentido simbólico o metafórico. Con Alianza y condena (1965) logra el Premio de la Crítica de ese año. Ahora prevalece un tono más moral y meditativo, donde juega con la contraposición entre la armonía del hombre consigo mismo y con la esperanza (alianza) y la ruptura de la unión entre los hombres, la mentira (condena). Ante el dolor y la injusticia, el poeta propone la solidaridad y la sencillez.
En el estilo destaca la variedad métrica, la riqueza del lenguaje y los juegos de contrastes. El vuelo de la celebración (1976) es una meditación serena sobre la naturaleza y el destino humano, aunque introduce el erotismo, el amor carnal, como símbolo de la felicidad de estar vivo y en la tierra. Después de un largo silencio, publica en 1991 Casi una leyenda, donde rompe con la oposición de contrarios de sus libros anteriores y establece la muerte como solución a los conflictos anteriores, aceptada de modo sereno y sin negar la vida.
Los Novísimos y su Impacto en la Poesía Española
En los últimos años de la década de los sesenta se habían dado a conocer los Novísimos, también llamados Generación del 68, que constituyen un movimiento radical de renovación que pretende romper con toda la poesía anterior, en particular con la poesía social. Su poesía se caracterizará por el formalismo, el culturalismo —la abundante presencia de referencias filosóficas, literarias, artísticas o históricas— y el irracionalismo. Sus influencias son significativas: César Vallejo y Octavio Paz, el grupo Cántico, Gil de Biedma, Valente y poetas extranjeros. También se inspiran en el cine, la música, los cómics, etc.
En la temática, aparece lo personal (infancia, amor, erotismo), los conflictos de la década (la sociedad de consumo, la explotación, la guerra de Vietnam), la exaltación de lugares desconocidos, el rechazo de la situación moral y material de España, las reflexiones sobre la poesía…
Características Estéticas de los Novísimos
En cuanto a las características estéticas, rechazan las formas estróficas tradicionales y adoptan el verso libre; cultivan preferentemente un lenguaje esteticista y barroco; introducen diversos elementos surrealistas (las imágenes visionarias y oníricas o la escritura automática); rechazan la ambientación realista e introducen elementos exóticos de variada procedencia. En las técnicas, destaca la utilización del collage, que incluye versos de otros poetas u otros elementos (canciones, recortes periodísticos, frases publicitarias…), lo que les lleva a una ruptura del discurso lógico.
Esta generación es conocida como la de los Novísimos por el título de una antología que publicó en 1970 el crítico Josep Mª Castellet, Nueve novísimos poetas españoles. En ella aparecían los poetas más innovadores del grupo como Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero, Leopoldo M.ª Panero, etc. Simultáneamente o poco después se darán a conocer otros poetas coetáneos: Colinas, Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena, José Miguel Ullán, Jaime Siles. Sus representantes más destacados se agrupan en dos tendencias: culturalistas y esteticistas, como Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte), Antonio Colinas (Sepulcro en Tarquinia) y Luis Alberto de Cuenca (Elsinore); y una segunda tendencia más coloquial, irónica y crítica, en la que están Vázquez Montalbán, Leopoldo M.ª Panero (Teoría)…