Narrativa y Teatro en España: Desde Finales del Siglo XIX hasta la Guerra Civil
Estos dos géneros se vinculan a las tendencias literarias surgidas a finales del siglo XIX y principios del XX. Tienen en común el afán de renovación estética y su deseo de ruptura con la literatura realista por su vinculación a la ideología y gustos burgueses. Sus autores participan de los rasgos de una u otra tendencia a lo largo de su trayectoria literaria. El Modernismo, con su preocupación estética; la Generación del 98 y su intención regeneracionista; el Novecentismo, con su visión intelectualista y sistemática; y los movimientos de vanguardia, rompedores y radicales en sus formas y contenidos, configuran la creación literaria del primer tercio del siglo XX hasta la Guerra Civil.
La Generación del 98
La Generación del 98 se forma con un grupo de jóvenes escritores que proponen la renovación estética de la literatura y la regeneración social del país. Destacan Ramiro de Maeztu, Azorín, Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Antonio Machado y Valle-Inclán. Sus rasgos característicos son:
- Preocupación por España: lleva a sus autores a tratar los problemas del país como temática fundamental.
- Profundización en el conocimiento de lo español: gusto por el casticismo.
- Presencia de la preocupación existencial: la influencia de las corrientes filosóficas de la época lleva a una reflexión muy personal sobre la vida, el tiempo, la religión, etc.
- Subjetivismo: el problema de España se enmarca dentro de un tratamiento intimista, con una visión introspectiva de la realidad.
- Idealización del paisaje: los autores hacen un motivo esencial de sus escritos del paisaje castellano, convirtiéndolo en símbolo del alma española.
- Estilo sobrio y sencillo: huyen de la retórica y la grandilocuencia.
- Preocupación por los contenidos: lo que explica la importancia del género narrativo.
Autores Destacados de la Generación del 98
Valle-Inclán
Inicia su producción con obras narrativas como Flor de Santidad o las Sonatas. Más tarde, centra su trayectoria en la historia y en el ambiente de la Galicia rural con la trilogía de novelas La Guerra Carlista, ambiente que se matiza en sus piezas teatrales Comedias Bárbaras y Divinas Palabras. A partir de ahí, comienza su literatura vinculada a lo grotesco y la caricatura como medio de crítica social y política, con el ciclo novelesco El Ruedo Ibérico o la novela Tirano Banderas, o la pieza teatral Tablado de Marionetas para Educación de Príncipes. Este ciclo se culmina con la producción de las obras del ciclo esperpéntico, con las que presenta una visión del mundo basada en una realidad deformada y distorsionada, como se muestra en sus dramas Martes de Carnaval o Luces de Bohemia, donde los personajes son guiñolescos y la trama se organiza en cuadros autónomos con una relación temática.
Miguel de Unamuno
Los ejes temáticos fundamentales de la producción literaria de Unamuno son dos: la visión desolada de España y la búsqueda del sentido de la vida en un constante enfrentamiento entre razón y fe. La preocupación por España se aprecia en ensayos como Por Tierras de Portugal y España y Andanzas y Visiones Españolas. El tema de la preocupación espiritual está presente en ensayos como Vida de Don Quijote y Sancho, donde plantea su punto de vista sobre la condición humana. Este tema es el trasfondo de parte de su producción novelística. Sus novelas suponen una expresa ruptura con las formas de la novela realista y muestran una gran innovación técnica, basada en la supresión del modelo de novela tradicional. Otros rasgos son el gran desarrollo del diálogo, que les da carácter dramático, la concentración de la acción y la ausencia de descripciones.
Pío Baroja
Destaca como impulsor de una importante teoría sobre la novela. En su opinión, ha de ser un género híbrido donde caben todo tipo de elementos. La observación y la espontaneidad se convierten en técnicas esenciales, a las que se une el estilo libre, claro y preciso, que contrasta con la grandilocuencia retórica de la generación literaria anterior. Sus novelas giran en torno a la evolución existencial del protagonista. Destacan Camino de Perfección, César o Nada y La Busca, entre otras.
Azorín
A medio camino entre el ensayo y la novela se encuentra la prosa de Azorín. Sus obras más interesantes son La Voluntad, Antonio Azorín y Los Pueblos y Castilla, entre otras. Las dos primeras se caracterizan por el individualismo escéptico, el intelectualismo y una visión literaturizada de la vida. Las dos últimas son colecciones de artículos y pequeños relatos que rememoran recuerdos, lecturas, etc. En los textos de Azorín parece como si el tiempo se hubiera quedado suspendido y no hubiera evolución histórica alguna. De ahí que sean motivos típicos suyos lo que se ha dado en llamar «microhistoria» y la idea del «eterno retorno». Su prosa es muy significativa por lo que de completa ruptura tiene con la estética realista. Se puede hablar de disolución de la novela tradicional por la ausencia de hilo narrativo, disgregación estructural, etc.
El Novecentismo
La novela novecentista defiende la deshumanización del arte, en consonancia con las vanguardias europeas y el intelectualismo. Entre sus rasgos destacan:
- Europeización: atracción por la cultura europea y análisis de los problemas de España.
- Rechazo del sentimentalismo y exaltación personal: lleva al análisis racional del arte.
- Defensa del arte puro: la obra literaria debe tener una única finalidad estética.
- Clasicismo: los modelos clásicos dominan la estética novecentista.
- Preocupación por la perfección formal: lo que conduce a la depuración máxima del lenguaje, a la pulcritud en las formas y a la complejidad.
Destacan Gabriel Miró, cuyas novelas destacan por las descripciones en las que predominan las sensaciones, y Ramón Pérez de Ayala, quien introduce en sus obras una visión amarga de la vida que desemboca, desde el realismo autobiográfico, en un simbolismo caricaturesco.
Las Vanguardias
La ruptura radical con las anteriores formas de concebir la creación artística y el intento de desligar cualquier referencia a la realidad presente y pasada convierten el arte vanguardista en minoritario. Aunque la influencia de las corrientes vanguardistas se percibe sobre todo en la poesía de la época, también se refleja en la prosa y el teatro. En el campo de la narrativa figuran autores como Jarnés, cuya obra es un tributo a la experimentación y al uso de la metáfora y la ironía como recursos estilísticos esenciales. El introductor de las vanguardias europeas en España fue Ramón Gómez de la Serna, quien además es el inventor de la greguería. Tiene una importante producción novelística donde imperan el absurdo y lo ilógico. En el teatro están las obras de varios autores de la Generación del 98, como Unamuno, con un teatro esquemático, o Azorín, impulsor con sus dramas de las novedades europeas. También hay integrantes de la Generación del 27, como Rafael Alberti, Miguel Hernández y Lorca. En la dramaturgia de Lorca aparece una fusión de motivos populares, que se elevan a la categoría de mitos, con lo más innovador de los ismos europeos. Ejemplo de su dramaturgia, vinculada a lo popular, a las raíces de la tierra andaluza, y que siempre recogen el tema del enfrentamiento entre la libertad y la autoridad, están sus dramas Bodas de Sangre, El Maleficio de la Mariposa, etc.