La Amistad y la Pérdida en la Poesía de Miguel Hernández y el Teatro de Buero Vallejo

Miguel Hernández

Miguel Hernández lamenta en este poema la muerte de su amigo y ensalza el sentimiento de amistad. Ramón Sijé fue uno de los íntimos amigos con quien el poeta compartió horas inolvidables. La inesperada muerte de Sijé le produjo un hondo y sincero dolor. Fruto de tal sentimiento, Miguel Hernández dedicó a su amigo muerto una elegía, que es un tributo conmovedor a la amistad y, al mismo tiempo, uno de los poemas más logrados de la lírica hernandiana.

La Muerte de Ramón Sijé

Sijé murió en la Nochebuena de 1935, y Miguel se enteró a través de Vicente, quien a su vez había leído la noticia en un periódico. La elegía lleva fecha de 10 de enero de 1936 y se publicó en la «Revista de Occidente» de diciembre de 1935, entrega que apareció, con toda probabilidad, en la segunda mitad de enero de 1936. La elegía denota fuertes contradicciones. Su base biográfica descansa en una promesa recíproca establecida como un pacto entre Sijé y Hernández: según el testimonio del hermano poeta, Vicente: «Miguel y Sijé se habían jurado, inclusive, que si uno de ellos llegaba a morir, el otro debería cavar la tumba del amigo desaparecido». Cuando llegó, Sijé ya había sido enterrado. Miguel, furioso, pretendió desenterrar a su amigo y cavarle la nueva sepultura.

Trayectoria de Miguel Hernández

Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910 en un medio humilde. Aún adolescente, escribe sus primeros versos. En poco tiempo fue un poeta muy conocido y estimado. Entabla relación con varios poetas de la época, como Vicente Aleixandre. En 1936 se afilió al Partido Comunista y durante los años de la Guerra Civil participó en la lucha a favor de la República. Murió de tuberculosis en la prisión de Alicante en 1942. La trayectoria poética de Miguel es vertiginosa. Su poesía ha hecho del poeta un símbolo para las jóvenes generaciones de las últimas décadas. Hernández encarna la figura del poeta de la libertad.

Estructura de la Elegía

La elegía se compone de 15 tercetos y un serventesio final. La lectura cuidadosa del poema nos deja entrever tres estados de ánimo íntimamente relacionados y que, por comodidad, denominaremos como sigue:

  • a) Aceptación: tercetos del 1 al 7.
  • b) Rebelión: tercetos del 8 al 12.
  • c) Sublimación: tercetos del 13 al 16.

Transformación en el Poema

Cabe decir que estos tres estados de ánimo reflejan la transformación que se opera en el poema.

a) Lamentación de Miguel que llora sobre la tumba de su amigo. El sentimiento es de intensa desolación. La aliteración de estos versos es doblemente adecuada porque, a la par que adelgaza el dolor haciéndolo más hiriente, es como un eco de ese proceso de fusión al que el poeta alude.

b) En el verso 8 se inicia un nuevo tono. La imagen del amigo diluyéndose en la tierra persiste, si bien no tan crudamente como en el segundo verso del primer terceto. Es especialmente apropiado el recurso de la aliteración como fondo y contraste de la estrofa 3. El poeta expone su dolor con una intensidad que refleja la aglomeración de sujetos para un solo verbo y el paso de la materia verbal de lo volitivo o furtible (quiero ser) al presente (se agrupan, me duele), tiempo este último que subraya la duración del dolor. El uso de la anáfora y el empleo de los verbos en pretérito aumentan la tensión que explota, en unos versos estruendosos, desgarradores: (estrofa 8). La aliteración, la anáfora y el polisíndeton son procedimientos de los que se sirve para subrayar el fuerte carácter emocional de estos versos.

c) Un consuelo relativamente breve se puede notar en el terceto 12 y siguientes. La calma se establece en el desolado espíritu del poeta, merced a la idealización de la realidad de un refugio protector: su huerto y la tradición del idioma. El amigo que, al principio de la elegía, yace inmóvil, se ha fundido con la Naturaleza. Miguel no es ya el hortelano que se lamenta ante la tumba del amigo, sino que ahora, creyéndolo libre de la muerte, lo llama para dialogar como antaño. Las aliteraciones (arrullo de las rejas) procuran ese tono conciliador: el corazón, rojo y terrestre, alimentará la savia de las raíces del almendro, aflorando en sus ramas en forma de blancas y espirituales rosas. No cabe duda de que el sentimiento que dio vida al poema debió de haber sido sincero, profundo y conmovedor. Las aliteraciones, anáforas y la misma forma métrica usada (tercetos endecasílabos encadenados), actúan como riendas que impiden que se desboque la emoción. Fondo y forma, emotividad y expresión, se funden armoniosamente para que se produzca ese fenómeno que llamamos poesía.

Buero Vallejo

Buero Vallejo escribió: «…se cruzan sobre el hueco de la escalera sin rozar el grupo ilusionado de los hijos», fragmento de una de las acotaciones de la obra que comentaremos a continuación. La escalera, esa escalera que encarna la demagogia y la inmovilidad de un sistema, sin esperanza de futuro debido a la imposibilidad económica. Esa escalera es uno de los personajes que desarrollan la trama de la obra dramática Historia de una escalera, escrita en 1949 por Antonio Buero Vallejo. Este autor nació en Guadalajara en 1916 y murió en Madrid en el año 2000. Fue un gran lector desde adolescente y cursó estudios de Bellas Artes. Tras una crisis religiosa, crecen sus inquietudes políticas y se alista, en 1936, al ejército republicano. Al finalizar la guerra, es condenado a muerte, pero se le conmutó la pena por 30 años de cárcel. En una de las prisiones que recorrió coincide con Miguel Hernández, a quien hace un espléndido retrato. En 1947 es indultado.

Historia de una Escalera

En 1949 presenta Historia de una escalera al premio Lope de Vega y gana el premio, por lo que es obligado a representar la obra en el Teatro Español. El estreno de la obra fue un acontecimiento decisivo en el teatro de la posguerra. En 1971 es elegido miembro de la RAE y en 1986 obtiene el premio Cervantes, que lo corona como la primera figura del teatro de la posguerra.

Contexto Histórico-Social

El contexto histórico-social en el que se desarrolla la obra de Buero es la dictadura franquista. Los primeros años de dictadura están marcados por el hambre, las represiones, el aislamiento internacional, «el partido único», la censura severísima. La obra dramática de Buero muestra desde sus comienzos gran perfección formal, madurez dramática y una gran dosis de compromiso social, que se mantendrá a lo largo de toda su trayectoria. En una primera etapa hay un predominio de temas existencialistas tratados con una técnica realista y algunos elementos simbólicos. Escribe obras en las que predominan temas sociales e históricos.

Temática de la Obra

Las obras de Buero Vallejo giran en torno al anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad, se ve obstaculizada y a menudo rota por el mundo concreto en que el hombre vive. Su temática ha sido enfocada en un doble plano: un plano existencial y un plano social y, en cierto sentido, político.

Estructura de la Obra

Historia de una escalera se escribe en 1949 y supone, junto con Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre, el cambio del teatro español hacia un realismo social. En esta obra se escenifica la vida de unos vecinos de escalera, cuatro familias cuyos destinos se entrecruzan. El paso del tiempo y la constante presencia de los personajes en un mismo lugar dan lugar a la concepción de la vida un tanto asfixiante. El fragmento que vamos a comentar es la escena final de la obra, cuyo tema es la firme decisión de los jóvenes Fernando y Carmina de que su relación amorosa prospere, a pesar de la oposición familiar, y de dejar atrás las frustraciones y los rencores heredados.

Actos y Espacio

La obra se estructura en 3 actos. El tiempo en el que transcurren los hechos es lineal, si bien existen saltos hacia delante, hacia el futuro. La mayoría de los personajes tiene dificultades económicas y una minoría logra continuar con su vida más holgada.

El espacio en el que se desarrollan los tres actos es una escalera de un pequeño edificio, en la que confluyen cuatro pisos y por donde se conocen las vidas de tres generaciones. Dicho lugar se constituye en vértice de dos mundos diferentes de los que apenas se conoce nada: uno exterior (la calle) y otro interior (las viviendas). La escalera es testigo y símbolo de las diferentes categorías sociales, símbolo de una jaula de la que no se puede escapar. Significa imposibilidad tanto de evadirse de este espacio cerrado, como de mejorar socialmente. La crítica ha querido relacionar metafóricamente dicho lugar con la miseria económica y social de la España de posguerra. La escalera sería España y los inquilinos, los españoles.

Personajes y Lenguaje

Casi todos los personajes viven en la pobreza, sufren los impedimentos de poder ascender profesionalmente, poseen defectos físicos y morales y sus vidas están marcadas por un destino complejo. En esta escena final aparecen cuatro personajes que conforman el hilo central de la obra: Fernando hijo y Carmina hija, que serán los que dialoguen, y Fernando y Carmina, que aparecen contemplando la escena.

Fernando hijo es el hijo de Elvira y Fernando, con quien tiene numerosos paralelismos: es apuesto, vago e idealista. Al igual que su padre, utiliza el discurso sobre un futuro mejor, como podemos ver en sus palabras: «yo lucharé para vencer…». Al final, se muestra apasionado y valiente, pues se enfrenta a la negativa de ambas familias y ama a Carmina. Queda en el aire si su vida es idéntica a la de su padre o si, en cambio, es capaz de superar con su esfuerzo las limitaciones que el destino le ha impuesto. Carmina hija es hija de Urbano y Carmina. Tiene un carácter muy parecido al de su propia madre. Se siente enamorada de Fernando y feliz de que él también le corresponda con su amor. Fernando y Carmina aparecen contemplando desde el silencio de la escalera la escena en que sus hijos se abrazan y se plantean emprender una vida mejor. Ellos se miran y recuerdan sus propias vidas.

Estilo y Recursos Literarios

Con respecto al lenguaje y al estilo de la obra, debemos distinguir entre las dos bien diferenciadas partes de texto teatral: las acotaciones y los diálogos. Buero Vallejo le concede un gran valor a las acotaciones, en las que el autor da la información escénica necesaria para su presentación. Como podemos ver en este fragmento, las acotaciones dan información de movimiento (Carmina, la madre, sale de su casa), de gestos (sus miradas…); sobre el carácter y el estado de ánimo de los personajes (los divisa, entre disgustada y angustiada)… etc.

El lenguaje utilizado en los diálogos se caracteriza por una tendencia a lo coloquial (familiar) y, en ocasiones, vulgar. Destaca el apasionamiento y la emotividad de las intervenciones, especialmente las de Fernando. Las de Carmina son más breves y destaca la modalidad exclamativa como consecuencia de la tensión dramática.

Asimismo, se pueden señalar en el texto algunos recursos literarios como la metáfora («este nido de rencores y de brutalidad»), epíteto que destaca la cualidad del sustantivo con carácter valorativo («mi adorada mujercita»), exclamaciones retóricas (¡Carmina!, ¡Si puede ser!), interrogaciones retóricas (¿Qué puede haber de común entre ellos y nosotros?).

Uso de formas verbales. Estas aparecen mayoritariamente en presente (ves, puede ser…) pero también abundan en futuro (podré, podrás…). Uso del imperativo (escúchame, dímelo…).

Reflexión Final

El autor nos presenta en esta obra el devenir de varias familias a través del tiempo, con un final abierto. Buero Vallejo pretende que el receptor reflexione y se implique en el tema que plantea: la inmovilidad de las personas ante un sistema que no permite progresar al individuo. Parece que los jóvenes están abocados a un destino idéntico al de los padres. Del mismo modo, se podría afirmar que la ilusión que derrochan Carmina y Fernando, así como sus deseos de prosperar y de superar los errores de sus padres, confieren una dimensión tan positiva como esperanzadora.

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