El Esteticismo
El esteticismo es una corriente que defiende la idea de «arte por el arte», es decir, el arte debe existir solo por su belleza y no por su utilidad. Esto surge como una crítica a los valores prácticos y mercantiles de la sociedad burguesa, que pone énfasis en lo útil y funcional. Oscar Wilde, en el prefacio de El retrato de Dorian Gray, afirma que el arte es inútil y debe ser apreciado solo por su belleza. Algo similar ocurre con Azorín en Diario de un enfermo, donde dice que el utilitarismo está en oposición al verdadero arte.
Irracionalismo y Antipositivismo
Durante el Fin de Siglo, hubo un rechazo a la razón y la ciencia, caracterizado por el irracionalismo y el antipositivismo. Influenciados por filósofos que cuestionaban el progreso y proponían una visión subjetiva e irracional, los autores se alejaron del positivismo. Kierkegaard defendía la fe sobre la razón como forma de enfrentar la angustia existencial; Schopenhauer sostenía que el deseo humano causa sufrimiento, aliviado solo por el arte; Nietzsche criticaba la civilización occidental y proclamaba la «muerte de Dios»; y Bergson consideraba la intuición como clave para comprender la realidad. Estas ideas influyeron en escritores como Unamuno, Baroja, Azorín y Machado.
El Simbolismo
El simbolismo fue un movimiento literario iniciado por Charles Baudelaire y seguido por poetas como Verlaine, Rimbaud y Mallarmé. Influyó a escritores de varios países, incluyendo a Yeats, Valéry, Rilke, Kavafis, Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez. Los simbolistas consideraban que el mundo es un conjunto conectado, y que el poeta, como «vidente», podía captar realidades ocultas mediante símbolos, reflejando estados emocionales profundos. Su estilo se caracteriza por crear atmósferas melancólicas y sugerentes que transmiten sentimientos de tristeza y aburrimiento.
Parnasianismo
A finales del siglo XIX surgieron dos movimientos de carácter estético y escapista: el parnasianismo en poesía y la Hermandad Prerrafaelita en pintura. Los parnasianos, liderados por Gautier y Leconte de Lisle, valoraban la perfección formal y creían que el arte no debía tener una función moral o social. En pintura, la Hermandad Prerrafaelita, con artistas como Rossetti y Millais, representaba escenas medievales y personajes legendarios, buscando un estilo detallado y colorido, inspirado en la naturaleza, la historia y la mitología, en rechazo de las normas académicas.
Características del Modernismo Literario
El modernismo literario es un movimiento que toma influencias del parnasianismo, el simbolismo y el decadentismo, y tiene algunos temas o motivos recurrentes que se repiten bastante. Uno de ellos es el escapismo, es decir, el rechazo de la realidad del momento. Como dijo Rubén Darío en las Palabras liminares de Prosas profanas: “Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer”. Este rechazo se traduce en el deseo de escapar de una realidad insatisfactoria a través de diferentes medios, como la mitología, los cuentos de hadas, el pasado histórico o legendario, o incluso la recreación de ambientes aristocráticos y refinados, como la Francia del siglo XVII. También hay una fascinación por lo exótico, por París y todo lo cosmopolita.
Otro tema clave es la creencia en una armonía universal que solo el poeta puede percibir y transmitir. Este concepto proviene del simbolismo y convive con sentimientos de melancolía, aburrimiento y desconcierto, ya que el “yo” del poeta no encuentra un sentido claro en la vida. Además, se da una sacralización del arte, sobre todo de la poesía, que se convierte en un refugio frente a la monotonía y el vacío existencial de la sociedad contemporánea.
En cuanto al estilo, el modernismo se caracteriza por una fuerte sensualidad y hedonismo, usando a menudo simbología religiosa en contextos eróticos, algo que viene del decadentismo. La escritura modernista es muy preciosa, con un lenguaje elaborado y una clara intención de renovar la poesía. Se repiten ciertos símbolos como el color azul, el cisne o el jardín, que representan la poesía, el ideal o la belleza. También se destaca por un léxico exquisito y poco común, una gran cantidad de referencias sensoriales, la búsqueda de musicalidad en el verso (con aliteraciones, ritmos y palabras esdrújulas), y algunas innovaciones métricas, como el verso alejandrino, todo esto con la intención de alcanzar la perfección formal, algo heredado del parnasianismo.
Poetas Modernistas
Rubén Darío
En Prosas Profanas (1896), Darío profundiza en el escapismo hacia mundos idealizados como la Edad Media, la mitología y la Francia aristocrática, usando figuras como el dios Pan para explorar una sensualidad casi mística. El erotismo es central, y el cisne se convierte en símbolo de belleza aristocrática. También explora la armonía oculta del universo, aunque reconoce la limitación del lenguaje para captarla. Su estilo modernista brilla con complejas estructuras métricas y una gran musicalidad. En Cantos de vida y esperanza (1905), Darío abandona el escapismo para reflexionar sobre la vida, la muerte y la espiritualidad, y celebra lo hispánico frente al materialismo anglosajón, con un tono de crítica social y existencial.
Antonio Machado
En Soledades (1903, ampliado en 1907), Machado aborda la soledad, el tiempo, la búsqueda de Dios y la nostalgia. Su poesía se centra en el «monólogo íntimo», y usa el paisaje como símbolo de sus emociones: la tarde representa melancolía, el río la vida y el paso del tiempo, y las galerías simbolizan la introspección. Su estilo fluye gracias al uso de la silva-romance y abundantes encabalgamientos, logrando un tono natural y meditativo.
Juan Ramón Jiménez
En sus primeras obras (Ninfeas, Almas de violeta, Rimas, Arias tristes), su poesía modernista refleja angustia existencial, erotismo, dolor y nostalgia, con símbolos como el jardín y las hojas secas. Poco a poco, se vuelve más introspectiva, marcada por la influencia de Bécquer, y busca el «sentido eterno» de la vida. La muerte y la melancolía son temas dominantes en esta etapa inicial, con un lenguaje cada vez más depurado y contenido.
Prosa Modernista: Ramón M. del Valle-Inclán
La producción narrativa de Valle-Inclán se puede dividir en varios bloques, siendo uno de los más importantes El ruedo ibérico, que incluye obras como Tirano Banderas y varios relatos. También destaca su obra dramática y su biografía.
Las Sonatas (1902-1905)
Son consideradas lo más relevante de su prosa modernista. Compuestas por Sonata de primavera, Sonata de estío, Sonata de otoño y Sonata de invierno, estas novelas tienen como protagonista al marqués de Bradomín, un aristócrata que, a pesar de ser feo y alejado de los ideales de galán, se considera a sí mismo un «donjuán» decadente y sentimental. Valle-Inclán lo presenta como un personaje que rechaza la vulgaridad de la burguesía y se sumerge en una vida marcada por el hedonismo y la melancolía.
Las Sonatas son unas memorias ficticias en las que el marqués narra sus cuatro grandes amores: un amor juvenil e inalcanzable en Italia (primavera), un romance con la Niña Chole en México que implica una relación con su propio padre (estío), un
amor trágico por Concha, una mujer moribunda en Galicia (otoño), y finalmente, su despedida melancólica del amor, al conquistar a dos mujeres, una casada y otra novicia, que resulta ser su hija (invierno). A lo largo de estos relatos, Valle-Inclán introduce elementos decadentes como el satanismo, el erotismo y la perversión sexual, que se expresan a través de una compleja simbología religiosa.En cuanto a su estilo, las Sonatas destacan por su musicalidad, el cuidado en la descripción sensorial, la riqueza léxica y una gran profusión de recursos estilísticos.