Poesía de la Posguerra (años 40)
Los primeros años de la poesía de posguerra presentan dos variantes principales: los poetas adeptos al régimen franquista y aquellos que sobreviven a la opresión y buscan expresar problemas existenciales y sociales.
Poesía Arraigada
Al primer grupo pertenece un conjunto de poetas jóvenes, en su mayoría falangistas, que se asocian en torno a las revistas Escorial y Garcilaso.
Estas publicaciones pretendían recuperar la grandeza de la época imperial, por lo que imitaban la lengua de los poetas del siglo XVI. Presentan una visión ordenada, serena y coherente del mundo. Según la denominación de Dámaso Alonso, es una poesía arraigada.
Uno de los temas principales es un sentimiento religioso junto con temas tradicionales como el amor, los paisajes, etc. Los poetas más valiosos de este grupo son Luis Rosales y Leopoldo Panero.
Poesía Desarraigada
En el segundo grupo destacan los poetas que reaccionan ante la realidad, que muestran su desacuerdo con el entorno. Un libro importante de esta tendencia es Hijos de la ira, escrito por Dámaso Alonso.
Se trata de una poesía desarraigada, de tono trágico que se enfrenta con un mundo caótico y deshecho. El tema religioso está muy presente, pero en este caso con duda y con angustia. Este humanismo dramático y desgarrado tiene un evidente entronque con la línea existencialista.
Las obras de Gabriel Celaya y Blas de Otero se inscriben en esta tendencia.
Poesía en el Exilio
Hay que recordar también, al hablar de este periodo, que lo más creativo de la poesía española marcha al exilio. Destaca León Felipe, que continúa su obra en México. Sus obras más conocidas son Español del éxodo y del llanto Y ¡Oh este viejo y roto violín!.
La Poesía de los años 50
Los años cincuenta ven el triunfo de la poesía social. Los poetas entienden que deben hacerse solidarios con los demás hombres, que la poesía debe cumplir una función social para así denunciar las injusticias.
El poeta debe abandonar su torre de marfil y olvidar sus angustias privadas, para bajar a la calle y trabajar hombro con hombro con el obrero, convirtiéndose en un artesano de la palabra.
Los temas de esta poesía son la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, las ansias de libertad y el tema de España visto desde un punto político.
El estilo se resiente de estos planteamientos. El poeta se dirige «a la mayoría», quiere que el pueblo le entienda, y para ello utiliza un lenguaje claro, sencillo y prosaico. Celaya habla de «escribir como quien respira». En general, el interés por los contenidos hace que se descuiden los valores formales.
Los poetas más importantes de esta época son Blas de Otero, que escribe Pido la paz y la palabra y Gabriel Celaya con Cantos Íberos.
La Promoción Poética del 60
A finales de los 50 empiezan a surgir nuevos poetas que representan la superación de la poesía social. Se ha producido un cansancio de la poesía social, debido a dos factores: el descuido en que ha caído el lenguaje poético y la incapacidad de la poesía para actuar como motor revolucionario.
La preocupación social continúa presente en esta nueva promoción de escritores, pero esta vez está vista desde la experiencia personal. Para estos poetas, la poesía, más que un vehículo de comunicación, es un medio de conocimiento personal.
Se caracteriza por un estilo conversacional y antirretórico. Frecuentemente utiliza la ironía, el humor y la sátira.
Francisco Brines es autor de una poesía meditativa que tiene como tema principal el paso del tiempo. Jaime Gil de Biedma, cuyos poemas están recogidos en Las personas del verbo, se caracteriza por la ironía y el distanciamiento.
Ángel González utiliza también la ironía en sus mejores poemas; escribe una poesía crítica. Áspero mundo y Tratado de urbanismo son algunas de sus obras.
Claudio Rodríguez obtuvo con Don de la ebriedad el premio Adonais cuando aún no había cumplido los veinte años. El poeta se funde con la naturaleza en un estado de éxtasis vital similar al de la literatura mística.
Antonio Gamoneda escribe una poesía hermética e intensa en la que aborda la esencia de lo humano desde la perspectiva de la muerte. Sus libros son Descripción de la mentira, Lápidas y Libro del frío.
La Poesía de la Experiencia y la Poesía del Silencio
La poesía de la experiencia la componen una serie de poetas que se plantean una comunicación más directa con el lector, empleando para ello el lenguaje y las referencias de la cultura de masas de la sociedad contemporánea.
Sus características son la temática realista, el carácter urbano, el interés por lo cotidiano y el tono coloquial. Luis García Montero y Carlos Marzal son dos poetas muy representativos.
Otra tendencia importante es la llamada poesía del silencio, una poesía intelectual con recursos filosóficos, breve, densa y reflexiva. Olvido García Valdés es una autora destacada.
Cabe también señalar en esta poesía la abundancia y riqueza de las voces femeninas. Entre ellas Blanca Andreu, cuyo primer libro fue De una niña de provincia que se vino a vivir en un Chagall.