1. Vida, Amor y Muerte en la Poesía de Miguel Hernández
La poesía de Miguel Hernández está llena de un vitalismo trágico envuelto en presentimiento funesto. Todo es vida, amor y muerte. Estos elementos configuran la imagen que tiene el poeta del mundo.
En Perito en lunas (1933) tiene un tono vital desenfadado, muy en la línea del Cántico de Jorge Guillén, y rinde homenaje a la naturaleza de su tierra natal. Miguel Hernández percibe las cosas como si estuvieran vivas. En Madrid conoce a Maruja Mallo y a Pablo Neruda. Gracias a ella descubre una nueva manera de ver el mundo, más afín a sí mismo y a sus pensamientos más íntimos.
Hay un gran número de sonetos que nos recuerdan los poemas de la tradición medieval y petrarquista de la pena del amor cortés. La pena surge por el deseo erótico y la barrera que impide su realización: moral provinciana y estrecha. El amor frustrará a Miguel Hernández una y otra vez. El amor del que nos habla es un amor carnal y sexual. El amor también se manifiesta como amor a los amigos.
En Viento del pueblo disfrutamos de poemas como El estallido de la guerra civil y su posicionamiento al lado del pueblo y la república. Debido a estos poemas adquiere compromiso. El hombre acecha es un poema que ya no confía en el ser humano y cree que se ha convertido en una fiera que lucha contra los demás hombres (el hombre es un lobo para el hombre). Miguel Hernández pasará del amor por una mujer al amor por el género humano en general; la mujer es la luz que le da ánimos.
En Cancionero y romancero de ausencias compone lo que podríamos describir como un diario de desolación: ha muerto su primer hijo y él ha sido condenado a muerte.
La fuerza y la rebeldía de Miguel Hernández comienzan a resquebrajarse y vislumbra un final inevitable. Se cierra el ciclo volviendo al amor, porque no hay salvación ni rendición posible si no se ama.
2. El Compromiso Social y Político de Miguel Hernández
Miguel Hernández pertenece a la Generación del 36. Su trayectoria poética y sus relaciones con los mejores representantes de la Generación del 27 permiten incluirlo en esta última como genial epígono.
En la obra de Miguel Hernández se aglutinan tres actitudes de la poesía contemporánea española:
- La poesía de corte neogongorino.
- La poesía subjetiva de tipo amoroso.
- La poesía de carácter social.
Centrándonos en su poesía de carácter social y político (Viento del pueblo), Miguel Hernández tiene una concepción solidaria de la vida y es una figura romántica que desesperadamente lucha a favor del amor, la justicia y la libertad. En sus viajes a Madrid conoció a Vicente Aleixandre y a Pablo Neruda, revolucionario del orden estético. El poeta convierte su pena, su dolor y sus alegrías en material lírico.
Si a esta realidad sociopolítica del país añadimos el influjo de las ideas marxistas de Pablo Neruda, comprendemos la evolución ideológica que lo condujo a tomar posiciones de compromiso beligerantes del bando republicano durante la Guerra Civil. En 1937 se edita Viento del pueblo. Señala Concha Zardoya que estos poemas, más que suyos, son del pueblo. Miguel Hernández es un poeta que procede del pueblo, víctima de un sistema social injusto ante el que él se rebela hasta morir.
En Aceituneros exhorta a los andaluces a que se levanten para defender las tierras. El niño yuntero es un poema hermoso donde el poeta, ante el dolor que le producen los niños labradores, apela al sentido de la solidaridad entre los hombres.
En todo este proceso personal, social y literario, Miguel Hernández alberga una lucha interna entre el rechazo de la guerra y la necesidad de luchar para lograr la victoria.
Vida, muerte y amor son las tres heridas que marcan al poeta. Con El hombre acecha se advierte a un poeta cansado ante el desalentador balance de muerte sin sentido, cárceles, heridos y odio. El hambre es un tema fundamental en esta época. España es vista por Miguel Hernández como una madre.
En Cancionero y romancero de ausencias vuelven a aparecer motivos ya presentes en el libro anterior: la guerra y el hambre en las Nanas de la cebolla. Manuel Durán señala que la posición poética de Miguel Hernández resulta ser en realidad el gran puente entre los años 30 y la época de posguerra en España. Señala Cano Ballesta que es difícil hallar a un poeta que logre un lirismo tan intenso.
3. La Poesía Española desde Principios del Siglo XX hasta la Posguerra
Para comprender la poesía de comienzos de siglo, debemos recordar primero lo que estaba sucediendo a finales del siglo XIX. Por aquel entonces, un implacable crítico literario, conocido como Clarín, se quejaba de la ausencia de poetas jóvenes en el panorama español. El Romanticismo tardío de Zorrilla o el Duque de Rivas se prolonga sin innovaciones hasta final de siglo, quedando en gran parte obsoleto. Sólo Gustavo Adolfo Bécquer conseguirá crear una poesía novedosa.
Modernismo
El Simbolismo llegará a España introducido por Rubén Darío, un escritor nicaragüense, quien publica Azul en 1888, dando inicio a una verdadera revolución en las letras hispánicas que se denominará Modernismo y será el primer movimiento literario de la poesía española del siglo XX.
Los principales representantes del Modernismo en España son, además de Rubén Darío (Azul, Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza), Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado y Antonio Machado, Eduardo Marquina o Valle-Inclán.
Entre sus características destaca la incorporación de la musicalidad, el gusto por los nuevos metros (como el alejandrino o el eneasílabo) y el verso libre, la abundancia de símbolos y sinestesias, y la innovación en los temas: exotismo y cosmopolitismo.
Sin embargo, el Modernismo en España se verá condicionado por las circunstancias históricas, que provocarán la aparición de la llamada Generación del 98, y se verá pronto superado por la fuerte personalidad de los autores del momento, cuya poesía evolucionará de forma diferente.
El principal ejemplo del abandono de la estética modernista es Antonio Machado: publicó en 1903 Soledades, un libro de influencia modernista, pero pronto evolucionará hacia una estética más sencilla y sobria, y se centrará en las preocupaciones nacionales y existenciales propias de la Generación del 98. Campos de Castilla es su poemario más representativo. Lo mismo ocurre con Valle-Inclán, que pasa de la prosa poética modernista de Sonatas a la preocupación por la situación nacional mostrada en sus esperpentos (Luces de bohemia). Juan Ramón Jiménez también abandonará el retoricismo modernista en busca de una poesía desnuda y pura, como veremos más adelante.
Las Vanguardias y la Poesía Pura
En la segunda década del siglo XX comienza un proceso que consiste en despojar el arte de todo sentimentalismo. Es lo que se conocerá como “deshumanización del arte”, que parte de la idea del arte por el arte y tiene su máxima expresión en los movimientos de vanguardia y en la poesía pura.
Las Vanguardias
A través de las tertulias modernistas de Madrid (como la del Café Pombo) se dan a conocer en España los principales movimientos de vanguardia que están triunfando en Europa tras la Primera Guerra Mundial: el futurismo, el dadaísmo, el cubismo (pintores como Picasso).
Generación del 27
La poesía del «Grupo del 27» marcó realmente el inicio de la poesía contemporánea española y supuso una verdadera fusión entre tradición y vanguardia. Para hablar de sus características tenemos que hacer un repaso a su evolución.
En sus comienzos, los jóvenes poetas del 27 se dejaron llevar por las vanguardias y la poesía pura, influenciados, sobre todo, por Juan Ramón Jiménez; pero, además, encontramos en ellos influencias del sentimentalismo de Bécquer y cultivan una poesía popular inspirada en nuestro Siglo de Oro, sobre todo, en la poesía de Lope de Vega y Góngora, de cuyo homenaje recogerán el nombre de la generación.
Miguel Hernández
Miguel Hernández, nacido en 1910, pertenece cronológicamente a la Generación del 36; sin embargo, por su evolución poética, sintetiza la evolución de los poetas del 27.
Miguel Hernández fue un adolescente con buena formación que se aficionó a leer los clásicos de nuestro Siglo de Oro junto a su amigo Ramón Sijé. Con 16 o 17 años empieza a conocer a los poetas del 27, entre ellos, destaca la influencia de Jorge Guillén, en esos momentos profesor en la Universidad de Murcia, y García Lorca, cuya conferencia La imagen poética de Góngora, publicada en el diario La Verdad de Murcia, sería, tal vez, uno de los caminos que le acercó a la poesía de Góngora. A partir del conocimiento de Góngora, comenzó con la composición de octavas reales (la estrofa de la Fábula de Polifemo y Galatea).
En 1931 realiza su primer viaje a Madrid, que duró cuatro meses y medio. De este viaje, desesperanzador en el terreno personal (no consiguió entrar en los círculos culturales de la capital y pasó hambre y penuria), regresó con las ideas literarias totalmente renovadas. Comienza a escribir una poesía más hermética, simbolista y de sintaxis más compleja, que le permite elevar sus experiencias cotidianas a una categoría superior, convirtiendo lo más vulgar en materia poética.
Fruto de ese intento por compaginar su vida anodina como pastor en el pueblo con el cultivo de una poesía de calidad, Miguel Hernández publicará en 1933 su primer poemario, Perito en lunas, una colección de octavas reales que fusionan gongorismo, simbolismo (la luna es el símbolo repetido) y ultraísmo. Por esa época, Hernández conoció a Federico García Lorca, que andaba por Murcia de gira teatral con La Barraca. A partir de entonces, Miguel buscará repetidamente la ayuda de Federico, pero sin encontrar respuesta a cambio. El poeta granadino lo ignorará debido a la obsesión por ser aceptado como poeta y al aspecto rudo de Miguel Hernández.
4. Imágenes y Símbolos en la Poesía de Miguel Hernández
Entre los símbolos más representativos de su primer poemario, Perito en lunas, podemos citar al toro como significado de sacrificio y muerte. Las veletas son bailarinas en vértices cristianos. En él abundan símbolos referidos al sexo masculino (su más confusa pierna, remo exigente), al deseo sexual (serpiente) y al sexo femenino (nácar hostil).
En El rayo que no cesa, el tema fundamental sobre el que giran todos los símbolos es el amor insatisfecho y trágico. El rayo es el fuego y quemazón. Símbolos cortantes e hirientes: espada, puñales, carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida. La sangre es el deseo sexual; la camisa, el sexo masculino; y el limón, el pecho femenino. Todos estos temas quedan resumidos como el toro que ha nacido para el luto; se observa un paralelismo simbólico entre el poeta y el toro de lidia. Estos instrumentos del dolor proporcionan alguna suerte de herida.
En la Elegía dedicada a Ramón Sijé, mosaico de rabia y dolor, golpe helado y hachazo invisible homicida. Hay poemas para expresar el más puro vasallaje. En Por tu pie, tu blancura más bailable, el símbolo del pie es la misma servidumbre.
Viento del pueblo ejemplifica muy a las claras lo que es la poesía de guerra. Viento es voz; el buey, símbolo de sumisión; y el león, rebeldía. Él se identifica con leones, águilas y toros, símbolos del orgullo y la lucha. La tierra es aquí la madre. El hombre acecha sufrimiento: la garra es símbolo de fiereza, a su vez fiera y sus equivalentes tigre, lobo y chacal, bestia, animal, a causa de la guerra y el odio.
Cancionero y romancero de ausencias: casas son símbolos de la esperanza y la libertad; el horror y el odio; la luz, identificada con el hijo vivo; y la amada, que ahora es madre y esposa, que simboliza el vientre. También la casa, a raíz de la muerte del hijo, se hace ataúd. En las puertas de la muerte, simbolizada por el mal, empieza a ser la única certeza para el poeta.
5. Tradición y Vanguardia en la Poesía de Miguel Hernández
1ª Etapa: Aprendizaje. La Naturaleza
Podemos fecharla entre 1924 y 1933. Se correspondería con el período de aprendizaje de Miguel Hernández. Es la etapa en la que el poeta escribe poesía en su pueblo natal, Orihuela. La vida de la huerta oriolana, su paisaje sensual, rico de colorido y encanto, sacude poderosamente la sensibilidad del joven poeta. La naturaleza le sugiere sus primeros versos y se convierte en tema central de su primer libro. “El limonero de mi huerto influye más en mí que todos los poetas juntos”, diría el poeta; aunque esto es verdad sólo en parte. Es verdad que en sus primeros poemas, Miguel Hernández consigue transformar lo cotidiano que le rodea (el limonero, el pozo, la higuera, su patio…) en bellas imágenes poéticas; pero, más adelante, a esta poetización de la naturaleza se le unirá la imitación de los clásicos y las imágenes vanguardistas, dando como resultado el lenguaje hermético de su primer libro, Perito en lunas.
2ª Etapa: El Amor
Podemos fecharla entre 1934 y 1936. Es la época en la que Miguel Hernández empieza a relacionarse con el mundo de la cultura de Madrid y, tras una crisis personal, se produce una renovación de su poesía. El libro que marca esta época es El rayo que no cesa (1936). El tema fundamental del poemario, sobre el que giran todos los símbolos, es el amor insatisfecho (o imposible) y trágico. Los símbolos más utilizados son el rayo (metáfora del amor y la existencia humana) y el toro, símbolo de la pena amorosa.
3ª Etapa: Compromiso Social y Político
Entre 1936 y 1939 vamos a encontrar al Miguel Hernández más comprometido. Esta etapa coincide con la Guerra Civil y se corresponde con sus libros Viento del pueblo y El hombre acecha. Es una poesía efímera, de urgencia, entendida como arma de guerra destinada a arengar a las tropas republicanas. Por tanto, predominan los símbolos sencillos para que el pueblo los entienda.
En Viento del pueblo, Miguel Hernández parte del convencimiento de que el poeta es un mero intérprete del sentir colectivo, cuya misión ha de ser la de pasar, como viento del pueblo, “a través de los poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”. Los símbolos más frecuentes van a ser:
- El viento, que representa al pueblo, a la voz del pueblo.
- Se repiten los símbolos relacionados con el mundo animal: el buey, que sigue siendo símbolo de sumisión; el león simboliza la rebeldía, la lucha y el inconformismo. El poeta, como combatiente, se identifica con leones, águilas y toros, símbolos del orgullo y la lucha (“Si me muero, que me muera / con la cabeza muy alta”), pero también, como poeta (cantor de los “vientos del pueblo”), con el ruiseñor.
4ª Etapa: Poesía Carcelaria
Comprende desde 1938 hasta 1942. Es un tiempo de desgracias para la vida de Miguel Hernández: Guerra Civil con un final desalentador, muerte de su primer hijo, condena inicial a la pena de muerte, cárceles, enfermedad y, sobre todo, ausencia de los suyos. Básicamente, la poesía de esta época fue escrita en la cárcel y luego fue publicada en Cancionero y romancero de ausencias, un diario íntimo de los últimos años del poeta.
Los símbolos que más se repiten a lo largo de Cancionero y romancero de ausencias son los que tienen que ver con la luz, que se relaciona con la esperanza, la libertad y la vida: son innumerables las referencias a la luz y palabras relacionadas con ella como el sol, el alba, el día, la claridad…; y los que tienen que ver con la oscuridad, que representa la cárcel, la enfermedad y la muerte: en contraposición a las anteriores, son también muy frecuentes referencias a la noche, la sombra, lo oculto, la tiniebla, la ausencia… Esto es evidente en muchos poemas, cuyo título ya es bastante significativo, como Hijo de la luz (Tú eres el alba, esposa… tus entrañas forjan el sol naciente) o Eterna sombra (Yo que creí que la luz era mía / precipitado en la sombra me veo).
En resumen, podemos afirmar que a lo largo de la producción poética de Miguel Hernández se repiten algunos símbolos, pero van adquiriendo diferentes significados según sean las circunstancias en que se concibe el poema (como ejemplo, valga el símbolo del vientre). Por otro lado, en cada etapa predominan unos símbolos sobre otros: la luna, expresión máxima de la naturaleza, es el más representativo de la primera etapa; el rayo y el toro son los símbolos del ciclo amoroso; el viento y la tierra destacan en la poesía de guerra; y, por último, la luz y la sombra (la alegría y la esperanza frente a lo trágico y funesto) son los símbolos más representativos de sus últimos poemas.