Tradición y Vanguardia en la Poesía de Miguel Hernández

Sería injusto hablar de la poesía española del siglo XX sin mencionar a Miguel Hernández. El poeta de Orihuela no encaja en los movimientos destacados de la época. No pertenece a la Generación del 27, ni a los movimientos posteriores a la Guerra Civil debido a su temprana muerte en 1942. Sin embargo, su figura es imprescindible en el panorama poético español. Su vida y obra sirven de puente entre dos etapas: antes y después de 1936.

Influencias y Primeras Obras

Muchos rasgos poéticos de Hernández conectan con la poesía anterior a la Guerra Civil. Se le ha asociado con la Generación del 36 (Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, etc.), y su poesía ha influenciado a generaciones posteriores. Su formación poética no fue académica, pero sí constante, inicialmente desordenada, luego enfocada en los clásicos, especialmente los líricos del siglo XVI. En 1930 publicó su primer poema, Pastoril, en un periódico de Orihuela. Sus primeros escritos muestran la influencia de sus modelos, como Góngora, y los conocimientos mitológicos que acercan su poesía al Siglo de Oro.

Primer Viaje a Madrid y Perito en Lunas

Su primer viaje a Madrid, para publicar en la Gaceta Literaria, no fue satisfactorio, pero le permitió conocer el gongorismo imperante. A su regreso, cultivó la metáfora, el endecasílabo y las estrofas clásicas. Su primer libro, Perito en lunas, muestra la influencia del neogongorismo como vía de renovación poética. A través de la metáfora gongorina, Hernández aprendió a transformar la realidad en palabra poética, elevando lo humilde y cotidiano a categoría poética. Las octavas reales de Perito en lunas ofrecen destellos de realidad enmascarados en ingeniosas metáforas e imágenes de gran belleza.

Entre el Barroco y la Vanguardia

Continuó leyendo a poetas barrocos, especialmente a Calderón, cuya influencia se refleja en el auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. En su segundo viaje a Madrid (1934), se estableció y trabajó en la Enciclopedia de los toros, lo que le permitió conectar con la Generación del 27 y con Pablo Neruda. A través de ellos, se aproximó al surrealismo, evidente en El rayo que no cesa (1936). Este año fue crucial: la Elegía a Ramón Sijé recibió el elogio de Juan Ramón Jiménez. Dos versiones previas de El rayo que no cesa (El silbo vulnerado e Imagen de tu huella) muestran cómo Hernández combinaba la poesía amorosa con la religiosa, influenciado por Ramón Sijé. En El rayo que no cesa, junto a la tradición erótico-amorosa, encontramos el eco de los poetas místicos.

Poesía de Guerra y Compromiso

El estallido de la Guerra Civil y su participación en ella marcaron un cambio en su poesía, volviéndose pesimista, íntima y con preocupaciones personales. Esto lo acerca a la poesía actual: Viento del pueblo, El hombre acecha, Cancionero y romancero de ausencias. El poeta de Perito en lunas y El rayo que no cesa escribe al frente de Viento del pueblo: «Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplados a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hasta las cumbres más hermosas». En estas tres obras, contrapone poemas popularistas (ej. «Sentado sobre los muertos”, «El niño yuntero») con la expresión cultista (ej. “Elegía primera a García Lorc») y poemas amorosos (ej. “Canción del esposo soldado»).

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