La Renovación Narrativa de los Años 60
La renovación narrativa de los años 60 surgió como crítica a la novela realista de los 50. Con el declive de la novela social, se experimentó con nuevas formas narrativas, dando lugar a una novela compleja, experimental, y a veces opaca, de lectura difícil y minoritaria. Esta renovación recibió influencias de novelistas europeos como Kafka y Joyce, y de hispanoamericanos como Cortázar y Gabriel García Márquez.
Características Generales
Las características generales de este movimiento son:
- Desaparición del narrador omnisciente.
- Uso del punto de vista múltiple o perspectivismo.
- Protagonismo del monólogo interior y el diálogo indirecto libre.
- Ruptura del orden cronológico.
- Pérdida de importancia del argumento.
- Cambios estructurales, como la desaparición del capítulo.
- Enriquecimiento del lenguaje y uso de diversos registros: neologismos, extranjerismos, cultismos y coloquialismos.
- Desaparición de la frontera entre prosa y verso.
- Importancia de elementos visuales como ilustraciones y tipografías.
Luis Martín-Santos: Tiempo de Silencio (1962)
La renovación se inicia en 1962 con Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos. Esta obra revolucionó el panorama literario por sus innovaciones formales, iniciando la etapa experimental que se extendió hasta mediados de los 70. Es una obra intelectual y difícil, con crítica social y cultural, y un tono existencial que muestra la vida como algo incomprensible. La acción se sitúa en Madrid, donde Pedro, un investigador, se ve implicado en un aborto que acaba en muerte. Tras ser detenido y liberado, sufre la venganza de un chabolista. La perspectiva del autor es irónica y sarcástica. El punto de vista narrativo combina la perspectiva omnisciente, el monólogo interior, descripciones objetivas, diálogos y digresiones ensayísticas.
Juan Goytisolo y Miguel Delibes (1966)
En 1966, Juan Goytisolo publica Señas de identidad, con técnicas como cambios de punto de vista, saltos temporales, diversas personas narrativas, monólogos interiores y secuencias en verso. Ese mismo año, Miguel Delibes publica Cinco horas con Mario, un soliloquio de una mujer burguesa ante el cadáver de su marido, que muestra las frustraciones sociales y sexuales de la protagonista y la existencia de las dos Españas.
Otros Autores
Otros autores experimentales son Camilo José Cela (San Camilo, 1936), Gonzalo Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B.) y Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa).
Narrativa Hispanoamericana: El Realismo Mágico
En la narrativa hispanoamericana del siglo XX se distinguen tres etapas: realismo tradicional, realismo mágico y experimentalismo. La primera etapa se caracteriza por una novela realista y rural que plantea problemas sociales y humanos, como en Doña Bárbara (1929) de Rómulo Gallegos. También destaca la novela indigenista, que denuncia la explotación del indio, como El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría.
El Realismo Mágico (Años 40)
A partir de los años 40 surge el realismo mágico, donde lo maravilloso y sobrenatural forman parte de la realidad cotidiana. Se incorpora lo mitológico y legendario, generalmente de la tradición latinoamericana precolombina. Otros rasgos son el predominio de ambientes urbanos, las preocupaciones existenciales y sociales, y el deseo de innovación formal. Destacan Miguel Ángel Asturias con El señor Presidente (1946), una novela de dictador con lenguaje barroco e imágenes simbólicas; Jorge Luis Borges con El Aleph (1949); y Juan Rulfo con Pedro Páramo (1955), que se desarrolla en un ambiente fantasmagórico, con ruptura de la linealidad temporal y monólogo interior, donde vivos y muertos conviven en Comala.
El Boom Latinoamericano (Años 60)
A partir de 1960, se intensifican las tendencias anteriores, con el desarrollo del realismo mágico y la novela experimental. Esta etapa se conoce como el «boom» de la narrativa hispanoamericana. Destacan Julio Cortázar con Rayuela (1963), que ofrece una novedosa estructura de lectura; Carlos Fuentes con su actitud crítica y renovación formal en obras como La muerte de Artemio Cruz (1962); Gabriel García Márquez con Cien años de soledad (1967), que narra la historia de los Buendía y la destrucción de Macondo; y Mario Vargas Llosa con Pantaleón y las visitadoras (1973). A pesar de sus diferentes estilos, coinciden en la calidad literaria, la originalidad creativa y el uso de técnicas narrativas novedosas.