Análisis de la escena final de La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca
Introducción
Antes de comenzar el comentario literario, expondré los pasos que voy a seguir. En primer lugar, me referiré a la localización del texto; a continuación, me centraré en los aspectos del contenido del fragmento: tema, resumen y estructura. Luego continuaré con los aspectos formales: los recursos lingüísticos y las figuras literarias.
Contexto de la obra
Nos encontramos ante la última escena del tercer acto del texto dramático La casa de Bernarda Alba. Es un texto literario por el predominio de la función poética, patente en la desviación del lenguaje común, la intención de producir en el lector goce estético y el uso de abundantes recursos estilísticos.
Se escribe en un momento de preguerra en el que se producen en España el régimen militar en el gobierno autoritario de Primo de Rivera, la proclamación de la Segunda República y, finalmente, la Guerra Civil de 1936. Para acercarnos a esta obra, comenzaremos refiriéndonos a la figura de su autor, Federico García Lorca.
Federico García Lorca
Nació en Granada en 1898. Estudió en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde hizo amistad con Dalí, Buñuel y Rafael Alberti, quienes lo introdujeron en las vanguardias. En esta etapa creó sus primeros escritos; posteriormente, viajó a Estados Unidos, lo que inspiró su obra Poeta en Nueva York. Sus posiciones antifascistas y su fama lo convirtieron en una víctima de la Guerra Civil. Fue fusilado en 1936.
La Generación del 27
Perteneció a la Generación del 27, grupo de escritores que comparten una serie de características y a los que une un nexo común: la conjunción de tradición e innovación, entre los que se encuentran Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Tienen en común unos rasgos generacionales: edad aproximada, educación similar, talante liberal y progresista, lazos de amistad, encuentro en la Residencia de Estudiantes de Madrid, colaboración en las mismas revistas, como la Revista de Occidente, y conmemoración del tercer centenario de la muerte de Góngora en Sevilla.
En lo literario, integran los elementos más novedosos tomados de las vanguardias, sobre todo el surrealismo, el que más importancia tuvo para la literatura, que los llevará a explorar el mundo del inconsciente. Pero, a la vez, sienten admiración por los clásicos: Jorge Manrique, Garcilaso, Lope, Góngora… y también por la poesía popular, que se refleja en el empleo de la copla y el romance y que se puede observar en la primera etapa de la poesía de Lorca. En cuanto a los temas, tratan aquellos relacionados con el ser humano: el amor, el tiempo, la muerte, el compromiso social y político, que se observa en actitudes creativas con la realidad social, como es el caso de la obra que comentamos.
El teatro de Lorca
Lorca cultivó con igual maestría la lírica y el teatro. Nos centraremos en este último género, puesto que a él pertenece este fragmento. Pedro Salinas y Rafael Alberti contribuyen decisivamente a la renovación de la escena española: el acercamiento de la actividad teatral a las clases populares, la exploración de nuevas técnicas inspiradas en las vanguardias y la depuración del teatro que triunfa en las salas comerciales, ya sea aportando nuevos enfoques ideológicos o aportando nuevas técnicas. Lorca alcanza unos niveles inigualables de calidad artística. Su actividad dramática se desarrolla en tres etapas: en sus comienzos, cultiva un teatro de filiación modernista; más tarde, se afana en la búsqueda de nuevas vías, experimentando, primero, con un género de raíz popular, la farsa; luego, con otro de inspiración vanguardista. En los últimos años de su vida, y en plena madurez, se inclina por una fórmula dramática, con la que logra la expresión desnuda de las grandes pasiones humanas. A esta etapa pertenecen Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. Todas estas piezas de protagonismo femenino denuncian la opresión de la mujer ante la sociedad.
Análisis de La casa de Bernarda Alba
Me centraré a continuación en La casa de Bernarda Alba, última obra de Federico García Lorca, terminada en junio de 1936, dos meses antes de su muerte. Drama en tres actos cuya trama es la siguiente: tras la muerte del segundo marido, Bernarda Alba impone a sus cinco hijas un luto de ocho años. En esta situación extrema, los conflictos se agrandan. Catalizador de las fuerzas encerradas en la casa será Pepe el Romano, pretendiente de Angustias, hija mayor y heredera del primer marido de Bernarda, pero atraído por la juventud y belleza de Adela, la menor, y amado a su vez por Martirio. El tema central de la obra es el enfrentamiento entre libertad y autoridad. En el primer acto, se dice que ha muerto Antonio María Benavides y que Bernarda impone un largo luto a sus hijas. En el segundo acto, se anuncia la boda de Angustias con Pepe el Romano y, a partir de ese momento, se muestran las envidias entre las hermanas. El tercer acto, al que pertenece este fragmento, es el desenlace de la obra. En la escena final, se produce el suicidio de Adela.
Análisis del contenido del fragmento
Seguidamente, realizaré el análisis del contenido del fragmento, como hemos dicho, la escena final del tercer acto, cuyo tema principal es la moral tradicional y el «qué dirán». En él, Martirio delata a Adela, que se encuentra con Pepe en el corral, lo que desencadena las expresiones de odio de las hermanas y la furia de Bernarda, que dispara a Pepe. Martirio hace pensar a Adela que este ha muerto y Adela se suicida. Bernarda toma la palabra para ordenar que se oculte la verdad.
Estructura
La estructura externa es la siguiente: el texto se compone de treinta y dos intervenciones cortas en las que intervienen siete personajes. Las de Bernarda y Adela son las de mayor extensión. En cuanto a la estructura interna, se divide en dos partes: en primer lugar, la rebeldía de Adela: «Quietas, quietas… (suena un disparo)»; y, por último, el desenlace final: «(Entrando)… Atrévete a buscarlo ahora», hasta el final.
Tiempo y espacio
Si atendemos al tiempo, la acción se desarrolla de noche: «Pepe: irás corriendo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día caerás»; «avisad al amanecer que den dos clamores las campanadas». Todo se produce en un breve tiempo. Por otro lado, la acción se sitúa en un espacio cerrado, la casa de Bernarda Alba: «Éntrate tú y ve al corral a decírselo». Así mismo, se alude al exterior de la casa: «Ahí fuera está…».
Personajes
Los personajes que aparecen en escena son todos femeninos. Detallamos a continuación su caracterización:
- Bernarda: Es la encarnación de la represión, representa las convenciones morales y sociales más añejas y, sobre todo, la autoridad, el poder, indicados por el bastón. «Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera una doncella». «¡Ella ha muerto virgen!».
- Las cinco hijas de Bernarda: Encarnan un abanico de actitudes que van de la sumisión o la resignación a la rebeldía. Angustias, de 39 años, hija del primer matrimonio, es la novia oficial de Pepe el Romano; por eso, al descubrir que Adela ha intentado usurparla, expresa con rencor: «¡Ladrona!, ¡deshonra de nuestra casa!». Magdalena también muestra este sentimiento: «¡Endemoniada!». Amelia es el personaje más desfigurado. Resignada, medrosa y tímida. Aquí conocemos su reacción a través de la acotación: «(Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada con la cabeza sobre la pared…)». Martirio es el personaje más complejo. Enamorada de Pepe, no es su prometida ni amada por Pepe, de ahí su resentimiento. De hecho, es ella la que desencadena el final trágico al delatar a Adela: «¡Estaba con él!». Adela, de 20 años, es la encarnación de la rebeldía, que llega a su punto máximo cuando rompe el bastón de mando de Bernarda: «(Adela arrebata el bastón a su madre y lo parte en dos)». «Esto hago yo con la vara de la dominadora».
- La Poncia: Es la vieja criada que interviene en las conversaciones, los conflictos… Es ella, con su gesto, la que informa a Bernarda del suicidio de Adela: «(Se lleva las manos al cuello)».
- La criada: De menor relieve que Poncia, interviene para introducir el tema del «qué dirán»: «¡Se han levantado los vecinos!».
- Pepe el Romano: No aparece en escena, pero está omnipresente. Con todo lo que se dice de él, se compone un retrato suficientemente perfilado: su doblez (va detrás del dinero de Angustias, pero enamora a Adela).
Análisis de los aspectos formales
A continuación, analizaré los aspectos formales. Como sabemos, en todo texto dramático podemos distinguir un texto primario (lo que escuchan los espectadores en la representación en boca de los actores) y un texto secundario (las acotaciones, que informan sobre el movimiento de los personajes: «(Sale Magdalena)»; la intención de los mismos: «(Señalando a Adela)»; aclaraciones sobre los gestos de los personajes: «(Aparece por el fondo que mira aterrada…)»; sugerencias en torno a la intención comunicativa y el tono de voz: «(en voz baja)»).
Texto primario
En cuanto al texto primario, se puede observar la maestría del diálogo, que se caracteriza por la fluidez, el nervio y la intensidad, lo que explica el empleo abundante de oraciones simples. En lo semántico, la importancia del «qué dirán» se hace patente en el uso del campo léxico del silencio, con el que Bernarda quiere ocultar la verdad: «¡Nadie dirá nada!», «¡Silencio!», «¡Las lágrimas cuando estés sola!». La lengua de Lorca tiene, además, un intenso sabor popular. Sobresalen los insultos: «¡Endemoniada!» llama Magdalena a Martirio. Por lo que respecta a la expresión de los personajes, advertimos las siguientes diferencias:
- En Bernarda predominan las intervenciones rápidas, secas y cortantes. Hace uso de la modalidad imperativa y, en segundo lugar, de la interrogativa. Siempre con función apelativa: «Abre», «¡Trae un martillo!».
- Martirio abusa de las amenazas y de las insinuaciones: «Se acabó Pepe el Romano». Al oírla, Adela cree que Pepe ha muerto.
- Adela se caracteriza por la fuerza y la violencia verbal: «¡En mí no manda nadie más que Pepe!».
- Por último, Poncia, que en esta escena emplea un lenguaje más conciso y vehemente que en el resto de la obra, más caracterizada por la gracia popular: «¡No entres!».
Figuras literarias
Para terminar, comentaré las figuras literarias. Es un fragmento rico en figuras literarias. Comienza con una reduplicación: «Quietas, quietas», que incide en el autoritarismo de Bernarda; las metáforas de Lorca asombran por su originalidad y su fuerza: «¡Qué pobreza la mía de no tener un rayo entre los dedos!», «¡Aquí se acabaron las voces de presidio!». De la misma forma, la comparación: «Ahí fuera está, respirando como si fuera un león», agranda la figura de Pepe. Y, por otro lado, Bernarda, más preocupada por el «qué dirán» que por la pérdida de su hija: «Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera una doncella». Martirio expresa su odio por medio de la hipérbole: «¡Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza!». Y, de nuevo, en la penúltima intervención: «Dichosa mil veces ella que lo pudo tener». Son numerosas las exclamaciones como signo de la tensión que viven los personajes. Acaba la obra con la metáfora con la que Bernarda impone un nuevo luto: «¡Nos hundiremos todas en un mar de luto!». Por último, la reduplicación y la epanadiplosis: «Silencio, silencio he dicho. ¡Silencio!».