La huida de los republicanos en 1937: Una historia de supervivencia y resistencia

PRIMERA PARTE. 1937

Capítulo I

Los huidos cruzan el puerto de Amarza, pasan la noche en un chozo de pastores de la majada del puerto, donde dan muerte a un perro que tiene la pata rota y bajan a comer (cosa que no hacían en cinco días) y a dormir en un caserío cercano, pero ante las quejas de la mujer de la casa solo comen.

Capítulo II

Caminan durante dos largas noches hasta divisar su pueblo, La LLávana, que ven desde los altos. Con los prismáticos Ramiro divisa a Juana, la hermana de Ángel, que lleva las vacas a uno de sus prados, y él a pesar del riesgo que trae decide bajar a verla, a donde le da el recado de que en la noche bajarán, él para ver a su padre y Ramiro a ver a su madre, para lo que la tiene que avisar.

En el lugar de encuentro, el pajar de su casa, está solo su hermana, a su padre lo han llevado los guardias al cuartel, y a la madre de su compañero no la pudo avisar porque por el día los guardias estuvieron todo el día por el pueblo registrando todo. También les dice que han matado a uno de sus conocidos, Benito el del carrero. Ángel decide esperar a que devuelvan a su padre, y Ramiro se va con sus dos compañeros que vigilaban fuera a la collada.

A las dos de la mañana suena la puerta de la casa y él una hora después se dirige hacia ella, donde Bruna su fiel perra lo reconoce y no ladra. Dentro de la casa habla con su padre, que le da un fajo de billetes –los ahorros de su vida- y le manda marchar y guardarse en una mina abandonada en el monte Yormas que conocen los dos. Su hermana o él les subieran comida cada tres o cuatro días. Los guardias vigilan todos los caminos, saben que los huidos a Asturias están volviendo y ya han cogido a varios de sus compañeros. De ninguna manera se debían de entregar, ya que los fusilarían.

Capítulo III

Se esconden y duermen en la mina, donde Ángel tiene miedo de quedarse ciego, tranquilizándole Ramiro que trabajo durante doce años en una hasta que estalló la guerra. Ramiro y Gildo bajan a Candamo –el pueblo de este- a por comida y pilas.

Se dirigen a la majada que ahí detrás de la Peña Barga, por la que pasó en su huida Gildo después de haber sido el único superviviente de los ocho que formaban la cuadrilla, en la batalla que mantuvieron durante los nueve primeros días de la guerra. Allí duermen en una cabaña con su pastor, al que cogen quesos, pieles y una oveja de su propiedad, al irse Ángel le da el dinero que le había dado su padre.

De nuevo vuelven a la mina, donde dan muerte a la oveja, pero al salir al barranco a por agua y tirar despojos Juan ve que hay alguien fuera. Ven que es un chaval que se dirige hacia la mina, Ángel sale a su encuentro, es de Vegavieja y está buscando una cabra preñada que se ha perdido. Al ver el caldero con las vísceras de la oveja, sale corriendo gritando que él la había robado y matado. Tenían que huir, el sitio ya no era seguro.

Se dirigen a una cueva en lo alto del monte Illarga, desde con la ayuda de los prismáticos controlan toda la zona. Como predijo Ramiro, los guardias llegados de Tejada toman la mina, y se introducen en ella llevando a dos prisioneros delante que les sirvan de escudo, al no encontrarlos se marchan pero antes fusilan a los prisioneros.

Capítulo IV

Han habilitado la cueva desde que ven su pueblo y el cuartel de Cereceda, que ahora está irreconocible y segura, pero solo es apta la supervivencia de alimañas. Uno de los días Ramiro ve que han llegado dos camiones al cuartel, y ante el riesgo de que vengan en su búsqueda salen de entre la niebla, pero era una falsa alarma.

Juan decide bajar al pueblo a por comida, era el único que no había bajado y no acepta la compañía de su hermano. Ramiro se preocupa a medianoche al no haber vuelto su hermano, pero al día siguiente la tranquilidad del cuartel le anima. Bajan a la noche al pueblo, al molino donde Tomás su dueño oye la radio, se sorprende de que estén en el monte, y ante la petición de Ramiro va a ver a la madre de este, pero Juan no ha ido ni esta noche ni la anterior, a no ser que le haya mentido. Desolados inician la vuelta a la cueva acompañados por las primeras nieves.

A la salida del pueblo, a campo abierto, cuatro guardias les esperan y comienzan a dispararles, ellos igualmente disparan y Ramiro les lanza dos granadas a la vez que huyen monte arriba, en la huida a Ángel le dan en una rodilla, pero los guardias ya no se atreven a seguirlos. Sus compañeros lo suben por la nieve hasta su refugio, en el que Ramiro esperaba encontrar a Juan, pero este no está.

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