Escena: La casa de Don Carlos y Doña Francisca
La misma casa de Doña Irene, ahora hogar de Don Carlos y Doña Francisca. La sala está más refinada y muestra signos de prosperidad. En el centro, una mesa con candelabros y un arreglo floral.
Personajes:
- Don Carlos
- Doña Francisca
- Don Diego
- Doña Irene
- Ana (hija de Carlos y Francisca, de 8 años)
- Luisa (hija adoptiva de Don Diego, de 15 años)
Acto Único
Don Carlos está revisando unos documentos en un escritorio. Doña Francisca está sentada en un sillón, cosiendo. Se oye un ruido y Ana, una niña vivaz de 8 años, entra corriendo en la sala.
Ana: (Con entusiasmo) ¡Padre, madre! ¡Luisa dice que la abuela Doña Irene está llegando! ¡Ha traído unos pasteles deliciosos!
Don Carlos: (Sonriendo, levantando la vista de los papeles) ¡Qué bien, Ana! Acompaña a Luisa y ayúdala a recibir a la abuela.
Doña Francisca: (Dejando el costurero) ¡Vamos, mi pequeña! La abuela siempre trae alegrías. Y Luisa, como siempre, será un excelente apoyo.
Doña Irene entra, con una cesta en la mano, acompañada de Luisa, quien ya es una joven de 15 años, con un porte elegante pero modesto.
Doña Irene: (Sonriente) ¡Queridos míos! Traigo pasteles de la panadería nueva de la plaza. Dicen que son los mejores de la villa.
Doña Francisca: (Levantándose para saludar a su madre) ¡Madre, qué alegría verte! Siempre nos llenas de sorpresas deliciosas. (Volviéndose a Luisa) Y tú, Luisa, como siempre, tan atenta.
Luisa: (Con modestia) Doña Irene insiste en llevar estas delicias ella misma. Es un gusto acompañarla.
Don Carlos: (Acercándose para recibir la cesta) Es una bendición tenerlas aquí, madre, Luisa. Estos momentos en familia son un tesoro.
Doña Irene: (Con nostalgia) Parece que fue ayer cuando nos enfrentábamos a tantas decisiones difíciles. Mirar ahora a mis nietos y ver cómo habéis prosperado me llena de orgullo.
Entra Don Diego, ahora con canas más pronunciadas pero con un porte aún noble y sereno.
Don Diego: (Con voz cálida) ¡Familia, aquí estoy! Perdonad mi tardanza, los años pesan, pero el espíritu se mantiene fuerte.
Doña Francisca: (Acudiendo a Don Diego) ¡Tío Diego! Siempre es un placer tenerle con nosotros. Ha sido un pilar en nuestras vidas.
Don Carlos: (Asintiendo) Así es, tío. Tu sabiduría nos ha guiado, y tu generosidad nos ha brindado esta vida de paz y amor.
Don Diego: (Con emoción) Veros a todos juntos, felices, es la mayor recompensa. Luisa, ¿cómo te encuentras, hija mía? ¿Te has adaptado bien?
Luisa: (Con gratitud) Muy bien, señor. Todos aquí me han acogido como una hija. No podría pedir más.
Ana: (Tirando de la mano de Don Diego) ¡Abuelo Diego! Ven a ver los dibujos que hice. Luisa me ayudó mucho.
Don Diego: (Riéndose) ¡Claro, pequeña! Vamos a ver esas obras de arte.
Doña Irene: (Observando a la familia reunida) Diez años han pasado desde que todo cambió. ¡Quién lo diría! Hemos crecido, aprendido y, sobre todo, nos hemos mantenido unidos.
Doña Francisca: (Con una mirada cariñosa a Don Carlos) Y lo que comenzó con incertidumbre y miedo, se transformó en una vida plena y feliz.
Don Carlos: (Tomando la mano de Francisca) Así es. Hemos superado pruebas y hemos salido más fuertes. Esta familia es nuestro mayor logro.
Ana corre hacia la puerta y accidentalmente tropieza, tirando la cesta de pasteles al suelo. Al caer, un pequeño paquete envuelto en un paño bordado se desliza de la cesta.
Doña Irene: (Sorprendida) ¡Cielos, Ana! ¡Cuidado! (Se acerca a recoger el paquete) ¿Qué es esto?
Doña Francisca: (Con curiosidad) Madre, ¿traías algo más con los pasteles?
Doña Irene: (Examinando el paquete) Esto no estaba aquí antes… Parece una carta. (Abre el paquete y encuentra una carta amarillenta con un sello antiguo)
Don Carlos: (Preocupado) ¿Una carta? ¿De quién podría ser?
Doña Irene: (Leyendo en voz alta) “A quien corresponda: Si esta carta ha llegado a tus manos, es probable que hayan descubierto el tesoro de nuestro linaje. Don Diego de Cardona, mi esposo, ocultó este secreto para proteger a nuestra familia. Sigue las instrucciones y encontrarás una llave en el fondo del jardín, bajo la estatua del ángel.” (Pausa) ¡Santo Dios! ¿Qué significa esto, Don Diego?
Don Diego: (Pálido, tratando de recordar) ¡Dios mío! Esa carta… La enterré años atrás, antes de mi matrimonio anterior. Pensé que nadie la encontraría. Es un antiguo secreto de mi familia, relacionado con una fortuna escondida.
Doña Francisca: (Asombrada) ¡Una fortuna! ¿Cómo pudiste mantener esto en secreto?
Don Carlos: (Con tono urgente) Debemos investigar esto de inmediato. Ana, corre y llama a los criados. Necesitamos herramientas para excavar en el jardín.
Ana: (Corriendo emocionada) ¡Sí, padre!
Luisa: (Con voz tímida) Quizás la carta se encontró por casualidad. Debemos proceder con cuidado. Podría haber algo importante oculto.
Doña Irene: (Con firmeza) ¡Vamos todos al jardín! Si hay algo allí, debemos descubrirlo juntos.
El Jardín
La familia se dirige al jardín, guiada por Don Diego. Encuentran la estatua del ángel y, tras excavar, desenterran un cofre antiguo con un candado oxidado. Don Carlos abre el cofre, revelando joyas, monedas de oro y documentos antiguos.
Doña Francisca: (Sosteniendo una joya) ¡Qué maravilla! Esto es increíble. ¡No puedo creer que estuviera aquí todo este tiempo!
Don Carlos: (Conmovido) Esta fortuna puede cambiar nuestras vidas aún más. Pero lo más importante es que lo compartiremos como familia, honrando la memoria de Don Diego.
Don Diego: (Con lágrimas en los ojos) Lo escondí en tiempos de necesidad, pero ahora, al verlo en vuestras manos, siento que he cumplido con mi deber. Esta fortuna pertenece a nuestra familia y nos permitirá asegurar nuestro futuro.
Doña Irene: (Emocionada) Esto es un verdadero milagro. Nos unirá aún más y nos permitirá hacer mucho bien.
Ana: (Abrazando a su abuelo) ¡Gracias, abuelo Diego! ¡Ahora seremos aún más felices!
Luisa: (Con gratitud) Estoy agradecida por todo lo que habéis hecho por mí. Esta familia es una bendición.
Don Carlos: (Sosteniendo la mano de Francisca) Que esta fortuna sea un símbolo de nuestra unión y amor. Que lo utilicemos para el bien de todos.
La familia se abraza y ríe, rodeada por la luz del atardecer y el brillo del tesoro recién descubierto.