Análisis de «Nada» de Carmen Laforet: Soledad, Libertad y Desilusión en la Posguerra Española

Temas

Los dos ejes temáticos que dan forma a la novela son la soledad y la libertad. Con respecto a la soledad, desde el comienzo de la novela se hace patente, ya que Andrea llega con retraso y eso hace que nadie la esté esperando en la estación. En la casa de Aribau, se siente extraña y sola en una habitación miserable. La familia también está sola, ya que se trata de una familia de clase burguesa que, tras la guerra, ha venido a menos, y eso no lo soportan. Todos están solos, incluso Ena, y tratan de resolver sus problemas internos en soledad. Se trata de una soledad individual, característica en la novela de la inmediata posguerra de los cuarenta. Así, Andrea se refugia en sus pensamientos para tratar de resolver esa soledad dentro de la casa de Aribau, y en el exterior, trata de mitigarla buscando amigos en la Universidad, sin conseguirlo plenamente, por lo que los paseos en solitario por Barcelona son su refugio. Cuando está en estos paseos, le molesta cualquier intromisión que la distraiga de sus pensamientos internos.

La libertad, tal y como la entiende Andrea, está relacionada con la soledad. La realidad que la rodea no es la que aparece en sus sueños de libertad, no le gusta, y como consecuencia prefiere estar sola. Se puede relacionar este tema con la estructura, ya que en la primera parte existe un ambiente asfixiante de falta de libertad en la casa de Aribau, que se transforma en la búsqueda de la libertad en el ambiente universitario y en la ciudad de Barcelona de la segunda parte. El final de la novela vuelve otra vez a la búsqueda de la libertad, ahora en Madrid, pero con una transformación personal de Andrea, una madurez conseguida en un año en la casa de Aribau, que abre nuevos horizontes para la adolescente.

La frustración y el desencanto aparecen ya en las primeras páginas, cuando la realidad con la que se encuentra Andrea no tiene que ver con sus recuerdos de infancia, antes de la guerra: la casa ya no es lo que era, las personas ya no son lo que ella recordaba; todo ha pasado de unos recuerdos ilusionantes e ingenuos a una realidad grotesca y horrible. Como tal adolescente, sumida en la ingenuidad, no tiene un recorrido vital como para saber enfrentarse a situaciones como la violencia entre Gloria y Juan, y por eso no toma partido.

La amistad es fundamental para Andrea, ya que le permite escapar del control de la casa, especialmente de Angustias, y encontrarse con sus iguales, con sus mismas aspiraciones de libertad. El sexo, aunque de forma sutil, está muy presente en la novela y se relaciona con la moralidad de una sociedad destruida por la guerra. No solo de la forma convencional en una chica adolescente que empieza a descubrir los cambios internos que le produce el sexo opuesto, sino también el sexo bárbaro y velado que se deja entrever entre ella y Román; el sexo apasionado y romántico que vivieron la madre de Ena y Román; incluso el sexo amoral e imposible entre Angustias y Jerónimo; el sexo prohibido entre Gloria y Román; las relaciones entre Gloria y Juan de las que Andrea no sabe nada; o el sexo convencional e ideal desde el punto de vista de una adolescente entre Ena y Jaime.

La amistad es fundamental para Andrea, ya que le permite escapar del control de la casa, especialmente de Angustias, y encontrarse con sus iguales, con sus mismas aspiraciones de libertad. El sexo, aunque de forma sutil, está muy presente en la novela y se relaciona con la moralidad de una sociedad destruida por la guerra. No solo de la forma convencional en una chica adolescente que empieza a descubrir los cambios internos que le produce el sexo opuesto, sino también el sexo bárbaro y velado que se deja entrever entre ella y Román; el sexo apasionado y romántico que vivieron la madre de Ena y Román; incluso el sexo amoral e imposible entre Angustias y Jerónimo; el sexo prohibido entre Gloria y Román; las relaciones entre Gloria y Juan de las que Andrea no sabe nada; o el sexo convencional e ideal desde el punto de vista de una adolescente entre Ena y Jaime.

Análisis de los personajes

Los personajes femeninos son los que más destacan en la novela. Los personajes masculinos, excepto Román y Juan, están sin definir y aparecen en segundo plano.

Andrea

Protagonista. Joven adolescente de 18 años que llega a Barcelona cargada de ilusiones de libertad y cultura, huyendo del control bajo el que vivía en el pueblo, esperanzada de que la gran ciudad le permitiera hacer de forma libre lo que le apetezca. Pero la realidad es otra. Primero, nadie la espera en la estación y, al llegar a la casa de su abuela, se encuentra con la verdadera miseria de la posguerra, tanto en el aspecto físico, como en el plano espiritual.

El choque entre la realidad y sus aspiraciones hacen que Andrea se refugie en sí misma, en sus pensamientos, e impiden su desarrollo como ser social. Lo único que le queda es la Universidad, donde encuentra un soplo de aire fresco y poder formar parte de la colectividad tras pasar un período de soledad entre la muchedumbre.

Su relación con Ena es compleja, basada en el desconocimiento de Andrea de los planes de Ena. La adora por verla como lo que ella quisiera haberse encontrado a su llegada a Barcelona, con una casa con luz y una familia que le recuerda a cuando visitó la casa de Aribau siendo pequeña, antes de la guerra. El episodio del pañuelo que Andrea regala a Ena como muestra de agradecimiento por todo lo que la está ayudando es significativo. Es todo lo que ella tiene, es decir, en el símbolo de la entrega total de Andrea a Ena.

Angustias

Es la tía de Andrea, hermana de Juan y Román. Intransigente, ultracatólica… Para ella, Gloria simboliza el demonio. Sirve de contrapunto a las aspiraciones de libertad de Andrea, porque es un muro constante que la coarta y la obliga a refugiarse en soledad en su cuartucho. Angustias representa la fe religiosa (de hecho, se recluye en un convento de clausura, martirizada por su pecado -su relación con su jefe-, y por el pecado de los demás, como los de Gloria o los intentos de libertad de Andrea).

Román

El único hombre con personalidad en la novela. Domina el espacio de la casa. De una brutalidad casi animal. Posee un atractivo animal que gusta a las mujeres y es talentoso en la música, pero no ha sabido aprovecharlo, sino que se ha convertido en un parásito, como todos los de la casa, tras el conflicto bélico, aunque antes de la guerra Román ya era un tipo despreciable.

Juan

Tío de Andrea. Dominado por su hermano, que descarga su brutalidad sobre Gloria. Representa la frustración por el fracaso como pintor. Tiene un carácter ciclotímico, tan pronto está de buen humor como se pone violento y furioso descargando su ira con Gloria, de forma verbal y física, y con el resto de los personajes, de forma verbal.

Gloria

Es la mujer de Juan. Ignorante, ingenua, simple e infantil. Cuerpo escultural. Antes tuvo un romance con Román. Recibe las iras de todos en la casa, excepto de la abuela, que la protege y busca que el resto la acepten. En realidad, pese a las palizas que recibe de forma constante por parte de Juan es la única que hace algo por la supervivencia de la familia, bien sea a través del juego, con préstamos de su hermana o vendiendo todo lo que podía de la casa, como imagen del desmembramiento y destrucción de la casa.

Abuelita

Bondadosa, fantasmal, salvadora. Cariñosa con todos, contrapunto a la violencia doméstica en su casa, justifica constantemente las acciones de sus hijos y siempre trata con cariño a Gloria y a Andrea, pese a que le cuesta reconocerla en su primer encuentro en la casa de Aribau. Su forma de educar a sus hijos, siempre condescendiente y permisiva frente a su actitud con las hijas, es una de las cosas que la echan en cara cuando muere Román.

Ena

Personaje adolescente también, idealizado por Andrea ya que representa lo que ella quisiera ser y sentir. Es su amiga y confidente, aunque también caprichosa, especialmente en sus relaciones con los hombres, porque juega con ellos y le divierte verlos sufrir por ella. Con Román juega también, inicialmente atraída por su genio musical y su vida bohemia. Pero la historia de Ena y Román tiene otros tintes más oscuros. Primero, Ena quiere descubrir qué personalidad tiene ese hombre que fue capaz de hacer sufrir a su madre, y segundo, una vez descubierta su mísera condición humana, quiere vengarse de él hasta lograr el máximo castigo, la muerte del personaje.

Madre de Ena

Margarita. Mujer delicada, amante de la música. Tuvo también su etapa de adolescente, igual que su hija, con sus mismos objetivos y gustos. Se encontró con Román, al que amó hasta el infinito y sufrió por ello. Sin embargo, ahora es feliz en su matrimonio, algo que desespera a Ena, a pesar de que continúa guardando restos de amor por Román. Decide actuar buscando el apoyo de Andrea cuando descubre que su hija está cayendo en el mismo pozo en el que ella cayó cuando tenía su misma edad y trata de impedirlo. Las confesiones de Margarita a Andrea serán las que desvelen a la protagonista la verdadera realidad de la vida, con sus relaciones a veces desapercibidas pero que acaban conformando la personalidad de todos.

La criada

Antonia. Es otra de las mujeres fantasmales que se encuentra Andrea al llegar a casa de sus parientes. De aspecto desagradable es un personaje que se mantiene invariable durante toda la novela, sin evolución de ningún tipo. Solo es cariñosa con el perro Trueno, y desaparece cuando muere Román. Es como si el hilo que la unía a la casa se hubiera roto con la muerte de Román, porque era quien le informaba de todo lo que ocurría en la casa, de modo que una vez que desaparece Román, su misión en la casa ya no tiene sentido.

La casa de Aribau

No es un personaje, claro, y de ella se puede hablar en el punto de técnica narrativa, pero podemos señalar en este apartado que representa el ánimo de los españoles después de la Guerra Civil, de la clase burguesa catalana castigada por los vencedores que pasa de lo magnífico que era la casa antes de la guerra al nido de miserias en lo que se ha convertido en la inmediata posguerra.

Pons

Universitario, cobarde y sin madurar. Rico, que introduce a Andrea en el mundo de hombres, de clase adinerada que juega a ser bohemia. En este círculo están Guíxols, Iturdiaga y Pujol. Pons supone un fracaso amoroso de Andrea y también supone darse cuenta de la diferencia entre ricos y pobres. Con él Andrea se da cuenta de que los finales de cuento en los que el príncipe se casa con la sirvienta no son reales.

Técnica narrativa

La novela se divide en tres partes, con una duración total de un año aproximadamente. Los límites temporales no están bien definidos, pero podemos saberlos por las indicaciones narrativas. En la novela, el tiempo está marcado por el viaje, que la abre, desde el pueblo de Andrea a Barcelona, y por el viaje, que la cierra, desde Barcelona a Madrid. Es un año en el que Andrea no ha conseguido “nada”, solo una ruptura de su ingenuidad adolescente ante lo que ella creía que iba a ser un mundo de novela rosa. La narración es lineal.

Espacio narrativo

Tenemos el espacio narrativo, divido en dos: el espacio interior de la casa de Aribau, donde aparece una familia totalmente descompuesta por efecto de la guerra civil, y el exterior, la ciudad de Barcelona y el mundo universitario, luminoso y libertador. A su vez, dentro de este último, aparecen otros espacios cerrados, pero no con el tono oscuro de la casa de Aribau. Se trata del interior de la universidad, la casa de Ena, la casa de Pons, donde se celebra el baile por el cumpleaños de éste…

En la casa de Aribau aparecen dos niveles, el de la casa propiamente dicho, que se ha visto reducida en tamaño al dividirla en partes, con todo decadente, tanto personas como objetos, y la buhardilla de Román, por encima de la casa, como dominando todo el espacio y todas las personas que viven debajo de él.

Laforet utiliza la primera persona. Así, se evita la omnisciencia en la narración, y se convierte en una narradora testigo de la realidad que la rodea. Laforet utiliza igualmente en algunas de las partes de la novela la técnica del multienfoque.

Descripciones

Son importantes las descripciones, especialmente la que Laforet hace de las primeras impresiones de Andrea al llegar a la casa de Aribau, tanto del espacio como de los personajes, a los que llega a retratar para que el lector sepa cómo son por fuera, pero que ese estado se refleja en su interior. Serán estas descripciones las que marquen el sentido de la novela, ya que pone en situación al lector para tomar partido a favor de Andrea. Sin embargo, sabemos que Andrea es una adolescente caprichosa que solo busca conseguir sus objetivos, por lo que la narración es poco creíble para el lector.

Diálogos

Los diálogos se ajustan a las escenas. En los momentos de violencia verbal y física entre Juan y Gloria, entre Juan y Román, por ejemplo, sale a la luz un lenguaje de registro coloquial; y las expresiones de Gloria (“chico”) muestran su extracción social, cultural e intelectual. El monólogo es la forma con la que Andrea entra en sus propios sentimientos y refleja su punto de vista angustioso sobre la existencia del ser humano que llevan a la protagonista a la soledad, a la introspección y al aislamiento.

Análisis del estilo

En las descripciones, abundancia del adjetivo calificativo, especialmente del epíteto, que se ajusta al espacio y a la acción que describe. Así, lo relacionado con la casa de Aribau se plaga de adjetivos que sugieren lo oscuro, lo tormentoso. Con la descripción de los personajes que viven en la casa ocurre lo mismo. Abunda la prosopografía en aquellos personajes más relevantes (Román, Juan, Angustias, Ena) que se entremezcla con la etopeya para darnos una clara idea de la impresión que le provocan a Andrea esos personajes.

Las descripciones detalladas abarcan los espacios, desde la llegada de Andrea a la casa hasta la casa de Ena o la casa de los ricos bohemios, con igual sentido del uso de la adjetivación que en el caso anterior. En los espacios se refleja la huella de la guerra civil.

En la casa, se utiliza una descripción de estilo distorsionada, porque todo se ve desde la perspectiva de Andrea. Los colores, los olores y las luces predominan, con adjetivos sinestésicos. En otras ocasiones, reduce la presencia de verbos casi al mínimo para dar esa sensación de nebulosa que utiliza Laforet cuando quiere describir la introspección de Andrea.

La narrativa de Laforet es sencilla. Dado que Andrea es una observadora del mundo que la rodea, lo que lee el lector no es la realidad, sino lo que le parece a ella. Así, abundan verbos de opinión o expresiones que sugieren su punto de vista.

Por último, utiliza elementos retóricos y figuras literarias (comparaciones, metáforas, sinestesias, personificaciones, cosificaciones…) con las que, además de provocar un intenso lirismo, profundiza en la impresión que le producen a Andrea los espacios y las personas que le rodean, contribuyendo a la subjetividad de la narrativa de la protagonista y relacionando este hecho con que el lector conoce la realidad de la joven a través de sus ojos de adolescente.

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