La novela experimental española de los 60: características, autores y obras

La novela experimental española de los 60

Tanto la vertiente objetivista como la vertiente crítica del realismo social tuvieron una vigencia muy breve. Los propios autores, ante la evidencia de que ni llegaban al público obrero ni lograban la reacción social esperada, y ante el cansancio de unas fórmulas estéticas tan estrechas, vieron la necesidad de buscar otros cauces narrativos que admitiesen, por ejemplo, la fantasía y, por supuesto, los valores artísticos del lenguaje. A ello contribuyó la llegada a España de la nueva narrativa hispanoamericana, tan fantástica como realista, y el mejor conocimiento de los autores europeos y americanos de principios de siglo: Joyce, Kafka, Faulkner… El detonante del cambio fue en esta ocasión la novela de 1962 Tiempo de silencio, del joven y desconocido Luis Martín Santos. La disidencia de esta nueva novela afecta por igual al contenido y a la forma. Su publicación supuso una revolución a la que se apuntaron casi todos los escritores, incluso en otros géneros (poesía, teatro…) y en otras artes: pintura, escultura, cine…

Temáticamente, estas novelas no abandonan la crítica social ni la intención crítica, sino que en general las intensifican; pero también dan cabida a lo onírico, la ironía y el humor y vuelven a la reflexión sobre la condición humana: la infancia, el paso del tiempo, la reconstrucción de la propia memoria, la guerra… Abandonan el protagonista colectivo y suelen centrarse en el conflicto agónico entre un protagonista complejo y su entorno, con sus desigualdades y absurdos. Esto implica personajes contradictorios y desorientados, condenados por una sociedad castrante y opresora a la incomunicación, el silencio, la locura o incluso la muerte. No son héroes, sino más bien supervivientes.

Técnica y estilísticamente se caracterizan por experimentar con recursos que apenas se habían empleado en España:

  • Enfoque desde la perspectiva de un personaje único (Cinco horas con Mario) o desde la de varios al mismo tiempo, para ofrecer diferentes interpretaciones del mismo suceso (Tiempo de silencio); perspectivismo o alternancia de puntos de vista, con preferencia por el narrador omnisciente que comenta y reflexiona, pero que con frecuencia desaparece dejando paso al monólogo interior o al estilo indirecto libre, el cual sumerge al lector directamente en la mente de los personajes.
  • Aparición de la segunda persona narrativa, como si el narrador le hablara al personaje (Tiempo de silencio).
  • Estructura abierta, con frecuencia fragmentada en secuencias (con elipsis) y cronológicamente desordenadas, con saltos adelante (prolepsis) y atrás (analepsis o flash-back) que evidencian el sinsentido de la vida…

La novela experimental renovó el lenguaje con abundantes e inusitadas herramientas retóricas. Utilizó el nivel culto por oposición al realismo social, pero lo mezcló con el vulgar si lo requerían los personajes, y acogió todos los registros y modos del discurso. Incluso aparecen en ellas los lenguajes técnicos y especializados. A veces se experimentó también con la supresión de los signos de puntuación: Los santos inocentes tiene solo un punto en cada capítulo, y San Camilo 1936, uno solo en toda la novela. Todas estas técnicas necesitan de un lector activo que reconstruya la historia y la interprete buscando la verdad, que se le muestra fragmentada o engañosa. En definitiva, las técnicas mismas suponen una provocación al lector burgués, conservador y acomodado, al que el contenido desgarrador y comprometido le propone un reto ideológico y las formas y técnicas, un puzle.

Novelas destacadas de la novela experimental española

Las novelas más destacadas de esta corriente son:

  • Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos (1924-1964)

    El argumento se centra en Pedro, un joven médico e investigador que en el Madrid de finales de los 40 se provee de ratones en la chabola del Muecas. Pedro se ve implicado en la muerte de la hija del Muecas cuando le obligan a practicarle un aborto, por lo que es detenido. Cuando sale de prisión, su novia es asesinada por Cartucho, amante de la hija del Muecas. La compleja estructura, en forma de puzle, esconde un argumento muy melodramático que a la vez es un profundo recorrido por la realidad española del momento, desde la miseria económica y moral hasta el anodino y degradante ambiente científico. Sin embargo, lo que destaca es la variedad de técnicas empleadas y el lenguaje rico, variado y complejo. En la obra podemos encontrar ya prácticamente todas las características de la novela experimental: reorganización de la estructura, ruptura del tiempo y el espacio lineales, perspectivismo, protagonistas conflictivos y confusos, ironía, parodia y humor distanciadores y frecuentes digresiones que no parecen venir a cuento.

  • Cinco horas con Mario (1966), de Miguel Delibes (1920-2010)

    Es, para muchos, la mejor novela de Miguel Delibes y, desde luego, la más ambiciosa técnicamente. Consigue el perspectivismo siendo toda ella el soliloquio de Carmen, la protagonista, mujer de 44 años que acaba de perder de forma inesperada a su marido, Mario. Una vez que las visitas y la familia se van, Carmen queda sola y durante cinco horas, de madrugada, vela el cadáver de su marido, con el que establece un monólogo en el que vamos descubriendo a partir de recuerdos deshilvanados sus personalidades contradictorias, sus conflictos matrimoniales y la mediocridad convencional de la sociedad en la que viven. Carmen es tradicional, católica y de clase alta; su marido, Mario, catedrático de instituto, un intelectual progresista y comprometido. Se recrean así los problemas de la falta de comunicación en el matrimonio, la España provinciana de la época y el conflicto de las «dos Españas». A diferencia de otras novelas experimentales, Delibes utiliza siempre un lenguaje sencillo y llano que evita el distanciamiento del lector, pero sí es evidente el desorden temporal en que sus recuerdos aparecen mezclados. Por otro lado, el largo monólogo interior está ordenado y nunca llega a ser el flujo de conciencia caótico de novelas como Tiempo de Silencio.

  • Los santos inocentes (1981), de Miguel Delibes

    Otra obra cumbre de Delibes es Los santos inocentes, en la que combina el análisis de la sociedad rural y caciquil del franquismo con las angustias vitales de los personajes y cierta experimentación formal. Por ejemplo, en toda la novela solo hay cinco puntos: uno al final de cada capítulo.

  • Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo (1931-2017)

    Es una de las más audaces y radicales novelas del periodo. Analiza el desarraigo de los emigrantes y exiliados españoles fuera y dentro de España desde una postura nihilista y atacando duramente las tradiciones. Su protagonista, Álvaro Mendiola, se instala en España tras diez años de exilio, y rememora de forma caótica su vida, en la que solo encuentra vacío y exilio, pues en su país sigue siendo un extranjero.

  • Últimas tardes con Teresa (1966), de Juan Marsé (1933-)

    Está ambientada en una Barcelona de ricos burgueses y clases marginadas. Relata la relación entre Teresa, una joven universitaria, burguesa y falsamente rebelde, y el Pijoaparte -apodo de Manolo Reyes-, un «xarnego» -inmigrante muy pobre de origen murciano- seductor, ladrón de motos, que se hace pasar por obrero militante revolucionario porque pretende casarse con ella. Es una versión irónica y desengañada de Romeo y Julieta. El estilo es aparentemente sencillo pero muy rico en niveles: el catalán, las jergas de los barrios bajos, la ironía, el humor…

  • Volverás a Región (1967), de Juan Benet (1927-1993)

    Juan Benet empezó muy tarde a publicar, pero su primera novela, Volverás a Región, es un hito de la literatura experimental, profunda y crítica.

  • Novelas de Camilo José Cela (1916-2002) y Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999)

    Entre los novelistas que empezaron en los años cuarenta y se incorporaron a la experimentación en esta década destacan, además de Delibes, Camilo José Cela con San Camilo 1936 (1969), Oficio de tinieblas 5 (1973) y Mazurca para dos muertos (1983), y Gonzalo Torrente Ballester con La saga/fuga de J. B. (1972), una originalísima e impactante historia mítica de Castroforte de Baralla; un derroche de fantasía, humor y parodia grotesca que no deja títere con cabeza.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *