Escena IV
En la calle, restos de la revuelta callejera. Latino y Max llegan frente a la buñolería La Modernista. Allí encuentran a La Pisa Bien, a quien Max le compra el décimo. La Pisa Bien cuenta que manifestantes y miembros de Acción Ciudadana se han enfrentado violentamente y que aquellos han asesinado a algunos policías honorarios.
Los Epígonos del Parnaso Modernista (poetas modernistas) salen de la buñolería y entablan coloquio con Max y Latino. Uno de ellos, Dorio de Gadex, alaba a Max (¡Padre y maestro mágico!…). Max se queja de su suerte y del olvido en que vive como escritor.
Mientras los modernistas se consideran seres superiores, aristócratas espirituales separados de la vulgaridad del pueblo, Max se proclama *»puebl»**, un miembro más del sufrimiento y la indignación de los que se manifiestan en la calle.
Las críticas al mundo de la cultura (la Academia de la Lengua) y a la política en general acaban, por petición de Don Latino, en una canción burlesca creada por estos poetas que cantan viva voz en honor de Max.
La policía municipal (soldados romanos), a caballo, acude al griterío y detiene a Max por reírse del capitán. La policía solicita a un sereno que se encargue de vigilar al poeta ciego hasta que llegan dos guardias que lo trasladan al Ministerio de la Gobernación (hoy llamado de Interior). Le acompañan los modernistas y Latino. Max lanza gritos de ¡Muera Maura! ¡Muera el Gran Fariseo!
Escena V
Max Estrella, custodiado por los dos guardias y acompañado por modernistas y Latino, es recibido en el zaguán del Ministerio por Serafín el Bonito, inspector de policía (e hijo del ministro que aparecerá más tarde). Tras prestar declaración, cosa que hace en un tono abiertamente irónico y burlón (¡Traigo detenida una pareja de guindillas! Estaban emborrachándose en una tasca y los hice salir a darme escolta; o Mi nombre es Máximo Estrella. Mi seudónimo Mala Estrella. Tengo el honor de no ser Académico; o SERAFÍN: el Señor Ministro no es un golfo. MAX: Usted desconoce la Historia Moderna), y, a pesar de los ruegos de los Modernistas, es enviado de mala manera al calabozo por borracho, por escándalo en la vía pública, por proferir gritos internacionales (revolucionarios) y por desacato a la autoridad (o sea, por burlarse en su cara del inspector Serafín el Bonito). Los Modernistas deciden visitar los periódicos para denunciar la detención de Max.
Escena VI
Max, que no deja de protestar, es arrojado al calabozo y amenazado de tortura. Allí encuentra preso, esposado y ensangrentado a un obrero catalán con quien entabla un diálogo que revela que ambos comparten muchas ideas revolucionarias. El obrero catalán se extraña de que un hombre del aspecto y cultura de Max pueda compartir ideas con un paria (obrero) como él. Mateo, el obrero catalán, ha sido apresado por haberse negado a ir a la guerra y haber provocado un motín en la fábrica donde trabajaba.
Hablan de la necesidad de la revolución, una bomba que acabe con todo, violentamente y para siempre: patronos, proletarios, la Barcelona judía (comerciantes, banqueros y empresarios) y “el terrón maldito de España”, una bomba después de la cual se pudiera poner en marcha un orden social nuevo.
Pero Mateo confiesa a Max que conoce la suerte que le espera: Cuatro tiros por intento de fuga. El Llavero o guardián de la celda llama al proletario y le anuncia que va a salir de viaje de recreo. Max y el obrero se abrazan fraternalmente y se despiden. Max se queda llorando de impotencia y de rabia.
Escena VII
DL y los modernistas van a la redacción del periódico *»El Popula» para protestar por la detención de Max y conseguir su liberación. En la redacción los recibe, en ausencia del director, Don Filiberto**, único periodista (suponemos el jefe de redacción) que permanece a esas horas trabajando. DL exige que se publique que Max ha sido brutalmente maltratado en un sótano del Ministerio de la “Desgobernación”.
DFiliberto responde que no le es posible escribir una queja de este tipo sin el consentimiento de su jefe, al que ya no puede localizar, pero que va a intentar ayudar a Max.
Se entabla desde este momento una irónica, ingeniosa y deslenguada charla entre Don Filiberto (el periodista) y los visitantes sobre la situación política, la literatura, la teosofía y el sometimiento de la prensa al poder político. Don Filiberto defiende a los conservadores (Maura y García Prieto, político este propietario del periódico), pero los Modernistas se muestran poco respetuosos y toman el pelo al periodista, quien, a pesar de todo, telefonea a la secretaría del Ministro y consigue la liberación de Max.