La evolución de la novela española: Del tremendismo a la novela social

Del tremendismo de La familia de Pascual Duarte a la novela social de Camilo José Cela

El tremendismo es una técnica literaria narrativa que se desarrolló, fundamentalmente, en la novela española de los años 1940. Se caracteriza por una especial crudeza en la presentación de la trama (recurrencia a situaciones violentas), el tratamiento de los personajes (habitualmente, seres marginados, con defectos físicos o psíquicos, prostitutas, criminales, etc.) y en el lenguaje, desgarrado y duro.

La novela con la que se inició el movimiento fue La familia de Pascual Duarte, en 1942, de Camilo José Cela.

El arquetipo de los personajes de las novelas tremendistas

El arquetipo de los personajes de las novelas tremendistas es el protagonista de esta: Pascual Duarte, habitante de la Extremadura rural que carece de toda habilidad social y que solo conoce la violencia como único recurso para solucionar los problemas que se le van planteando en la vida. Por esto, la historia tiene un argumento truculento, sórdido, abundante en escenas de violencia.

La novela tiene varios narradores, entre ellos el principal es el propio protagonista, Pascual Duarte, quien cuenta la historia de su vida con un lenguaje que evoca el habla rural, y que recurre a menudo a comparaciones con la naturaleza y frecuentemente al uso del refranero español cuando no encuentra palabras para expresar lo que siente o piensa.

Nuestro protagonista es oriundo de Torremejía (Extremadura) y su vida se desarrolla entre 1882 y 1937, años en los que la realidad socio-política española estaba marcada por un clima de profunda inestabilidad.

La novela tiene una clara influencia religiosa, en parte por el autor mismo, que era muy devoto. La cantidad de referencias a Dios en la novela son numerosas. Ayuda para darle un ambiente de confesión y arrepentimiento a la obra. Se siente como si nuestro narrador estuviera pidiendo perdón. Esto también se nota con los asesinatos que comete, en cada asesinato se habla de un “fuego” o sentimiento de calor que siente el protagonista. Este calor es una referencia al infierno.

Se dijo, en la época de su publicación que esta novela es un plagio minucioso de otra obra francesa del siglo XIX. Se incluye de manera habitual dentro del controvertido -e inusual en este periodo- género picaresco.

En 1975 fue llevada al cine por Ricardo Franco

Argumento

Bajo la clara influencia de la tradición realista del siglo XIX, se extiende frente a los ojos del lector el ambiente crudo y decadente que encapsula el mundo de La familia de Pascual Duarte, cuya primera línea — “Yo no soy malo, aunque no me faltarían razones para serlo” — es el arranque preciso para una historia que, por medio de un lenguaje llano y, en ocasiones, con tintes poéticos, nos muestra la otra cara de la condición humana.

Por medio de una descripción minuciosa, el lector inicia su recorrido en el pueblo caluroso de Badajoz para luego inmiscuirse en la intimidad de una casa modesta y, por fin, desembocar en el seno de la familia de los Duarte, donde tenemos los primeros atisbos de fatalidad: un padre alcohólico que, después de sus arranques de ira, sólo es capaz de encontrar refugio en la cuadra, el lugar de la podredumbre; una madre con el cuerpo consumido por la vida y las constantes riñas maritales, y, sobre todo, la pobreza, que parece determinar la desdicha donde llega a implantarse.

Pascual Duarte, en lugar de centrarse en las introspecciones exhaustivas que rigen, en ocasiones, la línea de los narradores protagonistas, nos da una descripción de situaciones y acontecimientos; nos cuenta, por ejemplo, la decepción que sigue al robo perpetrado por su hermana Rosario a la familia que tanto la procuró, la muerte patética de su padre al tiempo que su madre daba a luz a un hijo ilegítimo y deforme, la vida corta y miserable de un hermano que, cual gusano, vive arrastrándose para al final encontrar las bendiciones de la muerte en una tinaja de aceite.

La aparición de Lola en la narración trae, no sólo un cambio de ritmo, sino también un cambio de dirección. Por un momento, se deja atrás todo lo crudo de situaciones brutales, la desdicha determinada se difumina para abrir paso a un hálito de esperanza que se engrandece con la noticia del embarazo de Lola y la llegada de la boda para después encontrar su punto cumbre en la luna de miel. No obstante, el regreso al pueblo resulta ser fatal, Pascual, inmediatamente después de matar a un hombre, descubre el aborto de Lola, el cual fue ocasionado por la misma yegua en la que él la hizo regresar a casa. Esta pérdida de la ilusión, que se da justo a la mitad del libro, será reforzada al morir su segundo hijo, su segunda ilusión, después de once meses de vida. Estas caídas serán significativas pues implicarán el emerger de un carácter reprimido que se determinó al contacto con una familia decadente inmersa en situaciones y circunstancias decadentes, y Pascual Duarte, al contrario de un héroe trágico, se deja dominar por este carácter y mata a un segundo hombre para luego huir lejos del pueblo.

Esta huída representa un cambio en el tono de la historia, pues, si bien se estaba inmerso en un ambiente de tintes realistas en cuanto a la objetividad y el determinismo, el viaje a la ciudad implicará bebida, juego, tomadas de pelo, nuevos conocidos que harán resonar fuertemente el eco de la tradición de la novela picaresca.

Sin embargo, llega el momento del regreso y la bienvenida sazonada con malas noticias: el embarazo de Lola y las suplicas de Pacual para que le revele quién fue el hombre. Una vez que llega la respuesta, la narración se sume en un oscuro momentáneo para que luego regresen las luces y el lector, sin saber a ciencia cierta el quién ni el cómo, encuentra a Lola muerta para luego presenciar la caída de un segundo cadáver y, por fin, la cárcel en la que Pascual vivirá encerrado durante tres años, después de los cuales Duarte se marcha del pueblo.

Cuando regresa, Pascual Duarte contrae matrimonio por segunda vez con una amiga de su hermana, Esperanza; no obstante, ya es tarde para cualquier intento, que él sabe vano, de felicidad. La actitud de su madre enardece el veneno que le corre por lasangre y llega la explosión final: el asesinato de la madre que representa la muerte de todo lo que odia, del carácter que le procuró tantas desgracias. Es el héroe trágico que se enfrenta a lo que lo determina y lo supera. Sólo después de ese homicidio, Pascual Duarte es libre.

Estructura de la novela

El libro se dispone en varias entregas de escritos de diferentes autores:

La Nota del transcriptor informa sobre el hallazgo del manuscrito de Pascual Duarte a mediados de 1939, destacando el papel meramente depositario del autor y justificando la publicación del relato para mostrar en Pascual un modelo de comportamiento a evitar.

La Carta anunciando el envío del original: El 15 de febrero de 1937, desde su celda de condenado a muerte y como “pública confesión” de su vida, Pascual envía el manuscrito a un tal Sr. Barrera, por ser éste el único amigo de don Jesús González de la Riva cuyas señas conocía Pascual, asesino convicto y confeso de don Jesús. No lo hace con intención de disculparse, solo intenta calmar su conciencia.

Las memorias de Pascual Duarte dispuestas en diecinueve capítulos.

Otra Nota del transcriptor, donde éste piensa que Pascual debió de estar recluido en la prisión de Chinchilla hasta 1935 o 1936. Los lectores podemos suponer que vuelve a la cárcel presumiblemente a cumplir condena por el asesinato de su madre. También supone que Pascual saldría de presidio antes de empezar la guerra y dice no haber podido averiguar nada acerca de su actuación durante los quince días de revolución que pasaron sobre su pueblo. Es entonces cuando los lectores podemos suponer que asesinó a don Jesús, aunque los motivos de este crimen no se nos cuentan.

Dos cartas en la que se relata de forma distinta la muerte de Pascual Duarte: una del capellán de la cárcel de Badajoz en la que evita entrar en detalles escabrosos y nos dice que la conducta del protagonista fue valiente y cristiana aceptando con fe su situación, aunque al final perdiera un poco la compostura; y otra de un guardia civil que nos comenta que el protagonista comenzó enfrentando con chulería su destino, para acabar rebelándose cobarde y miedoso en extremo. No se nos facilita en ningún momento la fecha de la muerte de Pascual.

El realismo social en la novela de los cincuenta

     En los años cincuenta la novela abandona la visión existencial y recoge las nuevas preocupaciones sociales. En estos años de profundas transformaciones sociales, la literatura debía cumplir la función de informar al lector de aquello que no aparecía en los medios de comunicación y sensibilizarlo. Y aunque la censura política, religiosa y sexual seguía vigente, los autores de los cincuenta se plantearon un compromiso ético ante la realidad.


   Hacia 1951 el régimen franquista comenzó a liberalizarse lentamente para lograr la aceptación internacional. Como consecuencia de ello, aparecieron nuevos novelistas que desarrollaron una nueva corriente: el realismo crítico. Consideraban que estaban comprometidos con la sociedad, y que la literatura debía ser «útil» para cambiar el mundo.


     Estas novelas, lejos del estilo evasivo o triunfalista de la inmediata posguerra, mostraban a una España destruida, desigual y carente de libertades. Se reflejaba la sociedad tal y como era -la pobreza obligaba a emigrar del campo a la ciudad (hambre, chabolismo) y la alineación de los trabajadores se unía a la frivolidad de las clases altas-. La novela incidía en esta realidad española con una clara intención social, especialmente, entre 1954 hasta 1961, momento en que el género se «agotó» y los autores volvieron a encauzar sus esfuerzos hacia la experimentación.

La novela social puede dividirse en dos corrientes distintas: el objetivismo y el realismo crítico.

    En el objetivismo, desde el punto de vista del empleo de técnicas narrativas, destacamos la desaparición de la figura del narrador, haciendo así que el lector se involucre en la novela para extraer sus propias conclusiones; predominio del diálogo; una gran condensación espacio-temporal (desde horas hasta pocos días, como mucho); la preferencia por un personaje colectivo que interactúe con un personaje representativo o la linealidad narrativa (sin saltos al pasado).

 

     De este género, podemos destacar La colmena, de Cela (1951); El camino (1950), de Delibes; y El Jarama (1953), de Sánchez Ferlosio.

Por otra parte, el realismo crítico es bastante similar al objetivismo, aunque en las novelas pertenecientes a este género la crítica social suele ser más explícita; en numerosas ocasiones encubierta para esquivar la censura.

Por otra parte, Camilo José Cela asentó las bases de la novela de los años 50. Nacido en Galicia en 1916, se alistó en el bando franquista durante la Guerra Civil y cosechó grandes éxitos con La familia de Pascual Duarte. Obtuvo notables reconocimientos a lo largo de su vida, como ser miembro de la Real Academia o el Premio Nobel de Literatura en 1989. Murió en 2002.

Una de las novelas más representativas de la novela social es La colmena, de Camilo José Cela, donde se refleja la miseria existente en Madrid en 1942. Uno de los aspectos más notables de esta novela es la del personaje colectivo (más de cien personajes importantes en la novela). En esta novela, Cela muestra la vida de las diferentes clases sociales, plasmando la realidad de forma objetiva aunque adoptando un tono irónico en ciertas ocasiones. El argumento se reduce al mínimo, y los personajes se mueven por dos motivos constantes: el sexo y el hambre. El tiempo se reduce a tres días, y el espacio está limitado a una zona de Madrid. La técnica narrativa predominante es el diálogo y la mínima intervención del narrador permite hablar del punto de vista de la cámara cinematográfica, transmitiendo la sensación de simultaneidad y colectividad.

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