3-> 155 Ps. Si de ti callando pudiera ser yo hecho más cierto, amo, de qué miserias te atormentan tan míseramente, yo habría ahorrado el trabajo de dos personas gustosamente a mí de preguntarte y a ti de responderme; ahora puesto que esto no puede ser, la necesidad me obliga a preguntarte una y otra vez. Respóndeme: ¿cuál es la razón por la que tú sin aliento desde hace días llevas contigo estas tablillas de un lado para otro, las lavas con lágrimas y no me haces partícipe de tu pensamiento? Habla, para que lo que no sé ahora es lo que sepa contigo.
Cal. Soy desgraciadamente desgraciado, Pséudolo.
Ps. Que Júpiter te impida esto, Cal. Nada tiene que ver esto con el juicio de Júpiter: soy azotado bajo el reino de Venus, no el de Júpiter.
Ps. ¿Me permites saber qué es esto? Pues tú hasta ahora me has tenido como consejero de tus confesiones.
Cal. Ahora el ánimo es el mismo.
Ps. Hazme sabedor ciertamente de qué tienes: te ayudaré con dinero, con un servicio o con un buen consejo.
Cal. Toma estas tablillas y cuéntate por ti aquí qué desgracia y preocupación me consuma.
Ps. Un deseo se amplía. Pero por favor, ¿qué (es) esto?
Cal. ¿qué es?
Ps. Opino que estas letras buscan para ellas hijos una monta a la otra.
Cal. ¿Te burlas ya con tu broma?
Ps. Por Pólux ciertamente que la Sibila las puede leer, no hay ningún otro que pueda descifrarlo.
Cal. ¿por qué hablas directamente contra unas agradables cartas escritas por una agradable mano en unas agradables tablillas?
Ps. ¿Acaso, por Hércules, tienen las gallinas manos? Pues ciertamente una gallina escribió estas.
Cal. Eres un odioso para mí. Lee o devuelve las cartas.
Ps. Si, pues por el contrario las leeré por completo. Pon atención.
Cal. No está presente.
Ps. Tú llámala.
Cal. No por el contrario no me callaré tú llámala desde ahí de la cera; pues ahí ahora tengo mi ánimo, no en el pecho.
Ps. Veo a tu amiga, Calidoro.
Cal. ¿Dónde está ella, por favor?
Ps. Aquí en las tablillas extendida: está acostada en la cera.
Cal. A ti que los dioses y las diosas en las medida de lo posible.
Ps. Ciertamente me guarden.
Cal. Como hierba de verano fui un momento: nací repetidamente, repetidamente morí.
Ps. Calla, mientras lees las cartas enteramente. Así pues ¿qué lees?
Cal. “Fenicia a Calidoro, su amante por cera, cuerda y letras mediadoras, envían salud y anhela de tu salvación, llorando con el alma, con el corazón y vacilante pecho.”
Cal. Estoy perdido. No encuentro en ningún lugar salud, Pséudolo, para enviarle.
Ps. ¿Qué salud?
Cal. De plata.
Ps. ¿Quieres enviarle una de plata por un saludo de madera? Mira por favor qué cosa haces.
Cal. Lee inmediatamente: desde las tablillas ya me encargaré que sepas cuán rápidamente hay para mi necesidad de encontrar el dinero.
Ps. “Un rufián me ha vendido a un soldado extranjero por 20 minas, cariño mío y antes de que saliera de aquí, le había dado 15 minas ahora me detienen 5 minas solamente. Por esta causa el militar dejó aquí su contraseña, su imagen representada de su anillo en la cera para que el que trajera aquí una contraseño similar a la de él con esto al momento me soltaría. Pues este hecho se ha determinado este día, las próximas Dionisiacas” estas son mañana.
Cal. Cerca tengo mi ruina si no encuentro ayuda en ti.
Ps. Deja que lea.
Cal. Te dejo, pues me parece que hablo con ella, lee, ahora mezclas lo dulce y lo amargo ¡
Ps. “ahora nuestros amores, costumbres, hábitos, bromas, juegos, charlas, suaves besos, abrazos apretados de los cuerpos enamorados, los dulces mordiscos de los tiernos labios, de nuestras orgías, las apretoncillos de las tetillas erizadas, de todos estos placeres para mí llega el desgarramiento, el alejamiento y devastación, si no hay alguna solución para mí en ti o para ti en mí. Yo he procurado que supieras estas cosas que yo sé en su totalidad; ahora yo te probaré hasta qué punto amas y hasta qué punto finges. Adiós.”
Cal. La carta es mísera, Pséudolo.
Ps. Oh muy mísera.
Cal. ¿por qué no lloras?
Ps. Tengo los ojos de piedra pómez: no puedo conseguir que expulsen una lágrima.
Cal. ¿Por qué así?
Ps. Nuestro linaje siempre fue de ojos secos.
Cal. ¿Acaso no deseas ayudarme?
Ps. ¿Qué puedo hacer por ti?
Cal. Ay.
Ps. ¿Ay? Eso por Hércules no lo ahorres: te lo daré.
Cal. Soy desdichado, nunca/ en ningún lugar encuentro dinero prestado.
Ps. Ay.
Cal. Y ningún dinero hay/ tengo alguno dentro.
Ps. Ay.
Cal. Aquí va a llevarse a la chica.
Ps. Ay.
Cal. ¿De ese modo me ayudas?
Ps. Te doy lo que hay para mi/ tengo. Pues un tesoro inagotable tengo en nuestra casa.
Cal. Estoy perdido. Pero ¿puedes ahora darme un dracma prestado que te lo devolveré mañana?
Ps. Por Hércules, creo que si me entregara como garantía. Pero ¿qué quieres hacer con este dracma?
Cal. Quiero comprarme una soga.
Ps. ¿por qué razón?
Cal. Para hacer de mi un colgante. Estoy decidido, antes de las tinieblas en las tinieblas me hundiré.
Ps. ¿Quién me devolverá el dracma si te lo doy? ¿Acaso quieres colgarte por esta razón para engañarme, si te doy un dracma?
Cal. Ciertamente bajo ningún pacto puedo vivir, si aquella es apartada y separada de mí.
Ps. ¿Por qué lloras, pichoncito? Vivirás.
Cal. ¿Cómo no voy a llorar si una moneda de plata no ha sido preparada para éste y no existe la esperanza de un céntimo en alguna parte del mundo?
Ps. Según escucho este discurso de la carta, si no le llorases con lágrimas monetarias, aquello que tú deseas demostrar con esas lágrimas no tiene más valor que si viertes agua en un tamiz. Pero no tengas miedo, no te abandonaré a ti, que estás enamorado. Espero que de algún lugar hoy voy a encontrarte una ayuda para ti monetaria con esta buena obra o esta mía. Y no sé cómo diré que esto va a suceder, excepto que se cumplirá así.
Cal. Ojalá los hechos de los que hablas estén a disposición de sus palabras.
Ps. Ciertamente, por Hércules, tú sabes de qué manera y cuán grande ajetreo suelo dar, si estableces tus planes.
Cal. En ti están ahora todas las esperanzas de mi vida.
Ps. ¿Es bastante, si te proporciono hoy a esa mujer, para que sea tuya o si te doy 20 minas?
Cal. Si sucederá, es suficiente.
Ps. Pídeme 20 minas, para que sepas que yo voy a llevar a cabo lo que he prometido. Pídemelas, por Hércules. Estoy impaciente por prometértelas.
Cal. ¿Me darás hoy 20 minas de plata?
Ps. Te las daré. Para que no me seas ahora ya molesto. Y esto lo daré antes, para que no niegues que te lo he dicho: si a ningún otro podré estafar, estafaré a tu padre.
Cal. Que los dioses te ayuden para mi siempre. Pero si es posible por causa de la piedad incluso también a mi madre.
Ps. Sobre este asunto duerme sobre cualquiera de los dos ojos.
Cal. ¿Acaso sobre la oreja?
Ps. Pero esto es menos divulgado. Ahora para que niegue que lo digo a todo para todos los que están presente en la asamblea: y a todos mis amigos y conocidos les anuncio que se protejan de mi durante este día y que no me crean.
Cal. Calla, te lo ruego, por Hércules.
Ps. ¿Qué ocurre?/ ¿qué pasa?
Cal. La puerta del lenón ha crujido.
Ps. Preferiría que le hubieran crujido las piernas.
Cal. Y él mismo sale al interior, cabecilla de perjurios Bal.Salid, vamos, salid, perezosos, mantenidos y comprados para mi desgracia, de los cuales nunca a ninguno de éstos viene a la mente para actuar bien, a éstos, si no experimento este ejemplo, no puede sacarle provecho. Nunca he visto hombres más burros que estos, así endureces sus costillas a base de golpes: cuando los golpeas te haces más duro por ellos mismos; de esta condición son esos rompelátigos, estos tienen estos consejos, cuando sea dada la ocasión, roba, hurta, ten, engancha, come, bebe, huye: esta es su obra, de modo que prefieras dejar a los lobos entre las ovejas como guardianes antes que a estos como guardianes de tu casa. Y cuando miras su aspecto, no parecen malos: fallan en los actos. Ahora a no ser que prestéis atención a esta orden, si no removéis el sueño y la pereza del pecho y de los ojos, haré con látigos vuestras espaldas, para que sean muy coloridas, y para que ni siquiera las colchas de Campania sean iguales y los tapices de Alejandría cortadas y decoradas con bestias. Y ayer ya os di órdenes a todos y os entregué las tareas, pero vosotros estáis así descuidados, malvados, estáis de un mal ingenio, que me obligáis a recordaros vuestro trabajo con un castigo; sin duda estáis vosotros así animados: venced con dureza a este y a mí. Mira eso, por favor, cómo hacen otras cosas. Haz esto, prestad atención a esto, aplicad las orejas aquí a lo que yo hablo, zurrado género de hombres. Nunca, ¡por Pólux! Será más duro vuestro cuero que esta correa mía. ¿Qué ahora? ¿Duele? Mirad, así se da, si algún siervo desprecia a su amo.