VALLE-INCLÁN es totalmente personal tanto su teatro como en toda su producción. En cuanto a la primera etapa de estética modernista El marqués de Bradomín (1906), recreación del personaje de las Sonatas, ya apunta dos importantes rasgos valleinclanescos: la multiplicidad de lugares en que se desarrolla cada obra, que enlaza más con el Vanguardismo que con el Barroco, y la literariedad de las acotaciones, que las hace indispensables y parte del propio texto literario, con lo que incluso se rompen las carácterísticas del género. En lasComedias Bárbaras –Cara de plata, Ágüila de blasón y Romance de lobos – creóuna Galicia rural de personajes extraños, violentos o tarados, dominados por la figura de don Juan Montenegro, hidalgo de un mundo heroico en descomposición. El lenguaje es menos delicado, pero aún musical y rotundo.
En 1920 Farsa y licencia de la reina castiza parte del anterior infantilismo juguetón y vanguardista para caricaturizar con crudo expresionismo la corte de Isabel II, y en Divinas palabras retoma el mundo de la Galicia bárbara para construir un ambiente sórdido en el que se explota a un enano hidrocéfalo exhibíéndolo en las ferias, y ocurre la trágica represión del adulterio de la mujer del sacristán. Poco después, Valle encontraría la fórmula en la que cuajarían las líneas anteriores: el esperpento. Es en Luces de bohemia, donde el propio Max Estrella define esta estética como “deformación grotesca” o “estética sistemáticamente deformada” necesaria para expresar la realidad social de
España. Se trata de un rico expresionismo -lenguaje brillante de múltiples registros-, que roza el absurdo y lo caricaturesco -personajes degradados, grotescos, contrastes, humor- para conseguir la expresión de un mundo en tensión. Esta estética continúa en Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán (1927), obra ésta última donde se vio aludido el dictador Primo de Rivera, o en las últimas novelas de Valle.
Federico GARCÍA Lorca (1898 -1936) tiene una producción teatral que asombra por su unidad temática. Los críticos la han sintetizado con fórmulas como “el conflicto entre la realidad y el deseo” o “el deseo imposible”. En realidad estos temas no solo definen el teatro de Lorca, sino la totalidad de su obra literaria, ya que el elemento central del universo lorquiano es la frustración. En el teatro, lo que frustra y condena a los personajes lorquianos se sitúa en un doble plano: el metafísico, donde las fuerzas enemigas de los protagonistas son la muerte y el tiempo; y el social, que presenta a los personajes enfrentados con las convenciones, los prejuicios y las barreras
sociales y morales. Con frecuencia, ambos planos se entrecruzan. Lorca se nutre de diversas tradiciones: el drama rural, la tragedia clásica, el teatro de títeres, el teatro de vanguardia… De ahí la variedad de géneros que cultivó. La evolución del teatro de Lorca tiene tres momentos de desigual extensión:
1. Los tanteos y experiencias de los años 20.
En 1920 Lorca estrena El maleficio de la mariposa, una obra simbolista presentada como fábula, en la que una cucaracha se enamora de una bella mariposa. La obra fue un fracaso que duró tres días en cartel. En esta etapa, también llega su primer éxito: Mariana Pineda, estrenada en 1927 con decorados de Salvador Dalí. Es un drama en verso al modo ROMántico sobre la heroína que murió ajusticiada en Granada por haber bordado una bandera liberal. Lorca la plantea como un drama de amor trágico, pero la obra será recibida por el público con una significación política en plena dictadura de Primo de Rivera.
2. El Vanguardismo de los años 30.
Tras su estancia en Nueva York, tanto la obra poética de Lorca como su teatro dan un giro radical. Fruto de esta crisis son las dos obras que él denominó misterios o comedias imposibles: se trata de El público y Así que pasen cinco años, escritas bajo el influjo del Surrealismo. En ellas desata Lorca su imaginación y su lenguaje, y están pobladas por personajes que esconden las obsesiones y frustraciones del autor: la conciencia de ser diferente, la represión, la reivindicación de que cualquier tipo de amor es lícito… Todo ello expresado simbólicamente.
3. Etapa de plenitud.
Es en los años treinta cuando Lorca consigue que su teatro guste definitivamente al público, al que conquista con dos tragedias y dos dramas. En esta época también proyecta otras obras que nunca escribiría. En todas estas obras tiene un puesto central la mujer, que representa con su situación social el ser marginado y perseguido. Todas las piezas se presentan en ambientes andaluces provincianos o rurales, cuya moral asfixiante precipita el destino trágico de las protagonistas.
• Así sucede en Bodas de Sangre (1933), basada en un hecho real: una novia que huye con su amante el mismo día de la boda. Se representa una pasión que desborda barreras sociales y morales, pero que desemboca en la muerte.
• Yerma (1934) es el drama de la mujer condenada a la infecundidad, con todo su alcance simbólico. También fue un gran éxito, pero sufríó el rechazo de los sectores más conservadores de la sociedad.
• Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores (1935) presenta la espera inútil del amor. Lorca se asoma a la situación de la mujer en la burguésía urbana, a la soltería de las muchachas de provincias, condenadas a marchitarse como flores.
• La casa de Bernarda Alba (1936), que Lorca nunca vio representada, es un drama rural en el que una pasión prohibida vuelve a chocar con las convenciones sociales. En este caso Lorca coloca a cinco mujeres en una situación límite: el luto interminable, el encierro y la oscuridad, se unen al autoritarismo de su madre (Bernarda). La falta de libertad, la asfixia y las pasiones extreman los conflictos, que conducirán a un final trágico.