Narrador
Andrea, la protagonista, es la narradora en primera persona, por lo que solo tenemos su perspectiva. Es poco fiable: su carácter impresionable se traslada a la escritura. Existe distancia entre la Andrea que recuerda y la que vivíó en Barcelona (No una muchacha como era yo entonces )p.229) // tal como entonces con mis dieciocho años lo concebía yo (p. 218)).
Sin embargo, la autora introduce otros puntos de vista en algunos episodios, como los capítulos XV y XX, que cuentan la visita al barrio chino por parte de Juan, narrada de forma dinámica y sin apenas estilo poético primero según Andrea y luego según Gloria, algo que vuelve a suceder en los capítulos XVI y XXI con una escena evocada por Iturdiaga y luego por Ena.
El narrador emplea varias modalidades discursivas; entre las que prevalecen las formas descriptivas, que juegan entre el Naturalismo con sus elementos realistas y sustratos más ROMánticos. Sigue una intención mimética de representar unos lugares concretos (sobre todo la casa, los cafés universitarios, el laberinto de calles barcelonesas) en el tiempo de la más inmediata posguerra. Pero la traiciona la connotación subjetiva con que todos estos lugares son distorsionados: idealizados o demonizados en el binomio bien/ mal que acompaña toda la obra.
En 2o lugar, aparecen modalidades narrativas como tal, pero no es la labor principal de este narrador contar acciones, (la novela ha sido calificada por la crítica de prosa lírica o narración poética.) Hay una considerable cantidad de modalidades digresivas en la que Andrea reflexiona sobre sí misma, la situación o incluso sobre la literatura y el sentido de la escritura) Los modos dialógicos ( Hay que destacar el capítulo IV en el que se introduce un fragmento dialogado, como si se tratara de una escena teatral) también tienen su importancia; traspone estos diálogos polifónicos que ella presencia o de los que se acaba enterando. Van siempre precedidos por alguna descripción física o psicológica o un comentario valorativo previo o posterior a sus acciones. Es en estos momentos de charla cuando los personajes se cuentan a sí mismos.
Contexto literario
En este contexto histórico y social, el relato de Laforet, de título además tan simbólico, se inserta en la narrativa de corte existencialista que se produjo en Europa después de la segunda Guerra Mundial y que daría a luz obras tan destacadas como El extranjero de Albert Camus o La náusea de Jean Paúl Sartre.
LA NOVELA DE POSGUERRA: El ambiente de vacío y desorientación cultural propio de los años 40 es muy acusado en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan prohibidas las novelas con contenido social o fuera de la ortodoxia católica, así como las obras de los exiliados. Es una época de búsqueda, de tanteos. Algunos autores, pertenecientes al bando vencedor y que ya habían publicado antes de la guerra, gozaban del favor del régimen y hubieran podido servir de puente entre ambas etapas (así, los falangistas Rafael García Serrano y Rafael Sánchez Mazas), pero sus aportaciones fueron escasas o no tuvieron eco. Otros, como J.Antonio Zunzunegui o Darío Fernández Flórez, alcanzarían cierta resonancia dentro de un Realismo tradicional.
LA NARRATIVA DEL EXILIO: Los autores desterrados añoran la España perdida, aunque la temática es muy variada. Proliferan los libros de memorias y las autobiografías, como La arboleda perdida de Rafael Alberti. Otros autores y sus obras son: Max Aub con Campo francés; Ramón J. Sender con el conjunto de novelas Crónica del Alba (1942 a 1946) y Réquiem por un campesino español (1953); Francisco Ayala y Los usurpadores (1949); Rosa Chacel con Memorias de Leticia Valle (1945) y Arturo Barea con La forja de un rebelde (1940-45).
LA NARRATIVA DEL INTERIOR: La pérdida de referencias literarias por la muerte de escritores como Unamuno, Valle y el exilio a causa de la guerra, así como la censura, hace necesario crear una nueva tradición novelística que retoma en parte la narrativa realista de Galdós o Baroja, rompiendo con el Vanguardismo y la experimentación de antes de la guerra. La novela se puede clasificar dentro de tres tendencias. En todos ellos hay una visión pesimista y existencial de la realidad:
● Ideológica: auspiciada por el régimen, los vencedores son los buenos y los vencidos los malos. Leoncio Pancorbo (1942), de José María Alfaro.
● Realista clásica: cuentan la vida de la burguésía con sus valores y comportamientos. El argumento es muy extenso, con una larga sucesión de hechos en un periodo largo de tiempo. Es la llamada novela río. Mariona Rebull (1944) de Ignacio Agustí.
● De humor y fantasía: se crean mundos imaginarios para evadirse de una realidad demasiado terrible. El bosque animado (1943) de Wenceslao Fernández Flórez.
Por otro lado, se produce una renovación de la novela con La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela. Esta obra, con influencias de Quevedo y el Lazarillo, pero con un tono más agrio y directo, inauguró el llamado tremendismo que se caracteriza por mostrar los aspectos más sórdidos de la realidad de una manera cruda.
Otras obras que renuevan la novela en este periodo son Nada (1945) de Carmen Laforet, y Los Abel (1948) de Ana María Matute, que muestra carácterísticas neorrealistas. Esta obra se inicia con gran lirismo y poco a poco se sumerge en un Realismo exacerbado. La mirada protagonista infantil o adolescente es lo más sobresaliente y marca un distanciamiento afectivo entre realidad y sentimiento o entendimiento.
Tanto Nada como La familia de Pascual Duarte, a pesar de ser dos novelas muy diferentes, significan una primera toma de contacto con un fondo de realidad sobre el que se representa la incertidumbre del destino humano; un primer paso hacia el Realismo existencial, ya que se contempla la existencia del hombre contemporáneo en situaciones extremas que ponen a prueba la condición humana.
Estos dos novelistas reflejan de forma amarga la vida cotidiana de posguerra, pero sin llegar a la denuncia social, cosa que la férrea censura hace imposible. Sus grandes temas serán la soledad, la inadaptación, la soledad, la muerte… Es sintomática la presencia de personajes marginales y desarraigados, desorientados y angustiados. Todo ello revela el malestar del momento, pero sin salir de la esfera de lo personal, de lo existencial. El denominador común de estas novelas es la frustración de la vida cotidiana, la angustia por un tipo de vida no deseado, la tristeza y el ansia existencial.
En estas novelas también está presente la soledad, la inadaptación, la frustración por una sociedad en decadencia, los personajes
marginados y la muerte. En Nada claramente encontramos ejemplos de esto: la pobreza (casa de la abuela, el hambre…), la violencia (entre Juan y Gloria) y la muerte (ROMán). Desde el punto de vista estilístico, la novela existencial de los años cuarenta se caracteriza por su concepción realista y por su sencillez de técnicas narrativas. En ellas prevalece la narración lineal de los hechos, el narrador en primera o tercera persona y la ausencia de saltos temporales. Tampoco se puede afirmar que los novelistas de esta época formen una escuela o una posible generación del 36, puesto que cada cual posee su propia técnica narrativa y su personalidad definida e independiente. En efecto, Carmen Laforet no estuvo adscrita a ningún movimiento o escuela literaria.