Desde 1940
La década de los 40 se centra en historias individuales de extremada crudeza, dentro de lo que se ha venido en llamar el Realismo tremendista, estilo que pone el acento en los aspectos más sórdidos y desagradables de la realidad, pero evitando referencias sociohistóricas concretas para no chocar con la censura del momento. Carmen Laforet (Nada), Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada) y Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte) son los principales representantes de narrativa de esta década. No faltan en este momento otras tendencias como la novela fantástica y humorista (Wenceslao Fernández Flórez, El bosque animado) o el Realismo tradicional más convencional (Ignacio Agustí, Mariona Rebull). Los años 50 asisten al florecimiento de la novela social. Al igual que en la poesía, se produce un paso del yo al nosotros; las novelas se centran no en el conflicto particular de un protagonista individual, sino en los problemas de un conjunto de personajes. Se trata de novelas de protagonista colectivo. Se observa en esta década la influencia de las técnicas narrativas extranjeras, así como una tendencia al objetivismo y al neorrealismo. Algunos novelistas, optan por el Realismo crítico, que pretende agitar las conciencias y denunciar las injusticias sociales. Obras: La colmena (Camilo José Cela), El camino (Miguel Delibes) o Pequeño teatro (Ana Mª Matute). Los conflictos sociales son el eje central de muchas de estas novelas, en las que el estilo, se vuelve deliberadamente coloquial, como forma de acercarse al habla viva. La obra más significativa es El Jarama (Rafael Sánchez Ferlosio). Destaca el contrapunto entre el habla expresiva y popular del pueblo y la empobrecida de los excursionistas madrileños. Presencia del dialogo contribuye al máximo objetivismo. A partir de los 60, se produce una superación del Realismo. En 1962 se publica Tiempo de silencio de Luis Martín Santos y La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa. Con estas obras se inicia una nueva forma de narrativa, mucho más preocupada por los aspectos formales. Esta nueva narrativa implica transformaciones en todos sus elementos: acción, personajes, punto de vista, estructura, diálogos, descripciones, tipos de monólogo, etc. Que se ven alterados por la adopción de nuevas técnicas que difuminan los límites entre los géneros. También se la denomina a esta línea narrativa novela experimental. Obras: Juan Goytisolo (Señas de identidad), Miguel Delibes (Cinco horas con Mario) o Juan Benet (Volverás a Regíón).
A partir de los 70:
En la década de los 70 surge la generación del 78 con las siguientes carácterísticas: 1. Aunque se inician en el experimentalismo evoluciona hacia formas tradicionales del relato donde recobra importancia la anécdota. 2. La trama sigue estructura propia de formas de novelas consideradas secundarias (policíacas, aventura y folletín). 3. Se desvinculan del compromiso social y político porque los problemas se enfocan desde la individualidad. 4. Los temas suele representarse desde el desencanto pero el tono es generalmente irónico y humanístico. Tras la publicación de La sagalfugal de J. B. Que es la novela que inaugura el período, el verdadero hito lo supuso en 197 La aparición de La verdad sobre el caso Savolta que emplea recursos técnicos como la mezcla de materiales narrativos, desorden cronológico, parodias de género. En la misma tendencia se sitúa Antonio Muñoz Molina ( Beatus ille, Beltenebros..), a Arturo Pérez Reverté (El maestro de esgrima, La tabla de Flandes…) o Manuel Vázquez Montalbán (Galíndez, El estrangulador
..).
-Novela histórica: Eduardo Alonso (El insomnio de un día de invierno, Palos de ciego). Alberto Méndez:
Los girasoles ciegos
.
-Novela metaliteraria, en la que el propio hecho narrativo ocupa un papel central en la trama: Luis Landero (Juegos de la edad tardía, El guitarrista), Juan José Millás (La soledad era esto; El mundo).
-Novela de autoficción, caracterizada por utilizar la vida real del escritor como materia novelable. Se difumina la frontera entre la realidad y la ficción: Soldados de Salamina, de Javier Cercas; Negra espalda del tiempo, de Javier Marías; París no se acaba nunca y Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas.
– Novela prolongadora del Realismo: Julio Llamazares (La lluvia amarilla, Escenas de cine mudo, Luna de lobos).
– Novela estilística: Francisco Umbral (Mortal y rosa), Javier Marías (Mañana en la batalla piensa en mí). Luis Mateo Díez (Las horas completas, La fuente de la edad, La ruina del cielo, Balcón de piedra).
– Novela intimista: Adelaida García Morales (El sur). José Luis Sampedro (La sonrisa etrusca, El río que nos lleva).
-Auge del cuento y de la novela corta por razones sociológicas y de consumo. Destacan Manuel Rivas (¿Qué me quieres, amor?, El lápiz del carpintero) o José María Merino, entre otros.
-Novela negra: Juan Madrid (Tánger); Lorenzo Silva (El alquimista impaciente); Andrés Trapiello (Los amigos del crimen perfecto).
– Afterpop o generación ‘’Nocilla’’, la crítica ha agrupado a una serie de escritores; además de Fernández Mallo, encontramos a los novelistas Germán Sierra, Vicente Luis Mora o Javier Calvo. Se percibe en ellos el influjo de la estética híbrida y fragmentaria de las nuevas tecnologías.