Por un lado, el Modernismo es un movimiento literario que defiende el arte por el arte y la búsqueda de la belleza. Por otro lado, la Generación del 98 es un movimiento conjunto de escritores e intelectuales que realiza una profunda crítica de la situación de España, tomando su nombre del Desastre del 98, donde se produce la pérdida de las últimas colonias españolas: Cuba y Filipinas. Esta derrota hiere el orgullo de los españoles, ya que es, para ellos, un símbolo de la decadencia del país. Se agravan los problemas sociales, que habían aparecido con la implantación de la Revolución Industrial. Los obreros comienzan a organizarse, en sindicatos, y se desarrollan el partido socialista y el anarquismo. Estos movimientos abarcan desde 1888, fecha en que el poeta nicaragüense Rubén Darío publica Azul, hasta 1914, cuando Azorín señala la aparición de una nueva generación literaria: los novecentistas. El período está marcado por el conocido Desastre del 98 que significará la decadencia política y cultural de España a finales del Siglo XIX. Ambos movimientos tienen en común, fundamentalmente, la búsqueda de un lenguaje diferente, más claro, más preciso y más bello; su espíritu de protesta; y su profundo amor por el arte. Se diferencian básicamente en que, mientras los modernistas buscan ante todo la belleza y los valores estéticos del lenguaje, dentro de una concepción de la vida, revolucionaria, antiburguesa y hasta bohemia y elitista, los noventayochistas buscan ante todo la verdad, aunque cuiden la belleza de su prosa, se inclinan sobre su propia conciencia y analizan los intrincados caminos del pensamiento y del sentimiento en el hombre moderno.
Luces de bohemia constituye el adiós definitivo de el autor a la estética modernista y a la bohemia heroica que pensaba que podría sobrevivir al margen de la vulgaridad burguesa. A través de la identificación entre Max y Víctor Hugo se da por finalizada la bohemia antiburguesa. El mismo significado de despedida tiene la presencia de la figura de Rubén Darío, con el que Max evoca la bohemia parisina de Verlaine y, sobre todo, la autocita, que supone ver al marqués de Bradomín (el protagonista de sus decadentistas Sonatas) degradado, casi mendicante, aceptando su derrota del brazo de Rubén Darío en el entierro de Max. ——valle-inclán es consciente de que los nuevos tiempos hacen imposible la existencia superior del artista aristocrático modernista. El propio Max se contagia de la degradación general aceptando el dinero que le ofrece el ministro. Si la vida bohemia ya no es posible, tampoco lo es la estética modernista que la sustenta. Ese descubrimiento lleva a Max a la sintetización de una nueva estética (el esperpento) que sea capaz de ofrecer una visión del mundo tanto más cierta cuanto más deformada. Max llega a esta conclusión cuando está a punto de llegar al final de su vida. En este sentido se le ha comparado con Don Quijote, pues ambos emprendieron un viaje por la realidad española (el de Max marcado por la pobreza, el hambre y la degeneración) y ambos ven, antes de morir, la sinrazón de su vida anterior. En ambos casos hay una despedida de una forma de vida (caballería andante – bohemia) y el rechazo de una estética de carácter evasivo (libros de caballerías – idealismo modernista) y en ambos casos hay también un profundo sentido crítico de la realidad española. El viaje de Max tiene ecos dantescos: es un descenso a los infiernos. Don Latino será el Virgilio que acompaña a ese enfurecido Dante, que sabe que la única forma de trascender ese infierno es la muerte. ——El profundo dolor de España es un tema de raíz noventayochista. El retrato incluye incluso referencias a la Historia de España que explicarían el presente estado de degeneración. VALLE-INCLÁN no deja a nadie a salvo de las críticas, especialmente duras con las figuras del orden y la clase política. Sin embargo, no se produce la idealización del pueblo. Se trata de una condena de la sociedad española en su conjunto. Pero cabe puntualizar que, sí que salva a algunos personajes de este proceso por su sinceridad, compromiso o simplemente por no intentar aparentar lo que no son. En este sentido, en primer lugar, destacan el preso catalán y la mujer con su niño muerto en brazos; en segundo, la esposa y la hija de Max; y la Lunares. ——También se relaciona con el 98 la renovación literaria experimental que intenta superar el estancamiento de la comedia burguesa. VALLE-INCLÁN no duda en acercarse a modelos teatrales considerados menores, como el sainete o el astracán, trascendíéndolos para crear así un nuevo género capaz de expresar las inquietudes del autor y plantear su denuncia. Igualmente propio del teatro de los autores del 98 son la riqueza verbal, con primacía del diálogo sobre la acción, y la riqueza expresiva de las acotaciones, que difumina las fronteras entre lo dramático y lo narrativo.
Luces de bohemia constituye el adiós definitivo de el autor a la estética modernista y a la bohemia heroica que pensaba que podría sobrevivir al margen de la vulgaridad burguesa. A través de la identificación entre Max y Víctor Hugo se da por finalizada la bohemia antiburguesa. El mismo significado de despedida tiene la presencia de la figura de Rubén Darío, con el que Max evoca la bohemia parisina de Verlaine y, sobre todo, la autocita, que supone ver al marqués de Bradomín (el protagonista de sus decadentistas Sonatas) degradado, casi mendicante, aceptando su derrota del brazo de Rubén Darío en el entierro de Max. ——valle-inclán es consciente de que los nuevos tiempos hacen imposible la existencia superior del artista aristocrático modernista. El propio Max se contagia de la degradación general aceptando el dinero que le ofrece el ministro. Si la vida bohemia ya no es posible, tampoco lo es la estética modernista que la sustenta. Ese descubrimiento lleva a Max a la sintetización de una nueva estética (el esperpento) que sea capaz de ofrecer una visión del mundo tanto más cierta cuanto más deformada. Max llega a esta conclusión cuando está a punto de llegar al final de su vida. En este sentido se le ha comparado con Don Quijote, pues ambos emprendieron un viaje por la realidad española (el de Max marcado por la pobreza, el hambre y la degeneración) y ambos ven, antes de morir, la sinrazón de su vida anterior. En ambos casos hay una despedida de una forma de vida (caballería andante – bohemia) y el rechazo de una estética de carácter evasivo (libros de caballerías – idealismo modernista) y en ambos casos hay también un profundo sentido crítico de la realidad española. El viaje de Max tiene ecos dantescos: es un descenso a los infiernos. Don Latino será el Virgilio que acompaña a ese enfurecido Dante, que sabe que la única forma de trascender ese infierno es la muerte. ——El profundo dolor de España es un tema de raíz noventayochista. El retrato incluye incluso referencias a la Historia de España que explicarían el presente estado de degeneración. VALLE-INCLÁN no deja a nadie a salvo de las críticas, especialmente duras con las figuras del orden y la clase política. Sin embargo, no se produce la idealización del pueblo. Se trata de una condena de la sociedad española en su conjunto. Pero cabe puntualizar que, sí que salva a algunos personajes de este proceso por su sinceridad, compromiso o simplemente por no intentar aparentar lo que no son. En este sentido, en primer lugar, destacan el preso catalán y la mujer con su niño muerto en brazos; en segundo, la esposa y la hija de Max; y la Lunares. ——También se relaciona con el 98 la renovación literaria experimental que intenta superar el estancamiento de la comedia burguesa. VALLE-INCLÁN no duda en acercarse a modelos teatrales considerados menores, como el sainete o el astracán, trascendíéndolos para crear así un nuevo género capaz de expresar las inquietudes del autor y plantear su denuncia. Igualmente propio del teatro de los autores del 98 son la riqueza verbal, con primacía del diálogo sobre la acción, y la riqueza expresiva de las acotaciones, que difumina las fronteras entre lo dramático y lo narrativo.