PLANO POÉTICO
En “La casa de Bernarda Alba” se combinan realidad y poesía. La obra supera los límites del Realismo. No obstante, todo está visto desde una dimensión poética. Los recursos literarios (hipérbole, antítesis, metáforas…) llevan a la poetización de la realidad. El lenguaje poético de García Lorca se integra en el habla de los personajes. Los detalles realistas en el primer acto van disminuyendo conforme avanza la obra. Los personajes se van diluyendo en siluetas perfiladas. En el tercer acto aparecen elementos clásicos, poéticos: la noche estrellada, García Lorca se sirve del verso en la letanía del primer acto, en la canción de los segadores, y en la canción de nana que canta Mª Josefa con la oveja en brazos. En el habla de los personajes se mezclan el lenguaje coloquial y exquisitas figuras literarias como comparaciones (los segadores son “como árboles quemados”), hipérboles (siegan “entre llamaradas”), imágenes y metáforas (la casa es “un presidio”, “un infierno”), y paralelismos.
PLANO SIMBÓLICO
Es notable la presencia de símbolos físicos que aluden a experiencias psíquicas internas: Adela tiene un abanico de flores rojas y verdes… Los colores también tienen valor simbólico, el blanco simboliza la vida, la alegría, el amor y la libertad; el negro simboliza la tristeza, el odio, la represión y la muerte; el verde simboliza la rebeldía. El blanco, cuando se refiere al color de las paredes de la casa, representa pureza. Así, en el acto primero las paredes son “blanquísimas” y, conforme avanza la obra, pasan a ser “ligeramente azuladas” (acto tercero). Esto simboliza la pérdida de pureza a lo largo de la obra. Los animales también tienen valor simbólico: el caballo simboliza la pasión sexual, el deseo amoroso, y es, además, el correlato animal de Pepe el Romano; la oveja simboliza la imagen del niño y la fertilidad; el perro, la sumisión, la animalización. Los árboles representan la fuerza y la virilidad; las flores, el amor y la pasión; la luna, la muerte y el erotismo; el sol, la vida y la alegría; y el agua, en concreto la sed, el deseo sexual. El bastón de Bernarda simboliza su autoridad tiránica. De ahí que, en un momento dado, Adela se lo arrebate en su enfrentamiento al final de la obra y lo parta en dos. Finalmente, los nombres de los personajes describen algunos de sus rasgos: Bernarda Alba (su nombre significa “con fuerza de oso” y su apellido hace referencia al blanco, símbolo de pureza), Angustias, Martirio y Magdalena (sufrimiento), Adela (noble), Amelía (enérgica), Mª Josefa (hace referencia a los padres de Jesús), Poncia (remite a Poncio Pilatos) y Prudencia (una de las cuatro virtudes cardinales). El lenguaje poético de García Lorca tiene, pues, dobles valores, dobles y múltiples significados, que convierten las palabras en símbolos dentro de la obra.
PLANO SOCIAL
En “La casa de Bernarda Alba” se desarrolla un enfrentamiento entre el principio de autoridad, representado por Bernarda, y el principio de libertad, representado por las hijas. En la obra aparece, como raíz del principio de autoridad, el instinto de poder absoluto, encarnado por Bernarda. A ese instinto de poder se le opone el instinto del sexo, tan elemental y ciego como el instinto de poder. La casa de Bernarda Alba es un mundo cerrado dentro de otro mundo cerrado. Ambos no se excluyen sino que se necesitan, pues la destrucción de uno conduciría, indefectiblemente, a la destrucción del otro. Los sentimientos de odio y envidia presiden las relaciones humanas. Lorca denuncia las diferencias sociales y el orgullo de clase. Las relaciones humanas estás jerarquizadas y dominadas por la crueldad. La desigualdad es, en cierta medida, la causa del drama, pues Pepe el Romano elige a Angustias por su fortuna. La crítica social predomina en el primer acto, al servicio de la presentación de un ambiente. En notoria la marginación de la mujer y el comportamiento femenino basado en la honra y decencia aparentes, con el consiguiente acatamiento de las normas sociales convencionales, así como la diferenciación social del trabajo en función del sexo, y la desigualdad de hombres y mujeres ante la ley. Cuando Bernarda descubre el cadáver de su hija exclama: “ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? Silencio”. La añeja concepción de la honra, tal y como se entendía en el Siglo XVIII, tiene plena vigencia para Bernarda. Su miedo a la murmuración exige el decoro hasta el límite de lo inhumano. García Lorca creó este drama de mujeres en los pueblos de España con la intención de ofrecer un documental fotográfico. Es posible que pensara en una España aislada, fiel a una tradición ya moribunda.