El Realismo mágico en relación con La casa de los espíritus:
El Realismo Mágico nace con los cuentos de Horacio Quiroga a principios del XX, pero no será hasta los años 60 y 70 que varios escritores del llamado Boom latinoamericano lo utilicen como sello distintivo de sus novelas. García Márquez, con Cien años de soledad, y Los pasos perdidos de Alejo Carpentier serán sus mayores exponentes. Es un mecanismo narrativo que pasa por introducir hechos insólitos o fantásticos en una narración realista. Lo verdaderamente sorprendente no es el hecho en sí, sino que los personajes, en su mayoría simples y prosaicos, lo asumen sin más como parte de su vida cotidiana y no se molestan en analizarlo. Las propiedades que surgen de la realidad son: clarividencia, levitación, vidas largas al estilo bíblico, milagros, enfermedades mitad imaginarias que son exageradas hiperbólicamente. La magia de los ambientes, la extravagancia de sus personajes y la ferviente imaginación con la que la autora desvela el lado oculto de la vida cotidiana y sobre todo la ambigüedad con que presenta las situaciones que se mueven entre el lado real y fantástico son parte del estilo particular de los autores latinoamericanos, que condicionados por el ambiente en el que viven, por la naturaleza fantástica y por la tradición mágica, producen una literatura rica en hipérboles, exageraciones e imágenes sorprendentes. Todo esto representa la parte mágica, mientras el Realismo se encuentra en el modo de contar la narrativa: como si el hilo principal fuera realista y lo más importante, mientras que lo mágico no representa más que unos detalles ordinarios de poca importancia. El Realismo mágico invita al lector a menospreciar lo real, a apreciar lo milagroso y a despreciar lo histórico. En la novela esto sucede desde el primer momento.
Influencias de cien años de soledad en la casa de los espíritus: a)en el nivel de contenido. -La trama se reduce a la historia de una familia: Trueba/Buendía. La bella rosa evoca a Remedios la bella. -Las genialidades del tío marcos evocan al febril patriarca Aureliano Buendía. -Los gemelos, Jaime y Nícolás Trueba presentan simetría con Aureliano Segundo y José. -Arcadio Segundo. -Blanca Trueba presenta similitudes con Meme Buendía (amor por un hombre de baja condición social, reclusión en un colegio, maternidad prohibida…) El conde Jean de Santigny evoca la imagen de Pietro Crespi y del belga Gastón, esposo de Amaranta Úrsula. -Jaime Trueba encerrado en su túnel de libros reedita la imagen del cuarto de Melquíades y sus sucesivos habitantes, especialmente Aureliano Babilonio. -Clara y Úrsula son dos mujeres muy diferentes pero comparten una serie de funciones capitales, ambas son el eje central del mundo evocado. B)En el código retórico: -énfasis que ambas ponen por lo inusitado y descomunal. Magia de un mundo simple y primitivo (los espíritus se pasean con la misma naturalidad con la que se hacen las tareas de casa). -un mundo azotado por catástrofes telúricas (diluvio en Macondo, terremoto en La casa…). -Mundo bárbaro y primitivo, pero con naturalidad retórica, (la muerte por equivocación -Rosa la Bella, Aureliano Buendía que no había pedido café pero se lo tomó cuando tras pasar por cien manos, le llegó a él; embalsamamiento de Rosa la Bella y José Arcadio, la cabeza de Nívea y los huesos de los padres de Rebeca- Aquí contrastan el carácter inusitado del hecho con la naturalidad con que los personajes lo perciben. Expresión de un fenómeno y su drástica solución en unas pocas líneas (mudez de Clara / Rebeca.´ -El Realismo fantástico en La casa de los espíritus parece ser cosa genética en la familia, aunque sólo en la rama femenina. Tenemos personajes que vienen marcados por una carácterística insólita, como Rosa La bella, poseedora de una «extraña belleza. De Nívea, la madre de las dos hermanas, se llega a decir que consideraba el pelo verde de una y la telequinesia de la otra. Aquí el Realismo mágico invade las vidas de Rosa y de Clara, la casa de los Del Valle y la Gran casa de la esquina, pero a la muerte de Clara lo insólito se va relajando y así nos lo hace notar el narrador. El senador Trueba, hilo conductor de todo el texto, se ve contagiado en algunos aspectos de su vida. Pero en general es un personaje encerrado en sí mismo, que solo siente el mundo que lo rodea a través de sus rabietas y de su esposa, y cuando esta muere y los tiempos cambian se va volviendo cada vez mas cansado y mas triste. En este texto se presenta lo extraordinario como una hipérbole de la realidad cotidiana, y cualquier signo de superstición deja de serlo, porque las premoniciones se cumplen, los objetos se mueven y los muertos vuelven para cuidar de los vivos y despedirse. Las barreras entre lo real y lo extraordinario se vuelven tan porosas que poco a poco vemos colarse rasgos inverosímiles en situaciones dramáticas y no nos asombramos de ello. Ni siquiera Esteban Trueba se atreve a llevarle la contraria porque el espíritu de su esposa los observa desde la esquina del cuarto.
Aspectos políticos y sociales reflejados en La casa de los espíritus:
La casa de los espíritus es una novela que abarca varias generaciones y comprende grandes cambios políticos. Es importante aclarar primero que, aunque nunca llega a decirse abiertamente, no hay duda de que la autora está pensando en Chile cuando la escribe: su propio pasado, la descripción geográfica, los personajes de el Presidente y el Poeta, las alusiones a que «esto no pasa en este país, aquí el ejercito no se subleva» (a diferencia de otras dictaduras ya famosas en toda Sudamérica), nos llevan irremediablemente a superponer los hechos de la ficción a la historia de este país, y vemos que encajan perfectamente. El relato se inicia con los cuadernos de Clara, pero va a ser Esteban Trueba el único personaje que vivirá todas las épocas, y el, al igual que su suegro antes, va a ser un hombre volcado en la política, como corresponde a la oligarquía de su época. La novela da comienzo en la primera década del Siglo XX, y diversos acontecimientos históricos y sociales en la vida de los personajes van a marcar el paso del tiempo: los felices años veinte, de peinados cortos y grandes collares para las mujeres de la capital; la llegada de los nuevos automóviles, que se desplazaban a la peligrosísima velocidad de 20k/h; la evolución de las tropas en la II
Guerra Mundial, que Esteban seguirá en un mapa con alfileres desde las Tres Marías; la prosperidad de Chile como despensa de una Europa en crisis; la llegada de inmigrantes ilustres, como el conde Jean de Satigny; la demonización del comunismo por parte de la derecha después de que el gobierno tomara partido por los capitalistas en la Guerra Fría; el gran terremoto de 1960… A medida que avanzan los acontecimientos y las relaciones entre los personajes se vuelven cíclicas, la sociedad chilena se articula como una gran mayoría, analfabeta y pobre, que trabaja como inquilina en fundos o se hacina alrededor de las ciudades, contrapuesta a la minoría oligarca, culta e investigadora, que viaja, domina, conoce y se distrae del aburrimiento en pasatiempos frívolos. El gran contraste se crea aquí a través de las parejas: Blanca y Pedro Tercero, Nícolás y Amanda, Alba y Miguel… En el momento en que alguno de estos nuevos jóvenes se aventura a dejar el camino que le ha sido trazado, encuentra que lo separa una zanja de la otra clase social.
Alba y Miguel, los últimos, son un reflejo de lo que fueron cuarenta años antes Blanca y Pedro, con la diferencia de que ahora la Facultad los iguala: su educación ha creado un puente que salva el abismo económico que los separa. Al igual que ellos, Jaime también decide no refugiarse en su clase social, pero el no lo hace por amor, sino por convicción. Es curioso el tratamiento que da la autora al problema de la explotación de los pobres, pues nunca llega a caer en el maniqueísmo: ni Esteban Trueba es tan malo, ni los pobres campesinos son tan buenos. El amo practica el despotismo ilustrado: manda, domina y ordena; pero argumenta a cambio que a nadie le falta comida en sus tierras, todos sus inquilinos viven limpios, cómodos, no pasan hambre ni frío y tienen la oportunidad de ir a la escuela y aprender a coser o a plantar. Esteban Trueba, además, nacíó pobre y ha levantado su casa de la nada. El pueblo, sin embargo, pide algo más: pide libertades, derechos humanos básicos, dignidad, tiempo libre, posibilidad de escoger… Y el nuevo gobierno se lo proporciona. Pero con el mal uso de sus libertades vuelven a darle la razón al amo: en efecto, sin una mano dura que los controle los campesinos se vuelven vagos e inconscientes, dejan perder las cosechas, se comen los animales y regresan las hambrunas. La autora deja así esta sociedad en una difícil solución, y el problema acabara desembocando en un golpe militar. Los últimos capítulos de la novela se despegan totalmente del Realismo mágico y caen en la más amarga novela realista. En el triunfo del Candidato y la posterior reforma agraria, en el boicot de las empresas nacionales y de los inversores extranjeros, vemos claramente la época de gobierno de Salvador Allende, de 1970 a 1973. Esteban Trueba representa a aquella gran parte de la sociedad chilena que duerme llena de pánico a los comunistas y espolea a las fuerzas armadas para que tomen cartas en el asunto y, al igual que todos los demás, tendrá tiempo después de arrepentirse de lo que ha sucedido. Esteban García representa el producto necesario del odio. Era inevitable que una sociedad tan injusta creara personajes así. Como bien dice Alba, el amo violó a su abuela entre los cañaverales, ahora él la viola a ella. Sería deseable poder cerrar ese círculo de odios y venganzas y que su nieto no llegue a violar a la nieta de él en un futuro. A partir de aquí se relatan una serie de atrocidades que contrastan con la imagen de orden y pulcritud que intenta dar el país al exterior, y el personaje de Alba se mueve en estas idas y venidas clandestinas, entre supermercados llenos de manjares que nadie puede comprar, calles sin mendigos, barrios de chabolas tapiados para que no los vean los turistas y campos de concentración. Por supuesto, la versión oficial para la prensa es que Salvador Allende se suicidó en el Palacio de la Moneda. Este ultimo acto de cobardía a convénía mucho a la oposición. Las torturas, los fusilamientos indiscriminados, los allanamientos y las violaciones no salieron a la luz hasta mucho tiempo después. La sociedad bajo la opresión se divide finalmente en dos bandos: los mayores, que se exilian, como Blanca y Pedro; y los jóvenes que aún confían en que un cambio es posible, como Alba y Miguel, que se quedan para luchar.