30 Días
Shayla Kersten
RESUMEN
Biton Savakis es un rico abogado de 42 años de la ciudad de
Nueva York que se siente perdido sin su amado esclavo por más de
diez años: hace tres meses, Erik fallecíó de cáncer y desde entonces
su voluntad de vivir como un Dom se está alejando. Hasta que una
simple mirada a un hermoso pelirrojo tan perdido y desesperado
como él mismo hace reaccionar a Biton. Tal vez el joven pueda
ayudarlo a aliviar su dolor, aunque sea por un breve tiempo.
Lamentablemente, el joven viene con su propio equipaje
emocional.
Es muy duro brindar paz y felicidad a alguien que jamás las ha
conocido. Pero más duro es sentirse impotente ante un joven a quien
nadie jamás en su vida ha amado, y te mira horrorizado sólo porque
eres amable.
Cavan nunca escogíó la vida de un esclavo, pero no puede
recordar que alguna vez no lo fuera. Golpeado casi hasta morir y
tirado a la calle por su antiguo Amo, no sabe qué hacer. Cuando Biton
le ofrece un contrato temporal, Cavan no entiende el significado de las
palabras de su nuevo Amo. Todo lo que entiende es que tiene una
nueva casa y alguien a quien servir. Pero qué le pasará cuando el
contrato se termine… en treinta días…
Y tampoco entiende que hay Amos que te alejan del dolor de
una manera que te hace añorar y desear que esos treinta días jamás
terminen.
Biton y Cavan no lo saben, pero tendrán treinta días para
comprender qué hay más allá del dolor que padecen.
CAPÍTULO UNO
Biton Savakis estaba hambriento. Pero no de comida en el
sentido literal de la palabra. Su cuerpo ansiaba un sustento diferente,
un alimento diferente. Tres meses atrás, su mascota, su adorado y
muy amado esclavo, había muerto. Biton no pudo salvarlo, nada
podría haberlo hecho. El cáncer había atacado a Erik rápidamente y a
pesar de la riqueza de Biton y su influencia, el pronóstico había sido
desesperanzador.
Hasta el final, Erik permanecíó como su fiel esclavo; nunca ni
una vez cedíó ante los intentos de Biton, de cambiar su relación en
bien de su salud. Nada habría hecho a Erik más feliz que servirle a él,
y finalmente Biton dejó de insistir. Cualquier cosa que hiciera feliz a
Erik, se la hubiera dado durante el tiempo que le quedaba.
Cuando Erik partíó, el deseo de Biton de dominar a otra persona
se fue con él. Hasta esta noche.
Biton entró al establecimiento, un poco más que agitado. Su
incomodidad no se mostraba, no podía. Como un experimentado
dominante, nunca se permitiría mostrar sus sentimientos, pero la idea
de estar con alguien, que no fuera Erik, dolía más de lo que esperaba.
El silencio cayó sobre los presentes, al tiempo que volteaban para
mirarlo. Un vistazo, alrededor del cuarto en penumbras, le reveló un
par de caras familiares.
Cabeceando en su dirección, los otros Amos volvieron a sus
propios asuntos.
Tan temprano en la tarde, no habría muchas personas allí, por
eso Biton decidíó entrar. Demasiadas preguntas, demasiadas miradas
dolorosas, no podría soportar la compasión.
El club no había cambiado. Los paneles de madera oscura en la
pared y la mala iluminación, hacían difícil ver, algo más, que la oscura
madera veteada de la barra. El humo irritaba sus ojos, mientras
caminaba por el cuarto.
Biton cabeceó al camarero.
—Whisky escocés, solo.
—Biton, amigo mío, ¿cómo estás?
Girando hacia la voz familiar, se encontró a Antonio Casala,
seguido por su esclava, Liá.
Una mano fuerte agarró su hombro, pero Biton se apartó.
—He tenido mejores momentos. Ha sido muy duro. —Biton
tomó un sorbo de whisky, para aliviar la opresión en su garganta. El
gesto comprensivo hacía que fuera demasiado fácil ceder ante lo que
él sólo podría hacer en la privacidad de su propia casa. Apreciaba la
bondad de Antonio y sabía que el hombre entendía su pérdida.
La mujer silenciosa, de piernas largas, que permanecía cerca,
llevaba, con Antonio, más de los diez años que Erik había estado con
Biton. Actualmente se encontraba en remisión1, recuperándose de un
cáncer de mama2. Si alguien podía entenderlo, sería Antonio.
—Tal vez esto es una mala idea. —Biton tomó el resto de su
whisky. El sonido del vaso vacío sobre la barra, parecíó exagerado.
—Necesitabas salir. Han pasado meses.
—Ya lo sé, pero… —Otra vez, su garganta se apretó. Sus ojos se
cerraron, para aliviar el ardor de las lágrimas—. No aquí.
—Entonces, ¿qué te parece mi casa? El viernes por la noche. Tengo
una fiesta. Habrá varias personas libres allí.
1Remisión:
Disminución o desaparición de los signos y síntomas de cáncer. En el caso de la
remisión parcial, algunos signos y síntomas han desaparecido, pero no todos ellos. En el caso
de la remisión completa, todos los signos y síntomas han desaparecido, pero el cáncer todavía
puede estar en el cuerpo.
2 Si quieres información sobre el cáncer de mamas en Internet:
Puedes preguntar en línea y
obtener ayuda inmediata, por medio de LiveHelp en Internet en http://www.Cáncer.Gov. Muchos
folletos del NCI y hojas informativas pueden verse en http://www.Cáncer.Gov/publications.
(colaborando en la lucha contra
Biton asintió bruscamente. Sabía a qué tipo de fiesta se refería
Antonio. Tal vez podría deshacerse de la tensión, que amenazaba con
desgarrarlo.
—El viernes. —Biton debería decir algo más, pero no podía.
Caminando rápidamente hacia la puerta, hizo una salida precipitada.
Antonio observó a su amigo escapar de sus recuerdos. Lástima
que no fuera así de fácil. Biton necesitaba seguir adelante. Como
Amo, Antonio entendía la necesidad de controlar su vida. La muerte
de Erik había sido algo que Biton no esperaba.
—Liá.
—Sí, Amo.
—Organiza un play party3 para el viernes. Y asegúrate de que tu
joven amigo está allí.
—Sí, Amo.
Un cambio leve, en su tono de voz, lo hizo mirarla. Los
atractivos y deliciosos labios curvados ligeramente en una esquina.
—¿Deseas decir algo? —Antonio no podía controlar la sonrisa
burlona que amenazaba con mostrarse, en su propia boca.
—No, Amo. —Ella mordíó sus labios para contener la risa.
—Bruja. —Un agudo golpe, en su redondo trasero, resonó en la
tranquila barra. Tirando de su collar, la dirigíó de regreso a su mesa.
Había sido idea de ella el presentarle Cavan a Biton.
La enorme cama de matrimonio se tragaba a Biton, sin el calor
3 Una fiesta de SDBM, que se caracteriza por que sus asistentes llevan sus trajes de
dominantes o sumisos. El alcance de esta fiesta va detallado en la tarjeta de invitación, por
ejemplo se indica si habrá o no penetración. ¿Qué quieres que diga amiga lectora? El mundo es
muy ancho y cabemos todos. (N.T.)
de Erik a su lado. Le había costado casi un mes dormir en ella,
después de la muerte de su amante. Esa noche dormir en el sofá,
escuchando el estruendo de la televisión, parecía más atractivo, pero
se quedaría donde estaba. Necesitaba regresar a su vida normal,
incluso si el agujero en su alma nunca volvía a llenarse.
—Erik, te extraño tanto —susurró a la oscuridad, mirando
fijamente hacia el techo—. No debería haber ido allí esta noche. No
era lo mismo sin ti. —Las lágrimas rodaron por su cara—. Antonio
estaba allí, con Liá. Ella se veía muy bien. Su pelo volvíó a crecer.
Erik y Liá habían sido amigos muy cercanos, incluso más que
Biton y Antonio. Erik la acompañó a sus tratamientos de
quimioterapia, cuando su Amo no podía ir. El amado de Biton, había
lamentado la pérdida del largo pelo negro de Liá. Apenas un año más
tarde, ella le devolvíó el favor.
—Está casi tan largo como antes… —Las palabras lo ahogaban.
El recuerdo del pelo negro y espeso de Erik, cayendo a puñados, hizo
a Biton gemir de dolor.
Afeitarse la cabeza fue agregado a las tareas diarias de Erik,
junto con afeitarse los genitales.
Poniendo una almohada contra su cara para sofocar los sollozos,
masculló:
—Todavía te amo.
Solamente necesito… Necesito continuar.
Espero que lo entiendas.
Biton rodó a un lado, apretando contra su pecho la almohada,
que ya no olía a Erik. La suave funda de algodón amortiguó sus
sollozos, hasta que finalmente cayó en un sueño profundo.
El viernes llegó con demasiada rapidez para Biton. Mirando
fijamente su reflejo en el espejo, se veía más viejo de los cuarenta y
dos años que tenía. Su pelo negro como el carbón, cortesía de su
herencia griega, comenzaba a estar salteado con mechas plateadas.
Incluso el espeso pelo de su pecho mostraba colores grises salpicados
en él. Las manchas oscuras bajo sus ojos atestiguaban su incapacidad
de dormir. Su tono muscular era todavía bueno. El ejercicio lo
ayudaba a mantener sus demonios a raya. Había perdido peso. A
veces comer era demasiado esfuerzo. Además, la cocina había sido el
dominio de Erik. Biton se sentía como si estuviera violando su
espacio, cuando entraba a cocinar algo para comer.
Los ojos oscuros que reflejaba el espejo se veían atormentados
y perdidos. ¿Los demás también lo notaban, cuándo lo miraban?
Su trabajo como abogado ya no le despertaba ningún interés
verdadero. Como uno de los socios mayoritarios en uno de los
despachos de abogado más grandes en Nueva York, podría permitirse
delegar la mayor parte de sus casos a otros. Jubilarse temprano había
cruzado por su mente, cada vez más a menudo, estos últimos días. El
dinero no era un problema. Sus ahorros e inversiones lo mantendrían
cómodamente, durante años. Pero, ¿qué haría? Enroscarse en la
oscuridad y morir, muy probablemente. El trabajo era la única cosa
que lo anclaba a esta vida.
El triste y oscuro hombre del espejo sacudíó la cabeza y
abandonó el cuarto de baño.
Biton aparcó en la estrecha calle, cerca de la casa urbanizada de
Antonio. Sentando en el coche, observó a varias personas subir la
escalera hacia la puerta. Esperaba que no hubiera muchas personas
esta noche. Su mano se movíó para volver a poner la llave en el
contacto, entonces vaciló. Control, tenía que recuperar el control de
su vida. Ir a trabajar cada día y regresar a casa, para afligirse por la
pérdida de Erik, no era vida.
Resuelto a aprovechar al máximo esta noche, Biton salíó del
coche y subíó los escalones, de dos en dos. Esto era un play party, se
récordó. Tal vez, solamente tal vez, podría encontrar a alguien que le
interesara, aunque sólo fuera por una noche.
Antonio miraba como Liá echaba una ojeada, a través de las
persianas. Su trabajo, como esclava del anfitrión, era saludar a los
invitados y hacerlos sentir cómodos. Aunque la casa podía acomodar
a más, él había planeado una pequeña reuníón, menos de diez
personas. Antonio no quería abrumar a Biton. Su mirada vagó por el
salón, hasta que cayó sobre el objeto de su búsqueda.
Cavan había encontrado una esquina y se había hecho casi
invisible. El delgado pelirrojo, vestido con unos vaqueros descoloridos
y una camisa con cuello de botones abierta, parecía fuera de lugar,
aferrado al último pedazo de su antigua vida. A no ser que un Amo se
lo ofreciera, llevar el ancho collar de cuero no estaba permitido. Sin
embargo, Cavan no lo dejaría en su cuarto. Se había convertido en su
manto de seguridad.
Antonio sacudíó la cabeza. ¿Cómo se las había arreglado para
recoger un alma tan herida?
Volvíó la vista hacia la puerta, mientras Liá la abría para Biton.
Su hermosa esclava saludó al invitado, con la deferencia debida al ser
amigo de su Amo. A veces Antonio se preguntaba quién era realmente
el esclavo en esta relación. Él podía tener el control de su cuerpo,
pero ella poseía su corazón. Ella quería ayudar al desamparado joven
pelirrojo, que se veía perdido, sentado en una esquina de la sala de
estar de Antonio.
Ahora tenía que conseguir que Biton se fijara en él.
Biton echó un vistazo alrededor del salón, encontrando muchas
caras familiares. Un pequeño suspiro de alivio escapó de su control,
cuando notó el número. Demasiadas personas y temía que pronto
hubiera escapado de allí.
Con un nudo en la garganta récordó su última visita con Erik,
tan cerca, detrás de él, que podía oler su esencia. Su esclavo siempre
olía a café. Una sonrisa aparecíó en sus labios. Erik era un aficionado
tan grande a la caféína que, cuando Biton tenía que castigarlo,
negarle el café era una verdadera tortura.
—¡Biton! ¡Bienvenido! —Antonio caminó hacia él, saludándolo.
—Gracias —contestó, estrechando firmemente la mano de
Antonio—. Pequeña fiesta.
—Sí, no estaba de humor para nada demasiado complicado.
Debes conocer a la mayoría de la gente aquí.
Mientras se soltaban las manos, Biton echó un vistazo alrededor
del cuarto, nuevamente. Sólo había un par de personas que él no
conocía. Posiblemente los disponibles que Antonio había mencionado
la otra noche.
Un hombre de pelo y ojos oscuros, de aproximadamente treinta
años, caminó hacia él. Deteniéndose a unos pies de distancia, guardó
un respetuoso silencio. Claramente ya entrenado, el hombre mantuvo
la mirada fija hacia abajo, su cuerpo inmóvil.
—Hola —dijo Biton en voz baja.
—Hola, ¿puedo traerle algo de beber?
—Whisky escocés, solo.
El sumiso se alejo rápidamente para traer su bebida.
Biton echó un vistazo a Antonio.
—¿Quién es?
—Mark Davenport. Es nuevo aquí en Nueva York. Se mudó
desde California cuando su empresa se trasladó. Su viejo Amo, lo
líberó de su contrato. No puede ser un 24/74, pero tiene excelentes
referencias.
Biton tuvo que sonreír. La escena sadomasoquista parecía a
veces tan organizada. Desde luego, necesitaba ser así. Aunque
muchas personas pensaran que el sadomasoquismo era malo y la
forma más perversa de satisfacer las fantasías sexuales, había reglas.
La mayoría de la gente las cumplía y la organización ayudada a evitar
que aquellos que no lo hacían, causaran demasiados problemas.
Seguridad, prudencia y consentimiento eran sus normas. Pero había
algunos que no seguían las reglas. Y aquellos eran de los que siempre
se oía hablar en los periódicos.
Biton simplemente asintió, cuando el sumiso aparecíó con su
bebida. El hombre estaba, probablemente, en mitad de los treinta,
cerca a la edad de Erik. Una camiseta apretada revelaba sus tensos
músculos y un físico bien hecho. Interesante, pero Mark estaba muy
cerca en su físico y aspecto a Erik. Biton no quería un sustituto para
su esclavo. Algo nuevo, algo diferente sería mejor. Haría que su
mente dejara de extrañar a Erik.
—Gracias, Mark. —Biton sonrió al hombre y se volvíó hacia
Antonio. Escuchó los pasos suaves de Mark alejándose.
—Bien, creo que ya le rompiste el corazón. —Antonio bromeó
riéndose—. El muchacho esta un poco desesperado por un Amo
nuevo. Lleva aquí, alrededor de tres meses. Pero, por suerte, ha
seguido el camino seguro y sólo se encuentra con los que la Sociedad
le recomienda.
4 Expresión propia del lenguaje sadomasoquista, 24 horas los siete días de la semana. Ahora
me preguntó, ¿esos chicos D/s no trabajan nunca? (N.De T. Intrigada.).
La Sociedad era un “extraoficial” grupo del club de BDSM5 de la
zona. Existía una jerarquía dentro de ella y Antonio era uno de sus
líderes. Biton había sido un miembro activo hasta que Erik enfermó. El
BDSM podía ser peligroso, con la gente inadecuada. Amos inexpertos
podían dañar seriamente a un sumiso. El tener un grupo para
moderar los juegos era sabio.
Biton notó a otro hombre que estaba de pie cerca. Echando un
vistazo sobre su hombro, encontró a un hombre rubio, delgado y con
pelo muy corto, los ojos mirando al suelo, parado a unos pies de
distancia. Demasiado joven para sus gustos, el sumiso no podía tener
más de veinte.
Biton regresó su mirada a Antonio.
—¿Esto es un montaje, verdad? —dejó que una sonrisa,
suavizara la acusación.
Antonio se encogíó de hombros.
—Me descubriste. —Extendíó una mano y la puso sobre el
hombro de Biton—. Desde que estuviste en el club, supe que habías
comenzado a buscar otra vez, solamente quería hacértelo más fácil.
—¿Entonces esta es mi selección?
Antonio se rió, su mano apretó el hombro de Biton antes de
soltarlo.
—No, hay otro más. ¡No podía ofrecerte un rubio y un moreno
sin lanzarte un pelirrojo! Aunque Cavan es un poco tímido.
5 BDSM es la denominación usualmente empleada para designar una serie de prácticas y
aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidad extrema
–no convencional. El término se emplea a menudo, de forma equivocada, como sinónimo de
sadomasoquismo. En realidad, es un acrónimo que abarca prácticas de sexualidad no
convencional, y que da nombre a lo que hoy en día es considerado como una subcultura
específica. Actualmente, e independientemente de su génesis, el acrónimo se entiende formado
por las iniciales de algunas de dichas prácticas: Bondage: B; Disciplina: D; Dominación y
Sumisión:
D&S y Sadomasoquismo:
S&M (N.T.)
Biton se dio la vuelta para seguir la mirada de su amigo. Un
pelirrojo con una mirada desolada en sus ojos estaba sentado, con
sus piernas enroscadas bajo él, en una esquina del cuarto.
Mientras caminaba hacia el joven, Biton podía ver el tono de sus
músculos a través de la camisa abierta. Con la mirada baja, Cavan
obviamente, no había notado la presencia de Biton, hasta que éste se
inclínó sobre él.
—Lo siento, Am… —La voz del joven se cortó bruscamente
mientras se levantaba del pequeño sofá—. ¿Puedo servirle? —Era más
alto de lo que parecía mientras estaba sentado. Tal vez era el modo
en que se hacía más pequeño, acurrucado como una pelota apretada.
—Relájate, Cavan. Solamente quiero hablar. —Biton se sentó e
hizo señas a Cavan para que hiciera lo mismo.
El joven obedecíó, pero Biton podía ver la reticencia en su
conducta. Tenso e incómodo, Cavan se sentó en el borde del sofá, su
postura tiesa y sus nudillos blancos mientras sosténía el collar de
cuero.
—¿Es ese tu collar?
—Sí, Am…
Una vez más, Cavan dejó incompleta la palabra al responder.
No era apropiado llamar a alguien Amo sin su permiso. Por lo general,
ese privilegio no era concedido, hasta que no se alcanzaba un
entendimiento. Pero tal vez él se relajaría un poco…
—Si te hace sentir más cómodo, Cavan, puedes llamarme Amo
o Señor, pero esto no es un contrato.
—Gracias, Amo. —Los ojos verde pálido ascendieron y la dura
tensión, de los músculos de su espalda, se suavizó un poco—.
¿Contrato, Amo?
—Un contrato… Entre un Amo y un esclavo. ¿Tu Amo anterior
no tenía un contrato contigo?
—No, Señor.
—Un acuerdo, entonces. Uno sobre sus responsabilidades y las
tuyas.
—Mi responsabilidad era obedecer a mi Amo, en todas las cosas.
Las palabras parecían memorizadas.
—¿Y qué pasaba con la responsabilidad de cuidarte y ocuparse
de tus necesidades?
—Mi única necesidad era servir a mi Amo.
—¿Tienes trabajo?
Los ojos de Cavan se movieron rápidamente entre Biton y el
amplio collar de cuero, todavía sosteniéndolo en sus puños apretados.
—Lo tengo ahora. Sirvo… Trabajo en la casa del Am… Señor
Casala. Soy un criado en su casa.
Biton oyó la dificultad que tenia Cavan de pronunciar el nombre
de Antonio sin agregar el título de Amo.
—¿Pero no trabajabas antes, con tu anterior Amo?
—No, Señor. Mi trabajo era servirlo a él. —Un estremecimiento
recorríó su espalda.
Biton echó un vistazo para ver que Antonio se acercaba hacia
donde ellos estaban sentados. Era necesario hacer algunas preguntas,
pero obtener respuestas de Cavan era como sacarle un diente.
—Cavan, necesito otra bebida. Whisky escocés, solo.
El joven se levantó de un salto como impulsado por un resorte.
—Sí, Amo. —El alivio inundó las dos palabras, como si estuviera
desesperado por servirlo de algún modo.
Cuando el joven corríó para servirle, Biton llamó con un dedo a
Antonio, quien los observaba.
—¿Cuál es su historia? —Biton preguntó mientras Antonio se
sentaba en el lugar vacío, dejado por Cavan.
—Su último, y único, Amo fue Maxwell Wainwright.
—Wainwright… El nombre me es familiar.
—Probablemente recibiste correos electrónicos de la Sociedad
sobre el incidente, una semana, mas o menos, después de la muerte
de Erik. Estoy seguro que no les prestaste atención. Cavan aparecíó
en la sala de urgencias golpeado. Su espalda ensangrentada, el brazo
roto, dos costillas fracturadas y laceraciones en el recto, por algún
tipo de objeto extraño. Se negó a demandar a su atacante. Liá me
llamó porque reconocíó el nombre del hombre que pagó las facturas.
Él asintió, recordando que Liá era enfermera, en la sala de
urgencias.
—Bien, la Sociedad advirtió a Wainwright, amenazándolo con
excluirlo y previno a todos los posibles sumisos. Una semana más
tarde, inmediatamente después de ser dado de alta, Cavan regresó a
la sala de urgencias, con la mandíbula rota y la nariz ensangrentada.
Wainwright lo había echado a la calle, con nada más que un par de
vaqueros, su collar y sus nuevas heridas. Liá intervino y pidió permiso
para traerlo a casa.
Biton apretó los dientes, encolerizado. Nadie tenía derecho a
abusar de un esclavo. La escena BDSM no tenía que ver con el dolor
por el dolor. El pelirrojo no podía tener más de veinticinco o veintiséis
años.
—¿Cuánto tiempo estuvo con Wainwright?
—Desde que tenía dieciocho años, nueve años.
Entonces, tenía veintisiete años.
—¿Era siempre así? ¿El abuso? —Biton vio al joven, que se
apresuraba hacia ellos, con la bebida en la mano.
—Eso creo. Hacer que hable es difícil. Creo que Wainwright lo
amenazó. Y está tan bien entrenado, que dudo alguna vez, rompa su
silencio. —Antonio se levantó mientras Cavan se acercaba—. Hablaré
contigo más tarde. —Antonio cabeceó a Cavan mientras se marchaba
para mezclarse con sus otros invitados.
Cavan se arrodilló, para presentar la bebida a Biton, como si
fuera algo precioso y raro.
Biton tomó la bebida con una mano y palmeó el cojín, a su lado,
con la otra.
—Gracias. Siéntate aquí. No tienes que arrodillarte.
—Sí, Amo. —El joven se movíó encantado de obedecer, pero sus
dedos estaban otra vez agarrados al collar.
Biton tomó un sorbo de su bebida en silencio. Cavan le
interesaba, pero estaba tan herido, tan perdido. Por otra parte, tal vez
por eso el joven había llamado su interés. Biton se sentía de igual
forma, sin Erik.
CAPÍTULO DOS
El amanecer llegó, con Biton sintiéndose más descansado de lo
que se había sentido en mucho tiempo. Dejó la fiesta antes de que
comenzara realmente. No creía estar listo, aún, para algo más que
socializar, y la única persona que había atraído su interés, era el
tímido pelirrojo. Hacer una escena en público, no habría sido una
buena idea.
La pálida luz del sol se filtraba por las ventanas. Eran los
primeros días de primavera, se esperaba que fueran más claros y
cálidos de lo normal. Tenía una cita, para almorzar, que aguardaba
con gran interés. Obtener información de Cavan, anoche, se había
parecido al juego de las veinte preguntas. El pálido joven sólo
contestaba preguntas directas. Biton quería saber más. En vez de
seguir con la conversación forzada, le pidió a Cavan que almorzara
con él. Tal vez, sin un montón de gente mirándolos, Biton podría
obtener más respuestas.
El reloj indicaba casi las nueve. Se estiró perezosamente y fijó
la vista al techo. Entre su curiosa mente, meditando sobre Cavan, y
los vasos de whisky que había bebido, no mantuvo su habitual
conversación nocturna, con Erik.
—Necesita a alguien —susurró—. Y yo también. Sé que lo
entiendes. Eso no significa que no te extrañe. Siempre te amaré. —
Las familiares punzadas de lágrimas lo hicieron parpadear
rápidamente—. Tal vez, ayudarlo a curarse, me ayude a mí también.
Rodando fuera de la cama, se dirigíó a la ducha. No había
decidido dónde llevar a Cavan a almorzar. Traerlo aquí no era una
idea muy buena. El joven podría sacar conclusiones erróneas de eso.
Almorzar en un lugar tranquilo y público sería una idea mejor. Algún
lugar que no fuera tan amenazador, que no se relacionara con el
mundo BSDM, probablemente sería lo mejor, pero la tendencia al
servilismo de Cavan podría ser embarazosa. Erik había mostrado
respeto a Biton en casa o en clubes o casas de amigos de similar
mentalidad, donde era apropiado.
El agua caliente derramándose en él, se sintió bien. De pie, con
las manos contra el frente de la ducha, dejó que el agua cayera sobre
su cabeza. Sus pensamientos regresaron a Cavan. La pálida cara,
salpicada de pecas y sus tristes ojos verdes, había revoloteado en sus
sueños. El respeto casi natural y la sumisión de Cavan hicieron que su
polla también se interesara.
La idea de sus piernas, abiertas completamente, para el placer
de Biton, lo hizo jadear de excitación. Su polla se engrosó, al imaginar
las pecas en la espalda y el culo del joven. Por su pigmentación, el
hombre era obviamente pelirrojo natural, pero se preguntó si su ingle
estaría afeitada o si el vello sería del mismo color que el de su cabeza.
La camisa abierta que Cavan llevaba anoche revelaba un pecho
lampiño, músculos suaves y diminutos pezones rosados. No tenía
piercings visibles, ni siquiera en las orejas. Sus labios eran un poco
menos llenos de lo que le gustaba, como los de Erik, pero, aún así, lo
tentaban.
Biton no había tenido un orgasmo satisfactorio, desde antes de
la muerte de Erik. Masturbarse, con el solo propósito de descargarse,
no le interesaba. En las raras ocasiones, cuando se ponía duro, la
necesidad se aplacaba, incluso antes de correrse. Pero imaginar esos
pálidos ojos verdes mirándolo, con los labios de Cavan apretados
alrededor de su polla, lo hicieron tomar la inflamada erección en sus
manos. Unos cuantos bombeos rudos, y vio su semilla girar alrededor
del desagüe de la ducha y ser arrastrada.
Quizás, su casa sería el mejor lugar para almorzar. Si se
convirtiera en algo más que un almuerzo…
La puerta de la residencia de Antonio se abríó, antes que Biton
tuviera la posibilidad de llamar. Cuando entró, Cavan se mantuvo
silenciosamente a un lado.
Antonio esperaba en la sala de estar con Liá.
—Bienvenido, amigo mío. —Agarró la mano de Biton
firmemente.
Liá sonrió e inclínó la cabeza, cómo saludo.
Antonio se dio vuelta hacia Cavan.
—Ve a buscar tu chaqueta. Todavía está fresco afuera.
Todos miraron, mientras el joven salía apresuradamente del
cuarto.
—Adelante, Liá. —La voz de Antonio era tranquila cuando le dio
permiso para hablar.
—Está sumamente nervioso, pero muy excitado. He estado
intentando aconsejarlo, pero está muy perdido sin un Amo. —Liá
mantuvo su voz en tono bajo mientras se dirigía a Biton—. No sé
dónde planeas llevarlo, pero no recomendaría ningún lugar público,
fuera de nuestro círculo.
—Ya pensé en eso. Decidí que almorzaríamos en mi casa. —
Biton miró con inquietud el corredor por donde Cavan había
desaparecido.
Liá asintió con la cabeza.
—Probablemente será lo mejor. Es casi agorafóbico6. No creo
que su Amo le permitiera salir de casa.
—Bien. Seré cuidadoso, Liá. Gracias.
Su conversación quedó interrumpida con el regreso de Cavan.
Biton reflexionaba sobre las palabras de Liá mientras conducía
hacia su casa. ¿En qué se estaba metiendo?
Un vistazo a Cavan, revelaba a un joven asustado con una
mano dentro del bolsillo de la chaqueta, la cual seguramente estaba
apretada alrededor de su collar.
Optando por no hablar en el coche, condujo en silencio por el
resto del recorrido.
El alivio fue evidente en la postura de Cavan, que se relajó un
poco al entrar en el garaje. Su enorme suspiro casi provocó una
sonrisa burlona en Biton.
La decisión de comer allí había sido definitivamente una buena
idea. Había ordenado una comida fría en un restaurante local. La
mesa ya estaba puesta y la comida en el refrigerador.
—Toma asiento. Traeré la comida. —Biton se movíó al
refrigerador, pero la tensión de Cavan se intensificó.
El agarrotamiento de su cuello y los dientes apretados
mostraban su incomodidad con que alguien lo sirviera a él.
—Pensándolo bien, toma esto. —Le dio al angustiado joven una
fuente con pollo frito al curry antes de que Biton agarrara la ensalada
y una botella de vino blanco.
Después de permitir que Cavan sostuviera su silla para él, Biton
le hizo señas para que se sentara.
—Cavan, tienes que escuchar atentamente. Hasta que
6 La agorafobia, es una neurosis de ansiedad; también una condición común en la cual una
persona tiene episodios de miedo o ansiedad intensa, que ocurren de repente, y con frecuencia
sin ningún aviso. Estos episodios —llamados ataques de pánico— pueden durar desde minutos
hasta horas. Pueden ocurrir sólo de vez en cuando o puede ocurrir con bastante frecuencia. La
causa o «desencadenante» para estos ataques puede no ser obvia. Pero pueden controlarse. Si
tienes ataques de pánico, es muy importante que busques atención médica, y que hables con tu
médico sobre tu problema. Después de que te haya hecho una evaluación cuidadosa, tu médico
podrá decirte si tus ataques de pánico están relacionados con neurosis de ansiedad o con otro
problema. Existen tratamientos simples para ayudar a controlar la neurosis de ansiedad. (N.T.)
lleguemos a un acuerdo o un contrato como el que mencióné anoche,
no tienes que servirme. Este almuerzo es solo para que podamos
conocernos mejor y ver si queremos llevar las cosas más lejos.
Cavan asintió con la cabeza, sus músculos se pusieron tirantes
por la ansiedad mientras se sentaba.
—Dime que lo entiendes. Quiero oírte. Quiero que me digas qué
piensas, qué es lo que quieres. Esto es parte de llegar a conocernos
uno al otro.
—Sí, Amo, entiendo.
Biton suspiró y cambió de tema, mientras llenaba el plato de
Cavan y luego el propio. Incluso aquel simple gesto puso a Cavan
nervioso. ¿Qué tipo de monstruo lo había entrenado?
—Come, Cavan. Está bien.
Los pálidos ojos verdes volaron de Biton a su plato con comida y
de vuelta hacia él, casi como si esperara que fuera una trampa o una
broma.
Tal vez no fue tan buena idea. La propia psique de Biton estaba
demasiado frágil, lidiando con la pérdida de Erik. Tener a alguien tan
asustado cerca… Y de nuevo, Cavan había apartado la pena de su
mente, por un rato.
Levantándose despacio, para no asustar a su nervioso invitado,
Biton dio vuelta por detrás de Cavan.
Los músculos en su cuello se hinchaban con la tensión.
Con cuidado colocó sus manos sobre los hombros de Cavan, lo
que hizo al joven estremecerse, aunque lo controló rápidamente.
Frotando los agarrotados hombros con las palmas de sus manos, se
inclínó para susurrarle:
—Cavan, tienes que relajarte. No voy a castigarte por nada. No
eres mío para castigarte. —Los dedos de Biton comenzaron a
masajear la tensa carne—. Quiero que comas. Quiero que me hables.
Necesito saber cosas sobre ti, sobre tu último Amo, tal como tú tienes
que conocer cosas sobre mí. No te meterás en problema por hacer
cualquiera de estas cosas.
El temblor bajo las manos de Biton, empezó lento, pero pronto
el joven temblaba con fuerza.
Deslizando sus brazos alrededor del pecho de Cavan, Biton
susurró:
—Está bien, Cavan. Está bien.
Líberándose y prácticamente cayendo de la silla, Cavan se
arrastró hacia Biton y abrazó sus piernas.
—Sólo quiero servir, Amo. Por favor… Necesito…
Aflojando el férreo apretón del desesperado hombre, Biton se
agachó. Con sus brazos alrededor de Cavan, lo levantó y,
manteniéndolo estrechamente abrazado, lo llevó hacia la sala de estar
y al sofá.
Bajando a Cavan con él, Biton lo abrazó, a pesar de su débil
resistencia. ¿Acaso Wainwright nunca le había mostrado ternura o
preocupación?
—Cavan, cálmate. Aún puedo dejar que me sirvas, pero quiero
saber sobre ti primero. Hay cosas de las que tenemos que hablar. —
Biton no sabía qué fue lo que funciónó, si el tono severo que había
usado o la promesa de que le permitiría servirlo, pero la débil
resistencia cesó.
El cuerpo de Cavan se quedó casi flácido contra él, la cabeza
apoyada sobre su pecho.
El calor de un cuerpo contra Biton despertó algo más que sólo
preocupación por su aterrorizado invitado, pero tenía que anular su
excitación. Nada evitó que su polla aumentara contra los vaqueros. Y
no escapó de la atención de Cavan.
—Por favor, déjeme… —con mano temblorosa, Cavan acarició el
aumento ahora visible—. Por favor, Amo.
El susurro lastimero desgarró el corazón de Biton, pero le envió
una descarga de calor a la ingle. Asintiendo con la cabeza, se reclinó
en el sofá para ver lo que Cavan hacía.
Sin intentar ningún otro contacto, un beso o una caricia, Cavan
se deslizó al piso, arrodillándose entre las piernas de Biton, y
desabrochó sus vaqueros. Liberando la dolorida polla de los boxers,
Cavan chupó la punta, para luego lamer alrededor de la corona. Una
mano se deslizó más profundo, acariciando sus pelotas, mientras la
boca de Cavan se abría para tomarlo entero.
Los músculos de su garganta se contrajeron alrededor de la
sensible cabeza de su polla.
—Oh, Dios —gimió Biton. Recostándose con los ojos cerrados,
dejó que sus dedos vagaran por el corto y espeso pelo de Cavan.
Había pasado tanto tiempo, casi una eternidad, desde la última vez
que se había sentido tan bien—. Sí… Oh, sí —gimió.
La boca de Cavan se retiró para detenerse sobre la punta. Una
lengua caliente golpeó la sensible hendidura. Tan tímido como era, así
de osada era su boca. Tomándolo profundamente otra vez, casi
agresivamente, la lengua de Cavan trabajó con firmeza contra su
polla. Biton no podría aguantar mucho más sin explotar. No quería
que terminara tan pronto.
Tirando bruscamente del cabello entre sus dedos, alejó a Cavan.
Deslizando sus manos bajo los brazos de éste, lo atrajo encima de él.
Los labios sonaron con fuerza, dientes chocando mientras Biton lo
besaba.
La boca de Cavan se abríó obedientemente, pero no había
pasión en sus labios. Sus brazos quedaron a los lados, no dándole la
bienvenida a su abrazo ni defendíéndose de él.
—Bésame, Cavan —susurró Biton—. Bésame tú también.
Despacio, los suaves y finos labios comenzaron a moverse.
La lengua de Biton persiguió a la evasiva de Cavan, besándolo
profundamente y enredándose en la cálida carne húmeda.
—Abrázame —susurró, mientras jadeaba por aire—. Rodéame
con los brazos.
Los brazos de Cavan obedecieron, pero su abrazo era débil.
—Más apretado, Cavan. Abrázame más fuerte.
Biton movíó una mano entre ellos y la deslizó hasta abrir el
botón de los vaqueros de Cavan. Bajando la cremallera, buscó la
erección del hombre más joven, sólo para encontrar la carne fláccida.
Tomando las flojas pelotas, su mano encontró un anillo en la polla,
tan apretado que era peligroso. El flujo de sangre a su pene y pelotas
también estaría constreñido7.
Si el daño era permanente, Cavan sería con seguridad un
eunuco.
Los dedos de Biton hurgaron para liberarlo, pero no pudo
quitarlo.
—Cavan, quiero quitarte esto. ¿Cómo se abre?
El cuerpo contra Biton se tensó.
—Mi Amo dijo que no podía quitármelo. Sólo para rasurarme.
Biton retiró su mano de los vaqueros. Usando ambas manos
tomó la pálida y pecosa cara y obligó a Cavan a mirarlo a los ojos.
Una decisión precipitada, pero ya estaba tomada, sin embargo.
—Cavan, escúchame con cuidado. Él ya no es más tu Amo. Esta
tarde prepararé un contrato entre tú y yo perfilando tus
responsabilidades y las mías. —Ver sus ojos brillando con esperanza y
alegría, casi mató a Biton por tener que apagarlos—. Será temporal.
Treinta días. Durante ese tiempo serás mío. Me obedecerás, seguirás
mis reglas, no las de tu viejo Amo, y te comportarás como yo indique.
Si no lo haces, serás castigado. Por otra parte, soy responsable de tu
seguridad, tu salud y tus condiciones de vida. —Apretando la cara de
Cavan con cuidado, siguió—: ¿Entiendes lo que digo?
—Sí, Amo. —Las lágrimas llenaban los ojos de Cavan.
—Bien, la primera cosa que voy a ordenarte hacer es que te
quites el anillo del pene. Lo llevarás únicamente siempre y cuando yo
quiera. ¿Lo entiendes?
—Sí, Amo —dijo Cavan, sin aliento cuando se alejó de Biton.
7 Ahora vamos a hacer algo de intertextualidad. Hay una novela de Sandra Brown, “El sabor del
escándalo” dónde el malo de la película es estéril por haber tenido un accidente de auto que
apretó sus testículos, lo que hizo que la sangre estuviera restringida. Así que ya conoces un
método anticonceptivo: compra un anillo. (N.T colaborando con embarazos no deseados.)
Dejando caer sus pantalones sin vacilación ni vergüenza, hurgó en la
apretada correa alrededor del pene y las pelotas. Resultó que era
elástica, como una banda de goma.
Biton se estremecíó al pensarlo. Había leído una vez que los
carneros eran castrados usando un método similar.
—Sácate los zapatos y termina de quitarte los vaqueros. Quiero
examinarte.
Cavan rápidamente obedecíó y se paró delante de Biton, tan
solo con camisa y calcetines.
Parecería tonto si la situación no fuera tan seria.
Acarició el pene fláccido circuncidado, pálido como el resto de la
piel de Cavan. Tirando de la carne blanda con cuidado primero a un
lado y luego el otro, examinó la piel más oscura donde había estado el
anillo. Curiosamente, Cavan no reacciónó. Mirándolo, Biton vio la
tensión en sus hombros y en su cuello.
—¿Te hace daño que te toque?
—No, Amo.
—¿Te excita algo, siquiera?
—No se supone que deba estar excitado. Mi Amo dijo…
Biton deslizó una mano alrededor del culo de Cavan y golpeó
una nalga. El entusiasmo fluyó por Biton, directamente a su todavía
erguido miembro.
—Yo soy tu Amo ahora. Recuérdalo. Tú haces lo que yo digo. —
Otra nalgada por añadidura envió fuego a través de Biton.
—Sí, Amo. ¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo puedo servirte?
Sosteniendo la carne, todavía blanda, del pene de su nuevo
esclavo, chupó con cuidado la punta. Podía sentir un estremecimiento
correr a través de Cavan. Cuando se separó sonreía.
—Te quiero duro, sufriendo y rogando por mi toque.
Despacio, la suave carne comenzó a ponerse rígida.
Biton lamíó la cabeza, jugando en la hendidura con la punta de
su lengua. Otra fuerte nalgada trajo un gemido desde arriba y más
evidencia de que la polla de Cavan no tenía daños permanentes.
Biton lamíó y pellizcó alrededor de la corona que se hinchaba.
Sus dedos encontraron la afeitada y sedosa textura de las irresistibles
pelotas de Cavan. Haciendo rodar los sacos apretando suavemente,
Biton tragó la creciente polla, disfrutando de sentir la erección
endurecíéndose en su boca.
—Amo… —La palabra salíó como un quejido, el primer signo
audible del placer de Cavan.
Biton se alejó lo suficiente como para hablar.
—¿Qué, Cavan? ¿Qué quieres?
—Servirte —gimió.
Después de saborear una última vez la carne dura, se levantó.
Acercando a Cavan, lo besó con fuerza, entrechocando sus dientes, y
empujando la lengua profundamente en su boca.
El movimiento repentino desequilibró al joven. Instintivamente
colocó sus brazos alrededor de Biton para evitar caer. Sus cuerpos se
encontraron con fuerza bruta, las duras pollas se apretaban entre
ellos.
No queriendo abandonar la boca de Cavan, Biton los movíó
despacio hacia el cuarto de juegos. Mientras empujaba la puerta
abierta y movía a Cavan a través de ella, la pasión de Biton vaciló
brevemente. Desde que Erik muriera, raras veces entraba aquí. Los
recuerdos eran demasiado dolorosos.
Las manos desesperadas, que se agarraron a la camisa en su
espalda, rápidamente devolvieron su mente al presente.
Sufriendo por alivio, Biton movíó a Cavan hacia el mueble más
cercano, un cabestrillo grande de cuero. Empujándolo sobre él,
todavía vestido solo con camisa y calcetines, Biton rápidamente
aseguró sus muñecas y tobillos en los grilletes.
Inclínándose sobre su esclavo ahora cautivo, lo besó con fuerza
mientras sus dedos tanteaban los botones de la camisa de Cavan.
Hurgando con deseo, se enderezó, agarró ambos lados de la camisa y
les dio un tirón. Los botones volaron exponiendo el pálido y pecoso
pecho.
La respiración rápida y los puños apretados fueron los únicos
signos, más allá de la rígida polla, de su excitación. Ningún gemido,
ninguna súplica, ningún sonido. Wainwright debía haber exigido
silencio. Biton no lo necesitaba.
—Háblame, Cavan. Dime qué sientes. —Biton pellizcó un pezón
diminuto, un pellizco apacible—. ¿Se siente bien?
—Sí, Amo.
Un pequeño gemido acompañó las palabras que hicieron sonreír
a Biton.
—Escúchame atentamente. Soy tu nuevo Amo. A excepción de
la obediencia, todas las reglas de Wainwright se han ido. Aprenderás
las mías. ¿Entiendes? —Biton pellizcó el pezón que se endurecíó de
nuevo, esta vez con un poco más de presión.
—Sí, Amo.
—Una de mis reglas: A no ser que te pida silencio, quiero oírte
cuando jugamos. Quiero oír tus gemidos, tus gritos. ¿Cómo puedo
saber si lo que hago es bueno para ti si no me lo dices?
—Sí, Amo. —Esta vez el gemido que exhaló fue fuerte.
Tomando la hinchada y goteante polla de Cavan, la acarició con
su mano suavemente. Se inclínó hasta que sus labios casi tocaron las
orejas de Cavan.
—Quiero que sientas placer en el dolor —le susurró.
—Sí… Amo…
Alcanzándolo con su otra mano, Biton pellizcó ahora un
endurecido pezón apretándolo con fuerza.
—Dime qué sientes.
—Bu… bueno, Amo. Bueno…
La palabra tartamudeada hizo sonreír a Biton. Había decidido
darle pequeños pellizcos y tocarlo con las manos. Hasta que no fuera
adiestrado, cualquier cosa más ruda podría ser peligrosa. Cavan
podría no decirle cuándo parar, si las cosas iban demasiado lejos.
Con una caricia alrededor de la goteante polla, Biton caminó
hacia el cajón de los juguetes. Pequeños instrumentos de dolor,
abrazaderas, castigadores y similares, estaban almacenados en los
cajones de un alto aparador. Los condones y varios lubricantes
estaban colocados allí también. Agarrando el lubricante y un condón,
Biton miró algunas abrazaderas de pezones. ¿Un par no muy
apretado, quizás? De la clase que usaba como preparación para unas
más apretadas. Tomando las abrazaderas, se volvíó hacia Cavan.
Sus verdes ojos llenos de lágrimas lo miraron.
—¿Qué está mal, Cavan? —Biton volvíó de una zancada
rápidamente hacia el cabestrillo donde estaba atado el esclavo.
Depositando sus juguetes en el cuero a su lado, Biton acarició el
brillante pelo rojo—. Háblame.
—Mi… mi polla, Amo. Duele.
Besando las lágrimas junto con el sudor que se deslizaba hacia
abajo por la cara de Cavan, Biton susurró:
—¿Cuándo fue la última vez que te permitieron correrte?
—No me lo permiten…
—Ahora sí. —Una llamarada de cólera abrumó a Biton. A veces,
él se lo había negado a Erik, pero sólo para obtener más placer. Que
no le hubiera permitido correrse era absolutamente inconcebible.
¿Cómo podría Wainwright negarle, a su esclavo, algo tan básico? No
era cuestión de torturar por torturar. Se trataba de encontrar placer
en el dolor entre personas que pensaban de forma similar, en obtener
placer de infringirlo y placer de recibirlo. Se preguntó si Cavan
realmente había disfrutado del dolor o si sólo había sido condicionado
para ello.
Agarrando el lubricante, se movíó alrededor del cabestrillo y
entre las piernas de Cavan. Después de lubricarse los dedos de la
mano izquierda, Biton agarró la polla hinchada con la derecha.
—Vas a correrte para mí. —Bajando su cara a la enojada y
rojiza carne, Biton chupó la punta mientras su dedo lubricado buscaba
el fruncido agujero de Cavan—. Córrete para mí ahora, Cavan. Quiero
probarte.
Trabajando con su dedo en el apretado pasaje, mientras su
boca chupaba la cabeza del caliente falo, Biton probó un chorro de pre
eyaculación. Su pulgar embutido contra el perineo, en tanto su dedo
buscaba la próstata de Cavan. La otra mano de Biton sosténía la base
de su polla, sus dedos masajeaban las apretadas pelotas. Su boca
líberó la carne caliente, Biton susurró:
—Ahora, Cavan. Déjame probarte.
La boca de Biton apenas cubríó el eje rígido, antes de que el
primer chorro de fluido acre llegara a su lengua. Retirando su boca
otra vez, le susurró:
—Déjame oír cómo se siente. —Su corrida salpicó sus labios—.
Déjame oírte. Dime cómo te sientes. —Su boca engulló la carne dura
otra vez. Deslizando un segundo dedo en el paso aterciopelado,
apretó contra el nudo duro de la próstata de Cavan.
—Oh, Dios, se siente tan bien, tan bueno, Amo, tan bueno…
El balbuceo de Cavan, hizo sonreír a Biton alrededor de la carne
todavía dura. Chupándolo hasta dejarlo seco, agregó un tercer dedo al
agujero que se aflojaba. Su propia polla necesitaba de seria atención.
Líberó a Cavan y deslizó sus dedos del tentador culo. Rodando un
condón y lubricándose él mismo generosamente, miró las lágrimas
que se derramaban bajo la cara de Cavan.
—¿Te duele?
Cavan sacudíó su cabeza diciendo no, pero sus lágrimas no
disminuyeron.
Biton se apoyó hacia adelante y besó el líquido salado de sus
mejillas.
—¿Quieres que me detenga?
—No, Amo…
Sosteniendo su polla estable, Biton se alineó con el agujero de
Cavan. Empujando despacio, más allá del apretado anillo de
músculos, Biton gimió de placer.
—Se siente bueno…
Cavan suspiró y empujó contra la carne invasora de Biton.
Hundíéndose profundamente hasta las pelotas, luchó contra el
impulso de vaciar su semen en la vaina aterciopelada. No quería que
terminara tan pronto. Inclínándose hacia adelante, sus labios
capturaron los de Cavan.
El cuello de Cavan se estiró, para alcanzar un contacto más
cercano. Tirando de sus grilletes, los delgados músculos de sus brazos
se abultaron.
Los gemidos del joven fueron como fuego, quemando a través
de Biton.
—Háblame, Cavan —susurró, sus labios rozaron los de Cavan—.
Dime qué sientes.
—Bien…tan bien…Amo…
Biton no podía moverse más rápido sin perderse. Los apretados
músculos se adhirieron a él mientras Cavan luchaban para moverse
contra él. La polla, aún erecta, del joven rozaba contra el estómago
de Biton. Deslizando sus manos bajo el cuerpo sudado de Cavan,
Biton encontró su boca con duros besos. El gusto a cobre de la sangre
en su labio lastimado, no paró el asalto sobre la boca de Cavan.
Los golpes lentos y estables, en el cuerpo apretado,
rápidamente se hicieron frenéticos, cuando Biton comenzó a perder el
control. Sufría por esto, necesitaba esto; un esclavo dispuesto que le
pidiera más, un cuerpo caliente para hacer lo que se le antojara.
Alguien a quien cuidar, alguien a quien amar.
—Córrete conmigo, Cavan… —susurró rudamente. Las lágrimas
de Biton se mezclaron con las de Cavan mientras su cuerpo
explotaba. El esperma caliente mojó su vientre cuando Cavan se
corríó otra vez. Tan perdido como Cavan, aunque a su manera,
lágrimas, sudor, saliva y semen se mezclaron cuando encontró, de
nuevo, vida en el cuerpo de Cavan.
CAPÍTULO TRES
Biton besó las muñecas de Cavan cuando las líberó. Lamiendo la
piel enrojecida, probó la sal de su sudor, mezclada con los restos
almizcleños del cuero. Cavan miraba cada movimiento como si
estuviera esperando que sucediera lo inevitable. Movíéndose una vez
más entre sus muslos blancos como la leche, Biton líberó los tobillos
de sus restricciones.
—Ven aquí —dijo abriendo los brazos.
Con un leve quejido, Cavan se metíó entre ellos.
—Abrázame. Quiero que lo hagas.
Con las palabras susurradas de Biton, los brazos de Cavan lo
apretaron hasta casi provocarle dolor. Los suaves susurros se
convirtieron en ligeros sollozos.
—Está bien. Ahora yo voy a cuidar de ti.
Los sollozos sacudieron el cuerpo de Cavan, que se
convulsionaba casi como si sufriera un ataque de histeria.
Frotando la espalda de Cavan por debajo de su descuidada
camisa, Biton susurró:
—Déjalo salir. Las cosas van a ser diferentes, pero para mejor.
Después de una ducha caliente, un Cavan más tranquilo se
sentó en el sofá y se acurrucó contra Biton, apoyando la cabeza
contra su pecho. Vestido con sus vaqueros y una camiseta prestada,
parecía más cómodo que antes, menos tenso por el contacto cercano.
Con un brazo rodeando al nervioso joven, Biton comenzó a
indagar.
—¿De dónde eres? —tal vez con preguntas sencillas obtendría
más información.
—De aquí. De Nueva York.
Las respuestas también fueron sencillas. Esto podría llevarle
algún tiempo.
—¿Tienes familia aquí?
—No. Están todos muertos.
—Lo siento. Sé lo que es perder a alguien que quieres —dijo
Biton mientras le acariciaba el pelo.
—No los recuerdo.
—¿Quién te crió?
—Familias adoptivas.
—¿Una o varias? —no le extrañaba que no estuviera
acostumbrado a las muestras de cariño. Entre Wainwright y el sistema
de adopción, no le sorprendía que tuviera miedo de todo.
—Seis. Fueron seis.
—¿Cuántos años tenías cuando fuiste adoptado por primera
vez?
—Cinco, creo.
Demasiado mayor para ser adoptado con facilidad. Biton cerró
los ojos pensando en el pobre niño, perdido en el sistema.
—¿Cómo eran tus padres adoptivos?
—Yo era desobediente. Tenía que ser castigado. Esa fue la razón
por la que mi último padre adoptivo me vendíó a mi Amo. Dijo que él
me haría ser obediente.
Biton luchó por mantener escondida la cólera que sentía.
—¿Cuántos años tenías cuando pasó eso?
—Dieciocho, creo.
—¿No sabías cuántos años tenías?
—Creía que tenía dieciséis, pero mi padre adoptivo me dijo que
tenía dieciocho, porque de otra forma no podría haberme vendido. —
El tono de Cavan era tan tranquilo, de hecho, como si esa fuera la
manera en que las cosas se supónía que tenían que suceder.
—¿Cómo servías a tu padre adoptivo? Dime todas las cosas que
hacías.
—Limpiaba la casa, lavaba el coche, lo ayudaba cuando se
bañaba y si era bueno de verdad, me dejaba que se la chupara. Pero
eso no ocurría demasiado a menudo, porque yo era malo.
Biton cerró los ojos contra el escozor de las lágrimas. Había
esperado los abusos de Wainwright, abusos graves según lo que le
había dicho Antonio, pero no se había dado cuenta de lo joven que
era cuando habían comenzado.
—¿Dónde estaba tu madre adoptiva? ¿Qué hacía mientras tú
te… Encargabas de las cosas? —su voz vaciló, cuando la bilis subíó a
su garganta. Biton necesitaba saber más sobre el hombre que había
abusado de Cavan. Necesitaba ponerse en contacto con la policía. Era
posible que hubiera otros niños en peligro.
—Estaba allí. A veces miraba. —La voz de Cavan sonaba
confusa, como si no se le ocurriese qué más podría estar haciendo
ella.
Biton tuvo que levantarse. Su estómago se agitaba con
repugnancia.
—Perdóname, Cavan. Tengo que ir al baño.
Con la puerta del baño cerrada y el cerrojo puesto, Biton vomitó
lo poco que había tomado en el desayuno.
Incapaz de pensar en comer después de escuchar la historia de
Cavan, Biton insistíó de todas formas en que el joven comiera.
—Mi estómago está un poco revuelto. Creo que algo me sentó
mal. El hecho de que yo no pueda comer, en este momento, no
significa que tú no puedas hacerlo.
Cavan comía dando minúsculos bocados. Sus dedos picoteaban
en el pollo, mientras su mirada se movía rápidamente entre su plato y
Biton.
Manteniendo un tenso control sobre su estómago y sus
pensamientos, Biton sonreía con cada bocado, tranquilizándolo.
Necesitaba llamar a alguien. Antonio era policía y aunque trabajaba
en homicidios, sabría qué hacer. Debería conseguir más información
antes de llamar a nadie. Cavan se sentía tan incómodo con gente
alrededor que podría ser más fácil conseguir que hablase con Biton
solo.
Ni siquiera estaba seguro de que Cavan fuese su nombre
verdadero. Seguramente, alguien lo habría estado buscando. El
cambio de nombre habría sido una precaución lógica para los que
habían abusado de él.
—¿Siempre te han llamado Cavan?
Casi dejó caer el trozo de pollo. Con los ojos abiertos como
platos, a causa del miedo, se sonrojó y tembló jadeando en busca de
aire.
—¿Qué ocurre?
—No debo decirlo.
—¿Tu verdadero nombre?
—¡Cavan es mi verdadero nombre! Mi único nombre. ¡Lo dice mi
Amo!
Aunque sorprendido por la vehemencia de la voz de Cavan,
Biton simplemente sonrió.
—Pero yo soy tu Amo ahora. Necesito saberlo todo sobre ti.
Sobre todo tu verdadero nombre. Lo necesito para el contrato.
Entonces podré hacerte mío. —No era totalmente cierto, pero Cavan
no lo sabía.
Su pecosa piel alternaba entre el sonrojo y la palidez. Su
respiración llegaba en rápidos jadeos, mientras sus manos dejaban
caer la comida.
—Lo necesito, Cavan. Cualquier Amo nuevo lo necesitaría. —el
tono de Biton era duro, casi severo.
—Mi… mi… Michael —escupíó la palabra, casi hiperventilando.
—Tu apellido también. —Biton alzó una mano para apretarle un
hombro.
—Delaney… —dijo con un jadeo, antes de caerse de la silla
totalmente desmayado.
Biton logró moverse lo suficientemente rápido, para impedir que
se golpeara contra el suelo con demasiada fuerza.
—Oh, joder…
—¿Dónde está? —las carácterísticas sumisas de Liá no se
aplicaban, cuando ejercía de enfermera.
—En la habitación de Erik. Todavía está inconsciente. —Biton no
necesitaba mostrarle el camino. Liá había estado allí muchas veces,
durante la enfermedad de Erik.
Biton y Antonio se dirigieron al sofá y Biton se dejó caer con un
suspiro de alivio. No había sabido qué hacer. Llamar a Antonio fue la
primera cosa que se le había ocurrido.
—Han abusado tanto de él. No sé por dónde empezar.
—¿Te contó algo sobre lo que pasó, cuando estaba con
Wainwright?
Poniendo los codos sobre las rodillas, Biton enterró la cara en
sus manos.
—No, me contó cosas de antes. Vivíó con una familia adoptiva.
¡El padre abusaba de él mientras la madre miraba!
—¡Oh, no… pobre chico! —Antonio se detuvo por un momento—
. ¿Conseguiste algún nombre?
—No el de la familia adoptiva, pero sí su verdadero nombre. Es
Michael Delaney. —Biton se enderezó para mirar a su amigo—.
Evidentemente, lo amenazaron si alguna vez lo decía. Con algo tan
terrible, que comenzó a hiperventilar y se desmayó.
Antonio sacudíó la cabeza.
—Después de lo que Wainwright le hizo, ¿qué podría ser peor?
—No lo sé. Después de todo por lo que ha pasado, no me lo
puedo ni imaginar. —Biton echó la cabeza hacia atrás, estirando su
dolorido cuello. Ese día había resultado muy diferente de lo que había
esperado.
—Consultaré los datos con el departamento y veré si pueden
encontrar a alguien con ese nombre, en el sistema. —Antonio sacó un
pequeño cuaderno y un bolígrafo y garabateó algo.
—¿Crees que podrían tener todavía un archivo sobre él?
—Puede ser. Habría estado fuera del sistema por cuánto,
¿nueve, diez años?
Biton sacudíó la cabeza.
—Posiblemente, no tanto tiempo. Me dijo que su padre adoptivo
lo vendíó a Wainwright cuando tenía dieciocho años, pero que
pensaba que en ese momento tenía dieciséis. El hombre insistíó en
que era mayor.
Liá entró silenciosamente en la habitación y carraspeó. Su
comportamiento sumiso habitual significaba que la crisis había sido
superada.
—¿Cómo está? —preguntó Antonio mientras ambos hombres se
levantaban.
—Bien, su presión sanguínea está un poco alta, pero debería
normalizarse dentro de poco. Dormir es lo mejor para él, en estos
momentos.
Las palabras de Liá lo tranquilizaron.
—¿Quieres que lo llevemos de vuelta a nuestra casa? —se
ofrecíó Antonio.
Biton bajó la cabeza mientras reflexionaba sobre ello. Si Cavan
despertaba pensando que Biton lo había apartado de él…
—No. Siempre y cuando creas que está bien. Estuve de acuerdo
en un contrato de treinta días. Aunque no entiende el concepto, fue la
única forma de conseguir que hablase. Podría considerar el ser
enviado de vuelta con vosotros como un castigo.
Liá sonrió mostrando su aprobación.
—¿Quieres que nos quedemos un rato más? —preguntó Antonio.
Biton sólo sacudíó la cabeza. Con el subidón de adrenalina
debido a la crisis anterior, en esos momentos solo quería descansar.
—Les haré saber, si averiguo algo más sobre él. —Antonio le
sostuvo la mano durante unos segundos más de un apretón normal,
mostrándole su apoyo antes de soltársela.
—Gracias.
—¡Oh, Dios! —Biton despertó con el sonido de su propia voz. Su
polla palpitaba mientras se corría dentro de una boca caliente e
impaciente. Mientras convulsionaba con las secuelas de su orgasmo,
su cerebro registró el hecho de que no estaba soñando—. ¡Cavan!
—¿Te he complacido, Amo? —claros ojos verdes encontraron su
mirada durante un breve segundo, antes de que Cavan se deslizara
de la cama para arrodillarse a un lado.
El joven estaba desnudo excepto por el ancho collar que Biton le
había visto el primer día en casa de Antonio.
—Cavan, no debiste hacer eso. Tienes que esperar hasta que te
dé permiso. —No debía evitar el tono severo. Si tenía que entrenarlo,
o “reciclarlo” en el caso de Cavan, la disciplina tenía que empezar en
algún momento.
Cavan se estremecíó por su tono de voz y, aún de rodillas, se
inclínó hacia delante, hasta colocar la frente sobre el suelo de madera.
—Solo quería servirte.
La visión de su pálido cuerpo contra la oscura madera, tan
sumiso, tan dispuesto, hizo que la saciada carne de Biton se crispara.
Deslizando una mano dentro de sus boxers, acomodó su polla en
ellos. No podía creer que Cavan no lo hubiese despertado, cuando se
movíó a gatas sobre la cama.
Sentado y ahuyentando el sueño de sus ojos, lo miró otra vez.
Las largas y anchas cicatrices, que entrecruzaban la espalda de
Cavan, enviaron una ráfaga de compasión a través de su cuerpo.
—Levántate.
Cavan se levantó con una lánguida elegancia. Su cuerpo se
enderezó y se mantuvo rígido, excepto por su cabeza inclinada.
Más cicatrices, anchas y brillantes franjas de carne, atravesaban
sus costillas. La marca de un latigazo fuera de control, rodeaba su
cuerpo. La circuncidada polla de Cavan, flácida, seca y blanda, no
mostraba ningún signo de interés en lo que le había hecho a Biton. El
área de la ingle estaba totalmente afeitada, así como las pelotas.
Había varias cicatrices circulares en la regíón pélvica, quemaduras de
cigarrillo o quizás de puro. Parecían demasiado grandes para ser de
cigarrillo. Con la lujuria que lo había dominado antes, no las había
notado.
—Date la vuelta.
Más cicatrices, más dolor. Una vez más, Biton se preguntó si
Cavan disfrutaba del dolor o solo se había acostumbrado a él.
La mirada de Biton subíó por la espalda de Cavan hasta
descansar en el ancho collar. Demasiado apretado y hecho de áspero
cuero, tenía que ser doloroso y probablemente también peligroso. Un
collar de uso diario, era una prueba de propiedad, no un método de
tortura. Algunos Amos los usaban apretados como un medio para
buscar un final más placentero, pero esos eran collares de juego.
Biton no tenía ninguno de ese tipo. A Erik nunca le había gustado el
estrangulamiento erótico. El collar que le encantaba, y con el que fue
enterrado, era un aro metálico holgado, sólido y delgado. Al amor de
Biton le encantaba el sonido de la cadena, tintineando en el collar, el
roce de metal contra metal. Biton cerró los ojos contra el dolor que los
recuerdos habían despertado.
Al abrirlos, miró fijamente el collar de Cavan. Tenía
almacenadas algunas cosas de Erik, pero ninguna en casa. De todas
formas, no quería que Cavan llevara nada de su antiguo Amo.
—Quítate el collar.
Cavan se giró para encararlo, con la reticencia marcada en la
frente durante un segundo. Con una vacilación, breve pero real, sus
manos se movieron lentamente. Abríó la hebilla con dedos
titubeantes. Un lento rubor comenzó en su pecho, extendíéndose
hacia arriba mientras el broche cedía finalmente.
—Ven aquí. Encima de la cama.
En esta ocasión no dudó. Se arrodilló sobre el colchón con la
cabeza inclinada, su lengua salíó rápidamente, para mojar sus labios,
sus dedos todavía tensos alrededor del collar.
Biton tendíó la mano, esperando el ancho pedazo de cuero, y
Cavan lo colocó sobre su palma.
—No llevarás un collar hasta que no te lo hayas ganado. El
collar es una elección de tu Amo, no tuya. —Tiró el ofensivo trozo de
cuero sobre la mesilla de noche—. Y tú eres mío ahora. Recuérdalo.
Las reglas de tu antiguo Amo no se aplican aquí. Si no estás seguro
de algo, tienes que preguntarme. ¿Entendiste?
Cavan asintió ligeramente.
—Dilo, Cavan.
—Entiendo, Amo.
Biton extendíó la mano para acariciar su pecoso brazo. La
frialdad de la carne lo asustó. No creyó que Cavan pudiese enfriarse
tan rápidamente.
—¿Cuánto tiempo llevabas ahí, antes de que yo despertara?
—No lo sé, Amo.
—¿Qué estabas haciendo?
—Te estaba mirando, Amo. Esperaba para complacerte.
Biton cerró los ojos e inspiró profundamente antes de hacer la
siguiente pregunta.
—¿Por qué? —aunque ya conocía la respuesta.
—Porque es lo que se supone que tengo que hacer.
Abriendo los ojos, simplemente asintió.
—Métete aquí debajo. —Levantó las mantas para que Cavan se
deslizara a su lado.
Su helado cuerpo resultaba frío e incómodo.
—Ven aquí —susurró—. Y relájate.
Cavan se deslizó más cerca, pero “relajarse” no formaba parte
del vocabulario del joven.
Envolviendo el delgado cuerpo entre sus brazos, Biton suspiró.
Sería una difícil empresa reeducar a Cavan. Sin embargo, era algo
que esperaba con ilusión por primera vez, desde la muerte de Erik.
Cavan intentó mantener los ojos abiertos mientras el calor del
cuerpo de su Amo lo rodeaba. El pánico flotaba en el borde de su
mente. El Amo lo quería allí, en su cama, pero él no entendía el
porque. Habían cambiado tantas cosas.
Liá le había dicho que el cambio era bueno, que su antiguo Amo
era un hombre malo. Cavan nunca había visto que el Señor Casala le
hiciera daño a Liá, no como…
El dolor inundó sus recuerdos, los abrasadores golpes del látigo
mientras desgarraban su piel, el agudo olor a carne quemada. Un
temor escalofriante yacía, agazapado en sus entrañas, pero no lo
dejaría salir. Su nuevo Amo yacía en silencio a su lado. Cavan no
debía molestarlo.
Todas las preguntas que le había hecho antes lo habían
aterrorizado, pero si el Amo Biton lo hubiese obligado a marcharse,
eso habría sido más aterrador. En los pocos recuerdos de su niñez
que podía evocar, Cavan siempre había estado solo. La mayoría de
sus padres adoptivos no le habían prestado ninguna atención. No fue
hasta el último de ellos que parecíó que alguien se fijaba en él. Al
principio se opuso a lo que su padre adoptivo quería, pero al final
resultó ser menos doloroso que las palizas. Y entonces el Amo
Wainwright… le había prestado mucha atención aquella noche…
El Amo Biton cambió de posición mientras dormía, abrazando
más fuerte a Cavan.
—Erik… —El susurro fue casi inaudible.
Cavan no se resistíó al apretón de su Amo. Su cabeza descansó
cautelosamente sobre su velludo pecho. Abrigado y absorto en el
sonido del suave latir de su corazón, Cavan no pudo mantener los
ojos abiertos durante más tiempo. En sus sueños, el Amo Biton
susurraba su nombre, con la misma ternura.
Biton despertó totalmente espabilado. En su sueño, los ojos
oscuros de Erik se volvían de un pálido verde. El cálido cuerpo que
estaba a su lado era demasiado delgado para ser el de su amor. Los
recuerdos volvieron y Biton sofocó un sollozo. Como no quería
molestar al dormido pelirrojo, se movíó con cuidado para salir de
debajo de su esbelto cuerpo. Sentándose en el borde de la cama,
estudió al hombre que dormía.
Tenía unos rasgos casi delicados, una nariz ligeramente
respingona y cubierta de pecas, y una ancha boca. Su aspecto no era
impresionante, ni excepcional, pero poseía un aire de inocencia que
contradecía el infierno que había vivido, hasta ese momento.
Biton se pellizcó el puente de la nariz, intentando alejar un
incipiente dolor de cabeza. No estaba seguro de estar en condiciones
de hacerse cargo de la tarea de reeducar a Cavan. Por lo que sabía,
podía ser que el joven nunca fuera capaz de disfrutar del estilo de
vida que le habían obligado a vivir. Pero, ¿sería capaz de vivir de otra
forma después de tantos años de abusos?
El sol casi se había puesto. Habían dormido toda la tarde.
Deslizándose silenciosamente fuera de la habitación, Biton se
preguntó si Antonio habría tenido la oportunidad de averiguar algo
sobre el pasado de Cavan. No estaba seguro de que quisiera saber
más.
Con un ruido sordo, su estómago le récordó su descuido y su
comida perdida. Vestido solo en ropa interior, Biton revolvíó en los
armarios para ver si podía preparar algo de comer. Además de unas
clases de cocina, necesitaba un plan de acción, en relación con Cavan.
Ensimismado en sus pensamientos, se sobresaltó cuando sonó
el teléfono. Se abalanzó sobre él para cogerlo, no queriendo que
Cavan despertara con el ruido.
—¡Hola! —Biton se estremecíó por el agudo tono de su voz.
—¿Te molesto? —Antonio se rió entre dientes con diversión.
—No, perdona. Cavan está durmiendo. No quería que el teléfono
lo despertase.
—¿Todavía duerme? ¿Es necesario que Liá compruebe su estado
otra vez?
—Estuvo despierto durante un rato. —En realidad Biton no
quería entrar en detalles acerca de lo que Cavan había estado
haciendo—. ¿Has visto sus cicatrices?
—Liá me habló de ellas. Mal asunto.
—Sí… —Biton suspiró suavemente—. Cuánto más pienso en ello,
más me pregunto si puedo manejar esto. Es tan… le prometí treinta
días y se los voy a dar, pero…
—Comprendo. Fui a la comisaría después de dejar tu casa.
—¿Has encontrado algo?
—En Octubre de 1992, Michael Delaney fue puesto en una lista
de los Servicios de Menores como fugitivo a la edad de once años.
Entonces desaparecíó de los archivos.
—¿Once? —un rápido cálculo mental ponía a Cavan en los
veinticinco años. Si había estado con Wainwright durante nueve,
entonces tenía dieciséis cuando fue vendido, tal como Cavan
pensaba—. Recuerda seis familias adoptivas. Estaba con una de ellas
cuando tenía dieciséis años. Esas familias no pudieron estar en el
sistema de adopciones si fue puesto en la lista como desaparecido en
el 92.
—He llamado a Víctimas Especiales. Esto es asunto suyo, pero
vendré con ellos para entrevistarlo.
—¿Cuándo? No sé si es lo suficientemente estable para manejar
la presión. Se desmayó cuando lo obligué a decirme su nombre. —
Biton no estaba seguro de que fuera una buena idea. Quizás deberían
esperar.
—Cuanto más tiempo esperemos, más niños podrían estar en
peligro.
—¿Me estás leyendo la mente, Antonio?
—Mira, sé que esto va a ser difícil, pero tiene que hacerse. No
creo que las familias adoptivas sean tan difíciles como Wainwright.
Necesitamos hablar con Cavan sobre eso también, ya que parece que
Wainwright lo tomó cuando era un menor. Y él debería saber a quién
le pagó. Por supuesto, la parte difícil es convencer a un jurado de que
no fue de mutuo acuerdo.
—Sí, va a ser difícil. Él no cree que nadie haya hecho algo
incorrecto. Ha sido condicionado para creer que es un esclavo para el
placer de su Amo y nada más. Para él, no ha pasado nada inusual. —
Biton frotó la palma de la mano contra su frente. La cabeza estaba
empezando a estallarle de dolor—. ¿Cuándo?
—Mañana por la mañana. Pasaremos por allí, para no
traumatizarlo llevándolo a la comisaría. ¿A las nueve?
—No estoy seguro de que pueda manejar esto, Antonio. Quizás
me dejé llevar con Cavan. —Entre los inquietantes acontecimientos
del día y su dolor de cabeza, Biton no podía pensar con claridad.
—Seguro que puedes. Eres uno de los más importantes
abogados de la ciudad. Puedes manejar cualquier cosa. Además, si
nosotros no nos encargamos de esto…
—Ya sé. Ya sé. Tengo que hacerlo. Gracias por todo. —Biton
cortó la llamada antes de que Antonio tuviera ocasión de decir algo
más.
Una vocecilla egoísta, dentro de su cabeza, le advertía que esto
podría sacar a la luz su vida privada. Sus socios, en el despacho de
abogados, sabían que era gay, pero solo uno conocía la otra parte de
su estilo de vida. Si este asunto salía en los periódicos, podría causar
un daño irreparable a la reputación del despacho.
Biton sacudíó la cabeza y se apoyó sobre la mesa. Al cerrar los
ojos se le aparecíó una cara triste y pecosa. Tenía que ver todo el
asunto en su totalidad. Otros como Cavan, probablemente estaban en
algún lugar, ahí fuera.
El despacho sobreviviría. Él podía retirarse. Había pensado en
ello muchas veces. Por lo menos buscar a las abusivas familias
adoptivas y ver a Wainwright tras las rejas, era un objetivo mejor que
renunciar a vivir. La decisión lo hizo abrir los ojos, para ver a Cavan
desnudo, de pie en la puerta del dormitorio. Biton intentó sonreír al
desconcertado joven.
—¿Has dormido bien?
Cavan tragó con fuerza y asintió.
—Sí, Amo.
Su negativa a llamar a Biton de otra forma que no fuera Amo
iba a plantear dificultades al día siguiente.
—Tenemos que hablar, pero antes necesitamos encontrarte algo
de ropa.
CAPÍTULO CUATRO
Cavan parecía cualquier cosa, menos cómodo, con un viejo
chándal de Erik. Sentado en el borde del sofá, con la espalda recta
pero la cabeza inclinada, parecía listo para escapar.
Biton se sentó sobre la mesa, enfrentándolo.
—Cavan, algunas personas vendrán a verte mañana.
Un estremecimiento breve comenzó en el cuerpo delgado, pero
se detuvo rápidamente.
—Los complaceré como desees, Amo.
Biton sacudíó la cabeza. Debería haber imaginado que
Wainwright compartiría a su esclavo.
—Solo quieren hablar y yo quiero que les contestes
honestamente.
—¿Sobre qué? —la respiración de Cavan se aceleró, casi
jadeando.
—Sobre tu padre adoptivo y sobre tu antiguo Amo. —Biton
mantuvo su voz severa. Esta sería la primera, verdadera prueba de la
obediencia de Cavan—. ¿Entiendes?
Los dedos de Cavan retorcieron el material de los pantalones de
deporte.
—Sí, Amo.
El reconocimiento fue un mero susurro mientras sus hombros
temblaban.
—Cavan, mi nombre es Biton. Dilo.
—Amo Biton.
—No, solo mi nombre. —Biton se levantó y luego se movíó hacia
el sofá, junto a Cavan—. Escúchame
Giró el cuerpo, así podía ver el perfil de Cavan.
—Estas personas de mañana, preferiría que no sepan que soy tu
Amo. Por mi negocio, mi trabajo, necesito que hagas eso. Si no
puedes decir mi nombre, entonces no me llames de ningún modo.
Sería más fácil si pudieras llamarme Biton. —Pasó una mano por la
tensa espalda de Cavan—. Inténtalo.
—Biton… —la palabra fue susurrada como una caricia.
—Bien. —tomando la barbilla de Cavan, la levantó hasta quedar
frente a frente. Inclínándose sobre él, Biton colocó un beso suave
sobre sus labios—. Muy bien.
Biton se recostó sobre la cama con un suspiro agotado. Le
extrañó sentirse tan cansado, considerando que había dormido la
mayor parte de la tarde. La tensión de la situación no ayudaba. Metíó
a Cavan en la cama de Erik y lo instruyó para quedarse allí. Dejó muy
claro que no quería una repetición de esa tarde. La boca del hombre
era una maravilla, pero tenía que aprender disciplina.
Mañana no iba a ser fácil. Si tan sólo Cavan pudiera pasar por la
entrevista sin desmoronarse. Los pensamientos de Biton se agitaban
en su cabeza, evaluando todos los resultados posibles. Demasiadas
cosas podrían salir mal, pero la entrevista era necesaria.
El sueño no llegaba a pesar de su agotamiento. Bajando de la
cama, agarró la bata que colgaba del respaldo y se dirigíó hacia la
sala de estar. Abriendo la ventana, respiró el aire fresco de la noche.
Su casa estaba en un vecindario tranquilo, al menos para lo que era
Nueva York. Los sonidos del tráfico eran distantes, pero Biton estaba
acostumbrado a bloquearlos. Los pasos suaves detrás de él parecieron
ruidosos comparados con los sonidos de la noche.
Biton no se giró, sino que siguió mirando fijamente por la
ventana.
—Cavan, deberías estar durmiendo.
—Lo siento, Amo. ¿Me castigarás? —su tono parecía casi
esperanzado.
—¿Quieres que te castigue? —Biton se giró para mirarlo.
Después de todo lo que Cavan había vivido, su petición dejó a Biton
atontado.
—Si lo deseas, Amo.
—¿Y qué deseas tú? —dijo Biton alejándose de la ventana.
Un rayo de luz, de la farola en la calle, cubría a Cavan. Vestido
con un holgado pantalón de deporte y una camiseta, su excitación
tensaba el frente de sus pantalones. Tragó con fuerza mientras su
cuerpo se estremecía.
—Te pregunté qué deseas.
—Servirte, Amo.
La idea de tomarlo lo tentaba. La polla de Biton tironeaba con el
recuerdo de la boca de Cavan, el calor apretado de su culo.
—¿Cómo? Dime cómo quieres servirme. —Biton siguió
movíéndose hasta que su cara quedó solo a unos centímetros de
Cavan.
El delgado pelirrojo parecía bastante más pequeño, pero en
verdad, era sólo un centímetro más bajo que el metro ochenta y tres
de Biton.
—Como tú quieras. —Las palabras jadeantes de Cavan enviaron
un cálido aliento a los labios de Biton.
—¿Disfrutas del dolor?
—Yo… Debo servirte.
—¿Pero disfrutas de él? —Biton tenía que saberlo. Tanto como
quería ver el pecoso culo de Cavan brillando con las rojas marcas de
una pala o un látigo8, quería que fuera porque Cavan lo deseaba.
—Eso… Eso no importa, Amo. Por favor, útilízame… —Las
palabras se ahogaron en un leve sollozo.
Exhalando lentamente, Biton suprimíó los intensos deseos que
se precipitaron por su cuerpo.
—No esta noche.
La severa decepción en los ojos de Cavan facilitó su próxima
decisión.
Levantó una mano para acariciar la cara de Cavan.
—Nada de dolor esta noche. —Sus dedos siguieron el rastro de
barba incipiente—. Esta noche intentaremos suavidad. —Inclínándose,
Biton mordisqueó suavemente el labio inferior de Cavan.
La boca de Cavan se abríó contra la apacible presión aunque sus
manos todavía colgaban a sus lados. La persistencia dio resultado
cuando los delgados labios comenzaron a moverse.
Biton deslizó un brazo alrededor de su cintura atrayéndolo más
cerca. El calor de la erección de Cavan atravesaba la bata de Biton y
sus pantalones. Su propia polla estaba llena y alargada con la
exquisita presión.
—Abrázame —masculló entre besos.
Las manos de Cavan se movieron hacia sus caderas y
descansaron allí. Sus dedos se clavaron en ellas y se aflojaron.
Biton profundizó el beso, desde unos pellizcos juguetones hasta
una intensidad abrumadora, mientras su lengua perseguía la de
Cavan en las calientes profundidades.
Despacio, las manos de Cavan se deslizaron por detrás hasta
que sus brazos rodearon a Biton. Sus dedos tiraron de la delgada
bata.
8 Hay muchos artículos diferentes para el adiestramiento en dominación/sumisión.
Generalmente estos se utilizan para los castigos, los que usados con suavidad resultan
sumamente eróticos. Son símbolos del poder y autoridad del Amo y deben ser tratados con
cuidado y respeto, no se deben utilizar si no se está capacitado para ello, ya que son mucho
más que simples herramientas. Deben provocar un cambio de actitud en la esclava. Ser la
evidencia más tangible de la justicia que impone el Amo, y como tal, ser utilizados con mesura.
(A propósito esta traductora no comulga con estas prácticas pero investigando sobre el tema,
“solo teóricamente” encontré que el 24 de Julio es el día Internacional de BDSM, dos cosas; 1) a
quién se le habrá ocurrido y 2) Memoriza la fecha y acuérdate de darle algunas palmaditas a tu
amor).
La necesidad crecíó en Biton cuando se separó de la boca de
Cavan.
—Ven. —Con el brazo alrededor de la cintura de su amante, lo
condujo hasta el dormitorio.
Determinado a demostrarle a Cavan el lado apacible de hacer el
amor, se desprendíó de su necesidad de dominar, al mismo tiempo
que de la bata. Sus boxers no hacían nada por ocultar su excitación.
Con Erik, no siempre jugaban. La mayor parte del tiempo, su vida
amorosa se parecía a la de cualquier otra pareja gay. Esta noche,
Biton le mostraría a Cavan cómo vivía la otra mitad. Hasta que el
joven no entendiera la diferencia, no podría hacer una elección.
Biton alcanzó la cabeza inclinada de Cavan, sujetándolo por la
barbilla, elevó el rostro para buscar su mirada. La pequeña lámpara,
junto a la cama, reflejaba el miedo de los ojos pálidos.
—No tengas miedo. No habrá nada de dolor esta noche. —Biton
se acercó, su mirada sostuvo la del asustado joven. Sus palabras no
parecieron tranquilizarlo. Tal vez las acciones.
Sus manos ahuecaron la cara pálida mientras lo atraía más
cerca. Un beso ligero se transformó en un mordisco suave. Aún con
miedo, la boca de Cavan respondíó. Biton se retiró y dejó a su pulgar
encontrar el suave labio inferior mojado.
—Te quiero desnudo —susurró.
Las manos de Cavan se movieron hacia el dobladillo de su
camiseta.
—No, quiero desnudarte yo.
Sus brazos cayeron laxos a sus costados.
Las manos de Biton bajaron por la cara de Cavan, hacia su
pecho y sus caderas. Un temblor traspasó el cuerpo esbelto, pero
Biton no supo si el miedo, el deseo o una combinación de ambos era
la causa. Sus labios encontraron los de Cavan otra vez mientras sus
manos se deslizaban bajo la camiseta. La piel suave, fresca al tacto,
atrajo sus dedos. Un estremecimiento recorríó el delgado cuerpo bajo
su toque.
—¿Tienes frío?
Casi imperceptiblemente, Cavan sacudíó la cabeza.
—¿Tienes miedo?
Un asentimiento leve.
—No lo tengas —susurró Biton, contra los labios suaves. Sus
manos se deslizaron sobre el cuerpo de Cavan, sacándole la camiseta
mientras se movían. Inclínándose, su lengua rodéó un pezón
diminuto. Duro como un guijarro y apretado por su atención.
Otro estremecimiento atormentó el cuerpo de Cavan.
—¿Te gusta esto?
Las manos de Cavan se apretaron a sus costados, pero no
contestó.
—Contéstame. ¿Te gusta esto? —Biton chupó el otro pezón.
—Sí… Amo… —su jadeante aliento salíó acompañó de un leve
gemido.
Su lengua rodéó el pezón endurecido, otra vez, antes de
alejarse. Cavan levantó los brazos cuando Biton pasó la camiseta
sobre su cabeza y la tiró a un lado. La pálida piel brillaba bajo la luz
suave de la lámpara. Tirando de las delgadas caderas hasta que sus
cuerpos se fundieron, juntos desde el hombro a la ingle, Biton lamíó
la tentadora curva del cuello. La dura erección de Cavan se frotó
contra la suya, enviando un ardiente calor por todo su cuerpo.
—Te sientes tan bien. —Biton mordisqueó el tenso músculo del
hombro de Cavan, mientras metía las manos por la cintura de sus
holgados pantalones y apretaba su duro culo. Amasando la carne
firme, Biton lo acercó más, aumentando la presión sobre su polla.
Un gemido suave acompañó la agitación de los dedos en la
cintura de Biton.
—Puedes abrazarme, Cavan.
Temblorosas manos se deslizaron alrededor de su cintura para
luego subir por la espalda desnuda de Biton. Húmedas palmas y
dedos extendidos frotaron sus músculos con movimientos suaves,
vacilantes.
Las manos de Biton agarraron el culo de Cavan y lo atrajeron
con más fuerza hasta su polla. Agarrando la caliente carne que
goteaba, Biton se rió del gemido de su amante.
—¿Te gustó cuando te la chupé?
—Oh… Sí… Amo…
Biton lamíó el lóbulo de la oreja de Cavan.
—¿Quieres que lo haga otra vez? —su mano acarició la dura
polla, mientras bajaba a mordiscos, desde la oreja de Cavan hasta su
cuello.
—Yo… Servir…
—Pregunté qué querías.
Los dedos de Cavan se apretaron contra la espalda de Biton.
—Quiero… Lo que tú quieras, Amo —jadeó.
—Quiero besarte por todas partes, Cavan. Quiero chupar tu
polla hasta que te corras en mi boca. Luego quiero follarte, con fuerza
y mucho tiempo, hasta que grites mi nombre debido al placer. ¿Es eso
lo que tú quieres?
—Oh… Oh… Sí, Amo.
Biton sonrió contra la nuca de Cavan. Liberando la llorosa carne
caliente, deslizó los pantalones hacia abajo antes de empujar a Cavan
hacia la cama. Lo colocó sobre el colchón, empujando los pantalones
hasta sacarlos por sus tobillos.
Tumbado ante él, destacado por el suave brillo de la lámpara, la
carne pálida de Cavan temblaba. Su polla, de un rojo furioso y
goteando de deseo, se apoyó contra su estómago. Sus labios se
separaron, su lengua los humedecíó mientras los pálidos ojos verdes
seguían cada movimiento de Biton. La aceptación, mezclada con la
necesidad, sustituía el miedo anterior.
Biton dio la bienvenida al deseo escrito en su cara, prueba de
que Cavan lo deseaba a él y no solo quería servir.
Biton líberó la polla de su ropa interior, empujó el apretado
material por sus caderas, luego se la sacó a patadas.
Comenzando por el interior del muslo de Cavan, Biton besó y
lamíó un rastro mojado hasta las rasuradas pelotas. Primero tocó el
saco con suaves pellizcos antes de que su lengua torturara la textura
arrugada. Biton veía cómo la cabeza de Cavan estaba echada hacia
atrás. Su boca abierta se movíó, pero no salíó ningún sonido de ella.
—Háblame, Cavan—. Lamíó la longitud de dura carne. Su
lengua bajó a la mojada hendidura—. Quiero saber cómo te sientes.
El único sonido fue un suave gemido. Los dientes de Cavan
mordieron sus labios amortiguando cualquier palabra.
Con simples y lentos movimientos, Biton fue besando al
tembloroso hombre hasta que lo cubríó con su cuerpo. Cuando el
calor de sus erecciones chocó, una sacudida eléctrica de placer se
disparó por él. Sus dientes pellizcaron el labio inferior atrapado de
Cavan, hasta que lo líberó. Biton calmó el dolor de la carne con la
suavidad de su lengua. Mecíéndose suavemente contra el cuerpo de
Cavan, Biton susurró:
—Háblame. Dime algo. Ahora mismo somos amantes, no Amo y
esclavo. Esta noche, quiero hacerte sentir bien.
Cavan se empujó contra Biton. Su cuerpo se deslizaba en
sincronización con la cabeza de Biton que bajaba para otro beso. Con
lentos y profundos besos, el enredo de sus lenguas se hizo más duro
mientras los cuerpos se encontraron en un baile cada vez más rápido.
Las manos de Cavan se movían recorriendo la espalda de Biton,
apretándolo más contra sí.
—Sí, Cavan, abrázame—. Una caliente y hambrienta boca
amortiguó las palabras de Biton.
Las piernas de Cavan se unieron a las suyas, hasta que se
enredaron juntos.
—Sí… —resolló Biton.
El líquido preseminal mojó sus vientres mientras Biton se movía
más rápido. Todas las cosas que quería hacerle escaparon por la
ventana, ahuyentadas por el intenso deseo de su ingle.
—Córrete para mí, Cavan.
Unos segundos después, el semen caliente salpicó contra su
estómago. Las piernas de Cavan se apretaron alrededor de él,
obstaculizando su movimiento, pero no le importó. Su dulce liberación
se mezcló con los jugos de su amante. Su boca devoró a Cavan
mientras se estremecía contra el delgado cuerpo hasta que una
lánguida satisfacción lo llenó y sació, agotándolo. Enterrando su cara
en el cuello de Cavan, Biton lanzó un suspiro esperanzador. La
ternura por esta alma perdida ya rezumaba en él.
Con un gemido suave, se obligó a levantar la cabeza para mirar
a su amante.
La boca abierta de Cavan jadeaba con cálido aliento. Sus dedos
remontaron sus labios inflamados por los besos.
—¿Estás bien? —Biton se incorporó sobre sus codos, aliviando
un poco de su peso a Cavan.
—Sí, Amo.
—Di mi nombre. —Cambiando su peso a un brazo, su mano
tomó los dedos de Cavan. Llevándolos hacia su boca, besó sus
nudillos—. Llámame por mi nombre.
Sus dientes mordieron su labio inferior antes de que dijera.
—Biton…
Con miedo a respirar, Cavan no podía relajarse. El brazo de su
Amo rodéándolo abrigadamente era casi tan aterrador como
consolador. No debería tener miedo. Su Amo le había dicho que las
cosas serían diferentes. Su estable respiración y los apacibles latidos
de su corazón lo tranquilizaban. Se había quedado dormido con su
Amo antes y no había tenido problemas. Las diferencias con su vieja
vida confundían su cansada mente. Su lengua recorría de un lado a
otro sus labios. Su antiguo Amo nunca lo había besado, nadie lo había
hecho hasta el Amo Biton.
—Biton —articuló la palabra silenciosamente.
El recuerdo del cuerpo de… Biton sobre el suyo, los besos, el
placer… El aliento se congeló en su garganta. ¿Su vida realmente
podría ser diferente? Tal vez durante treinta días. Después de eso…
Biton esperaba parecer tranquilo, porque seguro que no lo
estaba. Un vistazo rápido al reloj confirmó que sólo habían pasado
cinco minutos, desde la última vez que había mirado. Otra media hora
más, hasta que Antonio y la policía llegaran. Normalmente, Biton
comía polis para desayunar. Como abogado defensor, conocía el modo
en que trabajaban. Conocía también la naturaleza escéptica de
cualquiera cuando trataba sobre BDSM. Regresando hacia la cocina
por más café, encontró a Cavan todavía sentado a la mesa.
Encorvado y vestido con una sudadera demasiado grande para
él, aparentaba tener cerca de quince años. La expresión vacía, casi
catatónica, de su cara no era de buen agüero para la entrevista. Las
pesadillas de Cavan habían despertado a Biton un par de veces
durante la noche. Se calmó rápidamente, pero en ambas ocasiones
insistíó en que nada estaba mal.
En vez de rellenar su tasa, la puso en el fregadero. El cuerpo de
Cavan estaba tan tenso que parecía que se rompería con solo tocarlo.
Biton se acercó y descansó las manos sobre los hombros del hombre
más joven. Un leve estremecimiento fue el único reconocimiento.
—Cavan, no tienes que tener tanto miedo.
—Yo… Oh… —su respiración se aceleraba, al tiempo que se
estremecía—. Amo…
Biton separó la silla de la mesa y se arrodilló delante del
hombre aterrorizado.
—Estaré aquí contigo todo el tiempo.
Parecía una criatura salvaje, atrapada bajo los focos de un
coche, asustado y listo para correr, pero sin saber dónde ir. Su lengua
escapó, mojando los secos labios.
Incapaz de resistirse a la tentación de sus labios húmedos,
Biton se inclínó para darle un suave beso. Cuando se separó, la
mirada salvaje y desesperada se había ablandado.
—Contigo todo el tiempo —susurró mientras enlazaba sus dedos
con los de Cavan.
Ambos se sobresaltaron con el sonido de un golpe en la puerta.
—Un poco temprano. ¿Estás listo?
—Pasen—. Biton hizo señas a Antonio y al hombre de mirada
severa que lo acompañaba. A instancias de Biton, Cavan estaba en la
sala de estar. Biton mantuvo la voz baja, así no los oíría en el
vestíbulo.
—Está muy nervioso. No estoy seguro de que vaya a colaborar.
—Tenemos que hacerlo —susurró Antonio.
—Lo sé. Solo quería advertírtelo.
—Éste es el detective Ramos de Víctimas Especiales. Sabe cómo
manejar situaciones como esta.
Biton cabeceó ante la presentación.
—Biton Savakis.
Después del apretón de manos con el detective, les hizo señas a
ambos hombres para dirigirse hacia la sala de estar.
Antonio se quedó atrás y le susurró:
—Oh, Biton, traje la ropa de Cavan de mi casa.
—Gracias. Planeo conseguirle más, pronto. —Biton aceptó el
pequeño bolso que Antonio le ofrecíó.
Cuando entraron a la sala de estar, encontraron a Cavan
acurrucado en una esquina del sofá, con las rodillas abrazadas y
apretadas contra su pecho.
El corazón de Biton dolíó ante la triste imagen que el joven
presentaba. Dejó caer el bolso al lado de la mesita, se acercó a Cavan
y apretó su hombro.
—Estarás bien —susurró—. Están aquí para ayudarte. Quiero
que les digas todo sobre tus padres adoptivos y Wainwright; todo lo
que pregunten. —Biton sintió el temblor bajo su mano.
Cavan abríó la boca para contestar, pero las palabras no se
formaron. En cambio, cabeceó su asentimiento.
—Tomen asiento, caballeros. —Biton señaló las dos butacas
frente al sofá.
Biton se sentó al lado de Cavan, su hombro tocándole. Tal vez
Cavan pudiera sentirse más seguro con su contacto. Lo que Biton en
realidad quería era abrazar su cuerpo tenso y decirle que todo estaría
bien.
—Michael, entiendo que esto es difícil para ti, pero necesitamos
la información. —Ramos mantuvo su voz de barítono suave, baja y
apacible.
Ante el sonido de su verdadero nombre, Cavan se estremecíó.
Biton se resistíó al impulso de enredar sus dedos con los del
joven.
—¿Puedes decirme el nombre de tu último padre adoptivo?
—Pa… Pablo9. —La palabra tartamudeada fue apenas más que
un susurro.
Ramos bajó la mirada para escribir en su libreta.
—¿Recuerdas su apellido?
El temblor de Cavan comenzó lento, pero pronto su cuerpo se
sacudía con tanta fuerza que sus dientes entrechocaban.
—No puedo… Yo… —Las palabras casi no se oían por su agitada
respiración. Cavan tenía tanto miedo que, Biton pensó, se
desmayaría. Rehuyó la mirada de los atentos ojos de Ramos y deslizó
un brazo alrededor de él, apretándolo.
—Está bien, Cavan. Nadie te hará daño. Lo prometo. Te
mantendré seguro.
—A… Amo… —Cavan giró para enterrar su cara en el cuello de
Biton—. No quiero morir… No como Mateo… Por favor no me hagas
contarlo. —Las palabras de Cavan salieron como un torrente de
pánico—. Por favor, Amo.
Biton cerró los ojos ante el sobresalto que aparecíó en las caras
de los detectives. No sabía si era debido a las palabras de Cavan
sobre morir o al hecho de llamar Amo a Biton. En ese momento,
comprendíó que realmente no le preocupaba si Ramos conocía su
relación con el aterrorizado joven. Lo superaría.
—¿Quién es Mateo, Cavan?
Con el rostro todavía enterrado en el cuello de Biton, las
palabras salieron amortiguadas.
—El esclavo de mi viejo Amo…
Biton abríó los ojos y encontró los de Ramos. El detective
cabeceó para que Biton continuara.
—¿Qué le pasó a Mateo? —Biton mantuvo bajo el tono de voz.
9 En el original (N.T.)
—Era malo… El Amo dijo que tenía que ser castigado.
—¿Hablas de Wainwright?
—Sí. —Los brazos de Cavan se movieron para abrazar a Biton.
—¿Qué le hizo Wainwright?
—¡No puedo contarlo! —sus dedos se clavaron en la espalda de
Biton mientras el pánico en su voz se intensificaba.
—Tienes que decírmelo, Cavan. Recuerda, yo soy tu Amo ahora.
Tienes que obedecerme. —La mirada de Biton se quedó fija con la de
Ramos mientras decía las palabras. Al infierno con el decoro. La
tranquilidad de Cavan era prioritaria—. ¿Qué le hizo Wainwright a
Mateo?
Ramos cabeceó su aprobación.
—Lo golpeó… Tan mal… Tanta sangre… Por favor. —La voz de
Cavan se quebró—. Por favor, Amo, no quiero morir así…
—No te castigaré por decir la verdad. Eso no pasará. Te
protegeré. Eso es parte de mis responsabilidades. ¿Recuerdas ayer?
Hablamos de esto. Tengo la responsabilidad de cuidarte.
Cuando el terror sacudíó el pequeño cuerpo atormentado, los
dedos de Cavan se clavaron en la espalda de Biton con tanta fuerza,
que supo que tendría contusiones.
—Caballeros, ¿nos perdonarían un momento? —la compasiva
mirada de Ramos desbordó de alivio a Biton. Podría haber
repercusiones más tarde por su abierta admisión, pero por ahora…
Antonio se levantó e hizo señas a Ramos para que lo siguiera.
—Vamos. Sé donde guarda el café bueno.
Biton sonrió cuando su amigo condujo al otro oficial hacia la
cocina. Su atención rápidamente volvíó hacia Cavan.
—Está bien. Te tengo y nada va a pasarte por decir la verdad.
—Mecíó al histérico hombre con cuidado mientras besaba sus mejillas.
—Me dolíó tanto cuando me azotó. Pensé… Estaba seguro… No
quería morir como Mateo.
Enredando los dedos entre el pelo de Cavan, tiró con cuidado
hasta que los ojos enrojecidos encontraron su mirada.
—No dejaré que nada así te pase. Antonio y el otro oficial se
asegurarán de que Wainwright no le haga daño a nadie más. Pero
tienes que decirles todo. Tenemos que detenerlo. ¿Entiendes cuán
importante es esto? ¿Tienes idea de lo malo que era Wainwright?
Todavía jadeando, la mayor parte de las lágrimas de Cavan
disminuyeron.
—Era el Amo. Dijo que podía hacer lo que quisiera con sus
esclavos.
—Se equivocó. Sólo porque alguien promete su vida a un Amo,
no lo autoriza a que le haga daño o lo mate. ¿Recuerdas lo que te dije
ayer, sobre un contrato?
Cavan asintió despacio.
—Te dije que era responsable de tu salud. Eso significa que no
haré nada que realmente pudiera hacerte daño. Los juegos sexuales,
como se supone, deben ser buenos para los dos. El dolor, infligido con
cuidado a alguien dispuesto, busca causar un placer eventual. Incluso
si has acordado ser mi esclavo, tienes el derecho de decirme cuándo
es demasiado para manejarlo. Tienes la obligación de decírmelo. —
Biton se inclínó hacia adelante y colocó un beso contra los labios de
Cavan—. Si fuera demasiado lejos, si te hiciera daño, no cumpliría mi
parte del contrato. Tienes que entenderlo —Biton tocó el pecho de
Cavan y luego el suyo propio—, para que lo que hay entre nosotros
funcione.
Cavan cabeceó ligeramente, pero la turbación en sus ojos
permanecíó.
—Tienes que terminar de decirles qué les pasó, a ti y a Mateo y
a cualquiera al que tu padre adoptivo y Wainwright hayan lastimado.
¿Puedes hacerlo?
—Sí, Amo… —Los ojos de Cavan se abrieron enormes con el
miedo—. ¡Lo siento! Yo… Yo…
—¿Qué está mal?
—Se supónía que no debía llamarte Amo. —La relativa calma de
hacía solo unos minutos desaparecíó.
—No, no debías. Pero hablaremos de eso más tarde, después
que se vayan nuestros invitados. Ahora tienes que hablar con ellos
otra vez. —Su tono severo parecíó tranquilizar a Cavan.
El hombre estaba lleno de contradicciones y nociones falsas.
Reeducarlo sería un camino largo y Biton no sería capaz de hacerlo
solo.
Cavan miraba cómo su Amo caminaba hacia la cocina. El miedo
incontrolable todavía burbujeaba en sus tripas como un hambre
profunda. El Amo le había prometido protegerlo y debería creerlo,
pero no podía. Les diría a los hombres lo que quisieran saber. Tenía
que hacerlo. Su Amo se lo había dicho.
La resignación fluyó por él, reprimiendo el miedo. El Amo lo
hacía sentir tan bien. Su toque, sus besos, hasta su polla en él, era
tan distinto de antes, tan maravilloso. Si el Amo Biton quería que
hablara, lo haría, independientemente de las consecuencias. Por
treinta días con él, sufriría cualquier cosa que pasara después.
CAPÍTULO CINCO
Biton suspiró y exhaló lentamente mientras iba hacia la cocina.
La revelación de la naturaleza de su relación había sido inevitable.
Debería haber adivinado que Cavan reaccionaría del modo en que lo
hizo. Era casi un alivio. La mirada de miedo de Cavan y su
incapacidad para consolarlo fueron demasiado duras.
Una leve sonrisa se insinuó en sus labios. En tan poco tiempo,
se había encariñado con este triste pelirrojo. O tal vez, tener alguien a
quien cuidar le daba un nuevo sentido a su vida.
Los detectives alzaron la vista con expectación cuando entró a
la cocina.
—Caballeros, vamos a intentarlo otra vez. Todavía está
alterado, pero creo que tiene muy buenas razones para estarlo.
Parece que Wainwright ha hecho, algo más, que solo abusar de sus
esclavos.
Antonio habló primero.
—¿Te dijo que Mateo murió?
—No, pero suena como si así fuera. Está listo para hablar otra
vez, creo. —Biton se restregó la cara con sus manos—. Cavan ha sido
torturado en forma extrema y Dios sabe qué más. Puede que tenga
veinticinco años, pero emocionalmente no es más que un adolescente.
No creo que alguna vez le hayan demostrado afecto o amor y no sabe
cómo manejarlo.
Mirando al detective Ramos, Biton continuó:
—Mi relación con él es algo que preferiría no divulgar. Usted
debería ser capaz de entenderlo. Quiero que sepa, que yo no le haría
daño, no como el que ha sufrido. Él nunca tuvo la posibilidad de
escoger este modo de vida. Pero ahora mismo no entiende ningún
otro. Le prometí cuidar de él y planeo conseguirle ayuda psicológica.
—Señor Savakis, debe comprender que he tratado con cada
pervertido sexual… —Ramos se detuvo y un rubor leve se elevó por
su cuello—. Lo siento. No puedo entender su modo de vida, pero no
es la primera vez que lidio con ello. Por lo que puedo ver, intenta
hacer las cosas correctamente con el señor Delaney. Lo único que
necesitamos figure en el informe, es su declaración.
—Gracias. —Biton giró para dirigirse hacia la puerta, entonces
se volvíó—. Ah, y sobre su nombre. Llámeló Cavan, podría aliviar su
incomodidad. Ayer, cuando lo hice decirme su nombre verdadero, se
desmayó. Póngalo en sus notas, pero llámeló Cavan.
—Buena idea —cabeceó Ramos.
Cuando volvieron a la sala de estar, Cavan no se había movido
de su lugar en la esquina del sofá. Biton no vaciló esta vez. Tomó
asiento a su lado, deslizó un brazo alrededor de sus hombros, y
entonces lo atrajo apretándolo contra él. Los dedos de su mano se
enlazaron libremente con los de Cavan.
Ramos llevó la butaca más cerca del sofá y se sentó.
—Cavan, realmente tengo que saber qué os pasó a ti y a Mateo.
Sé poco. ¿Te digo lo que sé y me dices si es o no correcto?
Biton cabeceó ante la nueva estrategia de Ramos. Tratar a
Cavan más como un niño que como un adulto podría funcionar.
Cavan cabeceó ligeramente mientras sus dedos apretaban la
mano de Biton.
—Bien, bien, Cavan. Ahora, Biton dice que tu nombre verdadero
es Michael Delaney. ¿Esto es cierto?
—Sí, señor —fue la respuesta apenas susurrada.
—Muy bien. —La amplia sonrisa de Ramos parecíó tranquilizar a
Cavan—. Te buscamos en el sistema de familias de adopción. Allí
dicen que escapaste de la familia Stevens cuando tenías once años.
¿Es cierto?
Biton miró a Cavan con atención.
Con la frente ligeramente fruncida, sacudíó su cabeza.
—No, señor, yo… Yo… —Se dio vuelta para mirar a Biton—. Yo
no haría eso. Yo no me escaparía. —Su jadeó se sentía caliente contra
la cara de Biton.
—Shhh… —Biton se inclínó sobre él, dejando que su frente
tocara a Cavan—. Sé que no lo harías. Solo tenemos que entender por
qué pensaron que lo hiciste.
Los ojos de Cavan se cerraron y su respiración se tranquilizó
otra vez.
—Cavan. —Ramos extendíó la mano y le tocó el brazo—. Si no
escapaste de los Stevens, ¿cómo te fuiste?
—Me llevaron a mi siguiente familia adoptiva, los Smith.
Ramos encontró la mirada fija de Biton.
—Smith. ¿Recuerdas la escuela donde fuiste?
Cavan sacudíó su cabeza.
—No fui a la escuela cuando viví allí. Dijeron que había
terminado. No lo entendí, pero estaba bien. No eran malos conmigo.
—¿Fueron los que te vendieron? ¿A Wainwright?
—No… —Cavan hundíó la barbilla en su pecho—. Mi… Fue…
después de ellos. La siguiente familia.
Biton cerró los ojos contra el doloroso escozor de las lágrimas.
Como una persona que quería el completo control sobre su vida, Biton
no podía imaginarse el horror que Cavan había vivido, desde su niñez
hasta ahora. Esto lo enfermaba del estómago, pero mucho más, hacía
doler su corazón por el perdido joven, que agarraba su mano con
ferocidad.
Biton metíó a su agotado amante en la cama. La entrevista duró
hasta bien tarde y no recogíó mucha información. Pasando su mano
por el corto pelo rojo, Biton sonrió a los ojos soñolientos que lo
miraban.
—Lo hiciste muy bien, Cavan, muy bien. Estoy orgulloso de ti.
—Las lágrimas brotaron, volviendo sus ojos más verdes que la hierba
después de una lluvia de verano—. Duerme ahora. Regresaré más
tarde. Tengo que hablar con Antonio y el detective Ramos. —Se
inclínó para darle un beso rápido, pero la mano de Cavan se deslizó
alrededor de su cuello, manteniéndolo brevemente allí. Biton
profundizó el beso, su lengua se deslizó entre los labios separados. La
lengua de Cavan persiguió la suya cuando se separó. El simple acto
animó a Biton. Con un suave mordisco final a los labios de Cavan, le
susurró—: Regresaré en un ratito.
Con un suspiro largo, los ojos de Cavan se cerraron y su
respiración se estabilizó.
Biton lamentó abandonarlo. Estaba determinado a despedir a
sus invitados tan rápido como le fuera posible y volver. Tenía miedo
de que la entrevista acrecentara las pesadillas de Cavan. Movíéndose
hacia la puerta abierta, salíó de puntillas.
Antonio y Ramos hablaban en susurros en la sala de estar.
Alzaron la vista cuando volvíó al cuarto.
—Tenemos bastante como para detener a Wainwright por
agresión con lesiones, pero tenemos que saber más sobre el asesinato
—dijo Antonio.
Cavan no había sido capaz de decirles qué había pasado con
Mateo después de la paliza. Biton se estremecíó con el recuerdo de la
voz desconsolada de Cavan mientras relataba la sangrienta escena.
Wainwright literalmente había despellejado a su esclavo con una fusta
de nueve colas10. Cavan pensaba que Mateo todavía estaba vivo
10 Conocida como gato de nueve colas, es un dispositivo para azotar, un instrumento de
castigo, muy severo, que notablemente parece ser, al menos Wikipedia, mi amiga, lo afirma, invento de la Marina Británica. Aún es usado en estas épocas, sin embargo, su popularidad ha
cambiado, pues ahora es usado como instrumento de placer sexual para el BDSM. (N.T)
cuando él y otros tres esclavos fueron introducidos en el cuarto como
una advertencia. Les habían obligado a mirar el castigo. No era
asombroso que Wainwright aterrorizara a Cavan. Luego, cuando
recibíó un castigo similar el invierno pasado, estaba seguro de que
moriría.
—Bien, sin un cuerpo no hay ninguna evidencia de asesinato. —
Biton quería deshacerse del abogado que había en él y enfrentar a
Wainwright como un hombre con la venganza en mente.
—Lo sé —suspiró Antonio—. Si sólo…
Biton podía leer sus pensamientos. Sabían que hacía meses que
Cavan sufría. Los informes del hospital serían parte de la evidencia.
Cavan le había dado permiso para consultarlos un rato antes.
Lamentablemente, desconocían cuántos más habrían sufrido o muerto
en esos tres meses pasados.
—Bien, la declaración de Cavan debería permitirnos conseguir
una orden de registro. Tal vez encontremos evidencia del destino de
Mateo. Mientras tanto, hablaré con Cavan un poco más. Tal vez
recuerde más cuando se calme.
Cavan había soportado el interrogatorio bastante bien. Al final
estaba cubierto de sudor y lágrimas, agotado. Cuando el estado lo
ingresó en la lista de fugitivos, se había marchado con otra familia,
con la que vivíó durante un año y medio. Ellos no le habían hecho
daño. Había sido tratado como un criado, un mero sirviente: limpieza
y cocina; pero sin abuso sexual. Y claramente intimidado en la
seguridad en sí mismo y su amor propio.
—De alguna manera, las familias adoptivas lo preparaban para
ser un esclavo en el futuro —dijo Biton mientras caminaba hacia el
minibar. Sosteniendo una botella de whisky, miró a Antonio y a
Ramos. Ambos hombres sacudieron su cabeza—. ¿De servicio, eh?
Bien, yo no. —Se sirvió una copa y la devolvíó al bar. El líquido
ardiente quemó en sus venas, tan caliente como su cólera hacia
Wainwright.
—Sí —suspiró Antonio y frotó sus ojos con sus dedos—, la
primera familia enturbiaría el rastro. Si alguien encontraba a Cavan,
ellos, en realidad, no le habrían hecho nada, excepto sacarlo de la
escuela. Desde el momento en que nadie vino a por él, fueron
capaces de pasarlo a la siguiente familia, para seguir su
entrenamiento.
Ramos tomó un largo aliento y se puso de pie.
—Tenemos un problema más grande que Cavan y algunos
otros. Esto llevará mucho tiempo, demasiado. Odio la idea, pero
tenemos una operación de comercio de esclavos muy organizada que
continúa funcionando. Nadie sabe cuántos niños han sido derivados
del sistema, y solo Dios sabe qué pasó con ellos. Tengo que regresar
a la oficina. —Una arruga plegaba su frente—. Vamos a tener que
comprobar a cada fugitivo que hay en la lista de Servicios Infantiles,
por quién sabe desde hace cuánto tiempo. El calvario de Cavan
comenzó hace catorce años. Con miles de niños en el sistema,
podríamos estar hablando de cientos de víctimas.
Biton ya había pensado en ello, pero el horror en la cara de
Antonio demostrada que él no.
—Dios mío… —La cara de Antonio palidecíó bajo su tez oscura—
. Yo…
Ramos le dio una palmada cuando se dirigíó a la puerta.
—Ves, por eso eres detective de homicidios. Tu visión es
demasiado estrecha. Vamos. Tenemos que salir de aquí. —Él siguió
hacia la puerta.
Biton los siguió detrás.
—Gracias por ser tan amable con Cavan.
—No es la primera vez que veo un caso como éste. Necesita
ayuda profesional y una oportunidad de vivir una vida normal.
Ramos no tenía que decirlo.
Biton cabeceó.
—Lo sé. Pediré una cita con un psiquiatra cuanto antes. Y
tendrá una opción. Sé que no entiende mi modo de vida, pero créame
cuando le digo que quiero un compañero dispuesto, no un esclavo
estúpido.
Ramos cabeceó y ofrecíó su mano.
—Haré todo que pueda para ser discreto.
Biton sacudíó la mano estrechándosela.
—Gracias. —Los observó marcharse mientras bajaban por las
escaleras y salían del edificio.
Más que nada Biton quería una relación dispuesta, consensual. Y
le sorprendíó comprender cuánto la quería con su esclavo pelirrojo.
Cavan luchó contra las manos que lo sujetaban mientras el
miedo lo paralizaba. El cálido capullo que formaban las mantas se
había convertido en una correa de áspero cuero, que lo manténía
atado. Las suaves sábanas se sentían como azotes del gato11 contra
su espalda.
—¡No, por favor, no! —los gritos no habían servido entonces.
Rogar por su vida sólo volvíó al Amo más loco. El olor agudo de la
sangre se mezclaba con el acre del sudor—. ¡No!
—¡Cavan, despierta! Vuelve en ti. Estás a salvo. Nadie te hará
daño aquí. ¿Puedes oírme, Cavan?
—Amo. —El alivio cayó en él mientras unos fuertes brazos lo
atraían más cerca. Su cabeza descansaba sobre un pecho musculoso.
11 Se refiere al látigo de nueve colas, ya mencionado (N.T.)
capa delgada de tela lo separaba de los rápidos sonidos del
corazón del Amo Biton.
—Estás bien. No dejaré que te pase nada. —Los brazos de su
Amo lo apretaban mientras lo mecía—. Has sido muy bueno hoy.
La alabanza causó un dulce nudo en la garganta de Cavan y un
flujo de calor corríó por él.
—Tenían que saber sobre tu vida, por eso el interrogatorio. Esto
cambia muchas cosas… El modo en que has sido tratado…
Su felicidad se disolvíó en una inundación de pánico.
—¿Cambios? Pero dijo que había sido bueno.
—Y es cierto. Hiciste y haces lo correcto asegurando que
Wainwright y tus padres adoptivos nunca hagan daño a nadie más. —
Su Amo hizo una pausa para plantar un beso suave sobre su cabeza—
. Pero tú no escogiste esta vida, Cavan. Ser un sumiso debería ser tu
decisión, no algo forzado. Te robaron la infancia, sufriste abusos y
violaciones. Todas estas cosas están mal y la gente que lo hizo debe ir
a la cárcel. —Otro suave beso acompañado de un apacible suspiro—.
¿Quién sabe si hubieras escogido a un hombre como amante si te
hubieran dado alguna opción?
—Quiero quedarme con usted… —Cavan no podía detener el
pánico que oprimía su garganta—. Yo solo…
—Shhhh… Te quedarás conmigo por ahora; hasta que puedas
tomar una decisión sobre lo que quieres.
—Le quiero a usted.
—Lo dices ahora, pero tienes que esperar hasta que hayas
tenido alguna posibilidad de aprender la diferencia entre una opción y
algo que te es impuesto.
—Quiero quedarme con usted, Amo. —No se marcharía. Si su
Amo le decía que tenía una opción, su decisión ya estaba tomada.
Quería quedarse con su nuevo Amo. El terror comenzó a retroceder.
Se quedaría. Pasara lo que pasara, costara lo que costara, mientras
su Amo lo quisiera, se quedaría.
Biton se relajó cuando la respiración de Cavan se tranquilizó en
el sueño. Estaba seguro de que el joven todavía no entendía lo que
decía. La idea de que se marchara, hacía que su corazón se sintiese
atravesado por el dolor. ¿Cómo podía haber caído con tanta fuerza y
tan rápido? Aunque sus sentimientos no importaban. Mañana, ellos
comenzarían de nuevo. En vez de ayudar a Cavan a ser un verdadero
sumiso, le ayudaría primero a convertirse en una persona
independiente.
Una mano caliente rodeaba su polla. Golpes largos y perezosos,
apartaron a Biton del sueño. La luz de la mañana se mostraba por las
cortinas. Una rápida respiración sacudía el duro cuerpo adherido al
suyo, no sabía si de miedo o de deseo.
—¿Cavan?
—Sí, Amo. —Un temblor de miedo tiñó la tranquila respuesta.
—Te sientes tan bien. —Apretó su brazo alrededor del cuerpo
delgado—. Realmente bueno. —Biton quería rodar sobre Cavan y
abrirse camino a través de su cuerpo hasta que olas de placer lo
atravesaran. Pero la decisión tomada la noche anterior lo detuvo—.
Cavan, ¿por qué me acaricias?
—¿Debería parar? —la turbación coloreó su voz.
Biton no estaba seguro de por dónde comenzar y el placer de
las caricias de Cavan, fundiendo sus neuronas, no ayudaba.
Comenzaría por lo básico.
—¿Disfrutas al estar con un hombre?
—Yo… Lo hago con usted. —La caliente mano vaciló.
Biton deslizó su mano bajo las mantas y la envolvíó alrededor
de la de Cavan.
—No siempre supe que era gay. —La mantuvo apretada,
deteniendo los sensuales movimientos—. Hasta que cumplí veintidós
años, intenté convencerme de que deseaba a las mujeres, hasta mi
primer amante masculino. La revelación fue mucho más explosiva que
el mismo sexo. —Biton tembló con los recuerdos—. Eso no fue dulce
ni sensible, fue duro y áspero y no podía conseguir suficiente. La
relación no duró mucho tiempo, pero supe que ninguna mujer jamás
me satisfaría, del modo en que un hombre lo hacía. Antes de que
separáramos nuestros caminos, había descubierto mi necesidad de
controlar a mi compañero y el deseo de que ese compañero fuera un
hombre. Pero ambas fueron mis propias opciones.
Deslizando sus dedos alrededor de la muñeca de Cavan, separó
la mano del hombre de su polla. Rodando hacia él, Biton acarició la
incipiente barba que había aparecido en su cara.
—Tú nunca tuviste la posibilidad de hacer esa elección. ¿Cómo
podrías saber si te mueve hacia mí el deseo o la gratitud, por darte un
lugar seguro donde quedarte? ¿O si solo obedeces porque nunca has
conocido otro modo de vida?
—Le quiero. Quiero quedarme con usted —el pánico hizo que la
voz de Cavan sonara tensa y sus ojos parecieran salvajes.
—¿Por qué? —susurró Biton—. Si tuvieras la posibilidad de
marcharte de aquí, a un lugar donde vivir sin sentirte obligado con
nadie, ¿la tomarías?
—Yo… —Un sollozo medio ahogado se tragó el resto de sus
palabras.
—No digo que tengas que marcharte. Si te quedas, debería ser
porque quieres esta vida y no porque no tienes otra opción. —Biton
pasó su pulgar por su tembloroso labio inferior. Se inclínó y colocó un
beso contra la línea dolorosa de la boca de Cavan—. Tienes que
decirme qué quieres.
El cuello de Cavan se estiró hacia adelante, persiguiendo la boca
de Biton hasta que la atrapó.
—Por favor… —masculló contra los labios de Biton.
Biton se derritió en un beso apacible. Dolía por la necesidad,
pero su deseo tenía que ser atenuado. Y los sentimientos de ternura
tenían que ser reprimidos, antes que se convirtieran en algo más
profundo. Si Cavan no aceptaba la vida de un sumiso de buen grado,
Biton lo perdería. Esa idea congeló el aliento en su garganta. Mientras
los tentadores labios se apretaban contra su boca abierta, Biton no
pudo evitar sucumbir.
Sus dedos se extendieron sobre la cara de Cavan, en tanto su
cuerpo se acercaba. El calor de su boca no podía compararse con el
caliente miembro que se apretaba contra Biton, a través de la delgada
capa de las sábanas de algodón. El que Cavan lo deseara no era la
cuestión, sino por qué. ¿Porque Biton era suave donde los otros
habían sido crueles? ¿Alguna vez Biton conocería sus verdaderos
sentimientos?
El deseo apartó a un lado las preguntas fastidiosas. Chupando la
tímida lengua que jugaba con su boca, Biton atrajo a Cavan más
cerca. El cuerpo delgado se derritió contra él. Los dedos de Biton
rastrillaron el corto pelo rojo. El dolor en su ingle se intensificó bajo el
calor que quemaba.
—Te deseo… —gimió Cavan. Jadeaba en busca de aire.
El deseo desesperado de empujar en el calor aterciopelado del
apretado culo de Cavan casi lo abrumó.
—Cavan… —Biton quería decirle que no, pero las manos
desesperadas que lo atraían, acallaban sus protestas y disolvían sus
pensamientos.
Sosteniéndolo cerca, Biton hizo rodar sus cuerpos hasta que
Cavan quedó sujeto, debajo de él. El toque frenético de sus besos se
tranquilizó. Biton acarició el corto pelo, alejándose de la boca de
Cavan.
Los pálidos ojos verdes sosténían tal confianza, tal inocencia.
¿Cómo podía, después de todo lo que había pasado, dar su confianza
a alguien?
¿Acaso Biton podría dejar a un lado esa parte suya que ansiaba
el control de su compañero? ¿Olvidaría el placer del dolor para
mantener esa confianza e inocencia que encendía los ojos de Cavan?
Con un suspiro, bajó la cabeza para acariciar la oreja de Cavan.
Un gemido suave cosquilleaba en su mandíbula. Como recompensa
por su lóbulo mordisqueado, las caderas de Cavan se levantaron hacia
arriba. Sus piernas se separaron para restregarse contra Biton,
apretándose juntos. La exquisita presión de una polla contra la otra
hizo que Biton gimiera.
Dejando un rastro mojado hacia los labios de Cavan, Biton
inhaló su quejido de deseo mientras su lengua buscaba la húmeda
caverna. Los dientes chocaron cuando buscó un contacto más
profundo.
La boca de Cavan respondíó a su hambre y sus manos
desesperadas se agarraron a su cuello, manteniéndolos unidos.
—Dios, te deseo tanto. —Biton gimió cuando se detuvo
buscando aire—. Necesito…
—Tómeme, Amo… —el aliento de Cavan jadeaba sobre su
rostro—. Por favor, tómeme…
Biton se estremecíó ante el sonido suplicante de su voz.
Necesitaba eso, alguien pidiéndole alivio y liberación. Separándose,
alcanzó de la mesita de noche un condón y el lubricante y los dejó
caer al lado de Cavan. Con movimientos tranquilos y lentos, dejó que
su deseo lo gobernara, mientras se arrodillaba entre las largas piernas
de Cavan y alcanzaba sus boxers.
Cavan levantó sus caderas y empujó el material hacia abajo
mientras Biton tiraba de él. Los calzoncillos volaron sobre el hombro
de Biton con prisa. La goteante polla de Cavan era pura tentación. Se
inclínó hacia adelante y tragó la caliente carne con su avariciosa boca,
empujando la cabeza hasta alcanzar las profundidades de su
garganta. El cuerpo de Cavan se arqueó, casi haciendo que Biton se
atragantara con el repentino movimiento.
—¡Amo! —su grito estaba teñido tanto de miedo como de deseo.
Biton usó su boca para tranquilizar a Cavan. Separándose hasta
solo chupar la cabeza, levantó los ojos y dio un vistazo al tenso
cuerpo. El miedo se había marchado y la confianza resucitó cuando
Biton pasó su lengua alrededor del duro borde de la corona. Sus
dedos hicieron rodar el saco suave de las pelotas de Cavan antes de
buscar hacia abajo la grieta de su culo para jugar con el fruncido
objeto de sus necesidades.
Con una última lamida de su lengua, Biton se arrancó de la
carne engrosada de su amante.
—Date la vuelta.
Cavan no vaciló, trepando sobre sus manos y rodillas, expuesto
para al capricho de Biton. Enmarcado por sus muslos abiertos, su
dura polla colgaba, pesada, entre sus pelotas apretadas con la
necesidad.
Mirando su dulce y firme culo, Biton luchó contra el impaciente
deseo. Tanto como quería tomarlo con fuerza y rápido, no lo haría. No
debería estar aprovechándose de Cavan en primer lugar, pero la
necesidad de su dolorido cuerpo de clavarse en él era inmensa. Biton
se inclínó hacia Cavan y lamíó un rastro deslizándose bajo su
arqueada espalda. Su garganta se apretó cuando besó las gruesas
cicatrices que cruzaban la espalda de Cavan. Sus manos acariciaron
sus costillas y el estómago mientras se deslizaban hacia la dura carne.
Largas y lentas caricias al eje de Cavan, lo hicieron gemir, pero
nunca exprésó sus deseos.
—Dime qué quieres, Cavan. —Biton rozó con su propia y
dolorida polla la hendidura del culo de Cavan—. ¿Qué quieres?
—A usted… —Cavan empujó su culo contra Biton cuando gimió
las palabras.
—Dime qué quieres y lo haré. —Biton se inclínó hasta que su
pecho descansó sobre la espalda de Cavan. Besando su cuello, le
susurró—. Dime qué quieres que te haga. —Había tantos significados
en sus palabras.
—Oh… Amo… Fólle… Me… —sus palabras seguían el ritmo de
los largos y duros golpes de Biton sobre la polla de Cavan.
Biton se separó, para dejar suaves besos sobre la espalda de
Cavan hasta que alcanzó su tentador culo. Su lengua atormentó el
hoyuelo en la hendidura entre sus nalgas. Al liberar la polla de Cavan,
Biton usó ambas manos para separar los blancos montículos. La
fruncida rosa oscura casi pulsaba con necesidad. Pasó la lengua por el
valle y hacia abajo, atormentando el apretado agujero. Rodéándolo
primero con la punta de su lengua, después lavó su agujero.
Cavan gimió, levantando la cabeza de la cama y apretando las
mantas entre sus dedos.
—¡Amo!
Biton deslizó la mano entre los muslos de Cavan y acarició el
acalorado eje de carne. Su lengua empujó y se introdujo en el
apretado frunce mientras éste comenzaba a relajarse y abrirse.
Lubricado por un flujo casi constante de pre-eyaculación, la caliente
polla de Cavan se deslizaba fácilmente en su mano. Biton hizo rodar
su lengua y empujó contra el relajado agujero de Cavan.
Un lloriqueante gemido y un empuje contra la cara de Biton
precedíó la explosión del orgasmo de Cavan. Biton tiró de la polla que
goteaba y amamantó la caliente carne en su boca. Cavan enterró su
cara bajo las mantas, gimiendo, al tiempo que Biton lo chupaba y
dejaba seco. En cuanto lo líberó, el cuerpo de Cavan se deslizó hacia
abajo sobre el colchón.
Biton sufría con la necesidad mientras tomaba el lubricante. Con
dedos cremosos, rápidamente preparó el culo de Cavan, empujando el
lubricante profundamente en el agujero ya relajado. Rasgando un
condón, lo hizo rodar sobre su carne dolorida y extendíó el lubricante
sobre él, con unos rápidos golpes. Con Cavan extendido sobre la
cama, se empujó en el calor aterciopelado.
—Suave… Debe… —Un empuje leve de Cavan y Biton estuvo
metido profundamente, hasta las pelotas, en su calor líquido.
—Oh, sí… Cavan… —Biton se inclínó hacia adelante, bajando su
cuerpo y cubriendo a su amante. Los lentos movimientos circulares de
su cuerpo lo mantuvieron casi al límite. Una ráfaga de besos y
mordiscos regaron el cuello y el hombro de Cavan. Chupando el lóbulo
de su oreja, Biton murmuró—: Tan bueno… Tan apretado… —Sus
brazos apretaban a Cavan contra su pecho mientras su cuerpo se
ondulaba sobre él, su polla estaba envuelta en un calor intenso. El
nudo en su ingle se apretó hasta que no pudo contenerse más. Con
un duro golpe de sus caderas y un grito ininteligible, cayó al borde y
se vació en su amante.
Con sus miembros pesados y los latidos del corazón tan rápidos,
que pensó que taladrarían su pecho, los temblores del clímax
siguieron estremecíéndolo. Pasaron varios segundos antes de que
comprendiera que no era el único que se sacudía. Los suaves sollozos
ahogados de Cavan lo despertaron de su lánguida dicha.
—¿Cavan?
Se apartó del blando cuerpo. Quitando el condón de su polla, lo
tiró en el recipiente antes de acercarse a Cavan.
—¿Te hice daño? —Cavan sacudíó su cabeza, pero las lágrimas
que se derramaban por su cara no ayudaron a convencer a Biton que
decía la verdad. Biton no se molestó en preguntarle otra vez. En
cambio, tiró de él para acercarlo más, los cubríó a ambos con las
mantas y lo sostuvo, besando las lágrimas que caían.
Cavan despertó solo e, inmediatamente, extrañó el calor del
cuerpo de su Amo. Un temblor lo atravesó, al recordar la pasada
noche. Su antiguo Amo lo había usado a menudo, había dejado que
sus amigos lo usaran, pero nadie nunca lo había tocado como el Amo
Biton. Su cerebro no podía racionalizar la experiencia. Todas las veces
que le habían exigido que satisficiera a alguien, jamás lo había
cuestionado. Eso debía hacer un esclavo, obedecer. El recuerdo de la
caliente lengua de su Amo, penetrando su culo, hizo que su polla se
endureciera. ¿Por qué su Amo haría algo que sólo le tocaba a un
esclavo?
El sonido de movimientos en el otro cuarto le récordó su lugar.
Un esclavo no debería holgazanear, en la cama de su Amo. Pero el
Amo Biton le había dicho que las cosas serían diferentes aquí. Las
reglas de su anterior Amo no se aplicaban. El placer que el hombre le
había dado se lo confirmaban, pero aun así… Salíó rodando de la
cama, más feliz de lo que alguna vez recordara. Una ola de pánico se
extendíó por él. No debía acostumbrarse a esto. Sólo treinta días y
dos de ellos ya se habían ido.
CAPÍTULO SEIS
—Harry, siento llamarte a tu casa, pero no estaré en la oficina
esta semana. —Biton caminó hacia el comedor mientras hablaba con
uno de sus socios del bufete—. Algo ha surgido.
—Biton, sé que has pasado por tiempos difíciles desde la muerte
de Erik, pero las declaraciones en el caso Hargrave son esta semana.
La irritada voz de Harry hizo que Biton se estremeciera. Había
olvidado todo sobre el caso.
—Está bien, estaré allí para eso el martes. —Debería ser claro.
La investigación sobre Wainwright probablemente iba a moverse
rápidamente—. Hay otras cosas que deberías saber. Algunas, que tal
vez no sean muy favorables para el bufete.
—¿Qué pasa? —la irritada voz de Harry fue sustituida,
rápidamente, por preocupación.
—Tal vez deberíamos hablar en persona.
—¿Quieres que nos encontremos para tomar un café en la
oficina?
—¿Por qué no vienes aquí? —Biton no quería dejar a Cavan
solo. Esa era la razón principal para ausentarse del bufete.
—Está bien, ¿A qué hora?
—Ahora estaría bien. Hay alguien que quiero que conozcas, de
todos modos. —Biton confiaba en Harry. Se conocían desde la
Facultad de Derecho y Harry lo sabía todo sobre él.
—¿Alguien? —dijo Harry con una nota de diversión en su voz.
—Sí, alguien —Biton se dio vuelta para encontrarse con la pálida
mirada de Cavan—. Tengo que dejarte. Te veré en unos minutos, ¿de
acuerdo?
—Por supuesto.
Biton colgó el teléfono, antes que Harry pudiera decir algo más.
Caminó hacia Cavan. Su pálido rostro era preocupante.
—¿Te sientes bien? No parece que lo estés.
—Estoy bien, Amo. —El leve temblor en su voz no era muy
convincente.
—¿Tienes hambre? No comiste nada anoche.
Cavan había estado tan agotado que había dormido seguido sin
despertar desde el día anterior. Y después de hacer el amor por la
mañana, se volvíó a dormir. Debería parecer descansado.
—No, Amo.
—¿Por qué no te acuestas un rato? Uno de mis socios vendrá en
unos minutos.
—Sí, Amo.
Biton observó cómo Cavan casi tropezaba al ir de camino al
dormitorio. Algo no estaba bien con él, pero Biton no tenía tiempo
para averiguarlo ahora. Harry vivía a sólo unas millas de distancia. No
le tomaría mucho tiempo llegar. Hablaría con Cavan más tarde.
Biton terminaba el café cuando escuchó sonar el timbre de la
puerta. Harry debía de haber salido de su casa apenas colgó el
teléfono. Biton temía que desde luego, su secreto causara algunos
problemas en el bufete. Echando un vistazo a la puerta cerrada del
dormitorio, se movíó, para dejar entrar a su amigo.
—Gracias por venir —dijo Biton mientras le daba la mano a
Harry.
—Bien, quedé intrigado. Más por tu nuevo amigo, que por el
bufete.
—Ambas cosas están relacionadas. —Biton cerró la puerta antes
de hacer una seña a Harry para que lo siguiera a la cocina—. ¿Café?
—Claro —dijo mientras tomaba asiento en la mesa—. Entonces,
¿dónde está tu amigo?
—Durmiendo. —Biton vertíó café sobre las dos tazas y las llevó
a la mesa, empujando el azucarero hacia Harry.
Introduciendo una cuchara en el azucarero, Harry sonrió.
—En el cuarto de Erik o…
Biton rió a causa de la curiosidad de su amigo.
—En mi cuarto; gracias por preguntar. —Harry había sido una
de las primeras personas a las que había acudido y el único en el
bufete que conocía la verdad sobre su estilo de vida.
—Bueno, aparte de encontrar a un nuevo amigo, ¿qué mas
cuentas?
—Cavan, ese es su nombre, o al menos así lo llaman, lleva una
carga muy pesada encima y quiero ayudarlo. A causa de las
repercusiones que esto podría traer a la firma, quizás sería más fácil
que me retirara, o al menos que tomara un permiso de ausencia.
—Me vas a tener que explicar un poco más.
Biton bebíó un sorbo de su café antes de continuar.
—Han abusado de él gravemente. Torturado de una forma, que
nadie en mi círculo sería capaz de hacer. Y ha estado pasando desde
que era un adolescente. Antonio y un oficial de Víctimas Especiales
estuvieron aquí, ayer. Habrá una investigación y es probable que
tenga mucha publicidad. Sabes cómo es esta ciudad.
—Ah, sí, detalles espeluznantes. Cuanto más, mucho mejor.
—El detective Ramos tiene miedo de que sea un grupo de
pedófilos que se llevan a los niños del sistema de cuidado adoptivo.
Los ponen en la lista como fugitivos y los mantienen alejados de la
escuela, hasta quedar fuera del radar. Entonces, los entrenan como
esclavos sexuales y los venden.
—¡Ah, Dios mío! —la cara de Harry palidecíó de horror.
—Sí… Cavan fue raptado a los once años y comenzó a ser un
esclavo cuando tenía trece. No sabemos, exactamente, cuándo sufríó
su primer abuso sexual, pero definitivamente fue antes de que
cumpliera los dieciséis. —Biton miró fijamente su taza de café—.
Tengo que hacer todo lo posible para detenerlo.
—¡Por supuesto que lo tienes que hacer! Aunque aún no
entiendo por qué sientes que debes dejar el bufete para hacerlo.
Biton se retorcíó en su silla un poco.
—Estoy… Unido a él. Necesita ayuda, psicológica y emocional.
No lo abandonaré ahora, pero si los detalles se hacen públicos, no
seré capaz de ocultar nuestra relación.
—¿Y?
Biton dejó su taza de café sobre la mesa y se levantó.
—No entiende que ser esclavo es un estilo de vida por elección.
En realidad, nunca conocíó otra forma de vida. Piensa que ser
torturado es normal. —Biton caminó por la cocina, su enfado hacia las
personas habían dañado a Cavan crecía, con cada paso que daba—.Es
un alma noble. No creo que hubiera escogido ser sumiso si no lo
hubieran obligado a serlo.
—Y quieres mantenerlo cerca. —No era una pregunta y Harry se
golpeó con sus dedos en la cabeza.
Biton quería a Cavan, pero la idea de perder la emoción del
control, del poder sobre un cuerpo desvalido, atado y amordazado,
esperando por sus caprichos… Los recuerdos de Cavan atado con una
correa al cabestrillo lo hizo temblar.
—Sí.
Al admitir eso la tensión que había sentido desde el día anterior
fue liberada. ¿Era realmente la idea de la publicidad y la notoriedad lo
que lo había asustado? ¿O la sola idea de perderlo?
—¿Puedo conocerlo? —la voz de Harry lo sobresaltó.
—Uh, sí, veré si está despierto.
Su mente reflexiónó sobre lo que acababa de descubrir mientras
caminaba hacia el dormitorio. Quería que Cavan se quedara, mucho
más que treinta días. La naturaleza sumisa y dulce de Cavan apelaba
a su lado dominante. Parte de él creía que Cavan nunca sería una
persona agresiva. Después de años de formación en los que habían
subyugado cualquier rastro de confianza en sí mismo, tomaría años
de terapia, sobreponerse solo a una pequeña parte del daño hecho.
¿Podría Biton dejar el lado más áspero de su vida sexual para
conservar a Cavan con él? Deteniéndose delante de la puerta del
dormitorio, Biton hizo una pausa. Hacerle el amor a Cavan esa
mañana había sido exquisito. Todavía podía ser que no funcionara,
pero le daba a Biton un pequeño grado de esperanza.
—Cavan —dijo mientras tocaba en la puerta. El espectáculo que
presenció cuando la abríó lo dejó con la boca abierta y la polla
palpitando.
Desnudo y extendido sobre la cama con sus brazos y piernas
separados en forma de cruz, Cavan esperaba. Con la cara pálida y su
polla flácida, sus ojos lo siguieron mientras entraba al cuarto.
Incluso aunque Harry no pudiese ver el interior del dormitorio,
Biton cerró la puerta rápidamente.
—¿Qué estás haciendo? —no quería sonar rudo, pero el
expuesto cuerpo de Cavan lo había sorprendido.
—Esperando por ti… Y tu amigo… —Las lágrimas todavía teñían
su cara.
—Ah… No… Cavan. —Biton fue bajando su voz hasta solo ser
un suave murmullo mientras subía a la cama—. Tú no eres… —Tiró
del tenso y resistente cuerpo hacia él, tragando el nudo que se le
había formado en la garganta—. Yo no comparto, Cavan. Mientras
seas mío, no dejaré que nadie te toque.
—Pero… —un ahogado sollozo cortó sus palabras.
—No traje a Harry aquí para que le sirvieras. Es mi amigo y uno
de los socios en mi despacho de abogados. Lo traje aquí para hablar
con él sobre tomarme algún tiempo de descanso. Necesitaba contarle
todo sobre ti, antes que alguien averigüe sobre la investigación.
—Entonces no tengo que…
—No, nunca —dijo Biton besándolo encima de la cabeza—.
Como te dije, no comparto.
La tensión fluyó en Cavan con atormentados sollozos. Su cuerpo
se enroscó alrededor del de Biton como una manta.
Mecíéndolo con cuidado, Biton comprendíó el porqué, de la
angustiada mirada de antes. Cavan lo habría escuchado por
casualidad, cuando hablaba por teléfono con Harry. Cuando le dijo
que un amigo vendría de visita, la cara de Cavan había cambiado
poniéndose blanca como un papel. Biton debíó comprender lo que eso
significaría para Cavan.
—Eres mío, Cavan —susurró. Y quería que permaneciera de esa
manera.
—Cavan —gritó Biton—. Me voy ya. —Por mucho que odiara
dejarlo solo, no tenía otra opción. El caso Hargrave era demasiado
importante para él como para no asistir a la declaración.
Lamentablemente, Antonio estaba trabajando y Liá no terminaría su
turno, en el hospital, hasta las tres de la tarde.
Biton giró para encontrarse a Cavan merodeando en la entrada
de la cocina. Después que el domingo descubriera lo profundos que
eran sus sentimientos hacia Cavan, había pasado la mayor parte del
día anterior mostrándole cómo funcionaban las cosas en el
apartamento. Quería que se sintiera cómodo. Cuando Cavan
finalmente tomara una decisión, Biton quería que fuera la de
quedarse. Si se sentía como en casa, sería mucho más fácil.
Todavía lo asombraba las cosas que Cavan no sabía, usar el
mando a distancia de la tele o hacer una llamada telefónica parecían
cosas nuevas para él. Podía leer, pero a un nivel de escuela primaria.
Biton récordó que debía buscar algún material de lectura más
fácil.
También se tomó tiempo para redactar el contrato que le había
prometido. Cavan estaba dispuesto a firmarlo sin ni siquiera mirarlo,
pero Biton hizo que lo leyera en voz alta, explicándole todos los
términos del contrato, detalladamente. Incluso aunque lo había
colocado en los términos más simples posibles, Cavan tenía dificultad
con muchas de las palabras. Dado que no había tenido acceso a
ningún material de lectura en más años de los que Biton quería
imaginarse, sus habilidades de lectura estaban muy oxidadas.
También hizo que Cavan firmara con su verdadero nombre, a
pesar de tener que deletrearlo para él. Trabajar con Cavan, como su
tutor, sería uno de los puntos en la lista de cosas que tendrían que
hacer.
—Sólo voy a estar fuera un rato —dijo Biton—. Ven aquí. —
Extendíó los brazos y Cavan fue hacia ellos—. Te enseñé cómo usar el
mando, entonces mira la tele. —Abrazándolo fuertemente contra él,
Biton besó su cuello—. No tardaré mucho. No salgas de la casa y
mantén las puertas cerradas. —Dando un paso hacia atrás para poder
ver la cara de Cavan, sonrió—. ¿Entendido?
Cavan cabeceó, pero continuó sin hablar.
Tal vez no era muy buena idea, pero no tenía otra opción. Con
un beso rápido Biton lo soltó.
—Te veo luego.
A fuerza de voluntad, salíó de allí, cerrando la puerta detrás de
él.
La declaración fue sobre ruedas, pero su siguiente cita no sería
tan fácil. Biton abríó la puerta de la oficina de la doctora Merten,
esperando que sus nervios no lo traicionaran.
Elizabeth Merten era psiquiatra clínica. A menudo era una
testigo experta de la parte acusadora, tenía reputación de tratar los
peores casos de abuso sexual y sus credenciales eran excelentes.
Aunque Biton le contó las principales partes de la vida de Cavan por
teléfono, ella insistíó en que se encontraran personalmente, antes que
decidiera aceptarlo como uno de sus paciente.
La sala de espera era tranquila y elegante con sutiles tonos
ocre. El recepcionista, un rubio y vivaz joven, le sonrió mientras
entraba en al salón.
—¿Puedo ayudarlo, señor?
—Soy Biton Savakis. Tengo una cita con la doctora Merten.
—Si es tan amable de tomar asiento, le haré saber que está
aquí.
—Gracias. —Biton caminó hacia la pintura de un paisaje y fingíó
fascinación por ella. Estaba demasiado nervioso como para sentarse.
Raramente hablaba de su estilo de vida fuera del límite normal de los
clubes locales. En los últimos días, unas cuantas personas se habían
enterado de su inclinación hacia la dominación y la sumisión, más de
las que hubiera querido. Y ahora, otra persona más, quería hacerle
preguntas personales.
—Señor Biton, por favor pase.
Biton se giró para ver a la doctora de pelo oscuro parada frente
a la puerta de su oficina. Su amplia y redondeada figura no le quitaba
mérito a su belleza. Una sonrisa acogedora enmarcada por unos
pómulos altos y una nariz aristocrática que influenciaba a los
miembros del jurado tanto como sus credenciales. Las personas
parecían confiar en ella casi inmediatamente. Definitivamente una
ventaja en su negocio, y una de las razones por la que Biton la había
llamado. Cavan necesitaba cuidados especiales.
—Gracias por verme, con tan poco aviso. —Biton cogíó su mano
entre las suyas, antes de tomar asiento en un confortable sillón. La
decoración de su oficina hacía juego con la tranquilizadora sala de
espera.
—El caso de Cavan parece ser difícil y yo siempre estoy
preparada para nuevos desafíos. —Tomó asiento en una silla que
hacía juego con la de él quedando frente a Biton en lugar de detrás de
su escritorio. Recogíó un cuaderno que estaba cerca sobre una
pequeña mesa—. Ya he hecho algunos extensos apuntes sobre lo que
me dijo por teléfono.
Cuando ayer habían hablado, Biton le contó todo lo que sabía
sobre el rapto de Cavan y su vida hasta hacía tres meses.
—Lo que sea que usted necesite saber; quiero ayudarlo.
La doctora Merten mordíó brevemente su labio superior con sus
dientes, luego inclínó su cabeza.
—Bien, entonces necesito saber sobre su relación con él. Tenga
presente, cualquier cosa que diga será confidencial, aunque no sea la
estricta confidencialidad entre paciente y doctor.
Sus palabras lo hicieron sentirse un poco incómodo, pero quería
lo mejor para Cavan.
—De acuerdo —dijo lentamente.
—Muy bien —ella se puso a escribir—. ¿Tiene usted relaciones
sexuales con Cavan?
—Uh… —Biton debería haber tenido mejor criterio, como para
escandalizarse por su franqueza. Al haber tratado con ella a través de
la oficina del fiscal, ya sabía en realidad cuán directa era.
—Mire, me dijo que había sufrido abusos sexuales por un cruel
dominante. A excepción de su breve estancia con un amigo suyo,
desde los últimos diez o doce años lo han entrenado para servir
sexualmente al hombre que cuidara de él.
—No puede llamar cuidar a lo que le hizo Wainwright —Biton se
irritó ante la idea de ser comparado con aquel monstruo—. Yo no
abuso de él.
—Pero dijo que él no había tomado una decisión consciente
sobre ser sumiso o incluso ser homosexual. Que espera que usted
tenga relaciones sexuales con él. —Levantó su ceja como si esperara
que negara su declaración—.No conoce ninguna otra forma de vida.
—Pero nunca le he hecho daño.
—Eso no tiene importancia. Para que su terapia surta efecto,
tiene que suspender las relaciones sexuales con él.
—Tiene que quedarse conmigo —un repentino nudo en la
garganta le hizo difícil respirar—. No tiene ningún otro lugar a donde
ir, ninguno donde pueda estar a salvo.
—Entiendo eso —su voz era dulce—, y aplaudo su voluntad de
querer cuidarlo, pero las relaciones sexuales entre ustedes tienen que
acabarse.
—Él no entenderá por qué. —Tratar de explicar eso a Cavan
sería difícil. Aún más, Biton no quería que tuviera que dormir solo.
Varias veces en los últimos días, Cavan se había despertado con
pesadillas, los aterradores sueños lo habían dejado cubierto de sudor
frío y lágrimas calientes. Abrazándose a Biton, se había calmado
rápidamente. Si tuviera que dormir solo, sabía que Cavan no vendría
a él en busca de consuelo. No molestaría a su Amo intencionalmente.
—Y preferiría que no le dijera que yo se lo sugerí. —Sus
palabras rompieron su línea de pensamiento.
—¿Lo sugirió? —un bufido de risa irónica se le escapó—. Eso no
sonó como una sugerencia.
—Sabe lo que quiero decir. Si le dice que fue idea mía, entonces
puede que eso lo predisponga en mi contra y eso no sería bueno para
la terapia.
Un sentimiento de desasosiego se instaló en el estómago de
Biton. En los pocos días que habían pasado juntos, su mundo se había
centrado en lograr quitar la tristeza de los ojos de Cavan.
—¿Entiende lo que intento decirle?
—Sí —suspiró—. Sí, lo entiendo, pero él… —Biton frotó sus ojos
con sus dedos—. Solamente quiero que sea feliz.
—Con un poco de suerte, algún día lo será. Pero primero
necesita que sus heridas cicatricen.
—Está bien… —No sería fácil, pero de algún modo durante estos
últimos días, la felicidad de Cavan se había convertido en la cosa más
importante en el mundo para Biton.
Cavan trató de mantener la respiración estable. Su Amo le había
dicho que podía hacer lo que quisiera, ver la tele o leer. La idea hizo
que su estómago se agitara con aprensión. Antes… En su antigua
vida, tocar cosas como esas, lo haría merecedor de una paliza.
Usualmente, cuando su Amo no requería de sus servicios, era
encerrado en un cuarto diminuto. Sin nada, solamente un camastro
en el piso, Cavan pasaba horas tratando de abstraerse del mundo a
su alrededor. Al principio, soñaba con ser rescatado, por una figura
oscura, tal vez su verdadera madre o su padre, entrando en la fría
celda y sacándolo de allí. Pero había crecido, las fantasías dolían
demasiado, así que había aprendido a bloquear todo: las paredes
desnudas, el duro piso frío y sobre todo las acciones de su Amo.
Ahora, libre para vagar por el apartamento del Amo Biton, con
permiso de hacer lo que quisiera, el miedo aceleró su respiración e
hizo que su corazón corriera con velocidad. Alguna parte de su mente
gritaba que era un truco o una trampa. ¿Qué ocurriría si fuera una
prueba? ¿Qué pasaría si fallaba?
El recuerdo del látigo golpeando la piel de su espalda le hizo
abrir la boca para tomar aire. El chasquido del latigazo y el olor a
cobre de su propia sangre llenaba todos sus sentidos. Su mente trató
de decirle que todo eso había terminado, que esa antigua vida había
quedado atrás, pero los recuerdos no podían ser desterrados.
Tambaleándose hasta el cuarto de su Amo, Cavan gateó hasta llegar
dentro del armario. Tal vez en la oscuridad podría esconderse de sus
demonios.
—Cavan, ya regresé. —Biton esperaba oír la televisión, pero el
apartamento estaba extrañamente tranquilo—. ¿Cavan?
La puerta del cuarto de Biton estaba abierta. Tal vez dormía.
Una mirada rápida, mostró que la cama estaba vacía. Comprobando
en el cuarto de Erik, tampoco encontró ninguna señal que Cavan
hubiera estado allí. Sintió cómo el pánico comenzaba a crecer,
subiendo lentamente por su estómago. Pensando racionalmente, Biton
trató de deshacerse de la ansiedad. Cavan no habría salido del
apartamento, no cuando Biton se lo había prohibido. La puerta
principal estaba totalmente cerrada cuando entró. Sólo alguien con
llave lo podría haber cerrado desde el exterior. Cavan tenía que estar
aquí.
—Cavan, ven aquí —dijo con tono severo, usualmente usado
para exigir obediencia inmediata. Conteniendo el aliento, sus oídos se
esforzaron por escuchar cualquier cosa, aparte de los latidos de su
corazón. El sonido de una puerta al abrirse en su dormitorio lo hizo
apresurarse hacia esa dirección—. ¿Cavan?
Las huellas de lágrimas todavía manchaban la cara de Cavan
mientras gateaba fuera del armario.
—Amo… —un sollozo le impidió terminar de hablar al tragar
aire.
Arrodillándose al lado del perturbado joven, Biton lo tomó entre
sus brazos.
—Estoy aquí. Todo está bien. —No se molestó en preguntarle a
Cavan por qué se había escondido. Ahora mismo, lo único que le
importaba era que todavía estaba allí.
Biton descansó su cabeza en la respaldo del sofá, con sus ojos
cerrados. Acurrucado entre sus brazos, Cavan guardaba silencio y su
cuerpo había dejado de temblar. Le tomó casi una hora calmar al
aterrorizado joven.
—¿Por qué te escondías? —acercando a Cavan para apretarlo un
poco más entre sus brazos, acarició con su nariz el suave pelo rojo.
—Lo siento.
—No hiciste nada malo. Solamente quiero saber por qué. ¿Había
alguien aquí? —la idea sobresaltó a Biton. ¿Qué ocurriría cuando
Wainwright averiguara que Cavan había puesto cargos en su contra?
El cuerpo del joven tembló a causa del miedo y eso hizo que guardara
sus pensamientos solo para él.
—No… —Cavan escondíó su cara en el pecho de Biton—. Yo
solamente… Yo nunca… —respirando profundamente, procedíó a
continuar con un torrente de palabras—. Mi antiguo Amo me manténía
encerrado en mi celda cuando no estaba en casa.
Biton frotaba la parte de atrás del cuello de Cavan.
—¿Cómo era tu celda?
—Pequeña. Mantas en el suelo. Un cubo para… Ya sabe.
—¿Siempre estabas solo en ella? —su mano se movíó hacia
abajo para masajear la espalda de Cavan en círculos lentos.
—Sí. A no ser que mi Amo viniera a verme. —Su cara todavía
escondida en el pecho de Biton, amortiguaba las palabras de Cavan.
Los dedos de Biton acariciaron la barbilla de Cavan y la
levantaron para poder ver sus ojos.
—Aquí no permanecerás en una celda. Ésta es tu casa, no tu
prisión.
Sería tan fácil confundir la gratitud que iluminaban los ojos de
Cavan con algo más. Un leve movimiento hacia delante y sus labios se
encontrarían. Biton deseaba tanto tomar sus labios entre los suyos y
dejar que la inocencia que Cavan ofrecía lo reconfortara, pero las
palabras de la doctora Merten lo detuvieron. No sabiendo qué decir, le
dio un casto beso sobre su frente.
—Deberíamos buscar algo para comer.
La decepción sustituyó a la gratitud, pero Cavan solamente
cabeceó.
Mantener sus manos alejadas de él sería duro, pero Biton sabía
que la doctora tenía razón. En cierta forma, el bienestar de Cavan
había reemplazado a su pena y le había devuelto a la vida.
CAPÍTULO SIETE
—Pasa —dijo Biton mientras estrechaba la mano de Antonio.
Había pasado casi una semana desde la entrevista con Ramos. Biton
no había tenido noticias de ningún detective desde entonces—. ¿Qué
te trae por aquí?
—Solo quería ponerte al día sobre el caso.
—¿Detuvieron a Wainwright? —Biton lo condujo hacia la sala de
estar.
—No.
Biton se paró en seco y se dio la vuelta
—¿Por qué demonios no? —la cólera llameó por él.
—Cálmate. El fiscal quiere construir un caso más grande en su
contra.
—¿Un caso más grande? ¡Ttorturó y abusó sexualmente de
Cavan! ¿Cuánto más grande lo necesita?
Antonio se movíó por delante de Biton.
—Sabes tan bien como yo que, con sus recursos, detenerlo sólo
por lesiones lo haría salir bajo fianza en dos horas. Considerando que
Cavan es un sumiso, los abogados de Wainwright argumentarán que
su relación era consensuada. No podemos acusarlo de abuso infantil
en el caso de Cavan porque, según los plazos legales, la causa
prescribíó hace cinco años. Y no tenemos ninguna prueba de
asesinato más que la suposición de Cavan de que Mateo no sobrevivíó
a la paliza.
Biton siguió hacia la sala de estar y se derrumbó sobre el sofá.
Antonio tenía razón. No había un caso verdadero y una vez que ellos
arrestaran a Wainwright, sin evidencia disponible, incluso con
esclavos todavía en su control, todo podría desaparecer.
—El DA13 cree que si podemos conseguir más información sobre
Mateo y sobre lo que le pasó, tendremos una mejor posibilidad de
encerrarlo sin fianza. ¿Crees que Cavan podrá hablar con un poco más
de coherencia ahora?
—Tal vez. Te conoce, confía en ti más de lo que lo hacía con
Ramos. Sólo habló con él porque le pedí que lo hiciera.
—¿Cómo se adapta a ti?
Biton se pasó la mano por la cara.
—Mucho mejor. Tuve que dejarlo solo hace unos días y cuando
me fui, se ocultó en un armario. Desde luego, no he salido a ningún
lado desde entonces. Está viendo a una psiquiatra, Elizabeth Merten.
Por suerte, ella acordó venir aquí para las primeras sesiones. Debes
conocerla, o saber de ella.
—Sí, es toda una bulldog en los procesos para la acusación.
¿Cuánto sabe ella?
—Bastante. Le dije a Harry lo que pasaba y tomé un permiso
para ausentarme de la firma. Si… —hizo una pausa acompañada de
un suspiro—, cuando esto llegue a la prensa, quiero reducir al mínimo
el daño a la firma.
—Cavan podría volver y quedarse con nosotros.
—No, mi carrera puede soportar el escrutinio. Tengo bastante
dinero como para retirarme. En realidad, pensaba en ello cuando me
presentaste a Cavan.
—Por pena; no porque quisieras hacerlo.
Biton sonrió a su amigo.
—Me conoces demasiado bien. Y sí, Cavan ha aliviado la tensión
constante que he sentido desde que Erik murió. Pero esto es más que
solo una distracción.
Antonio se rió.
13 Estas siglas aluden a Dead or Alive, vivo o muerto. Departamento de Investigación Policial
ocupado de la desaparición de personas. (N.T.)
—Fue una buena cosa que no haya apostado contra Liá. Ella
habría ganado. Pensaba que Cavan era perfecto para ti.
—Comienzo a pensar que ella tiene razón, pero en definitiva,
esta será la opción de Cavan. Primero, tiene que aprender cómo
funciona el mundo fuera de su jaula. Pero tenemos que conseguir que
Wainwright tenga su propia jaula y pronto. —Biton se levantó—. Lo
conseguiré.
Cavan se sintió feliz de ver al Señor Casala, pero no le tomó
mucho tiempo para que su placer se evaporarse. Pensar en Mateo le
traía vívidos recuerdos de su propio castigo.
—Cavan, tengo que saber qué pasó con Mateo después de su
paliza. Dijiste que creías que había muerto. ¿Qué te hizo pensar eso?
—Apenas respiraba —Cavan cerró los ojos, sus manos se
apretaron unidas—. El Amo nos hizo dejarlo, ir a nuestras
habitaciones. Lo oí insultar a Mateo, diciéndole que merecía morir por
avergonzarlo.
—¿Avergonzarlo?
—Algunos amigos del Amo estaban allí. Uno de ellos quería a
Mateo. Creo que el hombre era alguien importante. El Amo actuaba
diferente con él.
—Diferente, ¿cómo?
Cavan lanzó una mirada rápida al Amo Biton.
—Como si el hombre fuera su Amo —Cavan suspiró cuando el
Amo Biton le dio una sonrisa alentadora y una cabeceada—.Hasta lo
llamó “Señor”.
—¿Por qué este hombre quería a Mateo?
—Mateo era nuevo. Sólo había estado allí unos días. Ni siquiera
sabía hablar inglés. —Cavan cerró sus ojos cuando récordó el pánico
reflejado en una lengua desconocida—. No creo que hubiese sido
correctamente entrenado. Seguía intentando detener al hombre que
lo tocaba. Tuvimos que atarlo al potro. —Su participación en el
destino de Mateo todavía lo atormentaba. El aterrorizado hombre
había luchado con fuerza—. Pero entonces, el amigo del Amo se enojó
mucho… —Cavan no quería hablar más sobre ello. Los recuerdos que
lo desbordaban eran vívidos, demasiado reales.
—Continúa, Cavan, tengo que saber.
—Había tanta sangre, ya sabe, después de que el hombre lo
tomó. Fue tan rudo. Tiró del pelo de Mateo con tanta fuerza que le
arrancó mechones. Después de que el hombre terminara, le dijo al
Amo que tendría que hacerlo mejor la próxima vez. El Amo se puso
como loco… Mateo estaba todavía sobre el potro cuando él agarró la
fusta. —Suspiró e intentó apartar los recuerdos, pero no funciónó. Las
lágrimas se derramaban por su cara.
El calor lo rodéó cuando los brazos del Amo Biton lo
envolvieron. Besos suaves cubrieron su frente.
—¿Qué pasó después? ¿Viste a Mateo otra vez?
Cavan se apoyó en el abrazo de su Amo y sacudíó su cabeza.
—No… Pero…
—¿Qué, Cavan? —la voz de su Amo era tan apacible.
—Creo que lo enterramos… —No podía parar de sollozar—. La
noche siguiente, el Amo nos hizo llevar una caja grande a una
furgoneta… Tuvimos que subir en ella. Olía realmente mal.
Condujimos un largo rato y luego nos hizo cavar un agujero grande y
enterrar la caja. —Enterrando su cara en el cuello del Amo Biton,
Cavan no podía dejar de llorar.
Nunca se había permitido afligirse por Mateo. Demasiado temor
de encontrar el mismo destino, obligó a la tristeza a meterse en un
pequeño espacio oscuro en su mente, uno reservado para todo el
dolor acumulado en su vida. Con la puerta de ese espacio abierta,
todo el terror, todo el dolor fue inundado con la luz del día.
Biton sostuvo más cerca al joven que temblaba mientras los
sollozos salían de él. Era como si se hubiera abierto una esclusa y
todo el dolor de su vida saliera inmediatamente.
—Cavan, está bien. Se terminó. No tienes que volver a vivirlo
jamás. —Sus palabras no hicieron nada para restañar el flujo de
lágrimas.
Palabras histéricas salían de los labios de Cavan en un murmullo
incomprensible.
—Por favor, Cavan. Te enfermarás —Rozó su tensa espalda con
firmes caricias—. Estás a salvo. No dejaré que nada te pase. Te lo
prometo.
De todos modos las lágrimas seguían fluyendo. Biton dejó caer
besos sobre su pelo, canturreándole palabras consoladoras, pero en
vano. El histérico llanto había tomado con fuerza al joven
aterrorizado.
—Antonio, mi teléfono móvil, está sobre la mesa. Llama a la
doctora Merten. Ella debería llegar pronto, pero…
Antonio miraba la escena con una expresión desvalida. Se
levantó de un salto ante la oportunidad de hacer algo.
Por el rabillo del ojo, Biton vio a Antonio agarrar el teléfono y
buscar en la guía telefónica.
—Cálmate, Cavan. —Utilizó un tono más fuerte, con el que
esperaba que los años de entrenamiento hicieran a su amante
obedecerlo y dejar de sollozar. Todavía la pena atormentaba el
delgado cuerpo. Más pena de la que podría ser explicada por la
muerte de Mateo. Biton entendía lo que le pasaba, pero se sentía
perdido, sin saber cómo consolar a Cavan, sin querer verlo sufrir
tanto dolor.
Su necesidad de dominar a alguien, infligir un dolor exquisito a
un cuerpo desvalido pero dispuesto, no incluía el dolor emocional. Erik
había sido feliz con él, con su vida juntos. Aunque había muerto
demasiado joven, Erik le había repetido muchas veces que no querría
vivir su vida de ninguna otra manera. Biton lo había hecho feliz y ese
conocimiento lo había consolado cuando Erik murió.
Cavan nunca había conocido felicidad de ningún tipo. El dolor
era solo dolor y el dolor había gobernado su existencia. Mientras Biton
sosténía a su afligido amante cerca, la decisión de abandonar esa
parte de su propia vida que Cavan no pudiera manejar parecía fácil.
Usaría todos sus recursos para asegurar que la felicidad de Cavan
rivalizara con la de Erik.
El teléfono móvil interrumpíó sus reflexiones y devolvíó su
atención a Antonio.
—¿Qué te dijo?
—Está aproximadamente a cinco minutos de distancia y tiene
sedantes en su cartera. Dijo que sigamos intentando tranquilizarlo
hasta que llegue. —Antonio se arrodilló cerca del sofá, su mano
tendida frotó el hombro de Cavan—. No dejaremos que nadie jamás
vuelva a hacerte daño, Cavan. Y me aseguraré de que Wainwright
pague lo que te hizo a ti, a Mateo y a todos los demás. Eso es lo que
la policía hace, Cavan. Es por eso que tuve que preguntarte todas
estas cosas.
Biton dirigíó una pequeña sonrisa forzada a su amigo. Nada
ayudaba a Cavan a tranquilizarse. Sólo esperaba que la doctora
llegara pronto.
Atontado por el fuerte sedante, el cuerpo de Cavan se apoyaba
casi sin fuerzas contra Biton.
Los ojos oscuros de la doctora miraron la escena con un leve
fruncimiento de su frente.
—¿Qué lo puso en este estado?
—Lo estaba interrogando. Soy el detective Antonio Casala. —
Ofrecíó su mano a la doctora.
Ella la aceptó casi en el último instante.
—No debería intentar conseguir más información, hasta que
haya recibido algún tipo de terapia antes.
—No puedo esperar. Hablamos de sumar el cargo de asesinato a
los de agresión con lesiones a Wainwright. Tengo que saber qué pasó
y Cavan es el único testigo.
—Entiendo, pero ¿en serio espera conseguir algo si los
recuerdos le provocan este tipo de reacción? —agitó la mano en
dirección a Cavan.
—Creo que es mucho más que el recuerdo de un incidente en
concreto. —Biton todavía acunaba a su amante, que ahora se veía
más tranquilo—. No podía entender la mayor parte de lo que decía,
pero creo que así fue toda su vida hasta ahora.
—Tal vez, ha comprendido que todo eso ha terminado. —La
doctora Merten mostraba una mirada comprensiva—. Sería muy
provechoso para su recuperación. A veces lleva años llegar a ese
punto.
—Espero que sepa, que eso está terminado. —Biton siguió
abrazando al hombre medio dormido sobre su pecho. Después de
darle un beso apacible en la frente ahora relajada, echó un vistazo
hacia sus invitados—. No dejaré que nadie más le haga daño.
Los labios de la doctora Merten se curvaron en una leve sonrisa.
—Yo le creo, pero ¿y él?
—Creo que también. —Miró hacia la pacífica cara—. Al menos
eso espero. Viene a mí cuando tiene miedo. Tomo eso como un signo
de que sabe que lo protegeré.
—Doctora Merten, ¿cree que será capaz de responder algunas
preguntas más? —preguntó Antonio.
—Probablemente hoy no. Le di una dosis bastante fuerte.
—Dijo que Wainwright les hizo enterrar el cuerpo de otro
esclavo. Tengo que saber dónde. Si puedo relacionar un cuerpo con
Wainwright, lo encerraré para siempre. Necesito esa información.
—No sonó como si pudiera ser capaz de ayudarte a localizarlo,
Antonio. —Biton quería que encerraran a Wainwright, pero no estaba
seguro de poder manejar la mirada de sufrimiento de Cavan en un
nuevo interrogatorio—. No si eso lo trastorna como pasó antes.
—Hoy no —dijo la doctora Merten—, tal vez mañana, pero
quiero estar aquí. Puedo darle un sedante suave para ayudar a
mantenerlo tranquilo, antes de que comience.
—Gracias —dijo Biton antes de que su mirada fuera a la deriva
regresando a Cavan.
En su sueño, los labios de Cavan se movían. Sus dedos, todavía
curvados alrededor del brazo de Biton, lo apretaron.
Biton envió una oración silenciosa para que sus sueños fueran
pacíficos. Ignorando la inquisitiva mirada de la buena doctora, Biton
rozó un beso contra los labios de Cavan.
Cavan no se había despertado cuando Antonio ayudó a Biton a
llevarlo a la cama. La doctora Merten comprobó sus signos vitales
antes de marcharse. Les dijo que probablemente dormiría hasta la
noche y tuvo razón.
Biton lo sosténía cerca en la temprana luz de la mañana. Dos o
tres veces, se despertó para oír los murmullos de Cavan en sueños,
pero se calmaba en cuanto Biton lo tocaba. La fuerza de la confianza
de Cavan en Biton lo consolaba. Sólo una semana había pasado desde
que Cavan llegó para un simple almuerzo. Muchas veces Biton se
había preguntado si era solo suerte o debería agradecerle al destino
que trajera a Cavan a su vida.
La pena profunda que sentía por Erik no se había ido, nunca se
iría completamente, pero Cavan había ahuyentado lo peor del dolor.
Parecía que era el turno de Biton, para exorcizar los demonios de
Cavan. Sólo tres semanas quedaban para cumplir su acuerdo
temporal. Si las cosas hubieran sido diferentes, ya habría reclamado
permanentemente a Cavan como suyo. Pero no era solo su decisión y
Cavan no era capaz de hacer una elección objetiva.
Cuando Cavan se removíó contra él, Biton se alejó. En los
últimos días había logrado evitar el sexo diciéndole a Cavan que
estaba cansado. Lamentablemente, su cuerpo no seguía con la
charada. Su gran erección mostraba la verdad de su mentira. Quería a
Cavan tanto que le dolía, pero la doctora tenía razón y lo supo en el
minuto en que ella lo dijo. El sexo enturbiaría la recuperación de
Cavan, así que en lugar de disfrutar del delgado cuerpo, Biton se
arreglaba con duchas frías y su mano, en privado.
—Buenos días —le susurró cuando los ojos de Cavan se
abrieron.
Sus pestañas parpadearon varias veces antes de que Cavan
girara su cabeza para mirar a Biton.
—¿Amo?
—Aquí estoy. —Biton pasó una mano por el suave pelo rojo. La
idea del pelo de Cavan largo hasta los hombros pasó por su mente.
Quiso decirle que se lo dejara crecer, pero de repente se detuvo. Esta
era otra de las decisiones que Cavan debería aprender a tomar. Le
sonrió al hombre más joven. La ironía de reeducar a Cavan, y que él
también tuviera que cambiar, hizo que su sonrisa se ampliara—.
¿Cómo te sientes?
—Dolorido… —Cavan giró su cabeza de un lado a otro,
estirando los músculos del cuello—. ¿Qué ha pasado?
—¿No lo recuerdas?
—El Señor Casala estaba aquí… —Cavan frotó sus ojos y se
sentó. Una arruga plegaba su frente—. Me hizo algunas preguntas.
—Sí, y eso te trastornó.
Cabeceando, Cavan cerró sus ojos.
—¿Amo?
—¿Sí?
—¿Estoy en problemas ahora? Yo ayud… —un sollozo suave
ahogó sus palabras.
—Shhh… —Biton se sentó a su lado y deslizó un brazo
alrededor de él—. No, nunca estarás en problema por decir la verdad.
—Pero ayudé al Amo. Lo ayudé a ent…
—No tenías otra opción. No pienses en ello ahora. Antonio
vendrá más tarde con la doctora Merten. Hasta entonces, no tienes
que preocuparte.
Cavan se inclínó hacia él, sus brazos se envolvieron alrededor
de Biton. El delgado y cálido cuerpo que se presionaba contra él,
hacía difícil resistirse a la tentación.
Biton se separó de él antes de que su voluntad lo abandonara.
—Tienes que comer algo. Ve y toma una ducha, mientras nos
preparo algo de comer. —Saliendo de la cama, tomó su ropa,
esperando que ocultara su excitación.
—¿Amo? —el obvio aumento que tensaba la sábana sobre la
ingle de Cavan explicaba el tono melancólico de su voz.
Biton se inclínó y besó la frente de Cavan.
—Ve. Dúchate. —Biton se apresuró a salir del cuarto antes de
decidir que la doctora estaba equivocada.
—Hola Cavan, realmente no pudimos conocernos ayer. Estabas
un poco alterado cuando llegué. —La dulce sonrisa de la doctora
Merten no parecíó tranquilizar a Cavan y la miró confundido cuando le
ofrecíó su mano. Ella la retiró después de unos incómodos segundos.
Biton estaba apartado mirándolos. Por lo que podía decir,
excepto Liá, hacía ya muchos años que Cavan no había tenido ningún
contacto con una mujer. Había escogido a la doctora Merten
basándose en sus credenciales, pero tal vez debíó considerar su
género también.
—Cavan, ella es la doctora de la que te he hablado.
Cavan no estaba muy contento de tener que hablar con otra
persona y la prueba de su incomodidad se mostraba sobre su cara
ahora. Biton consideró su expresión como un buen signo.
Normalmente, un sumiso no mostraría ningún descontento ante la
petición de su Amo.
La doctora Merten actuó como si no hubiera nada insólito en su
comportamiento.
—Cavan, hablar ayer con el detective Casala te trastornó tanto,
que tuve que darte una medicina para calmarte. Hoy, quiere hacerte
algunas preguntas más, pero esta vez voy a darte una medicina
primero. Te ayudará a mantenerte tranquilo.
Los ojos de Cavan se lanzaron hacia Antonio antes de encontrar
la mirada de Biton.
Cabeceando su aprobación al desconcertado joven, le sonrió.
—Está bien, Cavan. Haremos lo que ella dice.
La doctora Merten cabeceó y abríó el pequeño bolso negro que
trajo consigo.
—Sólo será un pequeño pinchazo, Cavan, y luego comenzarás a
sentirte un poco soñoliento, ¿de acuerdo? —movíó un pequeño frasco
de arriba abajo y después lo pinchó con una aguja hipodérmica a
través del sello de goma.
Biton echó un vistazo a la cara pálida de Cavan.
Sus ojos seguían cada movimiento de la doctora.
—Cavan, está bien. Lo prometo.
Cavan saltó ligeramente ante la voz de Biton y se giró para
mirarlo. Levantó su mano hacia él y luego la dejó caer.
—Oh, al demonio con ello —masculló Biton. Sentándose al lado
de Cavan, rodéó con su brazo los hombros del nervioso hombre.
Con su gesto de protección sintió cómo la tensión de Cavan
disminuía, como si se hubiera puesto bajo un cobertizo para
protegerse de la lluvia. Cavan se relajó bajo el abrazo de Biton. Su
cabeza se inclínó sobre el hombro de Biton mientras exhalaba un
largo suspiro de alivio.
Biton desafió, silenciosamente, a la doctora a decirle algo, pero
su ceja arqueada bajó cuando miró a Cavan.
Una cabeceada rápida fue su único comentario.
—Enrolla la manga, Cavan. —Cuando él condescendíó, ella lo
inyectó rápidamente.
Biton compartíó el leve estremecimiento de su reacción, sin
embargo Cavan no se movíó de su abrazo.
—Esto deberá surtir efecto rápidamente. —Comenzó a recoger y
guardar sus instrumentos mientras Antonio llevaba una silla más
cerca de Cavan.
—¿Cómo te sientes, Cavan? —la voz de Antonio era apacible y
baja.
—Un poco mareado, Señor…
—Es porque te está haciendo efecto la medicina, Cavan. Eso es
normal. —La doctora Merten se sentó en otra silla enfrente del sofá—.
Dime si sientes náuseas.
Cavan cabeceó, pero no miró a la mujer.
—Ayer, dijiste que Wainwright te llevó en una furgoneta, a
algún sitio, para enterrar una caja. —Antonio mantuvo su voz baja,
calmante.
—Sí, Señor —masculló Cavan.
—¿Recuerdas cuándo fue?
—De noche…
—¿Cuándo fue, este año, el año pasado?
—No sé. Todos los días parecen iguales.
Antonio fruncíó el ceño.
Biton casi podía ver sus pensamientos. ¿Cómo Cavan sabría
cuándo? No le permitían mirar la televisión o leer un periódico. Los
años de su vida pasaban sin un modo de contar los días.
—¿Era invierno? ¿Hacía frío cuando cavaban o hacía calor, como
en verano?
—Invierno. Había muchas luces sobre las ventanas de las casas.
—Las palabras de Cavan se pronunciaban un poco mareadas.
—¿Como las luces navideñas? ¿Recuerdas la Navidad?
—Sí… De hace mucho tiempo —Cavan cabeceó y miró a Biton.
Una pequeña sonrisa curvó sus labios—. Recuerdo la Navidad.
—¿Eran esas luces navideñas? —Antonio le preguntó otra vez.
—Sí… Sí, Señor —la cabeza de Cavan se movíó mientras la
medicación hacía pleno efecto.
Biton echó un vistazo a la doctora Merten, pero ella no parecíó
preocupada.
—¿Fue cerca de la época en que fuiste hospitalizado?
—Sí, Señor… Él… —siguió pensando…—. Yo no quería ser la
siguiente caja… —Su voz se quebró ligeramente.
Biton podía sentir que la tensión volvía a los hombros de Cavan.
—Está bien, bebé. —Besó la sien de Cavan—. Lo estás haciendo
bien.
Antonio dirigíó su mirada a Biton.
—La pasada Navidad. Hace cuatro meses. —Volviendo su
atención a Cavan, Antonio le preguntó—: ¿Viste hacia dónde fue la
furgoneta? ¿Algo que podría ayudarnos a encontrar la caja? ¿Como un
letrero de la calle o algún indicador de ciudad?
—No recuerdo…
La doctora Merten se inclínó hacia adelante.
—¿Cavan, no recuerdas o no quieres recordar?
—No se supone que diga… He dicho demasiado. —Cavan se dio
vuelta hacia Biton—. Por favor, Amo, me matará también…
Acariciando la mejilla de Cavan, Biton se inclínó y rozó sus
labios con un beso.
—No, no lo hará, Cavan. Si encontramos la caja, Wainwright irá
a prisión y nunca saldrá. Tú y otros como tú estarán a salvo. Si
quieres que nadie más sufra como tú y Mateo, tenemos que encontrar
la caja.
Con los ojos llenos de lágrimas, Cavan asintió. Giró la cabeza
para besar la palma de Biton antes de alzar la vista hacia Antonio otra
vez.
—Era un nombre gracioso. No sé cómo decirlo, pero comenzaba
con mamá.
—¿Mamaroneck14? —Antonio miró a Biton—. Wainwright tiene
una casa en Mamaroneck. ¿Se atrevería a enterrar la evidencia en su
propia casa?
—¿Por qué no? No tiene ni idea de que a alguien se le ocurriría
mirar allí. —Biton abrazó a Cavan un poco más fuerte. Excepto que
Cavan lo sabía. Se juró no perder de vista a Cavan hasta que
Wainwright estuviera seguro tras las rejas—. La declaración de Cavan
debería bastar para una orden de registro.
14 Ciudad en el condado de Westchester, en Nueva York, famosa por sus marinas y sus centros
de arte. (N.T.)
Antonio cabeceó cuando él se levantó.
—Lo has hecho muy bien, Cavan. Muy bien. Gracias. Biton, te
avisaré cómo va. —Él anduvo hacia la entrada con la velocidad de un
hombre con una misión. Casi en el último momento se volvíó hacia la
doctora Merten—. Doctora, a usted también, gracias. Espero que
pueda ayudar a Cavan. Es un joven bueno. Merece alguna felicidad.
Biton no podía estar más de acuerdo.
Incapaz de molestar al hombre medio dormido en sus brazos,
Biton dejó que la doctora encontrara la salida. La tensión de la
entrevista abandonó despacio su cuerpo mientras acariciaba el pelo
de Cavan. Si ellos encontraran el cuerpo, el dinero de Wainwright no
le ayudaría. Una vez que los detalles del caso fueran presentados,
Biton estaba seguro que el hombre sería detenido sin fianza.
El lunes Cavan comenzaría la terapia con la doctora Merten.
Hasta que él se sintiera cómodo con la mujer, se encontrarían aquí,
con Biton cerca. Cuánto tiempo duraría la terapia era una incógnita.
Más que los veintiún días que quedaban del contrato, eso seguro.
Biton estaba de pie en la entrada del dormitorio mirando el
sueño de Cavan. La primera sesíón con la doctora Merten tomó mucho
de ambos. Al final, sedó a Cavan otra vez. Biton quería acercarse y
sostenerlo mientras dormía, pero la tentación del delgado y cálido
cuerpo contra el suyo sería demasiado. En vez de meter a Cavan en
su propia cama, lo había puesto en el cuarto de Erik. No podía dormir
a su lado o el consejo de la doctora Merten sería historia. Tanto como
odiaba ser incapaz de hacer el amor con Cavan, sabía que lo mejor
era controlar sus deseos.
El sonido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Cerrando
la puerta, se apresuró para cogerlo antes de que el ruido despertara a
Cavan.
—Savakis.
—Biton, soy Antonio. Lo tenemos.
—¿A Wainwright?
—Sí. El cuerpo está en la morgue y Wainwright bajo custodia.
Gritaba que era un arresto ilegal, pero no irá a ninguna parte. Mañana
lo llevarán ante el juez.
—¿Tienes bastante para negarle la fianza?
—Creo que sí. Pero nunca se sabe hasta que eso pase.
—¿Sabe que fue Cavan quien lo delató? —Biton se paseaba por
toda la sala de estar. La última cosa que quería saber era que
Wainwright sabía sobre Cavan.
—No se lo dijeron, pero creo que lo oí mascullar su nombre
cuando lo trajimos.
Biton cerró sus ojos y obligó a su respiración a retornar a la
normalidad.
—¿Y en cuanto a su casa? ¿Hay otras víctimas?
—Ya tengo la autorización y voy de camino hacia allí ahora.
Un suspiro de alivio obligó a salir el aire de los pulmones de
Biton.
—Bien. Eso está bien. Mantenme informado. —Colgó el teléfono
mientras se dejaba caer en el sofá. Cavan estaba a salvo.
—¿Amo?
Biton miró alrededor para ver a Cavan parado en la entrada.
—¡Eh! Deberías estar dormido.
—Tenía una… No estaba allí… —Agachó la cabeza, pero se
mordía el labio, su preocupación era visible.
—Ven aquí. —Biton le hizo señas para que se le uniera sobre el
sofá.
Cavan no vaciló. Un suspiro suave atormentó el cuello de Biton
cuando Cavan se acurrucó bajo su brazo.
—¿Pesadillas?
Una cabeceada fue la única respuesta.
—Ya es hora de que tus pesadillas se terminen. —Biton sonrió
mirando los curiosos ojos verdes—. Antonio llamó: Wainwright está en
la cárcel y es poco probable que escape esta vez. Tu vida es tuya
ahora, Cavan, para hacer todo lo que quieras hacer.
—Quiero quedarme contigo. —Los ojos verdes estaban abiertos,
tan inocentes y, Dios lo ayudara, tan sinceros.
—Cavan, no puedes saber lo que quieres. Nunca conociste otra
cosa excepto el abuso. Ser sumiso es más que la aceptación del dolor
u obedecer órdenes.
—Tú no me haces daño. Me haces sentir bien. —Una pequeña
arruga fruncíó su frente.
Biton rió y sacudíó su cabeza.
—Pero he querido hacerte algunas cosas… Cosas que podrías no
entender. Quiero ser rudo, verte indefenso y atado y rogando…
El miedo revoloteó por los ojos de Cavan, pero no apartó su
mirada.
—Pero durante todo el tiempo en que te haga esas cosas, quiero
que sientas el placer que hay en ellas, no quiero que sientas dolor
porque sí, ni porque yo lo quiero así. Quiero que sientas placer porque
tú lo quieres y me quieres a mí. Hasta que no esté seguro de que es
tu elección, no lo haré. No te tocaré.
—¿Es por eso que me has puesto en el otro cuarto?
Biton suspiró y dejó que su mano acariciara la mejilla de Cavan.
—Sí. Y por eso, tienes que quedarte en el otro cuarto.
—¿Ya no me quieres más? ¿Quieres a Erik?
Biton no podía parar las lágrimas en sus ojos.
—Sí, quiero a Erik. ¿Cómo supiste sobre él?
—A veces susurras su nombre en sueños.
Biton tragó el nudo que tenía en la garganta.
—Estuvimos juntos durante diez años. Lo amé muchísimo.
Los dedos de Cavan capturaron las lágrimas que escapaban.
—¿Por qué no lo recuperas?
Un pequeño sollozo se formó en la garganta de Biton.
—Si hubiera algún modo de recuperarlo lo haría. Pero murió,
Cavan. Enfermó y murió.
Por primera vez, los brazos de Cavan se envolvieron alrededor
de Biton por propia iniciativa.
—Lo siento, Amo. No lo sabía.
—No pensé en decírtelo. —Abrazó a Cavan apretándolo contra
sí—. Nuestro “llegar a conocernos el uno al otro” del almuerzo resultó
un poco diferente de lo que esperé.
—¿Hiciste todas aquellas cosas… Las cosas que quieres
hacerme… Las hiciste con Erik?
—Sí, pero Erik conocía sus límites. Me decía si era demasiado o
insuficiente. Disfrutaba de nuestros juegos, tanto como yo.
—Yo podría hacerlo. Hacer lo que quieres.
Biton respiró y pasó sus manos por sus ojos.
—Sé que podrías, pero no sé si sabrías decirme cuándo
detenerme. Esa es la parte más importante de ser un dominante o un
sumiso, conocer los límites.
—Yo podría hacer eso… —El temblor de la voz de Cavan
traicionaba su miedo.
—Tal vez algún día, pero no ahora. —Biton besó su pelo—.
Ahora nos concentraremos en ponerte mejor. —Le abrazó un poco
más fuerte—. Y para hacerlo, tienes que comenzar durmiendo en otro
cuarto.
—Es por eso que no haces… Ya sabes…
—Sí —suspiró—. Es por eso que no tenemos “ya sabes”. —Un
último beso en la frente de Cavan—. Vamos. Deberíamos comenzar a
hacer algo para cenar.
CAPÍTULO OCHO
Incluso después de tres semanas de dormir solo, Cavan todavía
extrañaba el calor del cuerpo de su Amo contra él. Bueno, realmente
no dormía. Se sacudía, daba vueltas, y despertaba por las pesadillas.
Después de pasar años durmiendo solo sobre un piso frío, debería ser
capaz de dormir en una cama cómoda y caliente. Cuando dormía con
su Amo, no tenía noches agitadas.
Su anterior Amo ya estaba en la cárcel. Otros tres esclavos
habían sido encontrados en su casa, uno de ellos muy joven, según el
Señor Casala. Se quedaría en la cárcel hasta el juicio. Aquella parte
de su vida estaba terminada, excepto que debía testificar contra el
Amo…
No, no el Amo, el nombre del tipo era Wainwright. La doctora
Merten decía que debía dejar de pensar en alguien como en su Amo o
en él como un esclavo. Pero él quería ser esclavo del Amo Biton. De
Biton… Aunque tenía permiso para usar su nombre, Cavan no podía
dejar de nombrarlo así, ni siquiera en sus pensamientos.
El contrato terminaba en un par de días. Cada noche que
pasaba desvelado, lo hacía pensando en que había pasado un día
más. El tiempo nunca le había importado ni significado nada antes. Su
vieja vida era solo dolor infinito y humillación. Entre su celda y los
días pasados en el calabozo del Amo, no había nada que permitiera
diferenciar esos días.
Su tiempo pasado con el Amo Biton, en cambio, parecía
demasiado corto, pasaba tan rápido como un destello, como un
suspiro. Aprendía cosas, las que según el Amo Biton tendría que
saber, si quería vivir su propia vida. Disfrutaba de esas sesiones
juntos. Su Amo trabajaba con él diariamente sobre cosas que
recordaba, vagamente, haber aprendido en la escuela. La lectura era
algo que le había gustado y le seguía gustando. Las matemáticas,
todavía le daban problemas.
Incluso las salidas cortas de compras ya no lo asustaban tanto
como pensaba que lo harían, especialmente cuando fueron a la
librería. Le gustó el olor de todos esos libros mezclados con el rico
aroma del café. Las compras de ropa no eran tan divertidas, pero a su
Amo parecía gustarle mucho comprarle cosas.
Hasta habían salido a comer varias veces. Cavan sonrió
abiertamente con el recuerdo del sushi que había intentado comer. No
le gustó, pero sintió miedo de que su Amo se enfadara si se lo decía.
Aunque el Amo Biton seguía insistiendo en que la verdad era
necesaria. Se había tragado el miedo junto con el pescado crudo y le
había dicho que no le gustaba. Su Amo solo había reído y ordenó algo
que estuviera cocinado.
Todavía encontraba difícil llamar a su Amo por su nombre, pero
había logrado dejar de llamarlo Amo en público. Pequeños pasos,
decía el Amo. Pequeños pasos hacia delante es mucho mejor que
quedarse parado.
La parte más difícil la tenia con la doctora Merten. Parecía
bastante agradable, pero Cavan quería olvidar el pasado, no revivirlo.
Cavan suspiró mientras daba vueltas. Las cosas que Wainwright
le había hecho habían sido crueles e incorrectas. Ahora lo comprendía.
Todavía lo aterrorizaban, aun cuando él estuviera en la cárcel y se
quedaría allí una larga temporada.
Pero Biton jamás le hacía daño. Incluso la primera vez, cuando
lo había atado con correas en el cabestrillo, Cavan no había tenido
miedo. El dolor de la excitación había desechado todos los malos
recuerdos de estar atado y desvalido.
Los pensamientos daban vueltas en su cabeza. ¿Por qué eso
había sido tan diferente? El motivo lo sacudíó con tanta fuerza como
si fuera un golpe. Confiaba en Biton. Y eso marcaba toda la diferencia
del mundo.
Sólo un par de días más y el contrato… Cavan se dio la vuelta
otra vez y miró fijamente la débil luz del amanecer que brillaba por la
ventana. El contrato decía que Cavan tenía que obedecer al Amo
Biton. Y si no lo hacía… Los labios de Cavan se curvaron en una
pequeña sonrisa mientras pensaba un plan.
Biton fruncíó el ceño cuando entró en la sala de estar. Le había
llevado la mayor parte de la noche lograr dormirse finalmente y
despertarse al amanecer, con la televisión resonando no era algo que
esperara o deseara. Se encontró a Cavan vestido con una bata y
estirado sobre el sofá. La pantalla cambiaba rápidamente de un canal
a otro. Claramente, Cavan había estado prestando atención cuando
Biton le mostró cómo usarla.
—¡Cavan! ¿Qué estás haciendo?
—No podía dormir —el tono medio mascullado era casi inaudible
bajo el sonido mezclado de la televisión.
—Baja esa cosa. —La cabeza de Biton ya palpitaba por la
carencia de sueño y los infinitos pensamientos sobre Cavan, sin este
estruendo adicional.
—Me gusta alto…
Biton casi podía sentir que sus cejas tocaban la línea del cabello.
—¿Te gusta qué? —el gruñido no consiguió una respuesta de
Cavan. ¿O sí? ¿Su pecho se había elevado un poco más rápido?
¿Acaso la mano que sosténía el mando había temblado?
—Dije que me gusta alto. —Las palabras fueron un poco más
contundentes, casi desafiantes.
Sacudiendo el sueño de su mente, Biton comprendíó que Cavan
no le había llamado Amo o Señor ni siquiera una vez. Se acercó al
sofá y arrebató el mando de la mano de Cavan. Después de apagar la
tele, lo tiró sobre la mesita de al lado.
—¿A qué estás jugando, Cavan?
Un poco de miedo aparecíó en los pálidos ojos verdes.
—El contrato… Dijiste que teníamos que cumplir con el
contrato.
Biton se mordíó el labio para impedirse mostrar una sonrisa.
—Si soy malo, tienes que castigarme… —su voz se suavizó.
—¿Y crees que tienes que ser castigado?
Cavan asintió despacio mientras el miedo empezaba a
desaparecer de sus ojos. Morderse el labio se convirtió en costumbre,
ya que Cavan imitó el gesto de Biton para evitar sonreír.
El calor inundó la ingle de Biton. El refrenamiento de las tres
semanas pasadas se líberó; en segundos ya estaba duro.
—Levántate. —Su gruñido obtuvo un cumplimiento inmediato.
La bata de Cavan confirmó su verdadero interés en el castigo
esperado. Su sonrisa había desaparecido y ahora sólo el deseo
coloreaba sus ojos. Una lengua furtiva rápidamente mojó sus labios.
Biton se resistíó a besarlo. Debía ser castigado, no
recompensado.
—Sígueme. —Se giró y caminó hacia el cuarto de juegos sin
esperar a ver si Cavan obedecía. Las suaves pisadas de unos pies
desnudos lo siguieron.
El olor del cuero lo invadíó cuando abríó la puerta. El dolor en su
ingle se intensificó cuando encendíó las débiles luces del techo. Por
razones obvias, las ventanas habían sido cubiertas en este cuarto,
pero Biton prefería la iluminación suave y evocadora del alba o del
crepúsculo.
Echando un vistazo alrededor del cuarto, su mente tenía
problemas eligiendo un curso de acción. Incluso si Cavan lo empujaba
a hacer algo, Biton no quería ir demasiado lejos. Su esclavo todavía
era muy frágil debido a su anterior vida.
Echó un vistazo al suave cabestrillo de cuero. Estar tan cerca lo
hacía tentador, pero desechó la idea. Quería acceso pleno a Cavan.
Sus ojos revolotearon alrededor del cuarto antes de descansar
sobre la picota de hierro. Asegurado entre dos postes desde el piso al
techo, expónía tanto el frente como la espalda del esclavo. Con
restricciones para la cabeza y las muñecas, sería perfecto. Permitía
muchas cosas; el diseño de la picota permitía que la cabeza y el cuello
del sumiso permanecieran derechos en vez de obligarlo a permanecer
inclinado hacia adelante. Las restricciones de los tobillos mantendrían
sus piernas abiertas, permitíéndole jugar y atormentarlo así como
tomarlo.
Sintió un doloroso tirón en las pelotas. Un anillo en el pene15 le
ayudaría a suprimir sus inmediatos deseos. Tal vez uno para Cavan
también.
Biton recuperó su expresión severa antes de girarse.
—Desnúdate —ladró.
El tono áspero causó un sobresalto de miedo en Cavan, pero se
deshizo de la bata como si ésta quemase. Su polla saltó orgullosa, ya
llorando. Su carne pálida temblaba y su respiración se aceleró.
La tentación fluyó sobre Biton. Quería dejarse caer sobre sus
rodillas y chupar a Cavan. Pero había mucho más en juego aquí que la
simple satisfacción. Las palabras de la doctora Merten le susurraban,
pero las apartó. La desobediencia deliberada de Cavan era un buen
signo en la mente de Biton. Si Cavan pudiera disfrutar de pequeñas
sesiones… Biton comprendíó cuánto deseaba mantener a Cavan, pero
al mismo tiempo cuánto deseaba liberar su lado dominante. Si ambos
fueran posibles, aunque fuera en pequeñas dosis…
—Ahí —Biton indicó la picota.
Una arruga leve plegó la frente de Cavan, pero no vaciló. Dio un
paso para colocarse en posición, con las piernas abiertas y los pies
plantados cerca de los grilletes. Con la mirada fija pegada al suelo,
descansó el cuello sobre el soporte metálico.
Una dulce excitación se extendíó por Biton al ver la sumisión de
Cavan. Con dedos temblorosos, ajustó el estante superior a la altura
de Cavan. Abrochó las restricciones sobre el cuello y las muñecas en
la barra horizontal. Se arrodilló para inmovilizar las piernas abiertas
de Cavan, y su cara quedó al nivel de la goteante polla. Era una
tentación demasiado fuerte como para renunciar a ella. Pasó la lengua
rodeando la punta para reunir la acre humedad antes de chupar con
cuidado. Unos gemidos recompensaron sus acciones. Se separó antes
de empujar a Cavan al límite de la liberación. Poniéndose frente a su
dispuesto cautivo, dejó que el sentimiento de poder se combinara con
el intenso deseo sexual. Había omitido esta parte de su vida más de lo
que había comprendido.
Inclínándose más cerca, rozó sus labios contra Cavan para luego
susurrarle:
—Escúchame atentamente, Cavan. Te dije que es parte del
juego conocer los límites y que debes hacérmelos saber. ¿Entiendes lo
que digo?
Cavan asintió tanto como la restricción se lo permitía.
—Si las cosas se ponen demasiado intensas, tienes que
decírmelo. A veces decir “para” no es suficiente. Por eso necesitamos
palabras seguras. —Biton pasó la mano hacia abajo por el pecho y el
estómago de Cavan. Hizo una pausa justo antes de la dura erección.
—¿Palabras… seguras, Amo?
—Sí, palabras seguras que me dejaran saber que estás bien o
que mis acciones son demasiado. —Su mano completó el movimiento
sobre la polla de Cavan.
Un jadeo agudo acompañó la larga y lenta caricia.
—Amo… Por favor…
El placer de Biton se agigantó con la súplica. Acarició el pelo de
Cavan mientras sonreía.
—Si dices “rojo”, me detendré. Si dices “amarillo”, tomaré las
cosas con más tranquilidad o reduciré la velocidad y “verde”, significa
que puedo seguir adelante. ¿Has entendido? —La pregunta fue
acompañada por otro tirón fuerte a la dura carne de Cavan.
—Sí… Amo… Verde, por favor…
Biton rió entre dientes. Su esclavo estaba cerca de correrse. Y
Biton también.
—Vuelvo enseguida. —Con un suave y rápido beso jugó con su
mano a lo largo de la caliente erección, luego Biton se movíó a través
del cuarto.
Acercándose a una cómoda, hizo una pausa para despejar la
mente y deshacerse de la bata. Todas las cosas que quería hacerle a
Cavan se revolvían en su mente.
—No lo compliques —masculló mientras abría el cajón superior
de la cómoda.
Un par de abrazaderas de pezón, un par de anillos de cuero
para pollas… Dejó caer las abrazaderas y un anillo encima del
aparador e hizo una pausa para colocarse el otro anillo de cuero
alrededor de su polla y sus pelotas. Tirando hasta apretarlo, lo sujetó
con el cierre de velcro. Cerró el primer cajón y abríó otro. Un
castigador de polla16 se uníó al pequeño montón que se acumulaba
sobre el aparador. Un par de condones, lubricante…
Echando un vistazo hacia Cavan primero, se acercó a los
estantes de la pared. Fustas y palas colgaban en una ordenada fila.
Biton toqueteó un castigador de cuero, pero no se decidíó por él. El
recuerdo de los azotes brutales de Wainwright todavía provocaban
pesadillas a Cavan. La amplia selección de fustas probablemente
tendría que ser desechada. Decidíéndose por una pala liviana de
madera, recogíó los otros juguetes y emprendíó el camino de regreso
hacia su amante inmovilizado.
Un fugaz pensamiento lo hizo regresar a los juguetes. Abriendo
otro cajón, eligió un dildo de tamaño medio. Cuando fuera el
momento, Biton lo quería abierto y preparado.
Por miedo o por falta de atención, la erección de Cavan se
inclinaba a media asta.
Biton colocó los juguetes, excepto el anillo de polla, sobre una
pequeña mesa cerca de la picota.
—¿Quieres que pare?
Cavan sacudíó su cabeza ligeramente.
—¿Qué dices?
—Verde, Amo, verde.
Biton lo recompensó con un pellizco rápido a sus pezones.
—Bien.
La carne que se marchitaba cobró interés.
Deslizando el anillo de pene bajo las pelotas de Cavan, Biton lo
apretó y sujetó con manos expertas.
—Hoy, no puedes correrte hasta que te lo diga. ¿Entendido?
—Sí, Amo.
—Pero cuando lo hagas… —Biton inhaló profundamente
mientras un temblor de deseo barría sobre él. Su boca cerca del oído
de Cavan, susurró—: Cuando lo hagas, será muy bueno.
El temblor que traspasó a Cavan, directamente hasta su polla,
captó su completa atención.
Caminando despacio alrededor de su cautivo, Biton arrastró los
dedos a través de la carne sensible. Deteniéndose detrás de Cavan,
metíó un dedo en la hendidura de su culo, acariciando hacia abajo de
manera juguetona la pálida carne. Un gemido suave lo hizo sonreír.
Una palmada picante, a uno de los dulces globos redondos,
causó un agudo jadeo. Un segundo golpecito, a la otra nalga, provocó
un nuevo gemido.
Movíéndose alrededor del hombre atado, Biton cogíó la
abrazadera que estaba sobre la mesa. Tiró de la cadena para probar
su fuerza y finalmente se colocó frente a su cautivo. La dura y mojada
polla de Cavan tranquilizó a Biton. Sus dedos jugaron con los pezones
ya endurecidos.
—¿Está todo bien?
—Sí… —Los ojos de Cavan se pusieron en blanco cuando los
dedos de Biton apretaron su carne—. Amo…
Inclínándose para chupar con fuerza el diminuto pezón, los
dedos de Biton pellizcaron el otro. Cuando sus dientes rozaron la
carne sensible, el cuerpo de Cavan saltó con un gemido, pero no fue
un gemido de dolor.
Después de liberar el mojado y duro pezón, Biton le colocó la
abrazadera, apretándola muy lentamente.
—¡Amo!
—¿Demasiado?
—¡Verde! —la dura carne se estiraba hacia Biton confirmando la
respuesta enfática de Cavan.
Lamiendo a través del pecho de Cavan, trató al otro pezón con
el mismo cuidado. Con ambos pezones atados, Biton tiró con cuidado
de la cadena que los conectaba.
—Sí, Amo… —El cuerpo de Cavan se arqueaba hacia Biton todo
lo que la picota le permitía. Su polla rozó a Biton.
Biton se agarró las pelotas y dio un tirón para no evitar
correrse. Tanto como quería que esto durara, no estaba seguro de
que el anillo redujera la marcha hacia el clímax. La idea de enterrarse
en el dulce y apretado culo de Cavan era casi demasiado. Se giró
alejándose de la deliciosa vista de la pálida carne desvalida para
recuperar el control.
—¿Amo? —el deseo teñía sus palabras.
Biton sacudíó su cabeza.
—Es solo… Solo necesito un segundo. —El mundo de Biton se
basaba en el control, pero en ese momento, no hacía un trabajo muy
bueno. Volvíéndose hacia su amante atado, sonrió con confianza—.
Estoy bien. —Con un tirón agudo a la cadena, se inclínó hacia
adelante y capturó los labios de Cavan con los suyos. Los mordisqueó
hasta que se separaron.
Cavan aceptó su lengua con un suspiro de alivio y una respuesta
entusiasta. Las lenguas se enredaron mientras el cuello de Cavan se
estiraba contra su restricción. Un quejido suave salíó de su garganta,
cuando sus labios se separaron.
—Amo…
—¿Qué quieres, Cavan? —Biton pasó las manos hacia abajo por
los costados de su esclavo para agarrarle el culo—. Dime cómo te
sientes.
—Quiero… Sentirte… —Cavan jadeó cuando dos inquisitivos
dedos separaron sus nalgas y se deslizaron hacia abajo por la caliente
grieta—. Sí… Verde, Amo…
Biton se rio de su respuesta.
La palabra segura parecía ser el único modo de Cavan de
expresar lo que quería. Eso bastaría por ahora.
Empujó un dedo contra el fruncido y diminuto agujero.
El cuerpo de Cavan se estiró contra sus ataduras cuando
empujó con el dedo.
Biton se separó y líberó su agarre sobre el hombre más joven.
Acercándose a la pequeña mesa, tomó el lubricante. Puso una
generosa cantidad en su palma y levantó el dildo. Cuando mojó el
juguete de goma con el lubricante, se movíó detrás de Cavan. Con un
dedo mojado empujó entre las nalgas del firme culo y lo hundíó en el
agujero de Cavan sin advertencia.
—Oh… Sí… —El cuerpo de Cavan se sacudíó ante la invasión,
pero su tono no era de dolor. Contoneó el culo contra la mano de
Biton, haciendo que el dedo entrara más profundamente.
Un segundo dedo se uníó al primero. Biton se inclínó cerca del
oído de Cavan.
—No te corras. Recuerda, no puedes correrte hasta que te lo
diga. —Inclínó los dedos para acariciar el duro nudo de la próstata de
Cavan—. ¡No te corras!
Cavan gritó cuando el placer sacudíó su cuerpo.
Biton se movíó para alcanzar con su mano libre la dura polla
que lloraba con un flujo casi constante de esperma, pero le había
obedecido. Giró los dedos y los separó, abriendo el apretado agujero
un poco más. Deslizándolos fuera del calor aterciopelado, entonces
presiónó la punta del dilatador contra el orificio. Lentamente estabilizó
la presión y el dildo se deslizó hasta el fondo. Empujó hasta que solo
la punta sobresalíó ligeramente, haciendo subir el duro caucho contra
la próstata de Cavan.
—¡Amarillo! —el cuerpo atado se estremecíó con fuerza y se
convulsiónó.
El grito de Cavan lo asustó y soltó el dilatador. Envolviendo con
sus brazos el tenso cuerpo, besó su cuello.
—¿Qué está mal? ¿Te hice daño? ¿Tengo que parar?
El pecho de Cavan se elevó y cayó rápidamente bajo las manos
de Biton.
—Estaba… Yo… Yo no… ¡No pude parar! Lo siento, Amo… —un
estremecimiento lo sacudíó, mientras la voz de Cavan se ahogaba con
los sollozos.
Biton sonrió abiertamente cuando sus manos se deslizaron hacia
la polla de Cavan.
Con absoluta seguridad, Cavan le había desobedecido. La
semilla goteaba de su aún rígida polla.
—Te has portado mal, ¿verdad?
—Sí, Amo… —Los sollozos hicieron que se le cortara la
respiración y sacudieron su cuerpo.
Biton reuníó el líquido acre con los dedos, untándolo encima del
pecho de Cavan. Con dos dedos presionando los labios de Cavan,
susurró:
—Pruébate…
A pesar del aliento desigual, la boca de Cavan se abríó. Una
lenta presión de succión rodéó los dedos de Biton. Con la espalda de
Cavan apretada contra él, Biton hizo rodar sus caderas, su polla se
deslizó contra la lubricada grieta del firme culo. El nudo del dilatador
quedó atrapado entre sus apretadas y doloridas pelotas.
—Creo que mereces unos azotes por desobedecerme.
Un suave gemido vibró alrededor de los dedos de Biton.
Mordíéndose los labios contra el impulso de sustituir el dildo por su
polla, retiró los dedos del mojado calor que lo chupaba. Se alejó de la
tentación. Caminando se colocó delante de Cavan y miró a su esclavo
atentamente. Su respiración era rápida, pero sus ojos no mostraban
signos de miedo. Su tensa polla no había perdido fuerza a pesar de la
eyaculación esparcida en el suelo y sobre el cuerpo de Cavan.
Inclínándose, Biton tomó la mojada polla en la boca y saboreó el
gusto acre de su corrida.
Las caderas de Cavan se movieron como si no supiera si tenia
que empujarse hacia el placer o separarse.
Sus gemidos eran una dulce música para Biton, sin embargo lo
líberó y se enderezó sobre él. Acercándose lo suficiente para tocar su
polla, Biton suavemente gruñó en el oído de Cavan:
—Tendrás que ser castigado por el lío que has hecho.
Se giró y cruzó de un paso, hasta la mesa. La liviana pala de
madera era una de sus favoritas. El peso requería un control muy fino
y siempre dejaba delicados surcos que mostraban interesantes
patrones en un culo bien azotado. Apretó la mano alrededor del
mango hasta encontrar el equilibrio perfecto. Parado al lado de Cavan,
esperó. La anticipación era la mitad de la diversión de una buena
azotaina. Por otra parte, saboreaba el momento anterior a que la
madera entrara en contacto, casi como una meditación. En cuanto a
su esclavo, pues encontrarlo con la guardia baja cuando daba el
primer golpe provocaba en Biton emociones que no podía describir.
Una idea repentina le sobrevino. Poniendo la pala sobre la
mesa, se apresuró a través del cuarto al cajón de los juguetes y lo
abríó. Sus ojos y manos buscaron rápidamente. Con su premio entre
las manos, regresó con Cavan.
Como todo un experto, Biton rodéó con la suave seda negra
varias veces la cabeza de Cavan, cegándolo.
—¿Estás bien? —preguntó al hombre que temblaba.
—Sí, Amo…
—Bien… Muy bien. —Ahora, cuando Biton diera el primer golpe,
Cavan no lo sabría hasta que la pala lo golpeara.
Recuperando la pala, Biton hizo rodar el mango entre las palmas
de sus manos mientras daba vueltas alrededor de su cautivo.
Apretando la pala en una mano con fuerza, se acercó al otro hombre y
tiró de la cadena que pendía entre las abrazaderas de los pezones. Un
gemido suave, que separó sus labios, lo animó a darle un tirón un
poco más duro.
Mientras se movía alrededor del cuerpo atado, arrastraba los
dedos alrededor de la cintura de Cavan hasta que el poste que
sosténía la picota lo obligó a levantar la mano. La idea de suspender a
Cavan del gancho del techo la próxima vez atravesó su mente.
Enfrentándose otra vez al atractivo culo, Biton dobló la muñeca,
probando el equilibrio de la pala. Con la otra mano, acarició la espalda
de Cavan. Alejándose, se colocó para el primer golpe. Su polla se
derramaba con la anticipación. Se preguntó si iba a correrse con sólo
golpear a Cavan. No, no quería eso. Ese placer era para el apretado y
caliente agujero de Cavan. Un tirón rápido a sus pelotas ayudó a
controlar el impulso por ahora. Pero no sería capaz de esperar mucho
más tiempo. El dolor de la sobreestimulación era demasiado para
manejarlo.
Con un balanceo rápido, la madera encontró la carne. La
sacudida de satisfacción del golpe envió el placer por el brazo de
Biton, directamente a su dolorida polla.
Cavan brincó, un grito salíó de su cuerpo con una exhalación
rápida de aire.
Biton miró cómo la pálida carne se tornaba de un tono rojo en
un modelo de líneas blancas entrecruzadas. Levantando la pala otra
vez, golpeó la otra nalga. Otra vez, un rubor rosado coloreó el culo de
Cavan. Una tercera palmada enturbió las líneas blancas con rojo. Una
cuarta siguió rápidamente mientras alternaba ambos lados.
El sudor goteaba de la espalda de Cavan, reuníéndose en la
pendiente donde comenzaba su redondo culo. Los músculos en su
cuello y espalda se destacaban mientras se preparaba para el
siguiente golpe.
Haciendo rodar el mango de la pala entre las palmas de sus
manos, Biton esperaba que la tensión se aliviara. Quería mantenerlo
con la guardia baja, que no supiera cuándo llegaría la próxima
palmada, pero la carne tensa rechazaba relajarse.
Movíéndose hacia atrás hacia la mesa, dejó la pala y cogíó el
castigador de pollas. Con pasos silenciosos, se movíó para enfrentar
al ciego cautivo. Pasando los dedos por los suaves hilos de cuero,
admiró la vista.
El corto cabello rojo sobresalía de la venda que cubría su
cabeza. Se veía húmedo, gotas de sudor caían por la frente de Cavan.
Los delgados labios estaban atrapados entre sus dientes. Sus brazos
estaban estirados hacia atrás debido a los grilletes de las muñecas,
obligando a sus delgados músculos a hincharse. Rastros mojados de
sudor coloreaban su pecho. Su polla se erguía, dura y orgullosa, y
parecía a punto de correrse otra vez.
Biton por un instante envidió su juventud.
Eso fue lo que le provocó mayor placer a Biton. Desvalido y
atado, todavía lo deseaba, un esclavo dispuesto a darle a Biton lo que
necesitaba en una relación. ¿Estaba mal? Lo que le habían hecho a
Cavan antes sí. No había dudas en su mente sobre ello. Pero esto…
—Verde, Amo… —jadeó Cavan mientras su cuerpo temblaba—.
Verde… Por favor…
—Dime que quieres más. No te ocultes detrás de la palabra
verde. Dime que quieres más…
Su cuerpo saltó con la voz de Biton al revelar la posición de
éste, pero sus palabras no vacilaron.
—Más, Amo… Más… Sí, por favor… Quiero más…
Biton pasó los hilos suaves de cuero del castigador de pollas
sobre la furiosa erección roja de Cavan.
—Más… —Fue la estrangulada respuesta.
Un suave golpe con el castigador a la polla de Cavan no paró las
frenéticas súplicas. Una vez más, con más fuerza, Biton balanceó el
pequeño azote y su dispuesto esclavo pidió más.
Con pasos apresurados, Biton volvíó a la mesa, abandonando el
castigador por la pala. No hizo ninguna pausa hasta que estuvo en la
posición otra vez detrás de Cavan. Un golpe más duro que los demás
marcó una redonda nalga.
—Sí, Amo… Tómame… Soy tuyo… Quiero ser tuyo…
Otro golpe, y otro, y los gritos de Cavan pidiendo más
acrecentaron el placer de Biton.
Y eso fue demasiado. Biton necesitaba alivio. El dolor del anillo
en su polla y la necesidad de liberación lo hacían sentirse mareado de
deseo. Dejando caer la pala al suelo, dio un paso cerca de Cavan. Con
una mano, tiró del extremo libre del dilatador, mientras que con la
otra abría y rasgaba el cierre del anillo en su polla. Ambos cayeron al
suelo cerca de la pala.
Entonces, con un golpe duro, introdujo su dolorida polla hasta
las pelotas profundamente dentro del dulce y aterciopelado calor.
Agarrando la parte superior de la picota, se retiró y empujó con
fuerza, y otra vez más. Sosteniéndose con una mano para no caer,
con la otra alcanzó y dio un tirón al anillo de la polla de Cavan. Un
brazo se apretó alrededor del pecho de Cavan, y el otro se extendíó
rodeando su cintura para tirar de su caliente carne erecta. Gruñó en el
oído de Cavan:
—Córrete conmigo, Cavan. ¡Ahora!
El apretado agujero se contrajo a su alrededor mientras su
esclavo obedecía. La semilla de Biton corríó libremente agregando su
calor al pasaje que ya ardía.
—¡Oh, Dios, sí! —sus gritos se emparejaron con los de Cavan
cuando la exquisita liberación sacudíó su cuerpo.
—Biton…
El sonido de Cavan gritando su nombre lo desconcertó.
—Dijiste mi nombre… —En las cuatro semanas que había vivido
con él, Cavan jamás había sido capaz de usar su nombre sin el título
de Amo.
—Por favor no hagas que me marche, Biton. Te amo. No quiero
marcharme. —Los sollozos atormentaron el cuerpo de Cavan donde el
placer recientemente lo había tomado.
La garganta de Biton se sobrecogíó con la emoción.
—No tienes que… —susurró—. Nunca tendrás que hacerlo.
—El contrato… Mañana…
—Prepararemos otro. —Biton abrazó al hombre que temblaba
con un brazo mientras que con el otro comenzaba a liberarlo de la
picota. El torso liberado de Cavan se hundíó en el pecho de Biton. Lo
bajó con cuidado al suelo, sus piernas todavía atrapadas por la parte
inferior del dispositivo.
Biton lo dejó tumbado en el suelo para moverse y desatar sus
piernas. Levantándolo, Biton lo abrazó estrechamente.
—No tienes que marcharte.
La cara de Cavan se enterró en su cuello, sus palabras sonaron
amortiguadas.
—¿Otros treinta días?
—No, haremos éste más largo.
Los temblores y los sollozos disminuyeron hasta que Cavan
simplemente sorbíó por la nariz.
—¿Más largo?
—Sí, ¿cómo suena para siempre? —las manos de Biton
acariciaron el pelo alisado por el sudor.
—¿Para siempre?
—Sí, para siempre.
La sal del sudor y las lágrimas eran tan dulces como la boca
hambrienta de Cavan cuando cubríó la suya. El miedo de perder a su
amante y su estilo de vida se desvanecíó mientras su beso se hacía
más profundo. Sabía que Cavan tenía un duro camino por recorrer,
pero estaría allí, para él, en todo momento. Aunque nunca olvidaría a
Erik, Cavan había curado el corazón partido de Biton. A cambio, él se
ocuparía del alma herida de su esclavo.