La novela española de 1975 hasta nuestros días. Tendencias, autores y obras principales
Desde 1975 la novela se ha alzado como el género literario preferido por la sociedad. En parte debido al apoyo comercial de diversas editoriales. En estos años siguen publicando novelistas ya consagrados y otros que surgen en los últimos años de la dictadura (en torno a 1975): Terenci Moix, Manuel Vicent, Francisco Umbral, Manuel Vázquez Montalbán, por ejemplo.
En general, la novela de este periodo se aleja de la experimentación, de la complejidad y también del compromiso social. Los narradores quieren contar historias que atraigan a los lectores. Pero en la narrativa de estos años no hay una orientación clara. Desde el punto de vista formal, se mezclan diversas formas, estilos y modos narrativos. Y en cuanto a los temas, algunos autores vuelven al intimismo y otros a un Realismo distinto del escrito hasta el momento, porque ahora mezcla la realidad con la fantasía y la subjetividad.
Pero lo que realmente define a la novela desde 1975 es su variedad. Conviven la novela histórica, realista, fantástica, de aventuras, policíaca, de humor, erótica, de contenido social, existencial, etc.
Se puede decir que esta etapa se inaugura en 1975 con La verdad sobre el caso Savolta, de Eduardo Mendoza, que mezcla el relato autobiográfico con la narración en tercera persona y utiliza recortes de prensa y documentos de un proceso judicial para desarrollar la historia.
Soledad Puértolas, a través de sus personajes, sus vidas y sus historias habla de la situación del ser humano y de su existencia. Algunas de sus novelas más importantes son Burdeos y Queda la noche.
Antonio Muñoz Molina es un narrador de estilo muy cuidado que utiliza mucho la intriga en sus novelas. Destacamos Beltenebros, de asunto policíaco y al estilo de la novela negra, El jinete polaco, donde el autor recrea el pasado a la vez que evoca su Úbeda natal o Plenilunio, llevada al cine.
De Luis Mateo Díez destaca Las horas completas, caracterizada por el humor y los personajes curiosos. Y también es importante su labor como escritor de narraciones breves.
Javier Marías, uno de los novelistas de mayor calidad y prestigio, introduce la reflexión en sus relatos. Comenzó a escribir en los primeros 70, pero se consagró definitivamente ante la crítica con El hombre sentimental, una obra intimista de amores y desamores. Y ya en los 90 escribe una de sus mejores obras, Mañana en la batalla piensa en mí.
Arturo Pérez-Reverté antes de dedicarse a la literatura fue periodista y corresponsal de guerra. De su obra destaca el gusto por la intriga, el suspense, la aventura y la ambientación histórica. Tuvo mucho éxito en 1988 con La tabla de Flandes, que como otras obras suyas, arrastra al lector. Es muy conocida también su serie de Las aventuras del capitán Alatriste.
En su primera obra, Juegos de la edad tardía (1989), Luis Landero muestra ya a un gran estilista y fabulador. En ella se mezcla realidad, lirismo y fantasía.
Rosa Montero se dio a conocer en 1979 con Crónica del desamor, novela influida por su oficio y centrada en una mujer periodista. Sus páginas son un testimonio de aquella época de transición democrática.
Otros nombres importantes de la narrativa de estos años son, por ejemplo: Álvaro Pombo, Julio Llamazares, Almudena Grandes, Lucía Etxebarría y Juan Manuel de Prada.
La narrativa hispanoamericana del Siglo XX
En los primeros años del Siglo XX se desarrolla en la narrativa de Hispanoamérica el Realismo que había triunfado en Europa en el Siglo XIX. El auge de la novela y el cuento hispanoamericano comenzara en 1940. Desde esa década hasta 1980 podemos hablar de dos etapas: el Realismo mágico y el boom hispanoamericano.
El Realismo mágico
La carácterísticas principales de esta etapa son: nuevos temas (la vida en la ciudad, la soledad, la incomunicación, etc.), y nuevas técnicas (los saltos en el tiempo, el monólogo interior y la diversidad de perspectivas). Pero la principal es la presentación de una realidad ambigua, que mezcla lo real y lo fantástico.
Los autores destacados son: Alejo Carpentier, que inaugura esta mezcla entre lo real y lo maravilloso; Jorge Luis Borges, que renueva el cuento con temas sobre la eternidad, el tiempo, el hombre….; y Juan Rulfo, del que destaca su novela corta Pedro Páramo, donde mezcla lo real y lo fantástico, el pasado y el presente y denuncia la injustica.
El boom hispanoamericano y la novela experimentalista
Entre 1960 y 1980 se produce un florecimiento espectacular de la narrativa hispanoamericana. Entre sus carácterísticas, se pueden señalar la siguientes: mayor interés por el medio urbano; prosigue la mezcla de realidad y fantasía; más importancia a la técnica y la forma; se busca experimentar con el lenguaje.
Los novelistas más representativos son el argentino Julio Cortázar, considerado junto a Borges el gran renovador del cuento. Destaca su novela Rayuela, formada por capítulos que pueden intercambiar su posición, por lo que puede leerse numerosas veces. También destacan el mexicano Carlos Fuentes, el uruguayo Juan Carlos Onetti y el paraguayo Augusto Roa, autor de Yo, el Supremo (dentro de la tradición de las novelas de dictador). A los que hay que sumar Cabrera Infante y Mario Benedetti.
El peruano y español Mario Vargas Llosa (reciente premio Nóbel de Literatura) alterna la novela de técnicas renovadoras con las de carácter más tradicional. Entre las primeras destaca La ciudad y los perros, una denuncia antimilitarista que utiliza la estructura de contrapunto. Entre las novelas más tradicionales podemos nombrar La fiesta del chivo.
Gabriel García Márquez (premio Nóbel en 1982) es conocido en todo el mundo por Cien años de soledad, máxima expresión del Realismo mágico. Es una novela que cuenta la historia de una familia en un lugar mítico, Macondo. En ella, García Márquez une la realidad con el mito y la fantasía y crea así una metáfora de la historia de Hispanoamérica y del mundo (Macondo nace y se destruye). Destacan además otros títulos de García Márquez, como El amor en los tiempos del cólera o Crónica de una muerte anunciada.
Últimos novelistas
Después de este boom, después de 1980, la narrativa hispanoamericana se caracteriza, como en Europa por una gran variedad de tendencias. Se da menos importancia a la experimentación y se prefieren discursos narrativos más transparente (más comprensibles por el lector) para mostrar la realidad social y política (crisis económica, dictaduras), o bien para narrar historias más íntimas y personales. De esta etapa destaca Isabel Allende con La casa de los espíritus.