Poesía popular

 BLAS DE OTERO: EN EL PRINCIPIO

Bilbaíno de posguerra, pertenece a uno de los libros con los que se inicia la poesía social “Pido la paz y la palabra” (1955). Concretamente, en este poema, podemos rastrear todavía la etapa anterior, existencial y desgarrada, por la alusión del poeta a dar sentido a esa vida, esa existencia perdida, a través de la palabra.

El poema es una defensa de la palabra de la voz del hombre y del poeta, como último recurso para mejorar el mundo y para darle un sentido a la existencia.

La estructura del poema reitera, repite esta defensa de la palabra, mediante la interacción del último verso de cada estrofa, a modo de estribillo “me queda la palabra”.

El poema está formado por tres estrofas, tres coplas que nos recuerdan a las coplas de pie quebrado usadas por Manrique i Bécquer, entre otros. El pie quebrado permite destacar la idea central del poema y el mensaje que se quiere transmitir, es decir, la permanencia de la palabra sobre cualquier cosa. Son versos endecasílabos los tres primeros y heptasílabo el cuarto que riman en asonante los pares y quedan sueltos los impares. El esquema de rimas presenta una variante que ayuda a unificar las tres coplas ya que riman entre si los versos iniciales de cada estrofa, bien en consonante (“todo”), bien en asonante (“rostro”).


El poema se estructura en dos momentos y la estructura de cada estrofa es muy similar: empieza con la prótasis (condición “si”) para acabar con la apódosis en el último verso. Así, las dos primeras estrofas inciden en lo personal, en la vida perdida o en lo que se ha sufrido para pasar a lo social en la tercera estrofa, a esa patria desgarrada por el sufrimiento y el dolor, y que nos recuerda la guerra y la posguerra casi tan dura como la guerra por la que ha pasado y aún está pasando en los años cincuenta, el país. Frente a todo eso surge la palabra redentora, la única capaz de superar las miserias y dar sentido a todo lo que se ha vivido, en lo personal y en lo colectivo. En encabalgamiento entre el primer y segundo verso de cada estrofa facilita la rima. En las enumeraciones de las dos primeras estrofas se nos habla de todo lo perdido (primera estrofa), y de todo lo sufrido (segunda estrofa), con un valor acumulativo. Este valor acumulativo también es reforzado por las estructuras paralelas de ambas estrofas. El paralelismo está también presente en la tercera estrofa para resaltar los sentidos del poeta desgarrados por el sufrimiento ante los males de su padre.

En los poemas destacan varios tropos: en la primera estrofa la comparación del segundo verso incide en lo que se ha perdido y desaprovechado (“tiré como un anillo al agua”), y también la metáfora del verso 3. El poeta ha perdido todo lo que es importante: la vida, el tiempo y la voz.

En la 2a estrofa con una antítesis (todo/nada) se destaca el carácter efímero de todo lo que el poeta ha sufrido. La misma idea se destaca con la imagen «he segado las sombras en silencio», que nos remite a los actos efímeros del poeta, que se dedica a acabar con sus propios sueños (las sombras), a lo que le reduce el silencio porque ha perdido la voz.

En la última estrofa podemos destacar la personificación de la patria de rostro » puro y terrible» adjetivos que resaltan la crueldad de las vivencias de la guerra. Destaca además la aliteración de la R (duro, terrible, desgarrar, partir, abrir) con la que se refuerza la sensación de desgarro y dolor provocada por la situación personal y colectiva que se ha vivido.

Podemos concluir que todo el poema tiene un aire reivindicativo que lo enfocaría dentro de la poesía social y que nos habla de un Blas de Otero desengañado por su historia personal y colectiva, que busca en la palabra la razón para dar sentido a lo vivido. Todo ello con un lenguaje sencillo, algo mosaico pero muy expresivo y vivencial.


Intento formular mi experiencia de la guerra (Jaime Gil de Biedma)


Pertenece al libro Moralidades (1966) de este poeta nacido en Barcelona y que pertenece al grupo de los niños de la guerra, concretamente al grupo de la escuela de Barcelona. La vivencia de la Guerra Civil durante la infancia condicionaría la vida de los autores de este grupo. Comparten con la generación anterior el Realismo y la tendencia narrativa, así como el compromiso moral y político, pero para ellos la poesía es mas experiencial, y a menudo presenta un tono coloquial como es el caso de este poema. Jaime Gil de Biedma ha sido considerado uno de los poetas más destacados y influyentes de su generación.

El tema del poema es la mala conciencia de ser un niño feliz durante la guerra. Su intento de justificación de su experiencia de la guerra lo cual consigue mediante el contraste de la perspectiva adulta con la infantil y dando cuenta de que su experiencia nada tenía que ver con sus ideas actuales. Las dos primeras estrofas son las que ofrecen esta reflexión: el contraste entre la realidad histórica de una España en guerra y la vida despreocupada del autor durante su infancia, que nos lleva a los subtemas del franquismo, la guerra y la niñez.

A partir de la tercera estrofa presenta la estructura lineal propia de los textos narrativos (estrofas 3, 4 y 5). Empieza con una visión general donde aparece una naturaleza idealizada, un «locus amoenus» mesetario que claramente contrasta con el millón de muertos víctimas de la guerra. En las estrofas 4 y 5 aparecen ya topónimos ( Coca, Segovia, binares de la Mesa, etc…) Y se nos concretan más los lugares así como los personajes que los pueblan, básicamente muertos y militares. De nuevo la cuarta estrofa acaba con un detalle que rompe con la visión idealizada del niño (los cinco fusilados que la riada se llevó).

En la estrofa 5 la interrogación retórica introduce un tono más reflexivo y preludia el final de la narración que tiene lugar en la última estrofa.

La última estrofa a modo de conclusión cierra ese periodo de niñez con la nostalgia que el niño siente por lo vivido, y su consideración presente de como han cambiado sus ideas al respecto con el paso a la edad adulta.


Podríamos decir que el texto presenta una estructura deductiva ya que va de lo general, de lo que es ser niño y la niñez, a lo particular, sus experiencias concretas y la reflexión final.

Como podemos ver el poema consta de 6 estrofas donde los versos de desigual longitud aparecen repartidos en estrofas de diferente extensión aunque las narrativas son más largas, posiblemente para facilitar el discurso narrativo ofreciendo detalles que ayudan a concretar esa experiencia infantil. El uso del verso libre y los frecuentes encabalgamientos confieren un carácter prosístico al texto más propio de la poesía narrativa o de la prosa poética.

El estilo es llano, senzillo, acorde con el tono de confesión y narración directa e íntima que preside el poema, y utiliza pocas figuras retóricas. Abundan los sustantivos concretos, los topónimos y los adjetivos especificativos que dan un valor descriptivo a ese periodo del pasado («inviernos mesetarios», «nieve sonrosada»). Destacan los retratos, las imágenes vivas que configuran ese «locus amoenus» de la infancia y que contrastan con las imágenes de los horrores de la guerra ( el millón de muertos o los cinco fusilados desenterrados por la riada). Ese contraste es una forma de ironizar sobre la ingenuidad y a la vez mostrar los horrores de la guerra. Alguna exclamación («binares de la Mesa del Rosal del Jinete!») y algunas aclaraciones entre guiones («- O por lo menos un lugar heroico,»)  salpican el poema redundando en ese tono más coloquial, cercano e íntimo, que se pretende en el poema. También encontramos algunas enumeraciones propias del discurso descriptivo que ayudan a concretar la visión de la infancia ofrecida por el autor (» y los mismos discursos, los gritos, las canciones»).

En conclusión, el poema pretende ser una confesión de la irrealidad, la inocencia con la que su autor vivíó la guerra en su infancia y la mala conciencia (mala conciencia propia de la burguésía acomodada) presente en su edad adulta. Además con este poema el autor consigue romper el tópico de la infancia desgraciada de los niños que viven la guerra. Todo esto con un tono coloquial, cercano e íntimo propio de la poesía de la experiencia a la que pertenece Jaime Gil de Biedma.


Si no creamos un objeto metálico (José Ángel Valente)


José Ángel Valente, el autor del poema, es orense, ensayista, abogado y narrador adscrito al grupo de los niños de la guerra o Generación del 55. Este poema pertenece a su libro “El inocente” (1970), escrito en el exilio, en el que propone un regreso a la pureza y a la inocencia. Su obra evoluciona desde el existencialismo y poesía social  una etapa final caracterizada por el misticismo, la reflexión y sus preguntas sobre el quehacer poético. En general, su poesía sugiere más que dice mediante el hábil uso del símbolo y la metáforas.

En este poema la idea principal sería la de la poesía como instrumento de lucha social y personal para despertar conciencias. Pretende hacer del poema un arma para “poseer la tierra”. Para ello, el poeta parre de la palabra y del poema recategorizado como objeto metálico (v.1), objeto incruento (v.10), objeto duro (v.22), suficientemente impactante y contundente para el objetivo propuesto, la posesión de la tierra.

Como subtema importante aparece en la segunda estrofa la necesidad del odio, ya que el odio provoca la rebelión contra el sistema injusto. Un odio que despierte las conciencias, llame a la rebelión contra las injusticias y que cree el ruido necesario para enfrentarse al vacío o al silencio. Porque el silencia la muerte, el inmovilismo i la pasividad. La voz poética se opone al silencio porque es un arma que intenta despertar y movilizar conciencias, hacer pensar, provocar emociones, y en definitiva, agitar la mente y los corazones.

Formalmente, el poeta utiliza el verso libre, alternando versos largos de 11,13 e incluso 18 sílabas con otros versos de 5 y 7 sílabas principalmente, distribuidos en cuatro estrofas con un número irregular de versos.

Igual que en el poema de Blas de Otero, cada estrofa se inicia con una condición que se resuelve con la consecuencia. En este caso, aparecen las condiciones necesarias para que el poema se convierta en un arma apta para el combate. Un combate calificado de incruento ya que es ideológico, una guerra hecha con palabras duras y críticas ;con palabras sonoras, que sugieren, enchidas de emoción y odio (segunda estrofa); palabras amorosas hechas de pasión y fuego (3ra estrofa); palabras resistentes, eternas, inmutables ante la adversidad (4ta estrofa). Todas las imágenes que aparecen van encadenadas a la definición de esa arma objecta contundente que es la poesía.


Una poesía que rompe el silencio que el poeta sugiere y expresa simultáneamente. La poesía de Valente ha sido calificada también como poesía del silencio por su capacidad de sugerirlo. Lo podemos ver en el poema mediante la utilización de los siguientes recursos:

-A través de las interrogaciones que cierran cada estrofa (“cuándo podremos poseer la tierra”)

-A través de los versos cortos.

-A través de la abundancia de pausas presentes en el poema; con asíndeton.

-A través de la estructura salmódica final a modo de letanía con la que se presenta la última enumeración del poema.

-A través de las series bimembres que exigen pausa tras cada miembro (“resistente a la vista, odioso al tacto”).

-A través de la disposición entre estrofas (pausa estrófica).

-A través de la nominalización que aparece especialmente en la última estrofa.

El poema tiende a una concentración expresiva dada su creciente abstracción, conseguida mediante la nominalización i la reiteración expresiva de palabras y construcciones.

Expresivas son también algunas comparaciones que ahondan en el significado de lo que debe ser el poema: “como un pecho sin término” (v.12), “como un río de vengativa luz” (v.19,20).

Podemos concluir que el poema es una buena muestra de la poesía experiencial y esencial de JA. Valente, donde la reflexión sobre el propio quehacer poético es un signo de identidad constante. Valente, además, funde el concepto combativo de la poesía social con otro propio de corrientes vanguardistas que entienden la poesía como algo inefable y transgresor, tal como pretendían los surrealistas.


ÁNGEL GONZÁLEZ  “Para que yo me llame”

El poema pertenece al poema Áspero mundo (1956), que fue su primer libro de poemas i fruto de la experiencia de guerra de éste poeta Ovetense. Su obra es una mezcla de intimismo i poesía social con un particular toque irónico i trata asuntos cotidianos con un lenguaje coloquial y urbano. El paso del tiempo y la temática amorosa y cívica son las obsesiones que se repiten en sus poemas melancólicos y optimistas a la vez. Pertenece al grupo de los niños de la guerra o generación del 55 que suele emplear un lenguaje natural y anti retórico y a adoptar un tono reflexivo a partir de la experiencia cotidiana.

Éste poema en concreto es una reflexión sobre sus orígenes y se presenta irónicamente como el resultado de una sucesión de vidas, muertes, éxitos y fracasos.

La métrica es la propia de la silva arromanzada, sucesión de versos endecasílabos y heptasílabos principalmente, aunque podemos encontrar algunos pentasílabos. La rima es asonante en los pares y quedan sueltos los impares.

Aunque todo el poema responde a una unidad temática, podemos observar dos momentos. El primero va hasta el verso 12 y el poeta reflexiona sobre todo lo que ha tenido que acontecer para que él pueda existir o tener una identidad. Se nombra a sí mismo en el primer verso, algo inusual en la poesía y que rompe, en cierta medida, la barrera normalmente adoptada entre el autor y el yo poético o sujeto lírico. El poeta nos hace considerar en eta parte la ingente cantidad de hombres y mujeres que se han reproducido generación tras generación hasta llegar a él. El segundo momento va del verso 13 al final y en esta parte el poeta se presenta como el resultado como un trayecto o impulso de la materia viva que ha dejado tras de sí “muertos y naufragios”.


Visto de éste modo, el ser humano no es más que “lo que queda podrido entre los restos” o “un escombro tenaz”. En ésta distancia irónica que manifiesta respecto a sus orígenes, el poeta adopta una perspectiva feista o tremendista al incidir en lo desagradable y repulsivo como germen de su propia existencia. El resultado es que la vida consigue sobreponerse a los fracasos, porque la especie sigue, pero el individuo como tal es un ser abocado a la muerte, es decir, al fracaso. Visión paradójica, pues, optimista y pesimista a la vez, de la existencia humana.

 Éste contenido se expresa mediante un lenguaje sencillo y natural, cercano incluso a lo coloquial en algún momento (“lo que queda podrido”). Abundan las imágenes relativas a la génesis del ser humano (“viaje milenario”, “pasaje lento”) que nos remiten al tópico de la vida como camino o viaje; y las imágenes relativas a la definición del ser, de su esencia miserable y efímera (“el fruto”, “lo que queda podrido”, “un escombro tenaz”). Acaba con una imagen de gran fuerza expresiva ya que, queda en suspenso mediante la aposiopesis (“la enloquecida fuerza del desaliento…”). También las paradojas se suceden en la segunda parte para destacar la terrible contradicción que supone la existencia humana.

 El ser para la muerte propio de la visión existencial con que se cierra el poema: » un escombro tenaz que se resiste a su ruina «, «que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio «, » el éxito de todos los fracasos”.

Concluimos que el poema es un buen ejemplo de la lírica íntima, reflexiva y de la experiencia. Poesía que incorpora la ironía y el escepticismo  con un estilo cuidado y natural, propio de la generación de los años 50 a la que pertenece.

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