La clase de educación física era otra cosa, estúpidamente odiosa.
La clase, el profesor, y Ferraro y todos sus atléticos preferidos que lo iban a hacer figurar en alguna olimpíada.
Podrían ser hermosas mañañás sintiendo un poco de frío, de no tener que estar a las siete en la cancha para la clase de educación física.
Frin no hubiera conseguido competir ni aunque se hubiera enfermado el grado completo.
Desde un primer momento el profesor se dio cuenta de que a él no le apasionaba el deporte, y Frin supo que sería un largo año de clases de gimnasia con ese tipo que lo había desechado de entrada.
Dado que él no lo iba a querer, Frin decidíó correr más lento, saltar más bajo o más cerca, estirarse lo menos posible y, cada vez que el tipo estuviera mirando a otra parte, hacer una flexión menos.
¡Seguite haciendo el gracioso y vas a trotar hasta que termine la clase!
Cuando lo volvieron a mandar a dar vueltas a la cancha, Ferraro, el más grande del grado, gritó: —¡Frin!
Parecía que se iba a caer en cualquier momento, que había sido el único sobreviviente de una explosión o algo así;
Hacia la mitad del año ya nadie le hacía bromas, no porque se hubieran vuelto buenos, sino porque había dejado de ser novedad.
Que Frin estuviera haciendo ejercicios con todos, o dando vueltas solo, daba lo mismo.
Iba a trotar despacio hasta que al tipo le explotara el cerebro como una olla de espaguetis.
Frin le contestó: —No es justo, sólo porque no corro como usted quiere (él sabía que no era por eso).
Cuando lo atendieron dijo:
—No quiero dejar de venir a la escuela.
Fue una excelente primera frase, porque en la Dirección se oyen cualquier clase de argumentos, «Lo olvidé antes de salir»;
lo que sea, pero nunca nadie va a pedir que lo dejen seguir yendo a la escuela.
Frin se dio cuenta de que se hacía la enojada, pero no estaba realmente enojada.
En el fondo, él estaba ganando, porque le hizo prometer que iba a tratar de correr más rápido, cosa a la que Frin dijo que sí, sin mentir.
Iba a tratar de correr más rápido, los primeros diez metros, los últimos tres minutos, el año que viene.
Había mil maneras de decir que sí, sin mentir ni obedecer.
pero estaba furioso, él sabía exactamente qué había pasado ahí.
Sólo que él sabía que no era de los mejores, ni siquiera de los que podrían haber llegado segundos o terceros.
En una revista que compró en la librería de Elvio había leído de una maratón en la que participaba todo el mundo, grandes, chicos, mujeres, hombres, gente en sillas de rueda, viejos.
Lo importante era participar como cada uno pudiera, sea corriendo o caminando.
el título de esa nota podría haber sido: El tipo está equivocado, hubiera sido maravilloso.) Pero además, y esto es lo más importante, sentía que en el mundo había un lugar para él.
Había un lugar, seguramente habría más, y tal vez muchos lugares en los que no pensaban como el tipo.
Sería divertido así, junto a ella, charlando, haciendo amigos, caminando al lado de alguien que fuera en una silla de ruedas, trotando otro poco, al lado de ella.
Recortó la nota y la llevó a la clase de gimnasia para mostrársela al tipo.
La tomó sin leerla, y mientras le decía a los demás que prepararan las jabalinas, se la devolvíó.
Frin se enojó consigo mismo por haberle dado una oportunidad tan servida al tipo.
Con ese solo gesto había conseguido hacerse sentir rechazado y perder la buena sensación que la nota le había dejado.
El mal humor le duró el resto del día, y lo tomó de sorpresa que, precisamente, Ferraro lo invitara a cazar esa tarde.
no por el hecho de ir a cazar, sino porque Ferraro le daba miedo y más vale hacerse amigo del que te da miedo.
Un pensamiento no muy glorioso que digamos, ¿pero qué hacer con uno que te lleva como dos cabezas?
De eso recién se dio cuenta cuando le ofrecieron el rifle de aire comprimido a él también.
Se puso contento porque eso quería decir que http://donbox.Multiply.Com Ferraro lo había invitado de verdad, no para que cargara con algo.
Cuando apoyó el mentón en la culata del rifle se dio cuenta de qué estaba haciendo.
Ahí estaban todos esperando su tiro, y ahí estaba ese pájaro en una rama a varios metros.
Se le ocurríó que podía errar el tiro a propósito.
En un campo cercano pasó un avión fumigador, pero el ave no se movíó.
Le apuntó al pájaro, porque si daba en el blanco les demostraría a Ferraro y a los demás que él no sólo era el que trotaba alrededor de la cancha.
Pero a la vez lo tranquilizaba saber que su puntería era pésima: por más que apuntara no le daría.
Sintió un fugaz alivio, porque le parecíó que había encontrado una manera de resolver las dos situaciones al mismo tiempo y apretó el gatillo.
El pájaro cayó fulminado, los demás gritaron contentos y lo felicitaron.
Ni bien entró le llamó la atención uno que iba con un buzo verde fosforescente.
pero tiene las rayas rojas en las mangas y unos dibujos atrás.
El chico estaba solo, disimulando, como si leyera algo en un cuaderno que tenía en sus manos.
En realidad miraba el patio nuevo para él, el techo, los salones de clase, las maestras, los que corrían;
y a ellos que lo miraban sin disimulo, y sin ocultar que se reían.
Entonces él clavaba la vista en su cuaderno, como si allí hubiera algo mucho más interesante que esta escuela nueva.
Sin embargo, les dijo a los demás: —Con ese buzo debe gastar un montón de electricidad…
El de verde caminó tímidamente y se puso último en la fila.
Aparecíó el de educación física, caminó hasta ellos, se detuvo al ver al nuevo.
no, no, puede dejar la mochila en su lugar, nadie se la va a robar.
—(El que estaba al lado de Frin) Es que si no lleva la mochila se le apaga el buzo.
Risas otra vez, pero Frin ya estaba queriendo ver qué tramaba el tipo.
El chico regresó, dejó la mochila en su lugar y se acercó al profesor.
Tiene arena en el cerebro ¿cómo puede ser tan lento para pensar un chiste?, lo arruina.
—A ver, y dígame (siguió el tipo), aprovechando que estamos solos (pero dicho casi a los gritos), que estamos solos y nadie nos oye (ahí miró al grupo).
pero a Frin le parecíó lo más estúpido del mundo, eso ya no tenía gracia, ya nos dimos cuenta de que no estamos solos, lo sabemos, ¿para qué se da vuelta cuando dice eso?
Él se había cuidado de que el chico no lo oyera porque si no, hubiera sido una burla.
El nuevo se quedó serio, miró al grupo que se reía, e intentó una sonrisa, como si la broma le causara gracia a él también.
Bajó la mirada, tratando de mantener un poco la sonrisa, y alcanzó a ver que Frin no se reía.
Terminó de decir el profesor, con un tono como si estuviera diciendo cómo son las cosas en este planeta.
(Frin levantó los hombros) Lo único que le importa es entrenar a los mejores para las olimpíadas…
(sacó la foto de la maratón), mira ésta es una que podes ir corriendo o caminando…
http://donbox.Multiply.Com Frin buscaba las palabras para convencerlo de que no se pusiera más ese buzo, pero tampoco quería ofenderlo.
Iba a decir algo así como que acá los chicos hacían demasiadas bromas, o que no se usaban tantos colores.
(Frin, miró adentro de la casa y vio pasar a la madre de Lynko, caminando sin hacer ruido)…
Te hubieran dicho, ¡Acá usamos buzos de colores ¿me entiende?!
Para qué me habré acercado, si hubiera sabido no me habría hecho su amigo.
Ahí estaba otra vez, levantando el brazo para llamar su atención.
Frin se había convertido en su mejor amigo, les decían Batman y Robín, porque siempre estaban juntos y del lado de la justicia.
Alma era una chica del mismo grupo, había llegado hacía varios años, cuando estaban en segundo grado.
El primer día se la pasó distraído y no hacía otra cosa que mirarla en secreto.
y, si alguien lo descubría, él hacía como que enfocaba los ojos más lejos, como si estuviera mirando más allá.
que le ofrecía caramelos cada vez que conseguía articular dos palabras cerca de ella.
¿Querés caramelos?, no es una frase que haya que tomar apuntes para no olvidarla.
Y listo, seguramente ella diría algo, o le preguntaría su nombre, y ahí sí, él lo diría: Frin, ¿y el tuyo?
Cuando ya tenía perfectamente calculado cómo iba a acercarse, qué frase iba a decir, qué sonrisa pondría, cómo estiraría la mano, qué caramelos ofrecería;
es más, cuando movíó un pie para dar el primer paso, se dio cuenta de algo crucial, que lo clavó en el piso y lo frenó.
No, lo mejor es llevar un chiste bien pensado y que parezca que a uno se le ocurríó en el momento.
La Luna no puede ser de queso porque si no, la noche olería como las patas del de gimnasia.
Cuando sonó el timbre y salieron al patio sintió que era un poco más difícil de lo que había calculado, pero lo iba a hacer.
Se dio cuenta de que se había olvidado los caramelos en su banco.
Dio vueltas por el patio, contando los caramelos en su bolsillo.
Sin darse cuenta, él mismo lo había pasado al otro bolsillo.
Frin sentía que las palabras empezaban a huir de su cabeza, como ratas que escapan de un barco que se hunde.
¿Querés caramelos?, no era un largo parlamento, al menos podría decir eso, o ¿caramelos?, y ya.
Pero a él no le quedaba ni una sola consonante en su cabeza, ni la más mínima vocal.
Lo único que pudo hacer fue sacar la mano del bolsillo, llena de caramelos.
—Gracias, Frin (dijo la maestra, tomó un caramelo y siguió su camino).
No sólo estaban arrugados, algunos estaban sin la envoltura.
Metíó la mano en el bolsillo, las encontró, envolvíó los caramelos, extendíó la mano nuevamente.
Él miró los caramelos en su mano, estaban arrugados y transpirados.
Además no se rió, ni se burló, y él no había tenido que decir ningún chiste.
http://donbox.Multiply.Com Pero todo eso le había costado acercarse a Alma, y eso había sido hacía años.
Y ahora, Lynko, un recién llegado a esta escuela, había estado charlando con ella lo más tranquilo.
Sencillo, le regaló tantos caramelos que el dentista de Alma podría haberse vuelto millonario.
Si Alma hubiera hecho el más mínimo chiste al ver que Frin la buscaba, él hubiera pasado al estado gaseoso.
Se habría quedado duro como una estatua en el medio del patio de la escuela.
Como una de esas leyendas indígenas en las que un indio se queda transformado en un pájaro que canta, o en la flor del ceibo, si es mujer.
—Mi abuela me contó una historia del cementerio viejo, ¿vamos a verlo?
A pesar de que era de día y había buena luz, iban caminando lentamente entre algunas lápidas caídas.
Pero resultó ser una rama de color marrón oscuro, delgada, blanda, y con la forma de un hueso.
Siguieron internándose, Alma no le soltó la mano, y Frin pasó de dejar que ella le tomara la mano a tomársela él también.
Cuando él la tomó, ella apretó suavemente sus dedos, cobijándose un poco más.
No pudo evitar mirarla a los ojos, y ella le devolvíó la mirada con una sonrisa.
Por poco deseó que todo el mundo fuera un cementerio viejo, para que Alma nunca, nunca, le soltara la mano.
El suelo estaba lleno de hojas y húmedo, porque los cerrados árboles del monte no dejaban que el sol diera a pleno.
Alma se detuvo, tomó a Frin de un brazo, lo acercó hacia ella, y con los labios casi rozando su oído, le volvíó a preguntar.
A Frin le dio tanta emoción sentirla así de cerca, que levantó los hombros, y continuó caminando.
Tal vez dejó pasar una oportunidad de darle un beso, o de acariciarle la cara.
Pero eso sólo puede pensarlo quien nunca haya sentido tener algo tan cerca y a la vez poder perderlo todo de golpe.
Es verdad que también se pierden cosas por no tomarlas, pero no siempre es fácil saberlo.
Y a veces, la mayoría de las veces, hay que decidir, sin saberlo.
Había una pequeña construcción de ladrillos, con el revoque caído.
En varias partes, un musgo verde lo cubría.
Toda la construcción tenía un paso y medio de ancho, y llegaba hasta la altura del pecho.
Clavada en la parte de arriba, había una gran cruz de metal, como si vigilara el lugar.
La luz entraba atenuada por los árboles, igual que el viento.
Sólo llegaba el aire fresco, así como llegaba la luminosidad, desde todos lados por igual.
Alma continuó ese gesto, como si fueran los dedos de Frin que abrazaban los dedos de ella que abrazaban los dedos de él.
estaba en el borde del cementerio a pocos pasos de la alambrada, del lado opuesto al que habían entrado.
Al acercarse, un olor ácido les hizo fruncir la nariz.
Había ladrillos caídos en el suelo, cenizas y restos que indicaban que alguien había comido y había usado el lugar como baño.
Frin levantó la vista y vio el campo que estaba pegado al cementerio.
En ese momento el avión de fumigar hacía una pasada.
Nada, hasta ahora, les había recordado el mundo exterior, y les chocó el contraste entre esta realidad congelada, y el mundo de afuera, donde todo seguía igual.
El mundo donde ese señor estaba cosechando, donde ladraban los perros, donde otros iban al banco, a la escuela, donde picaban los mosquitos.
Después de un largo silencio, mientras seguía mirando el suelo, Alma le preguntó: —¿Te puedo decir algo?
Se subieron a las bicicletas y tomaron el camino que los devolvía al pueblo.
En la clase de educación física Frin hizo los ejercicios con desgano y el tipo lo había castigado otra vez.
Cuando llevaban la mitad de una vuelta, notó que Lynko estaba cada vez más cerca.
bueno, lo que puedo hacer es empezar a pedirte disculpas por todo, todo lo que existe en el mundo, en el cielo, por las cosas imaginarias…
perdón por las bicicletas sin cambios de velocidad, ¿fue eso?
—No, amigo, debo seguir (con tono melodramático), debo seguir.
Se acercaban las olimpíadas interescolares, y el tipo estaba como loco.
Él se paró en seco, ni le dio tiempo a decir nada a Frin y gritó furioso.
Mientras los retaba, Frin lo miraba, pensando que se demoraba horas en decirles algo que ya habían entendido.
http://donbox.Multiply.Com En cambio, Lynko se pasó todo ese tiempo clavándole la mirada a Ferraro, que era más grande, y también lo miraba desafiante.
Ferraro estaba parado al lado de la puerta, junto a otros chicos.
pero, antes de que se diera cuenta, Lynko le tiró una trompada que le pegó en la nariz.
Aunque todo había empezado por él, Frin estaba paralizado ante la pelea.
Los gritos de todos los demás, alentando a su amigo contra el-recién-llegado-del-buzo-verde, habían llamado la atención del resto del grupo, que regresó corriendo a ver la pelea.
Qué estúpido, su amigo se había agarrado a trompadas para defenderlo y a él lo único que se le ocurría era decirle, Y yo, por qué, al tipo.
pero él estaba sacándose la tierra de la ropa y seguía mirando furiosamente a Ferraro.
—Ella tiene una tía que también viaja por su trabajo y yo le contaba de mi papá.
Frin le molestaba que sus papás se pasaran el día mirando televisión.
La mamá trabajaba en una fábrica de mallas para mujeres y hombres;
Sus dos trabajos quedaban a cuadras de la casa, eso les permitía almorzar juntos y que no fuera tarde cuando llegaban.
Pero antes de decirse hola, la voz del televisor era la primera que se oía en la casa cuando entraban.
No recordaba una sola conversación con sus papás sin que la televisión estuviera encendida, hablando al mismo tiempo que todos.
No hubo palabra, ni silencio, que no tuvieran una telenovela o un programa de concursos de fondo.
el cuarto de sus papás, que tenía un baño adentro, o sea que los papás podían ir al baño sin salir al pasillo.
Frin se acordó de que en su casa el único baño quedaba cerca de los dos únicos cuartos y siempre se oía cuando alguien lo usaba.
Lo más increíble es que no la usaban mucho, y que Lynko la veía acostado a lo largo del sillón, apoyando su cabeza en las piernas de su papá.
Las primeras veces que Frin entró a esa casa se hizo una idea muy clara, la familia de Lynko tenía mucho, mucho, dinero.
si tuvieran mucho dinero mi papá no tendría que trabajar y viajar tanto y estaría todo el día en casa, ¿no?
lo único que se le ocurría era decirle: Lynko en tu casa hay jugo de naranja en la heladera;
Y cuando él mismo sentía que había hecho mal, Lynko le preguntó si no quería más.
Se dio cuenta de que en todo ese tiempo que habían estado hablando, la puerta de la heladera había estado abierta.
Lynko podía dejar la puerta de la heladera abierta un minuto, diez minutos, media hora, con la misma tranquilidad.
En casa de Frin, si alguien se olvidaba la puerta de la heladera abierta, el papá se enojaba y daba un grito, o la mamá.
Se armaban verdaderas peleas en las que se echaban la culpa uno al otro sobre quién había dejado la puerta abierta.
Una vez, en medio de una comida, se pelearon y se dijeron cosas tan fuertes, que su papá dio un portazo y se fue a la calle, su mamá se levantó y fue a encerrarse en el cuarto con los ojos llorosos.
Frin se quedó solo, sentado a la mesa, con sus codos apoyados en el mantel de plástico azul con flores pintadas.
Miró cómo salía el vapor de la cacerola apoyada en un repasador para que no quemara al plástico.
Recorríó el mantel con la vista, notando que en muchos lugares la pintura de las flores estaba un poco corrida.
Prestó atención a si oía llorar a su mamá en el cuarto, pero no se oía nada, sólo las voces del programa de televisión.
Y todo había empezado porque alguien había dejado la puerta de la heladera abierta.
El papá estaba vestido con jeans nuevos y una camisa azul a cuadros.
Se dio vuelta sonriente y se acercó a ellos, abandonando su lugar en la fila.
Saludó a su papá también muy amablemente y, mientras le acariciaba la cabeza, le decía: —Estoy muy contento de que Frin sea amigo de Lynko…
Frin oyó que su papá decía que sí, que era un buen muchachón y que estaban orgullosos;
sin embargo, él sólo deseaba que se callara la boca e irse cuanto antes.
Fueron avanzando lugares en la fila mientras Lynko le hablaba, aunque él sólo hacía que lo atendía, y sonreía de vez en cuando.
En realidad estaba oyendo que su papá le preguntaba en qué trabajaba al papá de Lynko, que le contaba de la empresa y que eran demasiados viajes.
Cuando el padre de Lynko dijo: Bueno, tenemos que visitarnos un día de éstos, Frin tomó el paquete apurado y dijo: —Vamos, ya está.
http://donbox.Multiply.Com Frin no pudo evitar que volvieran a saludarse y a decirse de nuevo que había que visitarse.
Cuando quedaron solos, caminando rumbo a la casa, el papá lo retó por haberse mostrado tan mal educado.
Su papá le contó a su mamá que habían conocido al papá de Lynko, que parecía un tipo muy amable, y que él se había portado pésimo.
Frin se fue a su cuarto, cerró la puerta, sacó su artículo de la maratón y se lo puso a leer.
Sin embargo, estaba solo, sentado en el borde del pasillo que separaba el patio de los salones de clase.
Se imaginó que un grupo de científicos ponían a Arno encima de una mesa del hospital donde trabajaba el papá, y le sacaban las tripas investigando qué tenía de especial.
En todo el tiempo que siguió observándolo no notó ni una sola vez que Arno mirara hacia el grupo en el que estaba Alma.
Debo ser más serio, pensaba Frin, nunca me aguanto si puedo hacer un chiste y así quedo como un payaso.
Frin sintió el impulso de acercarse y ayudarlo a encontrar lo que fuera que se le hubiera perdido.
—Che, el domingo, ¿vamos a andar en bicicleta?, ¿un picnic?
—No, porque ella te dijo que gustaba, no que eran novios (y siguió jugando a la pelota con un bollo de papel).
—(la maestra terminó de anotarlo) ¿lo entendés?
—Frin, si no sabes hacerlo volvé a tu lugar (se oyeron algunas risas en el salón).
Comenzó a resolverlo mientras seguía pensando, ¿Entonces qué?, ¿tengo que buscar a alguien que guste de mí?
Ojalá todo esto fuera como resolver una operación en el http://donbox.Multiply.Com pizarrón: si yo gusto de Alma y Alma gusta de Arno y Arno quién sabe sobre equis.
Se lo había tirado Lynko que se reía de él, le hacía señas de que estaba loco y ponía los ojos bizcos.
Frin le señaló el buzo verde y movíó la boca diciendo: Apaga tu maldito buzo verde.
Sacaba la lengua, ponía los ojos bizcos y cruzaba las manos, sin ver que la maestra se había parado detrás suyo.
Lynko casi pegó un salto del susto, y se sentó duro y derecho.
Toda la clase dio una carcajada y Frin se agarraba la panza de la risa.
Una tarde, Frin fue a comprar un lápiz, porque ya estaba escribiendo con un pedacito que casi ni se podía agarrar.
—Frin, si seguís con ese lápiz le vas a tener que sacar punta a tu dedo (dijo la mamá).
Él sabía que sus papás no tenían mucho dinero, entonces se cuidaba de no pedirles, no porque fuera muy ahorrativo, en realidad lo enojaba muchísimo oír que le decían: No podemos, Frin, no hay dinero.
Esas respuestas lo llenaban de vergüenza y hacía todo lo posible por evitarlas.
Elvio, el dueño de la librería, un señor un poco calvo y panzón, le vendíó el lápiz y le preguntó: —¿Podés hacerme un favor?
Frin tomó el pedido con naturalidad: es normal que un adulto le pida a un niño que haga un trabajo, sea o no sea su hijo.
Cuando regresó y entregó el paquete de cigarrillos y el vuelto, Elvio lo miraba como si lo estuviera estudiando, y le preguntó: —¿Estás trabajando en algún lado?
Frin ladeó un poco la cabeza porque no sabía si iba tener ganas de venir todas las mañañás.
No había entendido que le estaban ofreciendo el primer trabajo de su vida.
Enseñó la mano mostrando tres dedos, y tomó otro trago.
Él había entendido que tenía que seguir viniendo como un favor, no que le iban a pagar tres…
¿qué quería decir tres?, ¿tres pesos?, ¿treinta?, ¿trescientos mil?
Iba a mil, sentía el viento en la cara y su cuerpo lleno de energía, como si fuera más poderoso que antes.
La cadena de la bicicleta hacía cuic cuic cuic a toda velocidad, como un reloj loco.
Dobló una esquina y vio a Fede, un amigo del grado: —¡Ey, Frin ¿a dónde vas?!
Gritó entusiasmado, sin dejar de pedalear de pie, para ir más rápido.
Elvio se lo había ofrecido, a él le había encantado la idea y su madre le preguntaba dónde.
Mientras su madre seguía cocinando, él se paró al lado y con el mismo entusiasmo le contó cómo había sido.
La madre se reía porque le divertía ver a Frin tan excitado, hablando rápido, apretándose los dedos, dando saltos.
Frin creía que la madre estaba contenta por la noticia y también se reía.
Por la tarde fue a contarle a Lynko que inmediatamente se lo contó a su madre, contento, como si el que hubiera conseguido trabajo fuera él.
Esa noche, cuando ya estaba acostado, llamó a su padre, que ya sabía la noticia.
Vino hasta su cama y le preguntó: —Papá, lo que no entiendo es para qué me mandó a comprar cigarrillos, por qué no me lo dijo antes.
La librería abría a las ocho y media de la mañana, pero Frin estuvo sentado en la vidriera desde las siete y media.
Le dio un dinero en la mano, e hizo que levantaba su copa para brindar.
Frin regresó a su casa y contó tres veces los billetes en el camino.
Se lo habían dado por su trabajo, o sea que era todo, todo suyo, ¿o se lo pediría su mamá?
Y esa pregunta quería decir varias cosas: no le iban a pedir el dinero, él lo podía gastar sin que nadie le dijera nada, y ellos no se iban a meter en lo que hiciera con ese dinero.
Se pasó tres días sin saber en qué gastarlo.
—Mira, Frin, si lo ahorrás vas a ir juntando tu dinero (explicaba su papá).
http://donbox.Multiply.Com Hasta que en una librería vio un tomo de una enciclopedia y supo que lo quería.
Era una enciclopedia que también se vendía en fascículos más pequeños y que Arno siempre llevaba cuando tenían que consultar algo en la escuela.
Uno de fenómenos extraños que habían pasado en toda la historia.
Cuando llegó a su casa guardó el tomo de la enciclopedia en la pequeña biblioteca del comedor y fue a sentarse en el patio a leer el otro libro.
Le gustó verlo con ese libro abierto, que sosténía con una mano, mientras que la otra estaba apoyada en su cabeza.
Aprovechando que no se había dado cuenta de que ella estaba ahí, se quedó observándolo.
Frin siguió leyendo en voz alta, y ella le prestaba atención a lo que él decía;
Si el domingo por la mañana salían en bicicleta, había que ponerse de acuerdo en el delicado tema de los sándwiches.
Cuando me las dan siempre pido más sobrecitos de mostaza, y me voy a sentar y regreso y le pido más sobres para mi hermanito, ¿no?
Los pongo en hilera: uno de mostaza, uno de ketchup, uno de mostaza y otro de salsa, así.
La vez que más le puse fueron veinte en total, doce de ketchup y ocho de mostaza…
y ñam, ñam, slurp, cluch, flop, splash, se me chorreaba todo por todas partes.
Cuando regresé a casa mi mamá me dijo: Lynko ¿qué hiciste?…
—(Lynko soltó una carcajada) Debo haber apretado la hamburguesa y la salsa me atacó por la espalda…
por eso, el domingo me voy a pedir una triple hamburguesa con papás triple, también, y gaseosa extra grande, y voy a pedir veinticinco sobrecitos, para romper mi propio récord;
No era exactamente un mapa, porque inventaron unos caminos que no existían.
—Mami, preparame un sándwich de tomate, que vamos a ir de excursión con Lynko.
—¿No te acordás que hoy vamos al cementerio a llevarle flores al abuelo?
Pero la mamá seguía preparándose y eso quería decir que no le haría caso.
Frin decidíó insistir con su papá, que estaba poniéndose los zapatos.
¡Si ya te dije que vas a venir con nosotros, no tenés por qué venir a decirle nada a papá!
Dijo ella, y fue a buscar unas tijeras de arreglar el jardín, una botella con agua y un trapo viejo.
El padre se había terminado de poner los zapatos, pasó a su lado y le dijo: —Frin, cuando regresemos pasás a buscar a Lynko, y listo;
El papá manejaba con cuidado, porque el auto se lo había pedido prestado a un vecino.
Al lado iba su mamá, con la bolsa de plástico apoyada a sus pies.
El problema es que, como no tenían coche, a él le encantaba cuando su papá conseguía uno y salían a pasear.
Cuando llegaron al cementerio, Frin dijo, sin convicción: —Me quedo en el auto a oír radio.
Su papá se dio vuelta y sólo lo miró, como diciéndole: Cortala, Frin.
http://donbox.Multiply.Com Frin iba atento al silencio, tan distinto al del cementerio abandonado al que habían ido con Alma.
Y cuando pasaban al lado apenas inclinaban sus cabezas, o decían un buenos días, que era más un susurro que otra cosa.
El papá asintió, sin dejar de mirar adelante.
Dieron varias vueltas por los pasillos y llegaron hasta donde estaba el abuelo.
La madre quitó unas flores marchitas y las tiró en un cesto.
El papá se sentó en un banco de cemento que había enfrente.
La mamá regresó, tiró el agua vieja de la jarrita y la volvíó a colocar en su lugar.
El papá se incorporó un poco, destapó la botella que habían traído y se la alcanzó.
Luego tomó las flores, las cortó con la tijera y las fue acomodando en la jarrita con el agua nueva.
Si le parecía que alguna quedaba muy larga, le cortaba otro poco de tallo y la acomodaba nuevamente.
El papá señaló una, se levantó, tomó esa flor y la puso en otra parte de la jarrita, y como se inclínó, la volvíó a acomodar y le dijo en voz baja a su mamá: —Así está mejor.
Luego su papá fue a llenar la botella con agua, se la alcanzó a la madre y se volvíó a sentar en el banco.
Ella arrojó el agua suavemente sobre la pequeña puerta de mármol donde estaba el abuelo.
Frin vio cómo pasaba el trapo sobre el cuadradito de metal con el nombre del abuelo, y dos fechas.
Su papá había agachado la cabeza, se levantó y se paró cerca de la mamá.
Sin que él se diera cuenta su papá frenó frente a un negocio de hamburguesas.
No compró de las extra triples que decía Lynko porque no quería gastar mucho;
Su mamá se había quedado sosteniendo la bolsa con las hamburguesas y conversando con Lynko.
Dijo la mamá, sonriendo, mientras ponía la bolsa en la canasta de la bicicleta.
Frin quería sorprenderlo mostrándole que había comprado hamburguesas.
Y abríó su mochila para mostrar dos gigantescos sándwiches de tomate.
Entonces sentía que tenía que mostrarle que él no estaba raro, que ella podía acercarse si quería.
Durante las clases la miraba, y ella no levantaba la vista, no le devolvía una sonrisa, ni nada.
Lo primero que pensó fue que ya se había puesto de novia con Arno y por eso ahora no quería ni mirarlo.
Era un poco raro, desordenado, con la cabeza en la Luna, como decía la maestra: siempre se le perdía algo o se olvidaba alguna cosa.
A Frin se le hacía que Vera era la chica más estúpida del grado, como una secretaria que no dejaba que nadie se acercara a Alma.
¿No será que Vera la quiere de amiga sólo para ella y le habla mal de nosotros?
—Quiero invitar a Alma a que hagamos un picnic, pero ella no quiere y como vos sos muy amigo, si vas, tal vez quiera…
bueno, así ¿no?, y yo quiero que salgamos para que piense en otra cosa.
—Sus papás se pelearon, entonces su papá se fue a un hotel y hace unos días que ella no lo ve, y dice que es culpa de la mamá.
Frin sentía un enorme alivio de que Alma no sólo no estuviera enojada sino que si él iba ella querría ir.
Inmediatamente Frin http://donbox.Multiply.Com sintió que Vera no era una estúpidaidiotaimbécil, sino muy simpática y muy buena amiga también.
Acentuaba mal las palabras, se ponía nervioso, cambiaba la puntuación de los versos.
¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo, y esta tristeza de hilo blanco para hacer pañuelos?
Se hizo un gran silencio en el salón, el maestro decía muy bien los versos.
Y sólo por eso, él, que nunca había leído un poema, y se le hacía la cosa más aburrida del mundo, sintió que quería leer poemas.
Y porque si un día sus papás se pelearan tanto sería horrible, y daba miedo sólo de pensarlo.
Y porque si los versos le habían hecho levantar la cabeza a Alma, debían ser más fuertes que todos sus problemas.
http://donbox.Multiply.Com 11 Se veían nubes cargadas, Su mamá le dijo que buscara las botas, le puso su campera impermeable que tenía una capucha.
—Cuando seas grande vas a tener tu propio dinero y te vas a comprar todas las camperas que quieras.
(estiró los brazos) Houston, Houston, estamos frente a una forma de vida muy extraña.
(empujó a su mamá, que estaba agachada frente a él, y la hizo caer sentada).
—¡Oh, oh!, Houston, creo que dejamos la eliminación para otro momento.
http://donbox.Multiply.Com Salíó corriendo hasta el patio, se subíó a su bicicleta y se fue riendo.
Después de un largo rato lo vio aparecer, caminando despacio.
Ya otras veces lo había visto con una copa en la mano, y le había dicho que era por el frío, otra vez por el reuma.
Elvio se sentó del otro lado del mostrador, mirando hacia la calle, sin hacer nada.
Elvio se quedaba con la vista fija en la ventana, o en la llovizna, o en cualquier cosa.
Fuera por cansancio, porque confió o porque todo le daba lo mismo, en vez de poner la llave en la puerta, se las dejó en la mano a Frin y se fue.
La mujer preguntó por Elvio y respondíó que había tenido que ir a arreglar unos asuntos.
Frin subíó el volumen de la radio y volvíó a tocar la guitarra eléctrica con la regla.
A media mañana se le ocurríó ir a ver cómo estaba Elvio.
Se asomó a su cuarto y vio que estaba tirado encima de la cama, durmiendo.
Elvio tenía una hija que vivía en otra parte, que no le escribía nunca y sólo lo llamaba cuando necesitaba plata.
La mujer traía una bolsa de compras en un brazo y un paraguas que había quedado dado vuelta, como una flor panza arriba.
En la puerta le entregó el paraguas, se despidió y salíó corriendo.
La taza estaba en el piso y el té estaba derramado.
Dejó la llave en la mesa de la cocina y se fue hacia su casa, pedaleando lo más fuerte que podía.
Elvio no podía trabajar y esa viejita no podía caminar sola.
Lloviznaba como si se hubiera dado vuelta un barco, o como si las nubes pedalearan llovizna hasta poner el mundo patas arriba.
Eran las ocho menos cuarto y habían quedado en salir a las ocho y media.
—Van a cruzarse en el camino y se van a pasar toda la mañana buscándose.
Frenó de golpe, regresó corriendo, le dio beso a su mamá, y volvíó a salir.
Frin estaba excitadísimo, quería que Lynko entrara la bicicleta, no fuera que se la robaran y no pudieran ir de picnic por tener que hacer la denuncia o perseguir a los ladrones.
Le mostró que él había ido a la bicicletería para que le ajustaran los frenos, le inflaran bien las gomas;
La mamá terminó de preparar su vianda, le dio un beso como si se fueran de viaje, no de picnic ahí cerca.
(Lynko puso los ojos bizcos y sacó la lengua, como diciéndole que estaba loco).
(Frin entró nuevamente, regresó agitado): ¡Ya son las ocho y treinta y cinco, Lynko!
—Si querés las vamos a buscar y le puedo pedir a mi mamá que nos acompañe y les hable a los papás para que las dejen.
—Sí, mejor esperémoslo (dijo Vera), seguro que va a llegar.
¡Arno, gracias por haber venido, podés quedarte a leer mis revistas!
(dijeron Alma y Vera), vamos a acompañarlo a su casa a buscar la bicicleta.
—Y bueno, te acompañamos a arreglarla (dijo Lynko, aguantándose la risa, porque sabía que era lo último que Frin quería hacer).
http://donbox.Multiply.Com Caminaron al lado de sus bicicletas hasta casa de Arno, mientras Frin cada tanto, sin que lo vieran los demás, le hacía señas a Lynko, agarrándose el cuello y sacando la lengua afuera.
http://donbox.Multiply.Com 13 Llegaron los cinco a casa de Arno, que quiso abrir;
Arno se dio vuelta, con su camisa salíéndose del pantalón, sus cordones, uno desatado y otro hecho con un nudo que jamás se desataría, y todo él, así con el pelo despeinado, como si al despertarse tampoco hubiera estado la mamá, miró al resto con cara de que el avión ya se fue, y les dijo: —Mi mamá no está.
Lo dijo con un tono de camisa afuera del pantalón, despeinado, y los miró con una cara de cordones abandonados, que Lynko propuso que lo acompañaban hasta que llegara la mamá, y hasta Frin estuvo de acuerdo.
En la otra punta de donde quería estar, cosa que ya había sentido otra vez, que estaba en la otra punta de donde quería estar.
Que no había silla para él, o que su silla la estaba ocupando otro.
En eso llegó la madre, caminando rápido y no cambió la cara de enojada, por más que todos la saludaron correctamente.
—¿¡Se puede saber qué hacés acá, sentado como un tonto!?
Frin se dio cuenta de que Arno estaba como si siempre tuviera a su mamá gritándole tonto.
Arno levantó los ojos confundidos, y la miró como si esperara un golpe.
Se metíó en la casa dando un portazo y cerrando otra vez con llave.
Frin se dio vuelta y dijo: —Che, ¿ésa es tu mamá o es la que mató a tu mamá?
Contestó Arno, con su tono de confusión, hundido como un barco que se está hundiendo, como un barco de transportar frutas que se está hundiendo a metros de la costa.
Arno se levantó cansinamente, fue hasta la puerta, tocó el timbre.
Frin vio que la campera de Arno le quedaba grande y apenas asomaban sus dedos por los puños.
Pasó un rato, y como si eso ya hubiera ocurrido otras veces, Arno volvíó a tocar timbre, resignado.
http://donbox.Multiply.Com Arno entró, la puerta se cerró con un golpe.
La puerta se abríó bruscamente y antes de darle tiempo a que la mamá gritara, Frin preguntó con voz firme.
Esa pregunta la desconcertó, ¿cómo si estaba Arno?, si ellos lo habían visto.
Demoró un segundo en dar el grito que traía preparado, y Frin reacciónó nuevamente.
Venimos a buscarlo porque queremos que vaya a un picnic con nosotros (en un tono que parecía amable, pero levantando la voz).
Pero Frin no la oía, estaba ahí parado, pensando si iba a tocar de nuevo el timbre o qué, cuando la puerta se volvíó a abrir, ahora con dificultad.
El paseo empezaba de nuevo, pero desde otro casillero, como en el juego de la oca.
Se acordó de la vez que se había agarrado a trompadas por él, y lo juntaba con lo que había hecho hoy y no parecía el mismo.
Alma le ofrecíó caramelos a Arno que, por tomarlos sin soltar la bicicleta, casi se cae.
Siguieron caminando, él, Vera, Alma, Lynko y los pantalones arrugados, el pelo despeinado, la camisa salida, un cordón desatado, la campera demasiado grande de un barco de frutas que medio se hundía, a metros de la costa, llenando la corriente de naranjas ajenas al barco que naufraga, y mezclando su perfume con el de este sábado por la mañana.
http://donbox.Multiply.Com 14 La bicicleta de Arno, vieja y emparchada, iba en silencio, como debe hacer toda bicicleta o caballo que tampoco va dándole conversación al jinete.
En cambio, la de Frin, recién pasadita y todo por la misma maldita bicicletería, engrasada y aceitada hasta chorrear el estúpido aceite, seguía haciendo cuic cuic.
Todos se reían, Arno, en otro planeta como siempre, interrumpíó: —Yo sé un chiste.
Arno empezó a contar de un niño que tenía que comprar un sándwich de jamón y al que, antes de llegar a comprarlo, le pasaba de todo.
Pero realmente de todo, porque llegaron al límite del pueblo y al chico del cuento de Arno le seguían pasando cosas y todavía no podía comprar su sándwich.
Una cosa era que Arno lo salvara de la broma de Lynko y otra cosa era que acaparara toda la atención.
Llevaban media hora pedaleando y el chico del cuento de Arno no podía comprar el famoso sándwich de jamón porque tenía que ayudar a una viejita a que cruzara la calle, después porque pasaba un carro de bomberos, después porque le robaban la bicicleta, tenía que ir a hacer la denuncia, la encontraban;
Y así mil cosas y nunca llegaba a comprar el maldito sándwich de jamón.
Frin estaba furioso con el estúpido de Arno, con los estúpidos de los demás que no paraban de reírse del estúpido chiste del estúpido Arno, con el estúpido niño del estúpido chiste.
—Sí, esperen, todavía falta, porque, cuando estaba por llegar al negocio, se le cruzó un perro con una manchita blanca…
Seguían pedaleando y riéndose ya no porque importara el cuento, sino porque no http://donbox.Multiply.Com acababa nunca;
Se le habrá destapado algún caño en la cabeza, pensaba Frin, pero con ganas de volverlo a tapar.
pero ni podía pensar, porque Arno no paraba de hablar, los demás, de reírse y su bicicleta, de hacer cuic cuic.
Más se alejaban del pueblo y más divertidas eran las cosas que se le ocurrían a Arno para alargar el chiste.
Cuando llegaron estaba seria, por eso que le había contado Vera, que sus papás estaban con problemas.
(Lynko se dio cuenta de que estaba mintiendo y que lo decía para alardear delante de todos).
quería regresar, mandarlos a todos al diablo, ir a devolver el libro a la biblioteca.
Juró que no le leería un solo poema a Alma, si de todas maneras con cualquier chiste estúpido se olvidaba de sus problemas.
Todos menos Frin que, disimuladamente, trataba de ver si por el camino que iban aparecía algún monte.
—No te enojes, era un chiste nomás (Lynko, haciendo un gesto de discúlpame).
Lo cierto es que ese comentario fue la gota que colmó el vaso, porque, aunque todos http://donbox.Multiply.Com iban oyendo y riéndose con el chiste, ya querían llegar.
Por no quedarse callado y mostrarse seguro dijo: —Cuando llegamos a la esquina de ese campo, hay que doblar a la derecha.
Para qué habré dicho eso, pensó Frin, ¿qué iba a hacer cuando dieran vuelta y no hubiera nada?
pero este idiota ni siquiera silbaba y ahora resulta que era graciosísimo y Alma estaba feliz con las idioteces que decía.
Se le hizo que Arno era el chico más mentiroso, hipócrita, estúpido que había conocido nunca.
Y Alma era bastante idiota si se reía de estos chistes tontos.
Y el más sorprendido de todos fue Frin, porque a unos quinientos metros de ese cruce de caminos había un monte grande y hermoso.
pero Frin seguía con la boca abierta: no podía creer su buena suerte.
Pero Arno no le dio mucho tiempo de disfrutar su éxito porque siguió con su maldito chiste de dos años de duración.
El monte era verdaderamente hermoso, con árboles altos y hojas en el suelo.
—Ya termino: entonces el niño por fin llegó al negocio, pidió un sándwich de jamón, el señor se metíó, tardó como una hora, salíó y se lo dio y el niño lo agarró sin mirarlo y, cuando llegó a la casa, su mamá lo abríó…
http://donbox.Multiply.Com Entonces Lynko se tiró encima suyo, lo hizo caer y hacía como si le pegara de verdad.
Alma y Vera se agarraban la cabeza y medio se reían y gritaban porque no podían creer que el chiste fuera tan malo y tan largo.
Abríó su mochila y se encontró con que el papel en el que su mamá había envuelto los sándwiches se había abierto durante el viaje, y el libro del poeta se había manchado de manteca en la tapa.
No era mucho, lo suficiente como para que sintiera que de verdad tenía ganas de regresarse ya.
http://donbox.Multiply.Com 15 Lo primero que hicieron fue poner un gran mantel en el suelo.
Después había que tirarla a un compañero diciendo un nombre que podía ser de planta o de animal.
El otro tenía que dar una palmada antes de recibirla y, al lanzarla, decir otro nombre.
(le gritaba Lynko, riéndose), poné las manos, me en-tendés, las-ma-nos.
—Perfecto, ahora que ya están identificadas, atajá la pelota con las manos, no con la cara, ¿comprendido?
Se reiniciaba el juego, y entonces las manos de Arno no sabían si dar la palmada abajo o arriba, que era por donde venía la pelota, directa a su nariz.
Desafió Arno, parándose patas para arriba, sobre sus manos y empezó a caminar en perfecto equilibrio.
La única vez que pudo sostenerse unos segundos, los brazos le temblaban como cuerdas.
Arno era tan despistado que, en lugar de aprovechar y vengarse con un chiste, se ponía al lado y le enseñaba cómo hacerlo.
Y empezó a dejarse caer hacia atrás, arqueándose despacio, hasta que tocó el suelo con las manos.
A Arno le daba vergüenza confesar su plan, que nunca había contado a nadie, porque era un plan igual a Arno: confuso, desprolijo, con la camisa afuera.
Se hizo un silencio, un poco incómodo, en el que todos se acordaron de la mamá gritando;
Acá anoto diez cosas nuevas, cada vez que salgo.
Pueden ser diez plantas o diez insectos y después busco cómo se llaman.
(dijo Vera con énfasis), que Dios exista no tiene nada que ver con que nosotros votemos quiénes creen.
o sea, yo sé que no es cierto, ¿no?, pero me gusta pensar que Dios así nos dibuja en un cuaderno…
—Oigan, ¿se dan cuenta de que si hacemos lo que cada uno dijo, cuando seamos grandes nunca más nos volveremos a ver?
Pero Alma se acordó de esa vez que entró a la casa de Frin, y dijo: —Sabe leer.
Lo frotó contra su pantalón para quitarle la manteca con la que se había ensuciado.
Abríó el libro y comenzó a leer: ¡Ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!
Eran como las cinco de la tarde, el sol ya no daba tan fuerte y en el monte había un gran silencio.
Sólo se escuchaba la voz de Frin leyendo: Morena de luna llena ¿qué quieres de mi deseo?
http://donbox.Multiply.Com 16 En algún momento de la tarde decidieron emprender el regreso.
—Tengo una idea (dijo Arno), vamos a escribir nuestros nombres en un árbol.
Lynko sacó una navaja de campamento que su papá le había traído de un viaje.
—Hagamos otra cosa (le alcanzó la navaja a Vera), mejor que cada uno escriba el nombre de otro, no el suyo.
Vera no contestó, se acercó al árbol y, cuidadosamente, comenzó a tallar una raya derecha.
Pero en vez de hacer otra rayita arriba, que podría haber sido de una «F» o de una «A» cuadrada, siguió con una rayita debajo.
Como no quería que nadie se diera cuenta de lo que le pasaba, apretó la mandíbula.
Porque eso que Vera estaba haciendo no estaba dirigido a Lynko solamente, aunque fuera para él solo.
Esas pequeñísimas rayas en el árbol eran como una gran raya en el suelo, o en sus vidas.
Todos estaban atrapados, fascinados por esas pequeñas rayitas que avanzaban trabajosamente en la corteza del árbol.
Vera no se dio vuelta a mirarlo, siguió mirando hacia el árbol, como si no le importara lo que fuera a pasar.
Apoyó una mano en el árbol y, al lado de su nombre, rayó rápidamente el nombre de Vera.
Terminó de hacerlo, raspó un poco con la navaja y sopló él también, para dejarlo más prolijo.
Y alivio porque así él se convencería de una buena vez y dejaría de hacerse ilusiones.
¿O acaso ella misma no se lo había dicho la vez del cementerio viejo?
Alma iba a escribir el nombre de Arno, y si a él le daba por ponerse a soñar como un idiota podía venir a leer el árbol.
Le podría sacar una foto al árbol, y pegarla en la puerta de su cuarto o cocinarla en agua y tragársela en una sopa.
Se enojó consigo mismo porque desde que Vera dijo que había invitado a Arno, él sabía.
Sin mover la cabeza, miró de reojo a Arno, ¿qué iba a decir?
Pero Arno observaba cómo tallaba Alma, con la misma cara de estar contando meteoritos de siempre.
También sopló y le pasó la mano, quitando las astillas al nombre de Frin.
Se acercó al árbol, leyó, se dio vuelta y preguntó: —¿Se puede repetir un nombre?
Terminó y se puso al lado de todos a mirar el árbol que de ahora en más…
Buscaron sus bicicletas, recogieron las cosas en silencio y salieron caminando del monte.
Sea porque Vera y Lynko comenzaron a caminar más despacio, o porque ellos tres http://donbox.Multiply.Com iban más rápido, Alma, Arno y Frin se fueron adelantando.
Cuando terminaron de salir del monte, Frin miró si se habían retrasado mucho;
pero volvíó a dar vuelta la cabeza como un rayo.
A fin de cuentas no había empezado a oscurecer, y así ellos podrían seguir de la mano.
Visto desde el aire, o si con una cámara muy poderosa se hubiera tomado una foto desde un satélite, se habría visto a cinco chicos caminando por un camino viejo.
http://donbox.Multiply.Com 17 Esto de darse la mano era como un pegamento: había que dejarlo un rato más, para que agarrara bien.
Si se subían a las bicicletas enseguida no iba a pegar igual y tal vez después se arrepintieran de haberse dado las manos.
Pero sobre todo, lo que más había sentido al verlos, fue vergüenza y nervios.
Quería preguntarle a Lynko: Che ¿cómo hiciste para tomarle la mano?
Se rió al imaginar que Vera fue la que buscó su mano, pero Lynko la tenía sudada y ella le dijo: ¡Spuajh, Lynko tu mano parece una catarata!
Le preguntó Alma, y ahí se dio cuenta de que mientras él venía imaginándose esas cosas, ahí afuera, y no adentro de su cabeza, estaba Alma caminando a su lado.
Bueno, tan atendiendo todo no, porque volvíó a tropezar con quién sabe qué cosa y otra vez fue a parar la bicicleta al suelo.
Sí, pero sería más fácil darle la mano a Alma si Arno no estuviera viéndolo todo.
A Frin le corríó un frío por las piernas cuando pensó que tal vez no eran novios del todo y que en ese momento Alma estaba decidiendo si iba a estar de novia del todo con Arno o con él.
Y si él seguía pensando como un idiota en vez de hacer algo, lo más seguro es que Alma sintiera que le convénía Arno.
Miró hacia ella y, al mismo tiempo, vio que Arno, del otro lado, miró hacia acá, sonriendo.
No podía darle la mano a Alma si justo Arno lo miraba sonriendo.
No sólo nunca había ido de la mano con ninguna chica, sino que jamás le había robado la novia a nadie.
Error, no está confirmado que fueran novios, o sea que podía darle la mano sin que eso fuera que se la estuviera quitando.
Pero para estar más seguro tendría que preguntar: Che, Arno ¿si le doy la mano a Alma y deja de ser tu novia podemos seguir siendo amigos?
Preguntar eso, era la cosa más imbécilmente idiota que jamás se le había cruzado por la cabeza.
Miró hacia Alma, pero la vio tan seria, tan concentrada, que le dio miedo de ser rechazado.
Estaba preciosa, la luz del atardecer le daba en la cara y el sol no era tan fuerte como para cerrar los ojos.
Eran como un mar, y la luz roja del sol daba en ese mar.
Y si los ojos de Alma eran el mar, él ahora estaba a la orilla del mar o a la orilla de Alma.
En ese instante, se dio cuenta de que eso era lo que hacía el poeta del libro.
Darse cuenta de que estar frente al mar y viendo los ojos de Alma era lo mismo.
Entonces, tomarle la mano a una chica era mucho más fácil de lo que él se había imaginado.
Si él hubiera sido el que le hubiera tomado la mano a Alma, al acercarse se habría convertido en un moño, en un triple nudo de cordón de zapatos.
Todos se rieron y Arno, empezó la historia de otro chico que había ido a comprar clavos a una ferretería.
Se agarraron la cabeza, porque sabían cuánto podía llegar a durar un cuento de Arno, si empezaba con un chico yendo a comprar algo.
El chico del chiste de Arno subía y bajaba montañas, porque la ferretería quedaba lejos, al punto de que tenía que tomarse un barco y después un tren.
En el vagón del tren había una tierna viejecita a la que primero se le cayeron los lentes, y el niño se los recogíó del piso.
Se reían del chiste de Arno, Frin también, porque había descubierto, con mucho alivio, que uno no tenía por qué dar explicaciones y ni siquiera tocar el tema de que venía de darle la mano a una chica.
Ya se veía la cúpula de la iglesia del pueblo, y a la tierna viejecita se le caía el sombrero, un anillo.
—Estaba toda como mal pegada, esa viejecita (dijo Frin y se rieron).
Y, antes de que llegaran al pueblo, a la viejecita del chiste se le cayó el audífono por la ventanilla del tren.
Cuando Arno se dio cuenta de que faltaba poco para llegar, decidíó terminarlo.
Lynko hizo que lo perseguía con su bicicleta para pegarle, y todos juraron que le prohibirían contar chistes por un mes.
Vera y Lynko querían quedarse juntos otro rato, pero cada uno debía ir a su casa.
Alma no quería regresar a la suya, en la que, probablemente sus papás se estuvieran peleando, como lo habían estado haciendo últimamente.
Y Arno quería encontrar cuanto antes un circo, con el cual irse de su madre que le gritaba burro y tonto, por cualquier cosa.
pero yo vi el atardecer en tus ojos y me imagino que así debe ser.
http://donbox.Multiply.Com 18 Al otro día arrancó una hoja, copió el poema y lo metíó en su mochila.
Pero esa tarde no la encontró en el patio, y le preguntó a Vera: —Che ¿no viste a Alma?
sí, me dijo: Si me muero, cof cof, dile a Frin, cof, que…
Pero, aun cuando había sido una broma de Vera, le había gustado oír que Alma lo quería.
Frin sintió que no era el mejor momento para preguntarle lo de si la mano le había transpirado o no.
Entonces, para mostrarle que quería ser su amigo lo hizo caer de un empujón y salíó corriendo.
—En serio que no sé qué le pasó, ¿me acompañás a su casa?
—Bueno, si con ésas andamos, te vas a quedar en casa hasta que se te pase.
Mientras oía cómo su mamá recogía las cosas, buscó el poema en su mochila.
http://donbox.Multiply.Com 19 Frin sintió que ése era el peor día de su vida.
Llegó a la librería tan triste, que Elvio se dio cuenta y lo trató con cuidado.
—Hoy no hay mucho trabajo, Frin ¿no querés volver a tu casa?
Dijo Elvio, que estaba muy contento porque por fin tenía noticias de su hija: había recibido una carta de ella.
Eso lo ponía de un ánimo simpático y generoso, hasta se había afeitado.
Elvio hizo que se agarraba del mostrador y como que se caía de la tos tan fuerte que tenía.
Desde que se fue no tenía noticias, ¡y me escribíó seis hojas!
dice que ya le ofrecieron un trabajo, y que no le mande dinero, que quiere arreglarse sola.
¡Decime vos, Frin, el trabajo que hacen pasar los hijos a los padres!
—(Regresó a su seriedad) Los papás también dan mucho trabajo.
Frin le contó que Alma se había ido y que él llegó a su casa y que las tostadas y que él no tenía hambre y que se pelearon con su mamá, y cómo ella no se daba cuenta, ¿eh?
(se quedó pensando: ¿Ir solo?, podía pedirle a Lynko que lo acompañara).
—Pero si yo le pido no me va a hacer caso o me va a decir que sí, y después capaz que tira la carta.
(Frin sintió que estaba trabajando en el mejor lugar del mundo con el mejor amigo del mundo).
—No tendrías que estar enojado con Alma, digo, pero si me meto en lo que no me importa mejor me callo.
Él se había ofendido como si ella lo hubiera abandonado y ni se le había ocurrido que lo estaba necesitando…
—Mirá, Frin, hoy no hay mucho trabajo, ¿por qué no aprovechas y le compras una flor a tu mamá y haces las paces?
dio un salto y con toda la energía de sus zapatillas salíó corriendo a la vereda.
Se subíó de un salto a la bicicleta cuic cuic y fue a buscar un puesto de flores.
A lo mejor ella estaba otra vez con las tostadas y justo llegaba él con las flores, y ella estaba pensando en él y que le quería preparar tostadas y justo llegaba él con las flores y ella estaba haciendo las tostadas con su papá.
Otra vez sintió esa http://donbox.Multiply.Com electricidad rara de las aventuras.
Preguntó, lo atendieron amablemente, le dieron todos los horarios, y hasta le prestaron una birome y papel.
Y no era que se había cruzado de casualidad: había salido al encuentro de Frin.
Le ladraba y le movía la cola, saltaba al lado de su bicicleta.
Le ladraba jugando, no paraba de saltar, de repente corría y daba vueltas en círculo.
Pasó una mujer con una bolsa de las compras y Frin le preguntó: —¿Es suyo, señora?
no sé de quién será, lo deben haber llevado a perder (dijo la señora y retomó su camino).
Hacía que se escapaba para que Frin lo persiguiera, y como él se quedaba en su lugar, regresaba a provocarlo.
Sobre todo, tenía que cuidarse de no pisarlo, porque se metía entre las piernas a cada rato.
Frin lo alcanzó y el perrito se tiró panza arriba para que le hiciera mimos.
Movía la cola y, de contento, se le escapaban chorritos de pis.
Le preguntó Frin, mientras le rascaba la panza y sentía que no podía dejarlo en la calle.
Tampoco podía llevarlo a su casa, porque su mamá le haría un escándalo.
Sus patas eran tan cortitas que por cada vuelta de rueda de la bicicleta de Frin, para él era como cruzar el mundo, por lo menos.
Pero el perrito entendía perro y no humano, y por eso seguía corriendo con mucho esfuerzo, al lado de la bicicleta.
pero no sabía correr o se tropezó en sus propias patas o con un átomo o quién sabe;
El perrito creyó que le venía a pegar y se encogíó dando pequeños aullidos.
(le acariciaba la cabeza) ¿No es cierto que sí, que vos podés oler a veinte kilómetros?
Sin pensarlo más, lo tomó cuidadosamente con un brazo y, manejando con una sola mano, lo llevó en bicicleta hasta su casa.
El perrito iba con la lengua afuera, feliz de sentir el viento en la cara.
http://donbox.Multiply.Com 20 Frin convencíó a Elvio de que lo dejara ir a trabajar con el perrito.
(argumentaba Frin) porque así sabemos cuando entra alguien, y podemos estar ordenando cosas adentro.
pero Frin no consiguió hacerlo regresar, y como se quedaba llorando en la puerta, finalmente le permitieron pasar.
El perrito fue olfateando por todo el patio, siguiendo el olor de Frin, hasta que llegó a su aula.
Y, como si ya estuviera más tranquilo, se dirigíó hasta el escritorio del maestro y ahí se acostó.
¿Por qué no se metían en sus cosas y dejaban que él le pusiera el nombre que más se le antojaba?
Pero el maestro no lo había hecho con mala intención, y además dejaba entrar al perro, o sea que mejor no decía nada.
Y como Frin protestó lo mandó a dar tres vueltas a la cancha.
Se quedó esperándolo afuera de la puerta y movía la cola cuando pasaba Frin.
Después al tipo se le volvíó a freír el cerebro, y los castigó haciéndolos sentar en fila.
—Esto los va a ayudar a hacerse más hombres (les dijo, mientras caminaba alrededor de la fila).
¿Qué tiene que ver estar sentados mirando la nuca del otro con ser más hombres?, pensaba Frin mientras veía a Ferraro, el que le había dicho mariquita y con el que Lynko se había peleado, que iba caminando y charlando con el profesor.
Cuando vio que Frin lo estaba mirando lo desafió con un gesto, levantando la cabeza, como diciendo: ¿Qué mirás, eh?
Cuando entraron a la escuela, Ferraro se puso a su lado y le dio un empujón con el hombro.
Dejó que el chico se fuera, alzó al perrito y le hizo unos mimos en la barriga, como pidiéndole disculpas por no haberlo defendido como había hecho Lynko con él.
Tengo un perro que no tiene nombre todavía ¿me ayudas a buscarle uno?
Ya se hizo pis mil http://donbox.Multiply.Com veces porque se pone contento.
Lo cerró con pegamento y, también le puso cinta adhesiva, y escribíó el nombre de Alma.
Al otro día le entregó la carta a Elvio, que se la dio al proveedor, que miró el sobre y dijo: —Ah, pero si yo los conozco…
viven a media cuadra de la librería de Nulda, ¿querés que se la lleve a ellos?
Luego se agachó y le habló al oído del perrito: —Tenemos suerte, amigo.
Pero el perrito lo único que sintió fue viento en su oreja y se rascó con una pata.
Pero estaba dado vuelta y no se veía a quién estaba dirigido.
El perrito movíó la cola contento, se tiró panza arriba y echó un chorrito de pis.
Era una hoja de cuaderno, como la que había usado él, sólo que además de estar escrita tenía dibujos en lápices de colores.
Eran dos árboles juntos, un sol grande en el cielo pintado de azul, que ocupaba casi toda la hoja.
Un poco más adelante de los árboles había dos hileras muy prolijas de flores que apuntaban hacia un lado y el otro.
http://donbox.Multiply.Com Querido Frin: gracias por escribirme, espero que vos también estés bien.
Fue una gran sorpresa cuando el abuelo me dio tu carta.
pero yo estoy un poco triste y extraño a mis papás y no me gusta lo que está pasando.
También extraño la escuela y a Vera y me acuerdo de cuando fuimos al cementerio viejo.
Si otra vez fuéramos al cementerio viejo podríamos llevarlo.
Tu carta me parecíó un poco seria, ¿estás enojado conmigo?
Espero que un día de estos me sigas escribiendo y no te enojes si mi carta es un poco triste;
Dudó un segundo y comenzó con algo que le salía bastante bien, ya lo había hecho una vez: era un barco con cañones, y una moto también, al lado.
http://donbox.Multiply.Com 21 Eso de las cartas estaba muy bien, pero Frin quería ver a Alma.
Pero eran como las diez de la noche y Negro, ése era el nombre provisorio del perrito, estaba dormido y lo más que hizo fue sacudir la oreja, pero quién sabe por qué.
Frin se acercó, le hizo cosquillas en la panza y él, sin abrir los ojos, movíó la cola y levantó una pata.
(abríó un ojo, bostezó, estiró sus patas, movíó la cola y se fue arrastrando para que lo acariciara).
—El viaje a Nulda dura veinte minutos nomás, ¿entendés?
Se quedó con los ojos abiertos en plena oscuridad, pensando.
http://donbox.Multiply.Com Le daba vergüenza decirle que no, y sólo levantó los hombros.
En el recreo siguiente, No se lo digas a nadie fue lo que Lynko le dijo a Vera cuando se lo contó, porque él había prometido eso, pero con Vera era distinto.
Fede se acercó y le preguntó: —Che, Frin, para el sábado, ¿hay que llevar sándwiches o compramos allá?
Él le juró y le rejuró que no le había contado a todo el grado, sólo a Vera, y se enojó cuando Frin le récordó que él le había prometido no contárselo a nadie.
Esa noche del jueves Frin se acostó entre triste y enojado.
El viernes, antes de ir a la escuela, volvíó a confirmar los horarios de los ómnibus.
Cuando llegó a la escuela, como en una confabulación secreta todos se le acercaban y le preguntaban susurrando y haciendo misterio: —¿A qué hora salimos, Frin?
Él estaba hundido y triste porque su plan se había ido a pique como un barco agujereado.
Pero de pronto se le ocurríó una idea, y contestó: —A las tres, en la terminal de ómnibus.
No quería mentir, y con un nudo en la panza, por el susto, se le ocurríó: —…
Antes de llegar a la terminal revisó el dinero que había cobrado el viernes, como cinco veces.
Fue hasta un rincón, metíó el perrito en la mochila, se acercó al ómnibus.
Le dio el boleto al chofer sin saber si lo iba a dejar viajar solo o no.
El perrito se movía bastante adentro de la mochila, pero nadie se dio cuenta.
El chofer encendíó la radio para escuchar un partido, y eso ayudó porque no se escucharon un par de ladridos del perrito.
Y el perro olía por todas partes, como si estuvieran pasando las noticias.
Y así ni se acordaba de su miedo, porque para eso había llevado al perro, para que le hiciera compañía.
Y Negrito miraba abriendo los ojos y levantando las orejas y oliendo.
Aunque no podemos saber si miraba los pájaros que le señalaba Frin o el vidrio verde de la ventana del ómnibus.
http://donbox.Multiply.Com 22 Cuando se quisieron dar cuenta ya estaban entrando en la terminal de Nulda.
Primera medida de seguridad: volver a meter al perro dentro de la mochila.
Por suerte el chofer había ido hasta la ventanilla y no oyó los ruidos.
(de repente dejó de sacudirse y se quedó duro, olfateando desde adentro).
hola, lindo perrito que duermes la siesta, no te despiertes.
El perro olfateó toda la vereda, milímetro a milímetro, desde la pared hasta el primer árbol, y ahí dejó su firma.
(el perrito adelantaba un paso, retrocedía cinco y repasaba lo que ya había olido).
pero lo miraron sin dejar de pedalear, y siguieron de largo.
El proveedor que le traía las cartas había dicho que la casa de los abuelos quedaba cerca de la librería.
Te apuesto que en diez minutos estamos tomando helado con Alma.
Tenía para invitarla a ella y a sus http://donbox.Multiply.Com abuelos y a los vecinos, por si había visitas.
—No, mira, mejor nos quedamos acá, porque no sabemos si nos estamos acercando o alejando…
Nunca se había imaginado que con tan poco viaje uno podía irse tan lejos.
Por una de las esquinas de la plaza aparecíó una mujer caminando lentamente, inclínándose a cada paso.
para colmo el perro le hacía una fiesta increíble, movía la cola, le lamía la mano, faltaba que le diera el teléfono.
(preguntó sin dejar de acariciar a Negro que estaba feliz, el muy estúpido).
(puso otra cara), esa pobre chica con los papás que se están separando…
vas a tener que tener paciencia, mi amor, porque yo, con esta pierna, no puedo ir más rápido.
Dijo él, viendo cómo avanzaba apoyando el pie con cuidado, y sintió algo así como que le gustaría inventar alguna cosa que la sanara.
Se detuvieron frente a una casa que tenía una pequeña tapia.
La señora pasó y, en vez de tocar el timbre, fue hasta la puerta del patio y gritó: —¡Remo!
Se oyó desde adentro, y aparecíó un señor de pelo blanco, muy alto y grande.
Frin sintió el impulso de pedirle que no se molestara, que ya iba a salir, o que no importaba, que tal vez estaba ocupada y mejor volvía otro día.
Como vio que Alma sonreía, lo dejó en el suelo, ella se acercó un poco agachada, porque el perrito iba hacia ella, hecho un ovillo.
Moviendo la cola, agachando la cabeza, medio echándose panza arriba, arrastrándose.
La ventaja es que si no lo hubiera llevado, Alma y Frin se hubieran quedado más duros que los bancos de la plaza.
http://donbox.Multiply.Com 23 El abuelo de Alma no le creyó a Frin cuando afirmó muy serio.
Eso de haber ofrecido hablar por teléfono lo convencíó de que estaba mintiendo;
—¿Por qué no van a dar una vuelta a la plaza y después, cuando regresen, ya habrá llegado la abuela y les prepara una merienda, eh?
—Hizo muchos deportes, jugó al fútbol, y una vez que vivieron cerca de un río hacía remo;
y también jugó al básquet, y antes viajaba todos los años al Sur y hacía montañismo.
Negrito ya se sentía más seguro, estaba con la cola bien parada, ladraba y medio perseguía a cuanto perro pasaba lejos.
Alma comenzó a preguntarle por la escuela y Frin la puso al día de todos los chismes del grupo, imitando a los amigos.
Frin entendíó que no quería hablar de eso y la volvíó a invitar con un helado.
Contestó Frin, que se acordó de que tenía que regresar rápido, para que sus papás no sospecharan nada.
La abuela era una señora gorda, que se teñía el pelo y le gustaba mantenerse bien arreglada.
Frin se moría de ganas de quedarse con Alma y en esa casa de los abuelos, arreglada sin ningún lujo, pero que era muy cálida y alegre.
Puso al perro en la mochila, dejándole la cabeza afuera y salieron con Alma rumbo a la terminal.
En la ventanilla sacó el dinero, pidió el boleto, tomó el vuelto y lo guardó.
Alma lo vio tan serio y tan concentrado, que sintió algo especial, como aquella vez que lo había encontrado leyendo en el patio.
Si Frin hubiera hecho esa misma pregunta en la escuela, o con más tiempo, quién sabe cómo la hubiera contestado.
Pero Frin estaba a punto de subirse al ómnibus y tal vez se vieran en una semana, o en dos, o quién sabe.
Y todo ocurríó al mismo tiempo, Alma le respondíó: —Ya te dije que no era cierto, ¿querés que lo publique?
Y el chofer, de muy malas maneras, le dijo: —No se puede viajar con animales.
—No me vengas con cuentos, salí, que tiene que subir la gente.
—(El chofer lo tomó de la mochila y casi le gritó) ¡Si querés viajar deja al perro!
Frin le tiró una patada que dio en el aire, y el chofer lo zamarreó bruscamente.
(el chofer se hizo el ofendido, tiró los pasajes y se subíó al ómnibus).
—Señores (dijo el abuelo a todos los pasajeros), devuelvan sus boletos, porque no se puede viajar.
—¡Yo tengo que regresar a mi casa, a ver si se apuran!
El abuelo levantaba la mano, pidiendo que lo dejaran hablar;
Un pasajero, con cara de pocos amigos, preguntó: —¿¡Y por qué no se puede!?
vamos, Alma, vamos, querido, volvamos a casa.
el molino amenazó con cerrar, los obreros se declararon en huelga y tomaron la ruta hacia los dos lados.
http://donbox.Multiply.Com El abuelo no estaba mintiendo: era algo realmente serio.
—Ni salir, ni entrar, señora, está tomada la ruta (y se dirigíó a Frin) ¿compraste boleto?
—Vení a que te devuelvan el dinero, querido, y luego vamos para casa para llamar a tus padres antes de que se asusten;
En ese momento se cortó la discusión porque entró el papá de Frin al patio.
Justo cuando Lynko se reía, pero no porque supiera, sino porque se había dado cuenta del plan de Frin, y se le hacía buenísima la manera en que se había escapado de todos.
Lo que ocurríó fue que los del grado se encontraron en la terminal de ómnibus, a las tres, como había dicho Frin.
Como tardaba en venir, no faltaron los que sacaron sus sándwiches y se los comieron ahí mismo.
Frin no aparecía, a Lynko se le ocurríó ir a ver los horarios de ómnibus a Nulda y ahí se dio cuenta de que a las tres no salía ninguno.
—Y, vamos a buscarlo a su casa, ¿no?, para ver por qué no vino…
Así es que fue todo el grupo, como turistas que perdieron el avión, caminando hasta casa de Frin.
Vera quiso hablar porque se dio cuenta del lío que se iba a armar;
—No, lo que pasa es que quedamos de ir juntos a Nulda, pero él se equivocó y a las tres no salían ómnibus.
—No, señora, dijimos que a lo mejor, no era seguro (quiso disimular Vera).
Les hicieron mil preguntas a los compañeros de grado, pero ellos contestaban cualquier cosa, porque no sabían nada, y porque se estaban echando la culpa unos a otros.
Algunos porque Lynko tendría que haber sabido, otros porque al venir así es como si lo hubieran acusado a Frin, otros por quién sabe, y otros por las ganas.
A Elvio se le hizo muy probable que Frin se hubiera ido a Nulda a visitar a Alma, pero lo tomaba con calma y risa.
—Muchas gracias, Elvio (lo cortó secamente el papá, y se dio vuelta).
déme media hora y lo llamo para darle el número de teléfono de los abuelos.
El papá agradecíó y regresó a la casa rápido para contarle a la mamá de Frin.
Y fue en ese momento que abríó la puerta del patio y encontró a los compañeros de Frin discutiendo.
La mamá estaba tratando de calmarlos y aprovechó el silencio para preguntar.
Le contestó otra compañera, en medio de las protestas y acusaciones de todos contra todos que se habían vuelto a desatar.
mire, no se asuste, Frin está acá al lado mío, está perfectamente bien, ahora se lo paso…
La mamá sintió que le volvía el aire al cuerpo.
Dijo muy serio, pero del otro lado también había cambiado de manos el teléfono y volvíó a sonar el abuelo.
yo ahora pido el auto a un vecino y lo vamos a buscar inmediatamente.
—El molino harinero de Nulda amenaza con cerrar, entonces los obreros se declararon en huelga y tomaron la ruta hacia los dos lados;
por eso yo digo que mejor Frin se queda a dormir acá, tranquilo, y capaz que mañana ya se arregló todo.
El papá volvíó a agradecer, no sólo por lo que ofrecía el abuelo, sino por la calma que le transmitía, y pidió hablar con Frin.
Se lo pasaron, y muy serio le recomendó que le hiciera caso a los abuelos y que se portara bien.
Volvieron a sus casas, y el papá se cruzó a lo de un vecino, que ya había oído lo de la huelga.
Había una larga fila de autos que hacían maniobras para regresar.
Más adelante, una negra y densa columna de humo salía de unas gomas quemadas que cruzaban todo el camino.
En casa de los abuelos, encendieron la radio, para seguir las noticias.
La abuela le indicó que él dormiría en el sillón grande que había en la sala.
El problema era que ella, en la terminal, había contestado esas preguntas porque Frin se estaba yendo, no porque se estaba quedando.
La abuela no se veía, sólo su silueta, contra la luz de un foco que estaba en la esquina, a media cuadra.
no hablaban con nadie, no se mezclaban, no venían a la fiesta del pueblo, no se los veía en misa…
Una vez, estaban trabajando en unas máquinas muy grandes, a vapor…
parece que no se dieron cuenta de que la máquina estaba levantando demasiada presión…
querían terminar rápido porque se venía una tormenta, entonces el jefe mandó a decirle al muchacho este, el papá, que le pusiera más carbón…
cuando le dieron la noticia a la señora, juntó sus chucherías, le prendíó fuego a la casa, y se fue…
yo creo que debe haber sido algún vagabundo, pero lo que contaban es que si uno quería entrar a lo que había quedado de la casa, llovían piedras en el techo…
se sentían los golpes, toc, toc, toc, de las piedras.
—No puede ser el mismo (dijo la abuela), esto pasó hace mucho…
Se sintió raro despertando en esta sala en la que había pasado su primera noche fuera de casa.
La luz daba en las cortinas encendidas y se oían ruidos en la cocina.
No, no debía ser así, porque Negrito venía caminando por su espalda, moviendo la cola.
Cerró los ojos para hacerse el dormido, y enseguida sintió el hocico olfateándole la oreja.
Frin fue a la cocina, la radio estaba puesta muy bajita, y daba las noticias.
(le comentó el abuelo, señalando la radio), yo no sé, no digo que no tengan razón, pero hacer este lío…
Por suerte se encontraron con la señora Rosa, que cargaba un bolso y caminaba con dificultad.
(¿la parejita?, pensó Frin, la vieja enloquecíó otra vez).
—O sea que si se quedan sin trabajo es un desastre, un desastre, tiene dos hijitos…
Él se había imaginado que los de la huelga eran peligrosos, y resulta que aquí estaban acompañando a la señora Rosa, con su paso rengo, a llevarle frutas a su hija.
Se imaginó él mismo en una huelga, pidiéndole a su mamá que le llevara sándwiches de tomate.
En dirección de la ruta se veía una espesa columna de humo.
A medida que se acercaban se veía la hilera de gomas quemándose, cruzada sobre la ruta.
A Frin le http://donbox.Multiply.Com hizo acordar una pintura, uno de esos cuadros de la revolución que tenían en la escuela.
Lleno de héroes y próceres después de alguna batalla de cuando se fabricó la patria, como puso Fede en un examen.
Sólo que éste era más pobre, y no había tanta gente, ni soldados, ni una bandera;
ni nadie miraba al cielo y acá quemaban gomas, había perros jugando, y el avión pasaba fumigando un campo cercano.
nada que ver con un cuadro de la revolución, pero hacía acordar a uno.
Negrito iba escondido tras los pasos de Frin, que terminó por alzarlo con su mano libre.
La señora Rosa seguía avanzando como un barco roto y constante.
Unos tipos se habían quitado las camisas y se las habían atado en la cabeza.
Tenían palos largos y estaban acomodando las gomas para que se quemaran mejor.
Otros dos conversaban y se pasaban una botella de vino, sin parar de hablar;
Unos chicos corrían alrededor de una señora que los retaba, sin que le hicieran caso, y ella seguía hablando con uno que también estaba con el torso desnudo: era muy panzón, levantaba los hombros a cada rato y movía los brazos para cada palabra que decía.
Finalmente se acercó una muchacha joven y le dio un beso a Rosa.
Otro de los sin camisa, no era oficinista, hasta descalzo estaba.
A pocos metros la ambulancia hizo chirriar sus gomas con una frenada.
El chofer se puso nervioso e hizo sonar la sirena.
Frin pensó que no había que hacer eso, ya estaban corriendo todo, ¿para qué la sirena?
Él había visto muchas ambulancias en el hospital donde trabajaba su papá, pero a ésta nunca.
Se escabulló entre el grupo y consiguió mirar a través de los vidrios.
pero éste tenía los zapatos puestos, que asomaban por debajo de la sábana.
pero éste lo tomó y lo alejó de la ambulancia, que pasó por el espacio que le abrieron.
—Después, querido (lo calló el yerno, y se fue a regresar las gomas a su lugar).
La señora Rosa les dijo que mejor se fueran a casa, porque ahí los ánimos estaban un poco caldeados.
Frin bajó a Negrito y le dijo a Alma: —El médico tenía el estetoscopio roto.
—El médico que estaba con el paciente, tenía el estetoscopio colgando del cuello.
le faltaba la cosa esa que apoyan para oír: terminaba en el tubito nomás.
Explicaron agitadamente a los abuelos, mientras veían cómo el periodista entrevistaba a un señor de saco.
(exclamó el abuelo, que dio un salto y subíó el volumen).
—…Ese pueblito tendría que estar agradecido por la fuente de trabajo, en vez de alterar el orden de esta manera, y poner ellos mismos sus trabajos en peligro…
Quieren hacer su negocio mandando el molino a la quiebra, y resulta que somos nosotros los peligrosos.
—¡Y seguro que va a seguir mintiendo y van a cerrar el molino!
Les pidió que buscaran los teléfonos de algunas radios, y llamó al intendente de Nulda para explicarle lo sucedido y avisarle que iba a venir la televisión.
Además, el molino era la principal fuente de trabajo, sin ella peligraba Nulda.
La radio local empezó a hacer correr la noticia, una camioneta con un gran parlante encima, también;
y el abuelo, cuando llegó a casa, contó: —A partir del mediodía se va a hacer un cierre simbólico de todos los negocios, o sea que si hace falta algo de comida, hay que apurarse.
—Velas sí (contestó sonriendo el abuelo), y a las nueve de la noche va a haber una marcha hacia la ruta, en señal de apoyo.
él había querido hacer un viaje de dos horitas nomás, y ahora estaba como metido en un cuadro de la revolución.
Se imaginó que venía un pintor y que él miraba al cielo y sosténía una bandera, mientras Negrito le mordía el tobillo al enemigo.
—Y vamos a pasar la noche allá (terminó de decir el abuelo).
Frin trató de acordarse, ¿había visto en una de esas pinturas a alguno resfriado?
Se acordó del cuadro que había en la escuela y se imaginó en medio de los próceres nacionales, las banderas, el humo y la gente mirando el cielo…
http://donbox.Multiply.Com 26 Buscaron ropa abrigada y rústica, porque iban a estar sentados en la ruta.
Frin no tenía otra ropa que la puesta, así que iría con un suéter que le prestaba Alma.
Se hizo la tardecita y empezó a llegar la oscuridad sin nada que la empujara: no había luces encendidas en Nulda.
A ver chicos ayúdenme: la bolsa con los sándwiches, los termos con el café, servilletas…
Se rieron los cuatro y Negrito debíó haber entendido que estaban ladrando porque él también ladró.
Se oían todos los ruidos, las pisadas, el tic tac de los relojes, una mano que se apoyaba en un mantel.
Pero cuando empezó la marcha y se formó la columna de gente que, a paso lento, bamboleando sus velas y sus faroles, se encaminó hacia la salida del pueblo, Alma y Frin sintieron que estaban en algo grande.
Los de la ruta los recibieron con gritos, aplausos, toques de tambor, y ellos respondían, también, con gritos, silbidos, levantando las velas y los faroles.
Los huelguistas se adelantaron y se fundieron en abrazos y gritos invencibles.
La multitud se acercó a las llamas, se hizo una rueda con faroles y velas.
Negrito ladraba a unos perros que ni le hacían caso, y se asustó cuando uno se acercó http://donbox.Multiply.Com a
Más tarde todavía, una radio entrevistó al intendente, que estaba con su familia.
El abuelo destapó su botella y le ofrecíó a un viejo amigo, que también llevaba la suya.
Fueron pasando las horas, y poco a poco iban llegando más periodistas;
Alma y Frin ya se habían hecho varios amigos y los dejaron acomodar el fuego con los palos.
El abuelo ya estaba bastante alegre y cantaba abrazado a otros señores.
Partieron los cinco hasta la entrada de un camino entre dos campos, lejos de las luces.
Alma se acordó de la vez que fueron al cementerio viejo y se lo contó a los demás, agregando la historia de la abuela.
La noche era tan oscura y limpia y cargada de estrellas, que no sólo se veía el cielo, sino que se sentía el espacio.
ésa (inclínó su cabeza hacia Frin, sin dejar de mirar el cielo), ésa…
Era el silencio que bajaba con todos sus caballos, como juguetes de vidrio con agua adentro y era el silencio que bajaba con sus caballos, como esos juguetes de vidrio, como el silencio con sus caballos blancos y oscuros, y esos juguetes con agua adentro, que cuando se dan vuelta cae la nieve.
Así caían los caballos del silencio, rodeando la luz en que flotaba la noche.
Y era la noche que se caía como en esos juguetes de vidrio con agua adentro y copos blancos como de nieve que caen blancos y oscuros, y todo tan quieto y tan lento y era la noche y eran los copos y alguna mano más grande que el mundo que estaría dando vueltas su juguete de vidrio con agua adentro para ver cómo caen los copos de los caballos blancos y oscuros del silencio.
Y cuando los copos llenaban el campo, la mano daba vuelta al juguete y subían;
y era la mano que otra vez daba vuelta al juguete de vidrio con agua adentro para que los copos suban con los caballos del silencio y la luz blanca de la Luna que mira al gigante que juega para que Frin y Alma vuelvan a ver cómo caen los copos blancos y oscuros y es la cabeza de Alma que apenas se cansa, que se cansa un poco y descansa apenas descansa de que se cansa un poco en el hombro de Frin, y es el hombro de Frin que como dos ramas apoyadas una en la otra descansa un poco, apenas, en la cabeza de Alma.
Y los copos volvieron a bajar y los rodearon de espirales blancos en el blanco o negros en el negro, y Frin pasó su brazo por el hombro de Alma.
Y ella, como si hubiera esperado ese gesto desde toda la vida, desde que era bebé y estaba como esos juguetes de vidrio con agua adentro, que cuando se dan vuelta cae la nieve, se aflojó en el brazo de Frin.
Mirando los copos blancos de los caballos del silencio del cielo dibujado por Vera se quedaron un millón de para siempres.
Frin quiso mirarla, corríó su brazo y levantó despacio su cabeza.
Muy cerca de la nariz que está cerca de la nariz de los ojos de cascabelito cascabelito lindo.
http://donbox.Multiply.Com 27 Frin soñaba con un ruido de motor, hasta que se fue despertando, entreabríó los ojos y vio que era el ruido del avión que fumigaba un campo.
El avión hacía una picada, volaba al ras, soltaba su llovizna, y remontaba altura cerca de una hilera de árboles.
Se acordó de que habían venido a recostarse cerca de los abuelos, y ahora veía que ella los había cubierto con la misma frazada.
Alma seguía dormida, apoyaba su cabeza en el regazo de la abuela.
Se dejó caer sobre la frazada, ¿las seis?, nunca se levantaba tan temprano.
De algunas radios estaban entrevistando, unos al intendente, otros a los obreros del molino.
Los del canal acababan de llegar y preparaban sus cámaras, llenando todo con sus cables.
Algunos sin camisa corrían las gomas con sus palos, para hacer un pasadizo.
entonces el abuelo se incorporó rápido, se acomodó el pelo con las manos y fue con la taza hacia la barrera.
Los de la televisión no tenían tiempo de grabar, y enviar el video: iban a transmitir directamente.
Los encargados de producción del canal caminaban agitados, gritándose y dándole órdenes a la gente.
http://donbox.Multiply.Com Uno del canal se acercaba a ellos, y le gritó a otro que estaba lejos: —¡Acá está el chico que no puede regresar con sus padres!
—Para impresionar a la audiencia, Frin (Alma, echándose hacia atrás, como si se clavara un puñal en el pecho).
Frin vio cómo una maquilladora le ponía polvo al reportero, otra lo peinaba, y él, con su cara de vaca aburrida.
Sin que se diera cuenta, otro de producción había venido sigilosamente por detrás.
Lo despeinó, le desarregló el pulóver, y quiso desatarle las zapatillas.
Frin se volvíó a acomodar todo, el tipo le mostró los dientes furioso: ¿Qué le pasa a este chico?
Pero se tuvo que retirar porque las cámaras ya estaban ahí, y el reportero venía diciendo: —…
incluso tenemos el caso de un niño que no puede regresar con sus padres, decinos tu nombre, querido (hizo como que le acariciaba la cabeza, pero lo despeinó).
—Esta pobre criatura, señores (decía a la cámara con tono melodramático), quedó atrapado, señores, a-tra-pa-do…
Al reportero le aparecíó un tic nervioso en un ojo, maldito niño.
Frin estaba cada vez más nervioso: no le gustaba esa presión sobre él, las cámaras, y que lo rodeara la gente.
El reportero quería salvar la nota e insistíó, simulando que era amable, pero poniendo la voz más tensa, y eso le ponía peor el ojo del tic.
(Frin le miraba el ojo del tic, porque parecía que transmitía en clave morse).
¿te parece peor que estos vándalos corten una ruta nacional?
claro y que vos estés separado de tus padres, perdiendo días de escuela (irritado).
Frin notó que su respuesta no le agradó al reportero, y se puso más nervioso.
Todos lo miraban, y uno de producción le hizo señas de que se apurara a hablar, y otro le hacía señas de que se despeinara.
Entonces se puso peor, miró al reportero y soltó lo primero que le vino a la cabeza: —Imagínese que a usted lo echen del noticiero…
Se hizo un terrible silencio en el ambiente, que duró menos de un segundo, pero en el que todo quedó suspendido de un hilo.
imagínese que a usted lo echen, que lo despidan del noticiero, ¿qué haría?
Como si toda la gente se hubiera puesto de acuerdo, estallaron en un grito festejando la ocurrencia de Frin.
Los camarógrafos tenían la orden de cerrar la nota enfocando al reportero;
Entonces, por reflejo, en vez de enfocar al reportero, tomaron a la gente dando ese grito.
El pobre tipo quedó convertido en una pasa de uva, un pañuelo de papel.
Negrito ladraba a todos, porque creía que los estaban atacando o porque la televisión lo ponía nervioso o porque le había dado por hacerse el guardaespaldas.
Ella ponía los ojos bizcos, y se reía feliz.
Lo cierto es que la toma de Frin haciéndole esa pregunta al reportero, y la gente estallando en un grito, había llegado a todo el país.
Y después volvieron a pasarla en el noticiero de las doce, y en el de la noche.
Y en un programa de humor también la usaron, para criticar al reportero.
Regresaron a casa y el abuelo insistíó en llevarlo en los hombros.
(el abuelo hacía que protestaba), ¡así firmo algún autógrafo yo también!
Era Lynko, que había visto el noticiero y gritaba tanto que casi no se le entendía.
Era un amigo del abuelo que le preguntaba si el de la televisión no era el amiguito de Alma.
Eran otros amigos de los abuelos, que les avisaban que habían visto a Alma y a su amiguito en la tele.
—¡Hace media hora que llamamos y da ocupado!
¡Te extraño y te quiero mucho, mucho, mucho, y quiero verte pronto!
Le pasó el teléfono a su papá, que lo felicitó por cómo había respondido.
Luego pidió que le pasara al abuelo, que le decía: —No es ninguna molestia, al contrario…
Lo pilotea el hijo de unos amigos, y carga los productos en tu pueblo, y me dijo que sí.
—Nosotros, encantados de que te quedes, pero tus papás ya quieren verte (dijo el abuelo).
http://donbox.Multiply.Com —(Alma besó sus dedos cruzados) Si no te dejan venir voy yo, el abuelo me lleva…
De repente se soltaban porque alguien había visto a Frin en la tele y se acercaba a saludarlo.
http://donbox.Multiply.Com 28 —Un avión tiene tres ejes, ¿ves?
Iban carreteando hacia la cabecera de la pista, y le explicaba: —Uno vertical, por el que la nariz del avión va a derecha o a izquierda.
un eje transversal, que va de una punta a la otra, con el cual sube o baja la nariz…
y un eje longitudinal, que es el que va de la hélice a la cola, y por el cual subís un ala y bajás la otra.
Frin trataba de aguantarse, porque la despedida de Alma lo había emocionado.
El avión seguía carreteando tranquilo en dirección de la cabecera, bamboleándose en la pista de tierra.
Frin hizo un movimiento rápido para enjugarse una lágrima sin que lo viera el piloto.
—Mirá, con los pedales controlamos el eje vertical y el transversal…
—Para un viraje hacia la derecha, movés el bastón hacia la derecha, pero también hay que coordinar apretando el pedal derecho, para que el avión se banquee, se dé vuelta…
éste es el velocímetro, mide la velocidad del viento que da de frente, entra por un tubo que se llama pitot, ¿ves?
—Éste da la presión de aceite, y éste es el que mide el banqueo, porque a veces no se ve la tierra y no tenés referencia si estás derecho, torcido, patas arriba o con la cola adelante (se rió de su propio chiste).
Movíó los pedales y el avión empezó a virar hasta quedar enfilado con la pista enfrente.
Frin veía a lo lejos el hangar, el auto del abuelo, y a ellos tres.
El motor sonaba más fuerte: el avión vibraba con toda su fuerza sostenida por los frenos.
—Subimos a dos mil revoluciones (levantó la voz, porque el motor rugía a toda potencia)…
El avión dio un empujón hacia delante, y empezó a carretear, acelerándose cada vez más.
Frin percibíó una extraña sensación cuando las ruedas se despegaron del suelo.
Enseguida pasaron enfrente de Alma y los abuelos, http://donbox.Multiply.Com que agitaban sus brazos.
Pero no alcanzó a contar a cinco y ya estaban muy alto.
El piloto dio un amplio giro, viró hacia la derecha.
Negrito miraba asustado, porque de golpe las cosas desaparecían y volvían a aparecer.
El hangar se veía como una casita de juguete, la columna del humo de las gomas en la ruta, allá adelante.
Enfilaron nuevamente sobre la pista, inclínó suavemente el bastón, y la nariz del avión obedecíó bajando.
Frin sacó el brazo por la ventanilla y pasaron enfrente de ellos.
El piloto ladeó el avión, inclinando y subiendo las alas.
El piloto movíó el bastón hacia él y el avión ascendíó súbitamente, como un carro de la montaña rusa, pero más poderoso y más libre.
Otra vez la columna de humo quedó adelante, y enseguida se perdíó.
(protestaba el piloto mientras golpeaba una brújula que tenía adelante).
Luego comenzó a inclinarlo y aparecía otra vez la pista, justo enfrente.
Empujó el bastón, el avión se inclínó más que la otra vez, picando con fuerza.
(decía el piloto, dándole unos puñetazos al techo de la cabina).
pobre, él no entiende nada, porque vinimos en ómnibus y regresamos en avión…
Negrito, la próxima vez viajamos a Nulda en avión y volvemos en ómnibus así se te endereza todo.
vamos a dar una vuelta, así hacemos tu bautismo de vuelo.
Para que el primer vuelo fuera realmente emocionante le ofrecíó a Frin que probara pilotear un poco.
Frin quería tener el bastón quieto, pero el avión se inclinaba sin hacerle caso.
Como iban apretados en el único asiento de la cabina, el piloto se corríó más y le dijo que pusiera los pies en los pedales, sin sacar los suyos, y sosténía la mano de Frin.
http://donbox.Multiply.Com EPÍLOGO Lo que no sabían, ni Frin, ni el piloto, es que, en el coche que vieron pasar, iban unas personas a negociar con los obreros en huelga.
Todo el país había visto las noticias, y no querían que el escándalo creciera.
Negrito estira la nariz para oler la corriente de aire que se filtra por las ventanillas.
Quizás el Sol sea grande para nosotros, y sólo es un fósforo que se acerca a una cocina como una galaxia;
Si no fuera por el motor, la Tierra arrastraría al avión, y siempre estaríamos en el mismo lugar.
El avión y el motor son como los poemas, que sirven para dejar quietas las palabras, mientras nosotros giramos y nos movemos hasta entenderlas.
los abuelos llevarán a Alma, que también sentirá que está quieta, o que flota, mientras sus papás se acercan;
Y quién sabe qué más sucederá, porque ¿dónde termina lo posible, cuando empezamos a vivir cosas que creíamos imposibles?
El piloto tomó nuevamente el mando del avión, y le dijo que lo había hecho muy bien.
Le iba a decir a sus papás que en las vacaciones quería ir a algún lugar con montañas y mar.
Que aprendería a pilotear aviones, de verdad, no un rato nomás.
Que si Ferraro lo empujaba, se la iba a devolver (es más, ojalá que lo empujara porque ahora tenía ganas de devolvérsela).
y le propondría a la Directora que hicieran una revista de la escuela, con noticias y bromas (podían llamarla Sándwich de tomate, y Lynko encargarse de deportes).
Que volvería a visitar a los abuelos de Alma, y le pediría que le contara de cuando fue luchador;
Que quería pegar http://donbox.Multiply.Com fotos en la pared de su cuarto, y si la pintura se arruinaba, no importa, él la pintaría de nuevo, o no se pintaría nunca más (Cuarto del escritor Frin, pintado por él mismo).
Que le iba a decir a Lynko que podía venir con sus papás a visitarlos a su casa;
El piloto metía una palanca, y el motor del avión se desaceleraba.
y que Lynko, Vera, Fede, Arno y todo el grado, habían ido a recibirlo con unos carteles pintados.
La clase, el profesor, y Ferraro y todos sus atléticos preferidos que lo iban a hacer figurar en alguna olimpíada.
Podrían ser hermosas mañañás sintiendo un poco de frío, de no tener que estar a las siete en la cancha para la clase de educación física.
Frin no hubiera conseguido competir ni aunque se hubiera enfermado el grado completo.
Desde un primer momento el profesor se dio cuenta de que a él no le apasionaba el deporte, y Frin supo que sería un largo año de clases de gimnasia con ese tipo que lo había desechado de entrada.
Dado que él no lo iba a querer, Frin decidíó correr más lento, saltar más bajo o más cerca, estirarse lo menos posible y, cada vez que el tipo estuviera mirando a otra parte, hacer una flexión menos.
¡Seguite haciendo el gracioso y vas a trotar hasta que termine la clase!
Cuando lo volvieron a mandar a dar vueltas a la cancha, Ferraro, el más grande del grado, gritó: —¡Frin!
Parecía que se iba a caer en cualquier momento, que había sido el único sobreviviente de una explosión o algo así;
Hacia la mitad del año ya nadie le hacía bromas, no porque se hubieran vuelto buenos, sino porque había dejado de ser novedad.
Que Frin estuviera haciendo ejercicios con todos, o dando vueltas solo, daba lo mismo.
Iba a trotar despacio hasta que al tipo le explotara el cerebro como una olla de espaguetis.
Frin le contestó: —No es justo, sólo porque no corro como usted quiere (él sabía que no era por eso).
Cuando lo atendieron dijo:
—No quiero dejar de venir a la escuela.
Fue una excelente primera frase, porque en la Dirección se oyen cualquier clase de argumentos, «Lo olvidé antes de salir»;
lo que sea, pero nunca nadie va a pedir que lo dejen seguir yendo a la escuela.
Frin se dio cuenta de que se hacía la enojada, pero no estaba realmente enojada.
En el fondo, él estaba ganando, porque le hizo prometer que iba a tratar de correr más rápido, cosa a la que Frin dijo que sí, sin mentir.
Iba a tratar de correr más rápido, los primeros diez metros, los últimos tres minutos, el año que viene.
Había mil maneras de decir que sí, sin mentir ni obedecer.
pero estaba furioso, él sabía exactamente qué había pasado ahí.
Sólo que él sabía que no era de los mejores, ni siquiera de los que podrían haber llegado segundos o terceros.
En una revista que compró en la librería de Elvio había leído de una maratón en la que participaba todo el mundo, grandes, chicos, mujeres, hombres, gente en sillas de rueda, viejos.
Lo importante era participar como cada uno pudiera, sea corriendo o caminando.
el título de esa nota podría haber sido: El tipo está equivocado, hubiera sido maravilloso.) Pero además, y esto es lo más importante, sentía que en el mundo había un lugar para él.
Había un lugar, seguramente habría más, y tal vez muchos lugares en los que no pensaban como el tipo.
Sería divertido así, junto a ella, charlando, haciendo amigos, caminando al lado de alguien que fuera en una silla de ruedas, trotando otro poco, al lado de ella.
Recortó la nota y la llevó a la clase de gimnasia para mostrársela al tipo.
La tomó sin leerla, y mientras le decía a los demás que prepararan las jabalinas, se la devolvíó.
Frin se enojó consigo mismo por haberle dado una oportunidad tan servida al tipo.
Con ese solo gesto había conseguido hacerse sentir rechazado y perder la buena sensación que la nota le había dejado.
El mal humor le duró el resto del día, y lo tomó de sorpresa que, precisamente, Ferraro lo invitara a cazar esa tarde.
no por el hecho de ir a cazar, sino porque Ferraro le daba miedo y más vale hacerse amigo del que te da miedo.
Un pensamiento no muy glorioso que digamos, ¿pero qué hacer con uno que te lleva como dos cabezas?
De eso recién se dio cuenta cuando le ofrecieron el rifle de aire comprimido a él también.
Se puso contento porque eso quería decir que http://donbox.Multiply.Com Ferraro lo había invitado de verdad, no para que cargara con algo.
Cuando apoyó el mentón en la culata del rifle se dio cuenta de qué estaba haciendo.
Ahí estaban todos esperando su tiro, y ahí estaba ese pájaro en una rama a varios metros.
Se le ocurríó que podía errar el tiro a propósito.
En un campo cercano pasó un avión fumigador, pero el ave no se movíó.
Le apuntó al pájaro, porque si daba en el blanco les demostraría a Ferraro y a los demás que él no sólo era el que trotaba alrededor de la cancha.
Pero a la vez lo tranquilizaba saber que su puntería era pésima: por más que apuntara no le daría.
Sintió un fugaz alivio, porque le parecíó que había encontrado una manera de resolver las dos situaciones al mismo tiempo y apretó el gatillo.
El pájaro cayó fulminado, los demás gritaron contentos y lo felicitaron.
Ni bien entró le llamó la atención uno que iba con un buzo verde fosforescente.
pero tiene las rayas rojas en las mangas y unos dibujos atrás.
El chico estaba solo, disimulando, como si leyera algo en un cuaderno que tenía en sus manos.
En realidad miraba el patio nuevo para él, el techo, los salones de clase, las maestras, los que corrían;
y a ellos que lo miraban sin disimulo, y sin ocultar que se reían.
Entonces él clavaba la vista en su cuaderno, como si allí hubiera algo mucho más interesante que esta escuela nueva.
Sin embargo, les dijo a los demás: —Con ese buzo debe gastar un montón de electricidad…
El de verde caminó tímidamente y se puso último en la fila.
Aparecíó el de educación física, caminó hasta ellos, se detuvo al ver al nuevo.
no, no, puede dejar la mochila en su lugar, nadie se la va a robar.
—(El que estaba al lado de Frin) Es que si no lleva la mochila se le apaga el buzo.
Risas otra vez, pero Frin ya estaba queriendo ver qué tramaba el tipo.
El chico regresó, dejó la mochila en su lugar y se acercó al profesor.
Tiene arena en el cerebro ¿cómo puede ser tan lento para pensar un chiste?, lo arruina.
—A ver, y dígame (siguió el tipo), aprovechando que estamos solos (pero dicho casi a los gritos), que estamos solos y nadie nos oye (ahí miró al grupo).
pero a Frin le parecíó lo más estúpido del mundo, eso ya no tenía gracia, ya nos dimos cuenta de que no estamos solos, lo sabemos, ¿para qué se da vuelta cuando dice eso?
Él se había cuidado de que el chico no lo oyera porque si no, hubiera sido una burla.
El nuevo se quedó serio, miró al grupo que se reía, e intentó una sonrisa, como si la broma le causara gracia a él también.
Bajó la mirada, tratando de mantener un poco la sonrisa, y alcanzó a ver que Frin no se reía.
Terminó de decir el profesor, con un tono como si estuviera diciendo cómo son las cosas en este planeta.
(Frin levantó los hombros) Lo único que le importa es entrenar a los mejores para las olimpíadas…
(sacó la foto de la maratón), mira ésta es una que podes ir corriendo o caminando…
http://donbox.Multiply.Com Frin buscaba las palabras para convencerlo de que no se pusiera más ese buzo, pero tampoco quería ofenderlo.
Iba a decir algo así como que acá los chicos hacían demasiadas bromas, o que no se usaban tantos colores.
(Frin, miró adentro de la casa y vio pasar a la madre de Lynko, caminando sin hacer ruido)…
Te hubieran dicho, ¡Acá usamos buzos de colores ¿me entiende?!
Para qué me habré acercado, si hubiera sabido no me habría hecho su amigo.
Ahí estaba otra vez, levantando el brazo para llamar su atención.
Frin se había convertido en su mejor amigo, les decían Batman y Robín, porque siempre estaban juntos y del lado de la justicia.
Alma era una chica del mismo grupo, había llegado hacía varios años, cuando estaban en segundo grado.
El primer día se la pasó distraído y no hacía otra cosa que mirarla en secreto.
y, si alguien lo descubría, él hacía como que enfocaba los ojos más lejos, como si estuviera mirando más allá.
que le ofrecía caramelos cada vez que conseguía articular dos palabras cerca de ella.
¿Querés caramelos?, no es una frase que haya que tomar apuntes para no olvidarla.
Y listo, seguramente ella diría algo, o le preguntaría su nombre, y ahí sí, él lo diría: Frin, ¿y el tuyo?
Cuando ya tenía perfectamente calculado cómo iba a acercarse, qué frase iba a decir, qué sonrisa pondría, cómo estiraría la mano, qué caramelos ofrecería;
es más, cuando movíó un pie para dar el primer paso, se dio cuenta de algo crucial, que lo clavó en el piso y lo frenó.
No, lo mejor es llevar un chiste bien pensado y que parezca que a uno se le ocurríó en el momento.
La Luna no puede ser de queso porque si no, la noche olería como las patas del de gimnasia.
Cuando sonó el timbre y salieron al patio sintió que era un poco más difícil de lo que había calculado, pero lo iba a hacer.
Se dio cuenta de que se había olvidado los caramelos en su banco.
Dio vueltas por el patio, contando los caramelos en su bolsillo.
Sin darse cuenta, él mismo lo había pasado al otro bolsillo.
Frin sentía que las palabras empezaban a huir de su cabeza, como ratas que escapan de un barco que se hunde.
¿Querés caramelos?, no era un largo parlamento, al menos podría decir eso, o ¿caramelos?, y ya.
Pero a él no le quedaba ni una sola consonante en su cabeza, ni la más mínima vocal.
Lo único que pudo hacer fue sacar la mano del bolsillo, llena de caramelos.
—Gracias, Frin (dijo la maestra, tomó un caramelo y siguió su camino).
No sólo estaban arrugados, algunos estaban sin la envoltura.
Metíó la mano en el bolsillo, las encontró, envolvíó los caramelos, extendíó la mano nuevamente.
Él miró los caramelos en su mano, estaban arrugados y transpirados.
Además no se rió, ni se burló, y él no había tenido que decir ningún chiste.
http://donbox.Multiply.Com Pero todo eso le había costado acercarse a Alma, y eso había sido hacía años.
Y ahora, Lynko, un recién llegado a esta escuela, había estado charlando con ella lo más tranquilo.
Sencillo, le regaló tantos caramelos que el dentista de Alma podría haberse vuelto millonario.
Si Alma hubiera hecho el más mínimo chiste al ver que Frin la buscaba, él hubiera pasado al estado gaseoso.
Se habría quedado duro como una estatua en el medio del patio de la escuela.
Como una de esas leyendas indígenas en las que un indio se queda transformado en un pájaro que canta, o en la flor del ceibo, si es mujer.
—Mi abuela me contó una historia del cementerio viejo, ¿vamos a verlo?
A pesar de que era de día y había buena luz, iban caminando lentamente entre algunas lápidas caídas.
Pero resultó ser una rama de color marrón oscuro, delgada, blanda, y con la forma de un hueso.
Siguieron internándose, Alma no le soltó la mano, y Frin pasó de dejar que ella le tomara la mano a tomársela él también.
Cuando él la tomó, ella apretó suavemente sus dedos, cobijándose un poco más.
No pudo evitar mirarla a los ojos, y ella le devolvíó la mirada con una sonrisa.
Por poco deseó que todo el mundo fuera un cementerio viejo, para que Alma nunca, nunca, le soltara la mano.
El suelo estaba lleno de hojas y húmedo, porque los cerrados árboles del monte no dejaban que el sol diera a pleno.
Alma se detuvo, tomó a Frin de un brazo, lo acercó hacia ella, y con los labios casi rozando su oído, le volvíó a preguntar.
A Frin le dio tanta emoción sentirla así de cerca, que levantó los hombros, y continuó caminando.
Tal vez dejó pasar una oportunidad de darle un beso, o de acariciarle la cara.
Pero eso sólo puede pensarlo quien nunca haya sentido tener algo tan cerca y a la vez poder perderlo todo de golpe.
Es verdad que también se pierden cosas por no tomarlas, pero no siempre es fácil saberlo.
Y a veces, la mayoría de las veces, hay que decidir, sin saberlo.
Había una pequeña construcción de ladrillos, con el revoque caído.
En varias partes, un musgo verde lo cubría.
Toda la construcción tenía un paso y medio de ancho, y llegaba hasta la altura del pecho.
Clavada en la parte de arriba, había una gran cruz de metal, como si vigilara el lugar.
La luz entraba atenuada por los árboles, igual que el viento.
Sólo llegaba el aire fresco, así como llegaba la luminosidad, desde todos lados por igual.
Alma continuó ese gesto, como si fueran los dedos de Frin que abrazaban los dedos de ella que abrazaban los dedos de él.
estaba en el borde del cementerio a pocos pasos de la alambrada, del lado opuesto al que habían entrado.
Al acercarse, un olor ácido les hizo fruncir la nariz.
Había ladrillos caídos en el suelo, cenizas y restos que indicaban que alguien había comido y había usado el lugar como baño.
Frin levantó la vista y vio el campo que estaba pegado al cementerio.
En ese momento el avión de fumigar hacía una pasada.
Nada, hasta ahora, les había recordado el mundo exterior, y les chocó el contraste entre esta realidad congelada, y el mundo de afuera, donde todo seguía igual.
El mundo donde ese señor estaba cosechando, donde ladraban los perros, donde otros iban al banco, a la escuela, donde picaban los mosquitos.
Después de un largo silencio, mientras seguía mirando el suelo, Alma le preguntó: —¿Te puedo decir algo?
Se subieron a las bicicletas y tomaron el camino que los devolvía al pueblo.
En la clase de educación física Frin hizo los ejercicios con desgano y el tipo lo había castigado otra vez.
Cuando llevaban la mitad de una vuelta, notó que Lynko estaba cada vez más cerca.
bueno, lo que puedo hacer es empezar a pedirte disculpas por todo, todo lo que existe en el mundo, en el cielo, por las cosas imaginarias…
perdón por las bicicletas sin cambios de velocidad, ¿fue eso?
—No, amigo, debo seguir (con tono melodramático), debo seguir.
Se acercaban las olimpíadas interescolares, y el tipo estaba como loco.
Él se paró en seco, ni le dio tiempo a decir nada a Frin y gritó furioso.
Mientras los retaba, Frin lo miraba, pensando que se demoraba horas en decirles algo que ya habían entendido.
http://donbox.Multiply.Com En cambio, Lynko se pasó todo ese tiempo clavándole la mirada a Ferraro, que era más grande, y también lo miraba desafiante.
Ferraro estaba parado al lado de la puerta, junto a otros chicos.
pero, antes de que se diera cuenta, Lynko le tiró una trompada que le pegó en la nariz.
Aunque todo había empezado por él, Frin estaba paralizado ante la pelea.
Los gritos de todos los demás, alentando a su amigo contra el-recién-llegado-del-buzo-verde, habían llamado la atención del resto del grupo, que regresó corriendo a ver la pelea.
Qué estúpido, su amigo se había agarrado a trompadas para defenderlo y a él lo único que se le ocurría era decirle, Y yo, por qué, al tipo.
pero él estaba sacándose la tierra de la ropa y seguía mirando furiosamente a Ferraro.
—Ella tiene una tía que también viaja por su trabajo y yo le contaba de mi papá.
Frin le molestaba que sus papás se pasaran el día mirando televisión.
La mamá trabajaba en una fábrica de mallas para mujeres y hombres;
Sus dos trabajos quedaban a cuadras de la casa, eso les permitía almorzar juntos y que no fuera tarde cuando llegaban.
Pero antes de decirse hola, la voz del televisor era la primera que se oía en la casa cuando entraban.
No recordaba una sola conversación con sus papás sin que la televisión estuviera encendida, hablando al mismo tiempo que todos.
No hubo palabra, ni silencio, que no tuvieran una telenovela o un programa de concursos de fondo.
el cuarto de sus papás, que tenía un baño adentro, o sea que los papás podían ir al baño sin salir al pasillo.
Frin se acordó de que en su casa el único baño quedaba cerca de los dos únicos cuartos y siempre se oía cuando alguien lo usaba.
Lo más increíble es que no la usaban mucho, y que Lynko la veía acostado a lo largo del sillón, apoyando su cabeza en las piernas de su papá.
Las primeras veces que Frin entró a esa casa se hizo una idea muy clara, la familia de Lynko tenía mucho, mucho, dinero.
si tuvieran mucho dinero mi papá no tendría que trabajar y viajar tanto y estaría todo el día en casa, ¿no?
lo único que se le ocurría era decirle: Lynko en tu casa hay jugo de naranja en la heladera;
Y cuando él mismo sentía que había hecho mal, Lynko le preguntó si no quería más.
Se dio cuenta de que en todo ese tiempo que habían estado hablando, la puerta de la heladera había estado abierta.
Lynko podía dejar la puerta de la heladera abierta un minuto, diez minutos, media hora, con la misma tranquilidad.
En casa de Frin, si alguien se olvidaba la puerta de la heladera abierta, el papá se enojaba y daba un grito, o la mamá.
Se armaban verdaderas peleas en las que se echaban la culpa uno al otro sobre quién había dejado la puerta abierta.
Una vez, en medio de una comida, se pelearon y se dijeron cosas tan fuertes, que su papá dio un portazo y se fue a la calle, su mamá se levantó y fue a encerrarse en el cuarto con los ojos llorosos.
Frin se quedó solo, sentado a la mesa, con sus codos apoyados en el mantel de plástico azul con flores pintadas.
Miró cómo salía el vapor de la cacerola apoyada en un repasador para que no quemara al plástico.
Recorríó el mantel con la vista, notando que en muchos lugares la pintura de las flores estaba un poco corrida.
Prestó atención a si oía llorar a su mamá en el cuarto, pero no se oía nada, sólo las voces del programa de televisión.
Y todo había empezado porque alguien había dejado la puerta de la heladera abierta.
El papá estaba vestido con jeans nuevos y una camisa azul a cuadros.
Se dio vuelta sonriente y se acercó a ellos, abandonando su lugar en la fila.
Saludó a su papá también muy amablemente y, mientras le acariciaba la cabeza, le decía: —Estoy muy contento de que Frin sea amigo de Lynko…
Frin oyó que su papá decía que sí, que era un buen muchachón y que estaban orgullosos;
sin embargo, él sólo deseaba que se callara la boca e irse cuanto antes.
Fueron avanzando lugares en la fila mientras Lynko le hablaba, aunque él sólo hacía que lo atendía, y sonreía de vez en cuando.
En realidad estaba oyendo que su papá le preguntaba en qué trabajaba al papá de Lynko, que le contaba de la empresa y que eran demasiados viajes.
Cuando el padre de Lynko dijo: Bueno, tenemos que visitarnos un día de éstos, Frin tomó el paquete apurado y dijo: —Vamos, ya está.
http://donbox.Multiply.Com Frin no pudo evitar que volvieran a saludarse y a decirse de nuevo que había que visitarse.
Cuando quedaron solos, caminando rumbo a la casa, el papá lo retó por haberse mostrado tan mal educado.
Su papá le contó a su mamá que habían conocido al papá de Lynko, que parecía un tipo muy amable, y que él se había portado pésimo.
Frin se fue a su cuarto, cerró la puerta, sacó su artículo de la maratón y se lo puso a leer.
Sin embargo, estaba solo, sentado en el borde del pasillo que separaba el patio de los salones de clase.
Se imaginó que un grupo de científicos ponían a Arno encima de una mesa del hospital donde trabajaba el papá, y le sacaban las tripas investigando qué tenía de especial.
En todo el tiempo que siguió observándolo no notó ni una sola vez que Arno mirara hacia el grupo en el que estaba Alma.
Debo ser más serio, pensaba Frin, nunca me aguanto si puedo hacer un chiste y así quedo como un payaso.
Frin sintió el impulso de acercarse y ayudarlo a encontrar lo que fuera que se le hubiera perdido.
—Che, el domingo, ¿vamos a andar en bicicleta?, ¿un picnic?
—No, porque ella te dijo que gustaba, no que eran novios (y siguió jugando a la pelota con un bollo de papel).
—(la maestra terminó de anotarlo) ¿lo entendés?
—Frin, si no sabes hacerlo volvé a tu lugar (se oyeron algunas risas en el salón).
Comenzó a resolverlo mientras seguía pensando, ¿Entonces qué?, ¿tengo que buscar a alguien que guste de mí?
Ojalá todo esto fuera como resolver una operación en el http://donbox.Multiply.Com pizarrón: si yo gusto de Alma y Alma gusta de Arno y Arno quién sabe sobre equis.
Se lo había tirado Lynko que se reía de él, le hacía señas de que estaba loco y ponía los ojos bizcos.
Frin le señaló el buzo verde y movíó la boca diciendo: Apaga tu maldito buzo verde.
Sacaba la lengua, ponía los ojos bizcos y cruzaba las manos, sin ver que la maestra se había parado detrás suyo.
Lynko casi pegó un salto del susto, y se sentó duro y derecho.
Toda la clase dio una carcajada y Frin se agarraba la panza de la risa.
Una tarde, Frin fue a comprar un lápiz, porque ya estaba escribiendo con un pedacito que casi ni se podía agarrar.
—Frin, si seguís con ese lápiz le vas a tener que sacar punta a tu dedo (dijo la mamá).
Él sabía que sus papás no tenían mucho dinero, entonces se cuidaba de no pedirles, no porque fuera muy ahorrativo, en realidad lo enojaba muchísimo oír que le decían: No podemos, Frin, no hay dinero.
Esas respuestas lo llenaban de vergüenza y hacía todo lo posible por evitarlas.
Elvio, el dueño de la librería, un señor un poco calvo y panzón, le vendíó el lápiz y le preguntó: —¿Podés hacerme un favor?
Frin tomó el pedido con naturalidad: es normal que un adulto le pida a un niño que haga un trabajo, sea o no sea su hijo.
Cuando regresó y entregó el paquete de cigarrillos y el vuelto, Elvio lo miraba como si lo estuviera estudiando, y le preguntó: —¿Estás trabajando en algún lado?
Frin ladeó un poco la cabeza porque no sabía si iba tener ganas de venir todas las mañañás.
No había entendido que le estaban ofreciendo el primer trabajo de su vida.
Enseñó la mano mostrando tres dedos, y tomó otro trago.
Él había entendido que tenía que seguir viniendo como un favor, no que le iban a pagar tres…
¿qué quería decir tres?, ¿tres pesos?, ¿treinta?, ¿trescientos mil?
Iba a mil, sentía el viento en la cara y su cuerpo lleno de energía, como si fuera más poderoso que antes.
La cadena de la bicicleta hacía cuic cuic cuic a toda velocidad, como un reloj loco.
Dobló una esquina y vio a Fede, un amigo del grado: —¡Ey, Frin ¿a dónde vas?!
Gritó entusiasmado, sin dejar de pedalear de pie, para ir más rápido.
Elvio se lo había ofrecido, a él le había encantado la idea y su madre le preguntaba dónde.
Mientras su madre seguía cocinando, él se paró al lado y con el mismo entusiasmo le contó cómo había sido.
La madre se reía porque le divertía ver a Frin tan excitado, hablando rápido, apretándose los dedos, dando saltos.
Frin creía que la madre estaba contenta por la noticia y también se reía.
Por la tarde fue a contarle a Lynko que inmediatamente se lo contó a su madre, contento, como si el que hubiera conseguido trabajo fuera él.
Esa noche, cuando ya estaba acostado, llamó a su padre, que ya sabía la noticia.
Vino hasta su cama y le preguntó: —Papá, lo que no entiendo es para qué me mandó a comprar cigarrillos, por qué no me lo dijo antes.
La librería abría a las ocho y media de la mañana, pero Frin estuvo sentado en la vidriera desde las siete y media.
Le dio un dinero en la mano, e hizo que levantaba su copa para brindar.
Frin regresó a su casa y contó tres veces los billetes en el camino.
Se lo habían dado por su trabajo, o sea que era todo, todo suyo, ¿o se lo pediría su mamá?
Y esa pregunta quería decir varias cosas: no le iban a pedir el dinero, él lo podía gastar sin que nadie le dijera nada, y ellos no se iban a meter en lo que hiciera con ese dinero.
Se pasó tres días sin saber en qué gastarlo.
—Mira, Frin, si lo ahorrás vas a ir juntando tu dinero (explicaba su papá).
http://donbox.Multiply.Com Hasta que en una librería vio un tomo de una enciclopedia y supo que lo quería.
Era una enciclopedia que también se vendía en fascículos más pequeños y que Arno siempre llevaba cuando tenían que consultar algo en la escuela.
Uno de fenómenos extraños que habían pasado en toda la historia.
Cuando llegó a su casa guardó el tomo de la enciclopedia en la pequeña biblioteca del comedor y fue a sentarse en el patio a leer el otro libro.
Le gustó verlo con ese libro abierto, que sosténía con una mano, mientras que la otra estaba apoyada en su cabeza.
Aprovechando que no se había dado cuenta de que ella estaba ahí, se quedó observándolo.
Frin siguió leyendo en voz alta, y ella le prestaba atención a lo que él decía;
Si el domingo por la mañana salían en bicicleta, había que ponerse de acuerdo en el delicado tema de los sándwiches.
Cuando me las dan siempre pido más sobrecitos de mostaza, y me voy a sentar y regreso y le pido más sobres para mi hermanito, ¿no?
Los pongo en hilera: uno de mostaza, uno de ketchup, uno de mostaza y otro de salsa, así.
La vez que más le puse fueron veinte en total, doce de ketchup y ocho de mostaza…
y ñam, ñam, slurp, cluch, flop, splash, se me chorreaba todo por todas partes.
Cuando regresé a casa mi mamá me dijo: Lynko ¿qué hiciste?…
—(Lynko soltó una carcajada) Debo haber apretado la hamburguesa y la salsa me atacó por la espalda…
por eso, el domingo me voy a pedir una triple hamburguesa con papás triple, también, y gaseosa extra grande, y voy a pedir veinticinco sobrecitos, para romper mi propio récord;
No era exactamente un mapa, porque inventaron unos caminos que no existían.
—Mami, preparame un sándwich de tomate, que vamos a ir de excursión con Lynko.
—¿No te acordás que hoy vamos al cementerio a llevarle flores al abuelo?
Pero la mamá seguía preparándose y eso quería decir que no le haría caso.
Frin decidíó insistir con su papá, que estaba poniéndose los zapatos.
¡Si ya te dije que vas a venir con nosotros, no tenés por qué venir a decirle nada a papá!
Dijo ella, y fue a buscar unas tijeras de arreglar el jardín, una botella con agua y un trapo viejo.
El padre se había terminado de poner los zapatos, pasó a su lado y le dijo: —Frin, cuando regresemos pasás a buscar a Lynko, y listo;
El papá manejaba con cuidado, porque el auto se lo había pedido prestado a un vecino.
Al lado iba su mamá, con la bolsa de plástico apoyada a sus pies.
El problema es que, como no tenían coche, a él le encantaba cuando su papá conseguía uno y salían a pasear.
Cuando llegaron al cementerio, Frin dijo, sin convicción: —Me quedo en el auto a oír radio.
Su papá se dio vuelta y sólo lo miró, como diciéndole: Cortala, Frin.
http://donbox.Multiply.Com Frin iba atento al silencio, tan distinto al del cementerio abandonado al que habían ido con Alma.
Y cuando pasaban al lado apenas inclinaban sus cabezas, o decían un buenos días, que era más un susurro que otra cosa.
El papá asintió, sin dejar de mirar adelante.
Dieron varias vueltas por los pasillos y llegaron hasta donde estaba el abuelo.
La madre quitó unas flores marchitas y las tiró en un cesto.
El papá se sentó en un banco de cemento que había enfrente.
La mamá regresó, tiró el agua vieja de la jarrita y la volvíó a colocar en su lugar.
El papá se incorporó un poco, destapó la botella que habían traído y se la alcanzó.
Luego tomó las flores, las cortó con la tijera y las fue acomodando en la jarrita con el agua nueva.
Si le parecía que alguna quedaba muy larga, le cortaba otro poco de tallo y la acomodaba nuevamente.
El papá señaló una, se levantó, tomó esa flor y la puso en otra parte de la jarrita, y como se inclínó, la volvíó a acomodar y le dijo en voz baja a su mamá: —Así está mejor.
Luego su papá fue a llenar la botella con agua, se la alcanzó a la madre y se volvíó a sentar en el banco.
Ella arrojó el agua suavemente sobre la pequeña puerta de mármol donde estaba el abuelo.
Frin vio cómo pasaba el trapo sobre el cuadradito de metal con el nombre del abuelo, y dos fechas.
Su papá había agachado la cabeza, se levantó y se paró cerca de la mamá.
Sin que él se diera cuenta su papá frenó frente a un negocio de hamburguesas.
No compró de las extra triples que decía Lynko porque no quería gastar mucho;
Su mamá se había quedado sosteniendo la bolsa con las hamburguesas y conversando con Lynko.
Dijo la mamá, sonriendo, mientras ponía la bolsa en la canasta de la bicicleta.
Frin quería sorprenderlo mostrándole que había comprado hamburguesas.
Y abríó su mochila para mostrar dos gigantescos sándwiches de tomate.
Entonces sentía que tenía que mostrarle que él no estaba raro, que ella podía acercarse si quería.
Durante las clases la miraba, y ella no levantaba la vista, no le devolvía una sonrisa, ni nada.
Lo primero que pensó fue que ya se había puesto de novia con Arno y por eso ahora no quería ni mirarlo.
Era un poco raro, desordenado, con la cabeza en la Luna, como decía la maestra: siempre se le perdía algo o se olvidaba alguna cosa.
A Frin se le hacía que Vera era la chica más estúpida del grado, como una secretaria que no dejaba que nadie se acercara a Alma.
¿No será que Vera la quiere de amiga sólo para ella y le habla mal de nosotros?
—Quiero invitar a Alma a que hagamos un picnic, pero ella no quiere y como vos sos muy amigo, si vas, tal vez quiera…
bueno, así ¿no?, y yo quiero que salgamos para que piense en otra cosa.
—Sus papás se pelearon, entonces su papá se fue a un hotel y hace unos días que ella no lo ve, y dice que es culpa de la mamá.
Frin sentía un enorme alivio de que Alma no sólo no estuviera enojada sino que si él iba ella querría ir.
Inmediatamente Frin http://donbox.Multiply.Com sintió que Vera no era una estúpidaidiotaimbécil, sino muy simpática y muy buena amiga también.
Acentuaba mal las palabras, se ponía nervioso, cambiaba la puntuación de los versos.
¿Quién me compraría a mí este cintillo que tengo, y esta tristeza de hilo blanco para hacer pañuelos?
Se hizo un gran silencio en el salón, el maestro decía muy bien los versos.
Y sólo por eso, él, que nunca había leído un poema, y se le hacía la cosa más aburrida del mundo, sintió que quería leer poemas.
Y porque si un día sus papás se pelearan tanto sería horrible, y daba miedo sólo de pensarlo.
Y porque si los versos le habían hecho levantar la cabeza a Alma, debían ser más fuertes que todos sus problemas.
http://donbox.Multiply.Com 11 Se veían nubes cargadas, Su mamá le dijo que buscara las botas, le puso su campera impermeable que tenía una capucha.
—Cuando seas grande vas a tener tu propio dinero y te vas a comprar todas las camperas que quieras.
(estiró los brazos) Houston, Houston, estamos frente a una forma de vida muy extraña.
(empujó a su mamá, que estaba agachada frente a él, y la hizo caer sentada).
—¡Oh, oh!, Houston, creo que dejamos la eliminación para otro momento.
http://donbox.Multiply.Com Salíó corriendo hasta el patio, se subíó a su bicicleta y se fue riendo.
Después de un largo rato lo vio aparecer, caminando despacio.
Ya otras veces lo había visto con una copa en la mano, y le había dicho que era por el frío, otra vez por el reuma.
Elvio se sentó del otro lado del mostrador, mirando hacia la calle, sin hacer nada.
Elvio se quedaba con la vista fija en la ventana, o en la llovizna, o en cualquier cosa.
Fuera por cansancio, porque confió o porque todo le daba lo mismo, en vez de poner la llave en la puerta, se las dejó en la mano a Frin y se fue.
La mujer preguntó por Elvio y respondíó que había tenido que ir a arreglar unos asuntos.
Frin subíó el volumen de la radio y volvíó a tocar la guitarra eléctrica con la regla.
A media mañana se le ocurríó ir a ver cómo estaba Elvio.
Se asomó a su cuarto y vio que estaba tirado encima de la cama, durmiendo.
Elvio tenía una hija que vivía en otra parte, que no le escribía nunca y sólo lo llamaba cuando necesitaba plata.
La mujer traía una bolsa de compras en un brazo y un paraguas que había quedado dado vuelta, como una flor panza arriba.
En la puerta le entregó el paraguas, se despidió y salíó corriendo.
La taza estaba en el piso y el té estaba derramado.
Dejó la llave en la mesa de la cocina y se fue hacia su casa, pedaleando lo más fuerte que podía.
Elvio no podía trabajar y esa viejita no podía caminar sola.
Lloviznaba como si se hubiera dado vuelta un barco, o como si las nubes pedalearan llovizna hasta poner el mundo patas arriba.
Eran las ocho menos cuarto y habían quedado en salir a las ocho y media.
—Van a cruzarse en el camino y se van a pasar toda la mañana buscándose.
Frenó de golpe, regresó corriendo, le dio beso a su mamá, y volvíó a salir.
Frin estaba excitadísimo, quería que Lynko entrara la bicicleta, no fuera que se la robaran y no pudieran ir de picnic por tener que hacer la denuncia o perseguir a los ladrones.
Le mostró que él había ido a la bicicletería para que le ajustaran los frenos, le inflaran bien las gomas;
La mamá terminó de preparar su vianda, le dio un beso como si se fueran de viaje, no de picnic ahí cerca.
(Lynko puso los ojos bizcos y sacó la lengua, como diciéndole que estaba loco).
(Frin entró nuevamente, regresó agitado): ¡Ya son las ocho y treinta y cinco, Lynko!
—Si querés las vamos a buscar y le puedo pedir a mi mamá que nos acompañe y les hable a los papás para que las dejen.
—Sí, mejor esperémoslo (dijo Vera), seguro que va a llegar.
¡Arno, gracias por haber venido, podés quedarte a leer mis revistas!
(dijeron Alma y Vera), vamos a acompañarlo a su casa a buscar la bicicleta.
—Y bueno, te acompañamos a arreglarla (dijo Lynko, aguantándose la risa, porque sabía que era lo último que Frin quería hacer).
http://donbox.Multiply.Com Caminaron al lado de sus bicicletas hasta casa de Arno, mientras Frin cada tanto, sin que lo vieran los demás, le hacía señas a Lynko, agarrándose el cuello y sacando la lengua afuera.
http://donbox.Multiply.Com 13 Llegaron los cinco a casa de Arno, que quiso abrir;
Arno se dio vuelta, con su camisa salíéndose del pantalón, sus cordones, uno desatado y otro hecho con un nudo que jamás se desataría, y todo él, así con el pelo despeinado, como si al despertarse tampoco hubiera estado la mamá, miró al resto con cara de que el avión ya se fue, y les dijo: —Mi mamá no está.
Lo dijo con un tono de camisa afuera del pantalón, despeinado, y los miró con una cara de cordones abandonados, que Lynko propuso que lo acompañaban hasta que llegara la mamá, y hasta Frin estuvo de acuerdo.
En la otra punta de donde quería estar, cosa que ya había sentido otra vez, que estaba en la otra punta de donde quería estar.
Que no había silla para él, o que su silla la estaba ocupando otro.
En eso llegó la madre, caminando rápido y no cambió la cara de enojada, por más que todos la saludaron correctamente.
—¿¡Se puede saber qué hacés acá, sentado como un tonto!?
Frin se dio cuenta de que Arno estaba como si siempre tuviera a su mamá gritándole tonto.
Arno levantó los ojos confundidos, y la miró como si esperara un golpe.
Se metíó en la casa dando un portazo y cerrando otra vez con llave.
Frin se dio vuelta y dijo: —Che, ¿ésa es tu mamá o es la que mató a tu mamá?
Contestó Arno, con su tono de confusión, hundido como un barco que se está hundiendo, como un barco de transportar frutas que se está hundiendo a metros de la costa.
Arno se levantó cansinamente, fue hasta la puerta, tocó el timbre.
Frin vio que la campera de Arno le quedaba grande y apenas asomaban sus dedos por los puños.
Pasó un rato, y como si eso ya hubiera ocurrido otras veces, Arno volvíó a tocar timbre, resignado.
http://donbox.Multiply.Com Arno entró, la puerta se cerró con un golpe.
La puerta se abríó bruscamente y antes de darle tiempo a que la mamá gritara, Frin preguntó con voz firme.
Esa pregunta la desconcertó, ¿cómo si estaba Arno?, si ellos lo habían visto.
Demoró un segundo en dar el grito que traía preparado, y Frin reacciónó nuevamente.
Venimos a buscarlo porque queremos que vaya a un picnic con nosotros (en un tono que parecía amable, pero levantando la voz).
Pero Frin no la oía, estaba ahí parado, pensando si iba a tocar de nuevo el timbre o qué, cuando la puerta se volvíó a abrir, ahora con dificultad.
El paseo empezaba de nuevo, pero desde otro casillero, como en el juego de la oca.
Se acordó de la vez que se había agarrado a trompadas por él, y lo juntaba con lo que había hecho hoy y no parecía el mismo.
Alma le ofrecíó caramelos a Arno que, por tomarlos sin soltar la bicicleta, casi se cae.
Siguieron caminando, él, Vera, Alma, Lynko y los pantalones arrugados, el pelo despeinado, la camisa salida, un cordón desatado, la campera demasiado grande de un barco de frutas que medio se hundía, a metros de la costa, llenando la corriente de naranjas ajenas al barco que naufraga, y mezclando su perfume con el de este sábado por la mañana.
http://donbox.Multiply.Com 14 La bicicleta de Arno, vieja y emparchada, iba en silencio, como debe hacer toda bicicleta o caballo que tampoco va dándole conversación al jinete.
En cambio, la de Frin, recién pasadita y todo por la misma maldita bicicletería, engrasada y aceitada hasta chorrear el estúpido aceite, seguía haciendo cuic cuic.
Todos se reían, Arno, en otro planeta como siempre, interrumpíó: —Yo sé un chiste.
Arno empezó a contar de un niño que tenía que comprar un sándwich de jamón y al que, antes de llegar a comprarlo, le pasaba de todo.
Pero realmente de todo, porque llegaron al límite del pueblo y al chico del cuento de Arno le seguían pasando cosas y todavía no podía comprar su sándwich.
Una cosa era que Arno lo salvara de la broma de Lynko y otra cosa era que acaparara toda la atención.
Llevaban media hora pedaleando y el chico del cuento de Arno no podía comprar el famoso sándwich de jamón porque tenía que ayudar a una viejita a que cruzara la calle, después porque pasaba un carro de bomberos, después porque le robaban la bicicleta, tenía que ir a hacer la denuncia, la encontraban;
Y así mil cosas y nunca llegaba a comprar el maldito sándwich de jamón.
Frin estaba furioso con el estúpido de Arno, con los estúpidos de los demás que no paraban de reírse del estúpido chiste del estúpido Arno, con el estúpido niño del estúpido chiste.
—Sí, esperen, todavía falta, porque, cuando estaba por llegar al negocio, se le cruzó un perro con una manchita blanca…
Seguían pedaleando y riéndose ya no porque importara el cuento, sino porque no http://donbox.Multiply.Com acababa nunca;
Se le habrá destapado algún caño en la cabeza, pensaba Frin, pero con ganas de volverlo a tapar.
pero ni podía pensar, porque Arno no paraba de hablar, los demás, de reírse y su bicicleta, de hacer cuic cuic.
Más se alejaban del pueblo y más divertidas eran las cosas que se le ocurrían a Arno para alargar el chiste.
Cuando llegaron estaba seria, por eso que le había contado Vera, que sus papás estaban con problemas.
(Lynko se dio cuenta de que estaba mintiendo y que lo decía para alardear delante de todos).
quería regresar, mandarlos a todos al diablo, ir a devolver el libro a la biblioteca.
Juró que no le leería un solo poema a Alma, si de todas maneras con cualquier chiste estúpido se olvidaba de sus problemas.
Todos menos Frin que, disimuladamente, trataba de ver si por el camino que iban aparecía algún monte.
—No te enojes, era un chiste nomás (Lynko, haciendo un gesto de discúlpame).
Lo cierto es que ese comentario fue la gota que colmó el vaso, porque, aunque todos http://donbox.Multiply.Com iban oyendo y riéndose con el chiste, ya querían llegar.
Por no quedarse callado y mostrarse seguro dijo: —Cuando llegamos a la esquina de ese campo, hay que doblar a la derecha.
Para qué habré dicho eso, pensó Frin, ¿qué iba a hacer cuando dieran vuelta y no hubiera nada?
pero este idiota ni siquiera silbaba y ahora resulta que era graciosísimo y Alma estaba feliz con las idioteces que decía.
Se le hizo que Arno era el chico más mentiroso, hipócrita, estúpido que había conocido nunca.
Y Alma era bastante idiota si se reía de estos chistes tontos.
Y el más sorprendido de todos fue Frin, porque a unos quinientos metros de ese cruce de caminos había un monte grande y hermoso.
pero Frin seguía con la boca abierta: no podía creer su buena suerte.
Pero Arno no le dio mucho tiempo de disfrutar su éxito porque siguió con su maldito chiste de dos años de duración.
El monte era verdaderamente hermoso, con árboles altos y hojas en el suelo.
—Ya termino: entonces el niño por fin llegó al negocio, pidió un sándwich de jamón, el señor se metíó, tardó como una hora, salíó y se lo dio y el niño lo agarró sin mirarlo y, cuando llegó a la casa, su mamá lo abríó…
http://donbox.Multiply.Com Entonces Lynko se tiró encima suyo, lo hizo caer y hacía como si le pegara de verdad.
Alma y Vera se agarraban la cabeza y medio se reían y gritaban porque no podían creer que el chiste fuera tan malo y tan largo.
Abríó su mochila y se encontró con que el papel en el que su mamá había envuelto los sándwiches se había abierto durante el viaje, y el libro del poeta se había manchado de manteca en la tapa.
No era mucho, lo suficiente como para que sintiera que de verdad tenía ganas de regresarse ya.
http://donbox.Multiply.Com 15 Lo primero que hicieron fue poner un gran mantel en el suelo.
Después había que tirarla a un compañero diciendo un nombre que podía ser de planta o de animal.
El otro tenía que dar una palmada antes de recibirla y, al lanzarla, decir otro nombre.
(le gritaba Lynko, riéndose), poné las manos, me en-tendés, las-ma-nos.
—Perfecto, ahora que ya están identificadas, atajá la pelota con las manos, no con la cara, ¿comprendido?
Se reiniciaba el juego, y entonces las manos de Arno no sabían si dar la palmada abajo o arriba, que era por donde venía la pelota, directa a su nariz.
Desafió Arno, parándose patas para arriba, sobre sus manos y empezó a caminar en perfecto equilibrio.
La única vez que pudo sostenerse unos segundos, los brazos le temblaban como cuerdas.
Arno era tan despistado que, en lugar de aprovechar y vengarse con un chiste, se ponía al lado y le enseñaba cómo hacerlo.
Y empezó a dejarse caer hacia atrás, arqueándose despacio, hasta que tocó el suelo con las manos.
A Arno le daba vergüenza confesar su plan, que nunca había contado a nadie, porque era un plan igual a Arno: confuso, desprolijo, con la camisa afuera.
Se hizo un silencio, un poco incómodo, en el que todos se acordaron de la mamá gritando;
Acá anoto diez cosas nuevas, cada vez que salgo.
Pueden ser diez plantas o diez insectos y después busco cómo se llaman.
(dijo Vera con énfasis), que Dios exista no tiene nada que ver con que nosotros votemos quiénes creen.
o sea, yo sé que no es cierto, ¿no?, pero me gusta pensar que Dios así nos dibuja en un cuaderno…
—Oigan, ¿se dan cuenta de que si hacemos lo que cada uno dijo, cuando seamos grandes nunca más nos volveremos a ver?
Pero Alma se acordó de esa vez que entró a la casa de Frin, y dijo: —Sabe leer.
Lo frotó contra su pantalón para quitarle la manteca con la que se había ensuciado.
Abríó el libro y comenzó a leer: ¡Ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!
Eran como las cinco de la tarde, el sol ya no daba tan fuerte y en el monte había un gran silencio.
Sólo se escuchaba la voz de Frin leyendo: Morena de luna llena ¿qué quieres de mi deseo?
http://donbox.Multiply.Com 16 En algún momento de la tarde decidieron emprender el regreso.
—Tengo una idea (dijo Arno), vamos a escribir nuestros nombres en un árbol.
Lynko sacó una navaja de campamento que su papá le había traído de un viaje.
—Hagamos otra cosa (le alcanzó la navaja a Vera), mejor que cada uno escriba el nombre de otro, no el suyo.
Vera no contestó, se acercó al árbol y, cuidadosamente, comenzó a tallar una raya derecha.
Pero en vez de hacer otra rayita arriba, que podría haber sido de una «F» o de una «A» cuadrada, siguió con una rayita debajo.
Como no quería que nadie se diera cuenta de lo que le pasaba, apretó la mandíbula.
Porque eso que Vera estaba haciendo no estaba dirigido a Lynko solamente, aunque fuera para él solo.
Esas pequeñísimas rayas en el árbol eran como una gran raya en el suelo, o en sus vidas.
Todos estaban atrapados, fascinados por esas pequeñas rayitas que avanzaban trabajosamente en la corteza del árbol.
Vera no se dio vuelta a mirarlo, siguió mirando hacia el árbol, como si no le importara lo que fuera a pasar.
Apoyó una mano en el árbol y, al lado de su nombre, rayó rápidamente el nombre de Vera.
Terminó de hacerlo, raspó un poco con la navaja y sopló él también, para dejarlo más prolijo.
Y alivio porque así él se convencería de una buena vez y dejaría de hacerse ilusiones.
¿O acaso ella misma no se lo había dicho la vez del cementerio viejo?
Alma iba a escribir el nombre de Arno, y si a él le daba por ponerse a soñar como un idiota podía venir a leer el árbol.
Le podría sacar una foto al árbol, y pegarla en la puerta de su cuarto o cocinarla en agua y tragársela en una sopa.
Se enojó consigo mismo porque desde que Vera dijo que había invitado a Arno, él sabía.
Sin mover la cabeza, miró de reojo a Arno, ¿qué iba a decir?
Pero Arno observaba cómo tallaba Alma, con la misma cara de estar contando meteoritos de siempre.
También sopló y le pasó la mano, quitando las astillas al nombre de Frin.
Se acercó al árbol, leyó, se dio vuelta y preguntó: —¿Se puede repetir un nombre?
Terminó y se puso al lado de todos a mirar el árbol que de ahora en más…
Buscaron sus bicicletas, recogieron las cosas en silencio y salieron caminando del monte.
Sea porque Vera y Lynko comenzaron a caminar más despacio, o porque ellos tres http://donbox.Multiply.Com iban más rápido, Alma, Arno y Frin se fueron adelantando.
Cuando terminaron de salir del monte, Frin miró si se habían retrasado mucho;
pero volvíó a dar vuelta la cabeza como un rayo.
A fin de cuentas no había empezado a oscurecer, y así ellos podrían seguir de la mano.
Visto desde el aire, o si con una cámara muy poderosa se hubiera tomado una foto desde un satélite, se habría visto a cinco chicos caminando por un camino viejo.
http://donbox.Multiply.Com 17 Esto de darse la mano era como un pegamento: había que dejarlo un rato más, para que agarrara bien.
Si se subían a las bicicletas enseguida no iba a pegar igual y tal vez después se arrepintieran de haberse dado las manos.
Pero sobre todo, lo que más había sentido al verlos, fue vergüenza y nervios.
Quería preguntarle a Lynko: Che ¿cómo hiciste para tomarle la mano?
Se rió al imaginar que Vera fue la que buscó su mano, pero Lynko la tenía sudada y ella le dijo: ¡Spuajh, Lynko tu mano parece una catarata!
Le preguntó Alma, y ahí se dio cuenta de que mientras él venía imaginándose esas cosas, ahí afuera, y no adentro de su cabeza, estaba Alma caminando a su lado.
Bueno, tan atendiendo todo no, porque volvíó a tropezar con quién sabe qué cosa y otra vez fue a parar la bicicleta al suelo.
Sí, pero sería más fácil darle la mano a Alma si Arno no estuviera viéndolo todo.
A Frin le corríó un frío por las piernas cuando pensó que tal vez no eran novios del todo y que en ese momento Alma estaba decidiendo si iba a estar de novia del todo con Arno o con él.
Y si él seguía pensando como un idiota en vez de hacer algo, lo más seguro es que Alma sintiera que le convénía Arno.
Miró hacia ella y, al mismo tiempo, vio que Arno, del otro lado, miró hacia acá, sonriendo.
No podía darle la mano a Alma si justo Arno lo miraba sonriendo.
No sólo nunca había ido de la mano con ninguna chica, sino que jamás le había robado la novia a nadie.
Error, no está confirmado que fueran novios, o sea que podía darle la mano sin que eso fuera que se la estuviera quitando.
Pero para estar más seguro tendría que preguntar: Che, Arno ¿si le doy la mano a Alma y deja de ser tu novia podemos seguir siendo amigos?
Preguntar eso, era la cosa más imbécilmente idiota que jamás se le había cruzado por la cabeza.
Miró hacia Alma, pero la vio tan seria, tan concentrada, que le dio miedo de ser rechazado.
Estaba preciosa, la luz del atardecer le daba en la cara y el sol no era tan fuerte como para cerrar los ojos.
Eran como un mar, y la luz roja del sol daba en ese mar.
Y si los ojos de Alma eran el mar, él ahora estaba a la orilla del mar o a la orilla de Alma.
En ese instante, se dio cuenta de que eso era lo que hacía el poeta del libro.
Darse cuenta de que estar frente al mar y viendo los ojos de Alma era lo mismo.
Entonces, tomarle la mano a una chica era mucho más fácil de lo que él se había imaginado.
Si él hubiera sido el que le hubiera tomado la mano a Alma, al acercarse se habría convertido en un moño, en un triple nudo de cordón de zapatos.
Todos se rieron y Arno, empezó la historia de otro chico que había ido a comprar clavos a una ferretería.
Se agarraron la cabeza, porque sabían cuánto podía llegar a durar un cuento de Arno, si empezaba con un chico yendo a comprar algo.
El chico del chiste de Arno subía y bajaba montañas, porque la ferretería quedaba lejos, al punto de que tenía que tomarse un barco y después un tren.
En el vagón del tren había una tierna viejecita a la que primero se le cayeron los lentes, y el niño se los recogíó del piso.
Se reían del chiste de Arno, Frin también, porque había descubierto, con mucho alivio, que uno no tenía por qué dar explicaciones y ni siquiera tocar el tema de que venía de darle la mano a una chica.
Ya se veía la cúpula de la iglesia del pueblo, y a la tierna viejecita se le caía el sombrero, un anillo.
—Estaba toda como mal pegada, esa viejecita (dijo Frin y se rieron).
Y, antes de que llegaran al pueblo, a la viejecita del chiste se le cayó el audífono por la ventanilla del tren.
Cuando Arno se dio cuenta de que faltaba poco para llegar, decidíó terminarlo.
Lynko hizo que lo perseguía con su bicicleta para pegarle, y todos juraron que le prohibirían contar chistes por un mes.
Vera y Lynko querían quedarse juntos otro rato, pero cada uno debía ir a su casa.
Alma no quería regresar a la suya, en la que, probablemente sus papás se estuvieran peleando, como lo habían estado haciendo últimamente.
Y Arno quería encontrar cuanto antes un circo, con el cual irse de su madre que le gritaba burro y tonto, por cualquier cosa.
pero yo vi el atardecer en tus ojos y me imagino que así debe ser.
http://donbox.Multiply.Com 18 Al otro día arrancó una hoja, copió el poema y lo metíó en su mochila.
Pero esa tarde no la encontró en el patio, y le preguntó a Vera: —Che ¿no viste a Alma?
sí, me dijo: Si me muero, cof cof, dile a Frin, cof, que…
Pero, aun cuando había sido una broma de Vera, le había gustado oír que Alma lo quería.
Frin sintió que no era el mejor momento para preguntarle lo de si la mano le había transpirado o no.
Entonces, para mostrarle que quería ser su amigo lo hizo caer de un empujón y salíó corriendo.
—En serio que no sé qué le pasó, ¿me acompañás a su casa?
—Bueno, si con ésas andamos, te vas a quedar en casa hasta que se te pase.
Mientras oía cómo su mamá recogía las cosas, buscó el poema en su mochila.
http://donbox.Multiply.Com 19 Frin sintió que ése era el peor día de su vida.
Llegó a la librería tan triste, que Elvio se dio cuenta y lo trató con cuidado.
—Hoy no hay mucho trabajo, Frin ¿no querés volver a tu casa?
Dijo Elvio, que estaba muy contento porque por fin tenía noticias de su hija: había recibido una carta de ella.
Eso lo ponía de un ánimo simpático y generoso, hasta se había afeitado.
Elvio hizo que se agarraba del mostrador y como que se caía de la tos tan fuerte que tenía.
Desde que se fue no tenía noticias, ¡y me escribíó seis hojas!
dice que ya le ofrecieron un trabajo, y que no le mande dinero, que quiere arreglarse sola.
¡Decime vos, Frin, el trabajo que hacen pasar los hijos a los padres!
—(Regresó a su seriedad) Los papás también dan mucho trabajo.
Frin le contó que Alma se había ido y que él llegó a su casa y que las tostadas y que él no tenía hambre y que se pelearon con su mamá, y cómo ella no se daba cuenta, ¿eh?
(se quedó pensando: ¿Ir solo?, podía pedirle a Lynko que lo acompañara).
—Pero si yo le pido no me va a hacer caso o me va a decir que sí, y después capaz que tira la carta.
(Frin sintió que estaba trabajando en el mejor lugar del mundo con el mejor amigo del mundo).
—No tendrías que estar enojado con Alma, digo, pero si me meto en lo que no me importa mejor me callo.
Él se había ofendido como si ella lo hubiera abandonado y ni se le había ocurrido que lo estaba necesitando…
—Mirá, Frin, hoy no hay mucho trabajo, ¿por qué no aprovechas y le compras una flor a tu mamá y haces las paces?
dio un salto y con toda la energía de sus zapatillas salíó corriendo a la vereda.
Se subíó de un salto a la bicicleta cuic cuic y fue a buscar un puesto de flores.
A lo mejor ella estaba otra vez con las tostadas y justo llegaba él con las flores, y ella estaba pensando en él y que le quería preparar tostadas y justo llegaba él con las flores y ella estaba haciendo las tostadas con su papá.
Otra vez sintió esa http://donbox.Multiply.Com electricidad rara de las aventuras.
Preguntó, lo atendieron amablemente, le dieron todos los horarios, y hasta le prestaron una birome y papel.
Y no era que se había cruzado de casualidad: había salido al encuentro de Frin.
Le ladraba y le movía la cola, saltaba al lado de su bicicleta.
Le ladraba jugando, no paraba de saltar, de repente corría y daba vueltas en círculo.
Pasó una mujer con una bolsa de las compras y Frin le preguntó: —¿Es suyo, señora?
no sé de quién será, lo deben haber llevado a perder (dijo la señora y retomó su camino).
Hacía que se escapaba para que Frin lo persiguiera, y como él se quedaba en su lugar, regresaba a provocarlo.
Sobre todo, tenía que cuidarse de no pisarlo, porque se metía entre las piernas a cada rato.
Frin lo alcanzó y el perrito se tiró panza arriba para que le hiciera mimos.
Movía la cola y, de contento, se le escapaban chorritos de pis.
Le preguntó Frin, mientras le rascaba la panza y sentía que no podía dejarlo en la calle.
Tampoco podía llevarlo a su casa, porque su mamá le haría un escándalo.
Sus patas eran tan cortitas que por cada vuelta de rueda de la bicicleta de Frin, para él era como cruzar el mundo, por lo menos.
Pero el perrito entendía perro y no humano, y por eso seguía corriendo con mucho esfuerzo, al lado de la bicicleta.
pero no sabía correr o se tropezó en sus propias patas o con un átomo o quién sabe;
El perrito creyó que le venía a pegar y se encogíó dando pequeños aullidos.
(le acariciaba la cabeza) ¿No es cierto que sí, que vos podés oler a veinte kilómetros?
Sin pensarlo más, lo tomó cuidadosamente con un brazo y, manejando con una sola mano, lo llevó en bicicleta hasta su casa.
El perrito iba con la lengua afuera, feliz de sentir el viento en la cara.
http://donbox.Multiply.Com 20 Frin convencíó a Elvio de que lo dejara ir a trabajar con el perrito.
(argumentaba Frin) porque así sabemos cuando entra alguien, y podemos estar ordenando cosas adentro.
pero Frin no consiguió hacerlo regresar, y como se quedaba llorando en la puerta, finalmente le permitieron pasar.
El perrito fue olfateando por todo el patio, siguiendo el olor de Frin, hasta que llegó a su aula.
Y, como si ya estuviera más tranquilo, se dirigíó hasta el escritorio del maestro y ahí se acostó.
¿Por qué no se metían en sus cosas y dejaban que él le pusiera el nombre que más se le antojaba?
Pero el maestro no lo había hecho con mala intención, y además dejaba entrar al perro, o sea que mejor no decía nada.
Y como Frin protestó lo mandó a dar tres vueltas a la cancha.
Se quedó esperándolo afuera de la puerta y movía la cola cuando pasaba Frin.
Después al tipo se le volvíó a freír el cerebro, y los castigó haciéndolos sentar en fila.
—Esto los va a ayudar a hacerse más hombres (les dijo, mientras caminaba alrededor de la fila).
¿Qué tiene que ver estar sentados mirando la nuca del otro con ser más hombres?, pensaba Frin mientras veía a Ferraro, el que le había dicho mariquita y con el que Lynko se había peleado, que iba caminando y charlando con el profesor.
Cuando vio que Frin lo estaba mirando lo desafió con un gesto, levantando la cabeza, como diciendo: ¿Qué mirás, eh?
Cuando entraron a la escuela, Ferraro se puso a su lado y le dio un empujón con el hombro.
Dejó que el chico se fuera, alzó al perrito y le hizo unos mimos en la barriga, como pidiéndole disculpas por no haberlo defendido como había hecho Lynko con él.
Tengo un perro que no tiene nombre todavía ¿me ayudas a buscarle uno?
Ya se hizo pis mil http://donbox.Multiply.Com veces porque se pone contento.
Lo cerró con pegamento y, también le puso cinta adhesiva, y escribíó el nombre de Alma.
Al otro día le entregó la carta a Elvio, que se la dio al proveedor, que miró el sobre y dijo: —Ah, pero si yo los conozco…
viven a media cuadra de la librería de Nulda, ¿querés que se la lleve a ellos?
Luego se agachó y le habló al oído del perrito: —Tenemos suerte, amigo.
Pero el perrito lo único que sintió fue viento en su oreja y se rascó con una pata.
Pero estaba dado vuelta y no se veía a quién estaba dirigido.
El perrito movíó la cola contento, se tiró panza arriba y echó un chorrito de pis.
Era una hoja de cuaderno, como la que había usado él, sólo que además de estar escrita tenía dibujos en lápices de colores.
Eran dos árboles juntos, un sol grande en el cielo pintado de azul, que ocupaba casi toda la hoja.
Un poco más adelante de los árboles había dos hileras muy prolijas de flores que apuntaban hacia un lado y el otro.
http://donbox.Multiply.Com Querido Frin: gracias por escribirme, espero que vos también estés bien.
Fue una gran sorpresa cuando el abuelo me dio tu carta.
pero yo estoy un poco triste y extraño a mis papás y no me gusta lo que está pasando.
También extraño la escuela y a Vera y me acuerdo de cuando fuimos al cementerio viejo.
Si otra vez fuéramos al cementerio viejo podríamos llevarlo.
Tu carta me parecíó un poco seria, ¿estás enojado conmigo?
Espero que un día de estos me sigas escribiendo y no te enojes si mi carta es un poco triste;
Dudó un segundo y comenzó con algo que le salía bastante bien, ya lo había hecho una vez: era un barco con cañones, y una moto también, al lado.
http://donbox.Multiply.Com 21 Eso de las cartas estaba muy bien, pero Frin quería ver a Alma.
Pero eran como las diez de la noche y Negro, ése era el nombre provisorio del perrito, estaba dormido y lo más que hizo fue sacudir la oreja, pero quién sabe por qué.
Frin se acercó, le hizo cosquillas en la panza y él, sin abrir los ojos, movíó la cola y levantó una pata.
(abríó un ojo, bostezó, estiró sus patas, movíó la cola y se fue arrastrando para que lo acariciara).
—El viaje a Nulda dura veinte minutos nomás, ¿entendés?
Se quedó con los ojos abiertos en plena oscuridad, pensando.
http://donbox.Multiply.Com Le daba vergüenza decirle que no, y sólo levantó los hombros.
En el recreo siguiente, No se lo digas a nadie fue lo que Lynko le dijo a Vera cuando se lo contó, porque él había prometido eso, pero con Vera era distinto.
Fede se acercó y le preguntó: —Che, Frin, para el sábado, ¿hay que llevar sándwiches o compramos allá?
Él le juró y le rejuró que no le había contado a todo el grado, sólo a Vera, y se enojó cuando Frin le récordó que él le había prometido no contárselo a nadie.
Esa noche del jueves Frin se acostó entre triste y enojado.
El viernes, antes de ir a la escuela, volvíó a confirmar los horarios de los ómnibus.
Cuando llegó a la escuela, como en una confabulación secreta todos se le acercaban y le preguntaban susurrando y haciendo misterio: —¿A qué hora salimos, Frin?
Él estaba hundido y triste porque su plan se había ido a pique como un barco agujereado.
Pero de pronto se le ocurríó una idea, y contestó: —A las tres, en la terminal de ómnibus.
No quería mentir, y con un nudo en la panza, por el susto, se le ocurríó: —…
Antes de llegar a la terminal revisó el dinero que había cobrado el viernes, como cinco veces.
Fue hasta un rincón, metíó el perrito en la mochila, se acercó al ómnibus.
Le dio el boleto al chofer sin saber si lo iba a dejar viajar solo o no.
El perrito se movía bastante adentro de la mochila, pero nadie se dio cuenta.
El chofer encendíó la radio para escuchar un partido, y eso ayudó porque no se escucharon un par de ladridos del perrito.
Y el perro olía por todas partes, como si estuvieran pasando las noticias.
Y así ni se acordaba de su miedo, porque para eso había llevado al perro, para que le hiciera compañía.
Y Negrito miraba abriendo los ojos y levantando las orejas y oliendo.
Aunque no podemos saber si miraba los pájaros que le señalaba Frin o el vidrio verde de la ventana del ómnibus.
http://donbox.Multiply.Com 22 Cuando se quisieron dar cuenta ya estaban entrando en la terminal de Nulda.
Primera medida de seguridad: volver a meter al perro dentro de la mochila.
Por suerte el chofer había ido hasta la ventanilla y no oyó los ruidos.
(de repente dejó de sacudirse y se quedó duro, olfateando desde adentro).
hola, lindo perrito que duermes la siesta, no te despiertes.
El perro olfateó toda la vereda, milímetro a milímetro, desde la pared hasta el primer árbol, y ahí dejó su firma.
(el perrito adelantaba un paso, retrocedía cinco y repasaba lo que ya había olido).
pero lo miraron sin dejar de pedalear, y siguieron de largo.
El proveedor que le traía las cartas había dicho que la casa de los abuelos quedaba cerca de la librería.
Te apuesto que en diez minutos estamos tomando helado con Alma.
Tenía para invitarla a ella y a sus http://donbox.Multiply.Com abuelos y a los vecinos, por si había visitas.
—No, mira, mejor nos quedamos acá, porque no sabemos si nos estamos acercando o alejando…
Nunca se había imaginado que con tan poco viaje uno podía irse tan lejos.
Por una de las esquinas de la plaza aparecíó una mujer caminando lentamente, inclínándose a cada paso.
para colmo el perro le hacía una fiesta increíble, movía la cola, le lamía la mano, faltaba que le diera el teléfono.
(preguntó sin dejar de acariciar a Negro que estaba feliz, el muy estúpido).
(puso otra cara), esa pobre chica con los papás que se están separando…
vas a tener que tener paciencia, mi amor, porque yo, con esta pierna, no puedo ir más rápido.
Dijo él, viendo cómo avanzaba apoyando el pie con cuidado, y sintió algo así como que le gustaría inventar alguna cosa que la sanara.
Se detuvieron frente a una casa que tenía una pequeña tapia.
La señora pasó y, en vez de tocar el timbre, fue hasta la puerta del patio y gritó: —¡Remo!
Se oyó desde adentro, y aparecíó un señor de pelo blanco, muy alto y grande.
Frin sintió el impulso de pedirle que no se molestara, que ya iba a salir, o que no importaba, que tal vez estaba ocupada y mejor volvía otro día.
Como vio que Alma sonreía, lo dejó en el suelo, ella se acercó un poco agachada, porque el perrito iba hacia ella, hecho un ovillo.
Moviendo la cola, agachando la cabeza, medio echándose panza arriba, arrastrándose.
La ventaja es que si no lo hubiera llevado, Alma y Frin se hubieran quedado más duros que los bancos de la plaza.
http://donbox.Multiply.Com 23 El abuelo de Alma no le creyó a Frin cuando afirmó muy serio.
Eso de haber ofrecido hablar por teléfono lo convencíó de que estaba mintiendo;
—¿Por qué no van a dar una vuelta a la plaza y después, cuando regresen, ya habrá llegado la abuela y les prepara una merienda, eh?
—Hizo muchos deportes, jugó al fútbol, y una vez que vivieron cerca de un río hacía remo;
y también jugó al básquet, y antes viajaba todos los años al Sur y hacía montañismo.
Negrito ya se sentía más seguro, estaba con la cola bien parada, ladraba y medio perseguía a cuanto perro pasaba lejos.
Alma comenzó a preguntarle por la escuela y Frin la puso al día de todos los chismes del grupo, imitando a los amigos.
Frin entendíó que no quería hablar de eso y la volvíó a invitar con un helado.
Contestó Frin, que se acordó de que tenía que regresar rápido, para que sus papás no sospecharan nada.
La abuela era una señora gorda, que se teñía el pelo y le gustaba mantenerse bien arreglada.
Frin se moría de ganas de quedarse con Alma y en esa casa de los abuelos, arreglada sin ningún lujo, pero que era muy cálida y alegre.
Puso al perro en la mochila, dejándole la cabeza afuera y salieron con Alma rumbo a la terminal.
En la ventanilla sacó el dinero, pidió el boleto, tomó el vuelto y lo guardó.
Alma lo vio tan serio y tan concentrado, que sintió algo especial, como aquella vez que lo había encontrado leyendo en el patio.
Si Frin hubiera hecho esa misma pregunta en la escuela, o con más tiempo, quién sabe cómo la hubiera contestado.
Pero Frin estaba a punto de subirse al ómnibus y tal vez se vieran en una semana, o en dos, o quién sabe.
Y todo ocurríó al mismo tiempo, Alma le respondíó: —Ya te dije que no era cierto, ¿querés que lo publique?
Y el chofer, de muy malas maneras, le dijo: —No se puede viajar con animales.
—No me vengas con cuentos, salí, que tiene que subir la gente.
—(El chofer lo tomó de la mochila y casi le gritó) ¡Si querés viajar deja al perro!
Frin le tiró una patada que dio en el aire, y el chofer lo zamarreó bruscamente.
(el chofer se hizo el ofendido, tiró los pasajes y se subíó al ómnibus).
—Señores (dijo el abuelo a todos los pasajeros), devuelvan sus boletos, porque no se puede viajar.
—¡Yo tengo que regresar a mi casa, a ver si se apuran!
El abuelo levantaba la mano, pidiendo que lo dejaran hablar;
Un pasajero, con cara de pocos amigos, preguntó: —¿¡Y por qué no se puede!?
vamos, Alma, vamos, querido, volvamos a casa.
el molino amenazó con cerrar, los obreros se declararon en huelga y tomaron la ruta hacia los dos lados.
http://donbox.Multiply.Com El abuelo no estaba mintiendo: era algo realmente serio.
—Ni salir, ni entrar, señora, está tomada la ruta (y se dirigíó a Frin) ¿compraste boleto?
—Vení a que te devuelvan el dinero, querido, y luego vamos para casa para llamar a tus padres antes de que se asusten;
En ese momento se cortó la discusión porque entró el papá de Frin al patio.
Justo cuando Lynko se reía, pero no porque supiera, sino porque se había dado cuenta del plan de Frin, y se le hacía buenísima la manera en que se había escapado de todos.
Lo que ocurríó fue que los del grado se encontraron en la terminal de ómnibus, a las tres, como había dicho Frin.
Como tardaba en venir, no faltaron los que sacaron sus sándwiches y se los comieron ahí mismo.
Frin no aparecía, a Lynko se le ocurríó ir a ver los horarios de ómnibus a Nulda y ahí se dio cuenta de que a las tres no salía ninguno.
—Y, vamos a buscarlo a su casa, ¿no?, para ver por qué no vino…
Así es que fue todo el grupo, como turistas que perdieron el avión, caminando hasta casa de Frin.
Vera quiso hablar porque se dio cuenta del lío que se iba a armar;
—No, lo que pasa es que quedamos de ir juntos a Nulda, pero él se equivocó y a las tres no salían ómnibus.
—No, señora, dijimos que a lo mejor, no era seguro (quiso disimular Vera).
Les hicieron mil preguntas a los compañeros de grado, pero ellos contestaban cualquier cosa, porque no sabían nada, y porque se estaban echando la culpa unos a otros.
Algunos porque Lynko tendría que haber sabido, otros porque al venir así es como si lo hubieran acusado a Frin, otros por quién sabe, y otros por las ganas.
A Elvio se le hizo muy probable que Frin se hubiera ido a Nulda a visitar a Alma, pero lo tomaba con calma y risa.
—Muchas gracias, Elvio (lo cortó secamente el papá, y se dio vuelta).
déme media hora y lo llamo para darle el número de teléfono de los abuelos.
El papá agradecíó y regresó a la casa rápido para contarle a la mamá de Frin.
Y fue en ese momento que abríó la puerta del patio y encontró a los compañeros de Frin discutiendo.
La mamá estaba tratando de calmarlos y aprovechó el silencio para preguntar.
Le contestó otra compañera, en medio de las protestas y acusaciones de todos contra todos que se habían vuelto a desatar.
mire, no se asuste, Frin está acá al lado mío, está perfectamente bien, ahora se lo paso…
La mamá sintió que le volvía el aire al cuerpo.
Dijo muy serio, pero del otro lado también había cambiado de manos el teléfono y volvíó a sonar el abuelo.
yo ahora pido el auto a un vecino y lo vamos a buscar inmediatamente.
—El molino harinero de Nulda amenaza con cerrar, entonces los obreros se declararon en huelga y tomaron la ruta hacia los dos lados;
por eso yo digo que mejor Frin se queda a dormir acá, tranquilo, y capaz que mañana ya se arregló todo.
El papá volvíó a agradecer, no sólo por lo que ofrecía el abuelo, sino por la calma que le transmitía, y pidió hablar con Frin.
Se lo pasaron, y muy serio le recomendó que le hiciera caso a los abuelos y que se portara bien.
Volvieron a sus casas, y el papá se cruzó a lo de un vecino, que ya había oído lo de la huelga.
Había una larga fila de autos que hacían maniobras para regresar.
Más adelante, una negra y densa columna de humo salía de unas gomas quemadas que cruzaban todo el camino.
En casa de los abuelos, encendieron la radio, para seguir las noticias.
La abuela le indicó que él dormiría en el sillón grande que había en la sala.
El problema era que ella, en la terminal, había contestado esas preguntas porque Frin se estaba yendo, no porque se estaba quedando.
La abuela no se veía, sólo su silueta, contra la luz de un foco que estaba en la esquina, a media cuadra.
no hablaban con nadie, no se mezclaban, no venían a la fiesta del pueblo, no se los veía en misa…
Una vez, estaban trabajando en unas máquinas muy grandes, a vapor…
parece que no se dieron cuenta de que la máquina estaba levantando demasiada presión…
querían terminar rápido porque se venía una tormenta, entonces el jefe mandó a decirle al muchacho este, el papá, que le pusiera más carbón…
cuando le dieron la noticia a la señora, juntó sus chucherías, le prendíó fuego a la casa, y se fue…
yo creo que debe haber sido algún vagabundo, pero lo que contaban es que si uno quería entrar a lo que había quedado de la casa, llovían piedras en el techo…
se sentían los golpes, toc, toc, toc, de las piedras.
—No puede ser el mismo (dijo la abuela), esto pasó hace mucho…
Se sintió raro despertando en esta sala en la que había pasado su primera noche fuera de casa.
La luz daba en las cortinas encendidas y se oían ruidos en la cocina.
No, no debía ser así, porque Negrito venía caminando por su espalda, moviendo la cola.
Cerró los ojos para hacerse el dormido, y enseguida sintió el hocico olfateándole la oreja.
Frin fue a la cocina, la radio estaba puesta muy bajita, y daba las noticias.
(le comentó el abuelo, señalando la radio), yo no sé, no digo que no tengan razón, pero hacer este lío…
Por suerte se encontraron con la señora Rosa, que cargaba un bolso y caminaba con dificultad.
(¿la parejita?, pensó Frin, la vieja enloquecíó otra vez).
—O sea que si se quedan sin trabajo es un desastre, un desastre, tiene dos hijitos…
Él se había imaginado que los de la huelga eran peligrosos, y resulta que aquí estaban acompañando a la señora Rosa, con su paso rengo, a llevarle frutas a su hija.
Se imaginó él mismo en una huelga, pidiéndole a su mamá que le llevara sándwiches de tomate.
En dirección de la ruta se veía una espesa columna de humo.
A medida que se acercaban se veía la hilera de gomas quemándose, cruzada sobre la ruta.
A Frin le http://donbox.Multiply.Com hizo acordar una pintura, uno de esos cuadros de la revolución que tenían en la escuela.
Lleno de héroes y próceres después de alguna batalla de cuando se fabricó la patria, como puso Fede en un examen.
Sólo que éste era más pobre, y no había tanta gente, ni soldados, ni una bandera;
ni nadie miraba al cielo y acá quemaban gomas, había perros jugando, y el avión pasaba fumigando un campo cercano.
nada que ver con un cuadro de la revolución, pero hacía acordar a uno.
Negrito iba escondido tras los pasos de Frin, que terminó por alzarlo con su mano libre.
La señora Rosa seguía avanzando como un barco roto y constante.
Unos tipos se habían quitado las camisas y se las habían atado en la cabeza.
Tenían palos largos y estaban acomodando las gomas para que se quemaran mejor.
Otros dos conversaban y se pasaban una botella de vino, sin parar de hablar;
Unos chicos corrían alrededor de una señora que los retaba, sin que le hicieran caso, y ella seguía hablando con uno que también estaba con el torso desnudo: era muy panzón, levantaba los hombros a cada rato y movía los brazos para cada palabra que decía.
Finalmente se acercó una muchacha joven y le dio un beso a Rosa.
Otro de los sin camisa, no era oficinista, hasta descalzo estaba.
A pocos metros la ambulancia hizo chirriar sus gomas con una frenada.
El chofer se puso nervioso e hizo sonar la sirena.
Frin pensó que no había que hacer eso, ya estaban corriendo todo, ¿para qué la sirena?
Él había visto muchas ambulancias en el hospital donde trabajaba su papá, pero a ésta nunca.
Se escabulló entre el grupo y consiguió mirar a través de los vidrios.
pero éste tenía los zapatos puestos, que asomaban por debajo de la sábana.
pero éste lo tomó y lo alejó de la ambulancia, que pasó por el espacio que le abrieron.
—Después, querido (lo calló el yerno, y se fue a regresar las gomas a su lugar).
La señora Rosa les dijo que mejor se fueran a casa, porque ahí los ánimos estaban un poco caldeados.
Frin bajó a Negrito y le dijo a Alma: —El médico tenía el estetoscopio roto.
—El médico que estaba con el paciente, tenía el estetoscopio colgando del cuello.
le faltaba la cosa esa que apoyan para oír: terminaba en el tubito nomás.
Explicaron agitadamente a los abuelos, mientras veían cómo el periodista entrevistaba a un señor de saco.
(exclamó el abuelo, que dio un salto y subíó el volumen).
—…Ese pueblito tendría que estar agradecido por la fuente de trabajo, en vez de alterar el orden de esta manera, y poner ellos mismos sus trabajos en peligro…
Quieren hacer su negocio mandando el molino a la quiebra, y resulta que somos nosotros los peligrosos.
—¡Y seguro que va a seguir mintiendo y van a cerrar el molino!
Les pidió que buscaran los teléfonos de algunas radios, y llamó al intendente de Nulda para explicarle lo sucedido y avisarle que iba a venir la televisión.
Además, el molino era la principal fuente de trabajo, sin ella peligraba Nulda.
La radio local empezó a hacer correr la noticia, una camioneta con un gran parlante encima, también;
y el abuelo, cuando llegó a casa, contó: —A partir del mediodía se va a hacer un cierre simbólico de todos los negocios, o sea que si hace falta algo de comida, hay que apurarse.
—Velas sí (contestó sonriendo el abuelo), y a las nueve de la noche va a haber una marcha hacia la ruta, en señal de apoyo.
él había querido hacer un viaje de dos horitas nomás, y ahora estaba como metido en un cuadro de la revolución.
Se imaginó que venía un pintor y que él miraba al cielo y sosténía una bandera, mientras Negrito le mordía el tobillo al enemigo.
—Y vamos a pasar la noche allá (terminó de decir el abuelo).
Frin trató de acordarse, ¿había visto en una de esas pinturas a alguno resfriado?
Se acordó del cuadro que había en la escuela y se imaginó en medio de los próceres nacionales, las banderas, el humo y la gente mirando el cielo…
http://donbox.Multiply.Com 26 Buscaron ropa abrigada y rústica, porque iban a estar sentados en la ruta.
Frin no tenía otra ropa que la puesta, así que iría con un suéter que le prestaba Alma.
Se hizo la tardecita y empezó a llegar la oscuridad sin nada que la empujara: no había luces encendidas en Nulda.
A ver chicos ayúdenme: la bolsa con los sándwiches, los termos con el café, servilletas…
Se rieron los cuatro y Negrito debíó haber entendido que estaban ladrando porque él también ladró.
Se oían todos los ruidos, las pisadas, el tic tac de los relojes, una mano que se apoyaba en un mantel.
Pero cuando empezó la marcha y se formó la columna de gente que, a paso lento, bamboleando sus velas y sus faroles, se encaminó hacia la salida del pueblo, Alma y Frin sintieron que estaban en algo grande.
Los de la ruta los recibieron con gritos, aplausos, toques de tambor, y ellos respondían, también, con gritos, silbidos, levantando las velas y los faroles.
Los huelguistas se adelantaron y se fundieron en abrazos y gritos invencibles.
La multitud se acercó a las llamas, se hizo una rueda con faroles y velas.
Negrito ladraba a unos perros que ni le hacían caso, y se asustó cuando uno se acercó http://donbox.Multiply.Com a
Más tarde todavía, una radio entrevistó al intendente, que estaba con su familia.
El abuelo destapó su botella y le ofrecíó a un viejo amigo, que también llevaba la suya.
Fueron pasando las horas, y poco a poco iban llegando más periodistas;
Alma y Frin ya se habían hecho varios amigos y los dejaron acomodar el fuego con los palos.
El abuelo ya estaba bastante alegre y cantaba abrazado a otros señores.
Partieron los cinco hasta la entrada de un camino entre dos campos, lejos de las luces.
Alma se acordó de la vez que fueron al cementerio viejo y se lo contó a los demás, agregando la historia de la abuela.
La noche era tan oscura y limpia y cargada de estrellas, que no sólo se veía el cielo, sino que se sentía el espacio.
ésa (inclínó su cabeza hacia Frin, sin dejar de mirar el cielo), ésa…
Era el silencio que bajaba con todos sus caballos, como juguetes de vidrio con agua adentro y era el silencio que bajaba con sus caballos, como esos juguetes de vidrio, como el silencio con sus caballos blancos y oscuros, y esos juguetes con agua adentro, que cuando se dan vuelta cae la nieve.
Así caían los caballos del silencio, rodeando la luz en que flotaba la noche.
Y era la noche que se caía como en esos juguetes de vidrio con agua adentro y copos blancos como de nieve que caen blancos y oscuros, y todo tan quieto y tan lento y era la noche y eran los copos y alguna mano más grande que el mundo que estaría dando vueltas su juguete de vidrio con agua adentro para ver cómo caen los copos de los caballos blancos y oscuros del silencio.
Y cuando los copos llenaban el campo, la mano daba vuelta al juguete y subían;
y era la mano que otra vez daba vuelta al juguete de vidrio con agua adentro para que los copos suban con los caballos del silencio y la luz blanca de la Luna que mira al gigante que juega para que Frin y Alma vuelvan a ver cómo caen los copos blancos y oscuros y es la cabeza de Alma que apenas se cansa, que se cansa un poco y descansa apenas descansa de que se cansa un poco en el hombro de Frin, y es el hombro de Frin que como dos ramas apoyadas una en la otra descansa un poco, apenas, en la cabeza de Alma.
Y los copos volvieron a bajar y los rodearon de espirales blancos en el blanco o negros en el negro, y Frin pasó su brazo por el hombro de Alma.
Y ella, como si hubiera esperado ese gesto desde toda la vida, desde que era bebé y estaba como esos juguetes de vidrio con agua adentro, que cuando se dan vuelta cae la nieve, se aflojó en el brazo de Frin.
Mirando los copos blancos de los caballos del silencio del cielo dibujado por Vera se quedaron un millón de para siempres.
Frin quiso mirarla, corríó su brazo y levantó despacio su cabeza.
Muy cerca de la nariz que está cerca de la nariz de los ojos de cascabelito cascabelito lindo.
http://donbox.Multiply.Com 27 Frin soñaba con un ruido de motor, hasta que se fue despertando, entreabríó los ojos y vio que era el ruido del avión que fumigaba un campo.
El avión hacía una picada, volaba al ras, soltaba su llovizna, y remontaba altura cerca de una hilera de árboles.
Se acordó de que habían venido a recostarse cerca de los abuelos, y ahora veía que ella los había cubierto con la misma frazada.
Alma seguía dormida, apoyaba su cabeza en el regazo de la abuela.
Se dejó caer sobre la frazada, ¿las seis?, nunca se levantaba tan temprano.
De algunas radios estaban entrevistando, unos al intendente, otros a los obreros del molino.
Los del canal acababan de llegar y preparaban sus cámaras, llenando todo con sus cables.
Algunos sin camisa corrían las gomas con sus palos, para hacer un pasadizo.
entonces el abuelo se incorporó rápido, se acomodó el pelo con las manos y fue con la taza hacia la barrera.
Los de la televisión no tenían tiempo de grabar, y enviar el video: iban a transmitir directamente.
Los encargados de producción del canal caminaban agitados, gritándose y dándole órdenes a la gente.
http://donbox.Multiply.Com Uno del canal se acercaba a ellos, y le gritó a otro que estaba lejos: —¡Acá está el chico que no puede regresar con sus padres!
—Para impresionar a la audiencia, Frin (Alma, echándose hacia atrás, como si se clavara un puñal en el pecho).
Frin vio cómo una maquilladora le ponía polvo al reportero, otra lo peinaba, y él, con su cara de vaca aburrida.
Sin que se diera cuenta, otro de producción había venido sigilosamente por detrás.
Lo despeinó, le desarregló el pulóver, y quiso desatarle las zapatillas.
Frin se volvíó a acomodar todo, el tipo le mostró los dientes furioso: ¿Qué le pasa a este chico?
Pero se tuvo que retirar porque las cámaras ya estaban ahí, y el reportero venía diciendo: —…
incluso tenemos el caso de un niño que no puede regresar con sus padres, decinos tu nombre, querido (hizo como que le acariciaba la cabeza, pero lo despeinó).
—Esta pobre criatura, señores (decía a la cámara con tono melodramático), quedó atrapado, señores, a-tra-pa-do…
Al reportero le aparecíó un tic nervioso en un ojo, maldito niño.
Frin estaba cada vez más nervioso: no le gustaba esa presión sobre él, las cámaras, y que lo rodeara la gente.
El reportero quería salvar la nota e insistíó, simulando que era amable, pero poniendo la voz más tensa, y eso le ponía peor el ojo del tic.
(Frin le miraba el ojo del tic, porque parecía que transmitía en clave morse).
¿te parece peor que estos vándalos corten una ruta nacional?
claro y que vos estés separado de tus padres, perdiendo días de escuela (irritado).
Frin notó que su respuesta no le agradó al reportero, y se puso más nervioso.
Todos lo miraban, y uno de producción le hizo señas de que se apurara a hablar, y otro le hacía señas de que se despeinara.
Entonces se puso peor, miró al reportero y soltó lo primero que le vino a la cabeza: —Imagínese que a usted lo echen del noticiero…
Se hizo un terrible silencio en el ambiente, que duró menos de un segundo, pero en el que todo quedó suspendido de un hilo.
imagínese que a usted lo echen, que lo despidan del noticiero, ¿qué haría?
Como si toda la gente se hubiera puesto de acuerdo, estallaron en un grito festejando la ocurrencia de Frin.
Los camarógrafos tenían la orden de cerrar la nota enfocando al reportero;
Entonces, por reflejo, en vez de enfocar al reportero, tomaron a la gente dando ese grito.
El pobre tipo quedó convertido en una pasa de uva, un pañuelo de papel.
Negrito ladraba a todos, porque creía que los estaban atacando o porque la televisión lo ponía nervioso o porque le había dado por hacerse el guardaespaldas.
Ella ponía los ojos bizcos, y se reía feliz.
Lo cierto es que la toma de Frin haciéndole esa pregunta al reportero, y la gente estallando en un grito, había llegado a todo el país.
Y después volvieron a pasarla en el noticiero de las doce, y en el de la noche.
Y en un programa de humor también la usaron, para criticar al reportero.
Regresaron a casa y el abuelo insistíó en llevarlo en los hombros.
(el abuelo hacía que protestaba), ¡así firmo algún autógrafo yo también!
Era Lynko, que había visto el noticiero y gritaba tanto que casi no se le entendía.
Era un amigo del abuelo que le preguntaba si el de la televisión no era el amiguito de Alma.
Eran otros amigos de los abuelos, que les avisaban que habían visto a Alma y a su amiguito en la tele.
—¡Hace media hora que llamamos y da ocupado!
¡Te extraño y te quiero mucho, mucho, mucho, y quiero verte pronto!
Le pasó el teléfono a su papá, que lo felicitó por cómo había respondido.
Luego pidió que le pasara al abuelo, que le decía: —No es ninguna molestia, al contrario…
Lo pilotea el hijo de unos amigos, y carga los productos en tu pueblo, y me dijo que sí.
—Nosotros, encantados de que te quedes, pero tus papás ya quieren verte (dijo el abuelo).
http://donbox.Multiply.Com —(Alma besó sus dedos cruzados) Si no te dejan venir voy yo, el abuelo me lleva…
De repente se soltaban porque alguien había visto a Frin en la tele y se acercaba a saludarlo.
http://donbox.Multiply.Com 28 —Un avión tiene tres ejes, ¿ves?
Iban carreteando hacia la cabecera de la pista, y le explicaba: —Uno vertical, por el que la nariz del avión va a derecha o a izquierda.
un eje transversal, que va de una punta a la otra, con el cual sube o baja la nariz…
y un eje longitudinal, que es el que va de la hélice a la cola, y por el cual subís un ala y bajás la otra.
Frin trataba de aguantarse, porque la despedida de Alma lo había emocionado.
El avión seguía carreteando tranquilo en dirección de la cabecera, bamboleándose en la pista de tierra.
Frin hizo un movimiento rápido para enjugarse una lágrima sin que lo viera el piloto.
—Mirá, con los pedales controlamos el eje vertical y el transversal…
—Para un viraje hacia la derecha, movés el bastón hacia la derecha, pero también hay que coordinar apretando el pedal derecho, para que el avión se banquee, se dé vuelta…
éste es el velocímetro, mide la velocidad del viento que da de frente, entra por un tubo que se llama pitot, ¿ves?
—Éste da la presión de aceite, y éste es el que mide el banqueo, porque a veces no se ve la tierra y no tenés referencia si estás derecho, torcido, patas arriba o con la cola adelante (se rió de su propio chiste).
Movíó los pedales y el avión empezó a virar hasta quedar enfilado con la pista enfrente.
Frin veía a lo lejos el hangar, el auto del abuelo, y a ellos tres.
El motor sonaba más fuerte: el avión vibraba con toda su fuerza sostenida por los frenos.
—Subimos a dos mil revoluciones (levantó la voz, porque el motor rugía a toda potencia)…
El avión dio un empujón hacia delante, y empezó a carretear, acelerándose cada vez más.
Frin percibíó una extraña sensación cuando las ruedas se despegaron del suelo.
Enseguida pasaron enfrente de Alma y los abuelos, http://donbox.Multiply.Com que agitaban sus brazos.
Pero no alcanzó a contar a cinco y ya estaban muy alto.
El piloto dio un amplio giro, viró hacia la derecha.
Negrito miraba asustado, porque de golpe las cosas desaparecían y volvían a aparecer.
El hangar se veía como una casita de juguete, la columna del humo de las gomas en la ruta, allá adelante.
Enfilaron nuevamente sobre la pista, inclínó suavemente el bastón, y la nariz del avión obedecíó bajando.
Frin sacó el brazo por la ventanilla y pasaron enfrente de ellos.
El piloto ladeó el avión, inclinando y subiendo las alas.
El piloto movíó el bastón hacia él y el avión ascendíó súbitamente, como un carro de la montaña rusa, pero más poderoso y más libre.
Otra vez la columna de humo quedó adelante, y enseguida se perdíó.
(protestaba el piloto mientras golpeaba una brújula que tenía adelante).
Luego comenzó a inclinarlo y aparecía otra vez la pista, justo enfrente.
Empujó el bastón, el avión se inclínó más que la otra vez, picando con fuerza.
(decía el piloto, dándole unos puñetazos al techo de la cabina).
pobre, él no entiende nada, porque vinimos en ómnibus y regresamos en avión…
Negrito, la próxima vez viajamos a Nulda en avión y volvemos en ómnibus así se te endereza todo.
vamos a dar una vuelta, así hacemos tu bautismo de vuelo.
Para que el primer vuelo fuera realmente emocionante le ofrecíó a Frin que probara pilotear un poco.
Frin quería tener el bastón quieto, pero el avión se inclinaba sin hacerle caso.
Como iban apretados en el único asiento de la cabina, el piloto se corríó más y le dijo que pusiera los pies en los pedales, sin sacar los suyos, y sosténía la mano de Frin.
http://donbox.Multiply.Com EPÍLOGO Lo que no sabían, ni Frin, ni el piloto, es que, en el coche que vieron pasar, iban unas personas a negociar con los obreros en huelga.
Todo el país había visto las noticias, y no querían que el escándalo creciera.
Negrito estira la nariz para oler la corriente de aire que se filtra por las ventanillas.
Quizás el Sol sea grande para nosotros, y sólo es un fósforo que se acerca a una cocina como una galaxia;
Si no fuera por el motor, la Tierra arrastraría al avión, y siempre estaríamos en el mismo lugar.
El avión y el motor son como los poemas, que sirven para dejar quietas las palabras, mientras nosotros giramos y nos movemos hasta entenderlas.
los abuelos llevarán a Alma, que también sentirá que está quieta, o que flota, mientras sus papás se acercan;
Y quién sabe qué más sucederá, porque ¿dónde termina lo posible, cuando empezamos a vivir cosas que creíamos imposibles?
El piloto tomó nuevamente el mando del avión, y le dijo que lo había hecho muy bien.
Le iba a decir a sus papás que en las vacaciones quería ir a algún lugar con montañas y mar.
Que aprendería a pilotear aviones, de verdad, no un rato nomás.
Que si Ferraro lo empujaba, se la iba a devolver (es más, ojalá que lo empujara porque ahora tenía ganas de devolvérsela).
y le propondría a la Directora que hicieran una revista de la escuela, con noticias y bromas (podían llamarla Sándwich de tomate, y Lynko encargarse de deportes).
Que volvería a visitar a los abuelos de Alma, y le pediría que le contara de cuando fue luchador;
Que quería pegar http://donbox.Multiply.Com fotos en la pared de su cuarto, y si la pintura se arruinaba, no importa, él la pintaría de nuevo, o no se pintaría nunca más (Cuarto del escritor Frin, pintado por él mismo).
Que le iba a decir a Lynko que podía venir con sus papás a visitarlos a su casa;
El piloto metía una palanca, y el motor del avión se desaceleraba.
y que Lynko, Vera, Fede, Arno y todo el grado, habían ido a recibirlo con unos carteles pintados.