A partir del Siglo XIX, comienzan a escribirse relatos breves que quieren mostrar con humor costumbres locales. Tiene por denominador común la exploración del entorno inmediato del autor, que centra su atención en un hecho o personaje representativo de la idiosincrasia local: puede ser superviviente del pasado, de lo tradicional o producto de las modas. De ahí la creación de estereotipos.
Los autores consideraron a las costumbres esencia del espíritu nacional: “las costumbres de los pueblos son, como las de los individuos, el remedo de su carácter, de su índole, el remedo de sus creencias, el remedo de sus goces, en una palabra, son su manera de ser”.
El costumbrista acompaña y coopera con la formación de la idea de Nacíón durante las primeras décadas del Siglo XIX. Para la recién instituida República, el cuadro de costumbres es un espacio para mirarse y reconocerse como colectivo.
El costumbrismo es el primer intento por llegar a la expresión de lo venezolano. Refleja, sin embargo, una ambigüedad por situarse entre dos tiempos: sus personajes añoran el pasado pero están a favor del progreso. Refleja también el debate entre conservadores y liberales: campo-ciudad; centralismo-federalismo; religiosidad-laicismo.
El costumbrista narra las particularidades de la plebe y el vulgo, grupos a los que no pertenece y a los cuales raramente trata.
Hay gradientes en la crítica costumbrista. Para algunos críticos, como Picón Salas, en el primer costumbrismo venezolano, civilización y razón juzgan al atraso; en el segundo, ciertos aspectos que la razón ilustrada había estigmatizado y calificado como bárbaro, son vistos con otros ojos, menos severos, e incluso son capaces de valorar como extrañezas algunas prácticas de la modernidad. En ocasiones, por ejemplo, la ciudad nueva desea a la ciudad rural.
Hay una revalorización de lo popular que allana el camino al criollismo.
En “Contratiempos de un viajero”, Juan Manuel Cagigal (1803-1853) hace una prédica progresista para señalar todo lo atrasado y primitivo que encuentra en la patria cuando la redescubre después de su experiencia cosmopolita. Entre sus personajes destacan los caracteres del “partidista”, el “matraquero”, etc.
Tanto los costumbristas como los criollistas privilegian el lenguaje oral y tratan de transcribir la venezolanofonía, es decir, un sistema lingüístico peculiar y genuino. El lenguaje es un medio para explicar y contextualizar a los personajes. La inclusión de palabras nativas permitiría trasladar al lector una impresión vívida de la diferencia cultural. El lenguaje crea y dramatiza el ictus cultural.
Las literaturas costumbrista y criollista se proponen expresar la identidad local utilizando como vehículo la lengua de ese lugar. De ahí que el uso del lenguaje se convierta en una afirmación de identidad y de diferencia étnica y nacional.
El criollismo busca representar lo nacional y regional en la literatura;
Pero a diferencia del costumbrismo se aleja de la crítica para enfatizar en los elementos unificadores, como el lenguaje.
Las ficciones criollistas se desarrollan predominantemente en el mundo rural. Son relatos en los que se subraya la compleja y violenta relación entre el hombre y el medio.
El criollismo es una rebelión contra el cosmopolitismo excesivo de los costumbristas y también una respuesta de los intelectuales a la amenaza cultural que implicaba la política expansionista estadounidense.
Son obras que privilegian el lenguaje oral, exaltan lo telúrico, proponen buscar y simbolizar el alma popular, la esencia nacional, el espíritu de la raza. Los personajes tienden a ser arquetípicos, producto de la cultura y el paisaje que habitan.
Algunas definiciones del género de mano de sus autores:
«Existe también hoy una noble impaciencia por apresurar el advenimiento de lo que unos llaman «criollismo» y otros «americanismo», es decir, de la cristalización estética del alma americana y su objetivación por medio del arte. Laudable ideal que es el de casi todos nosotros los hijos del Nuevo Mundo y al que marchamos deliberada o indeliberadamente de años acá.» (Pedro Emilio Coll, 1896).
“El criollismo es la pintura de las costumbres populares con los tipos y el lenguaje del bajo pueblo, lenguaje constelado de provincianismo… salvo extravagancias, disculpables con todo el ardor de la lucha, los criollistas, enemigos de todo lo exótico, tienen razón. Ellos fomentan nuestra literatura del porvenir”. (Rufino Blanco Bombona, 1908)
«Dedico estos cuentos, hechos con nuestras cosas venezolanas de todos los días, a los escritores criollistas de mi patria, en la persona de L. M. Urbaneja Achelpohl, apóstol del criollismo con la doctrina y el ejemplo… Dedico estos cuentos a los criollistas de mi patria porque son ellos los primeros que en América han realizado con una serie de obras importantes y con propósito explícito, voluntario, uniforme y sostenido desde hace veintitrés años, la emancipación definitiva del pensamiento americano… » Rufino Blanco Fombona, Cuentos de poeta, 1900.
“Hoy como ayer venimos a abogar por el arte esencialmente americano…No contemos, pues, con apoyo en nuestra tarea, ni aun con el de los que se ocupan de literatura: que a sus ojos, por la índole misma de nuestra tendencia, hemos de aparecer retrógrados, en estos hermosos días de pleno fanatismo por el ideal cosmopolita.., sólo pedimos usar aquellos términos producto de nuestra vida, sancionados por la costumbre. Inaceptable demanda, según ellos, pues creen al idioma capaz de hacer literatura cuando sólo es un medio… Observación y sinceridad, he aquí nuestro único método…» (Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, 1895).
Hay una revalorización de lo popular que allana el camino al criollismo.
En “Contratiempos de un viajero”, Juan Manuel Cagigal (1803-1853) hace una prédica progresista para señalar todo lo atrasado y primitivo que encuentra en la patria cuando la redescubre después de su experiencia cosmopolita. Entre sus personajes destacan los caracteres del “partidista”, el “matraquero”, etc.
Tanto los costumbristas como los criollistas privilegian el lenguaje oral y tratan de transcribir la venezolanofonía, es decir, un sistema lingüístico peculiar y genuino. El lenguaje es un medio para explicar y contextualizar a los personajes. La inclusión de palabras nativas permitiría trasladar al lector una impresión vívida de la diferencia cultural. El lenguaje crea y dramatiza el ictus cultural.
Las literaturas costumbrista y criollista se proponen expresar la identidad local utilizando como vehículo la lengua de ese lugar. De ahí que el uso del lenguaje se convierta en una afirmación de identidad y de diferencia étnica y nacional.
El criollismo busca representar lo nacional y regional en la literatura; pero a diferencia del costumbrismo se aleja de la crítica para enfatizar en los elementos unificadores, como el lenguaje.
Las ficciones criollistas se desarrollan predominantemente en el mundo rural. Son relatos en los que se subraya la compleja y violenta relación entre el hombre y el medio.
El criollismo es una rebelión contra el cosmopolitismo excesivo de los costumbristas y también una respuesta de los intelectuales a la amenaza cultural que implicaba la política expansionista estadounidense.
Son obras que privilegian el lenguaje oral, exaltan lo telúrico, proponen buscar y simbolizar el alma popular, la esencia nacional, el espíritu de la raza. Los personajes tienden a ser arquetípicos, producto de la cultura y el paisaje que habitan.
Algunas definiciones del género de mano de sus autores:
«Existe también hoy una noble impaciencia por apresurar el advenimiento de lo que unos llaman «criollismo» y otros «americanismo», es decir, de la cristalización estética del alma americana y su objetivación por medio del arte. Laudable ideal que es el de casi todos nosotros los hijos del Nuevo Mundo y al que marchamos deliberada o indeliberadamente de años acá.» (Pedro Emilio Coll, 1896).
“El criollismo es la pintura de las costumbres populares con los tipos y el lenguaje del bajo pueblo, lenguaje constelado de provincianismo… salvo extravagancias, disculpables con todo el ardor de la lucha, los criollistas, enemigos de todo lo exótico, tienen razón. Ellos fomentan nuestra literatura del porvenir”. (Rufino Blanco Bombona, 1908)
«Dedico estos cuentos, hechos con nuestras cosas venezolanas de todos los días, a los escritores criollistas de mi patria, en la persona de L. M. Urbaneja Achelpohl, apóstol del criollismo con la doctrina y el ejemplo… Dedico estos cuentos a los criollistas de mi patria porque son ellos los primeros que en América han realizado con una serie de obras importantes y con propósito explícito, voluntario, uniforme y sostenido desde hace veintitrés años, la emancipación definitiva del pensamiento americano… » Rufino Blanco Fombona, Cuentos de poeta, 1900.
“Hoy como ayer venimos a abogar por el arte esencialmente americano…No contemos, pues, con apoyo en nuestra tarea, ni aun con el de los que se ocupan de literatura: que a sus ojos, por la índole misma de nuestra tendencia, hemos de aparecer retrógrados, en estos hermosos días de pleno fanatismo por el ideal cosmopolita.., sólo pedimos usar aquellos términos producto de nuestra vida, sancionados por la costumbre. Inaceptable demanda, según ellos, pues creen al idioma capaz de hacer literatura cuando sólo es un medio… Observación y sinceridad, he aquí nuestro único método…» (Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, 1895).
«Existe también hoy una noble impaciencia por apresurar el advenimiento de lo que unos llaman «criollismo» y otros «americanismo», es decir, de la cristalización estética del alma americana y su objetivación por medio del arte. Laudable ideal que es el de casi todos nosotros los hijos del Nuevo Mundo y al que marchamos deliberada o indeliberadamente de años acá.» (Pedro Emilio Coll, 1896).
“El criollismo es la pintura de las costumbres populares con los tipos y el lenguaje del bajo pueblo, lenguaje constelado de provincianismo… salvo extravagancias, disculpables con todo el ardor de la lucha, los criollistas, enemigos de todo lo exótico, tienen razón. Ellos fomentan nuestra literatura del porvenir”. (Rufino Blanco Bombona, 1908)
«Dedico estos cuentos, hechos con nuestras cosas venezolanas de todos los días, a los escritores criollistas de mi patria, en la persona de L. M. Urbaneja Achelpohl, apóstol del criollismo con la doctrina y el ejemplo… Dedico estos cuentos a los criollistas de mi patria porque son ellos los primeros que en América han realizado con una serie de obras importantes y con propósito explícito, voluntario, uniforme y sostenido desde hace veintitrés años, la emancipación definitiva del pensamiento americano… » Rufino Blanco Fombona, Cuentos de poeta, 1900.
“Hoy como ayer venimos a abogar por el arte esencialmente americano…No contemos, pues, con apoyo en nuestra tarea, ni aun con el de los que se ocupan de literatura: que a sus ojos, por la índole misma de nuestra tendencia, hemos de aparecer retrógrados, en estos hermosos días de pleno fanatismo por el ideal cosmopolita.., sólo pedimos usar aquellos términos producto de nuestra vida, sancionados por la costumbre. Inaceptable demanda, según ellos, pues creen al idioma capaz de hacer literatura cuando sólo es un medio… Observación y sinceridad, he aquí nuestro único método…» (Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, 1895).
Algunas anotaciones sobre Canaima (1935), de Rómulo Gallegos
En Canaima, al igual que en las Crónicas de Indias, la visión de la selva es trasmitida a través de un forastero que viene en plan de conquista, y el resultado final de esa visión es el de la mirada exógena.
La forma de la regíón, por sus inagotables fuentes de riqueza, atrae a los aventureros que tienen todo y nada que perder.
La naturaleza turba los sentidos y domina la voluntad. En general, se repiten las representaciones duales de admiración y temor. La naturaleza es inhumana, destructora, agresiva y se le confieren poderes singulares: la naturaleza ejerce una atracción hipnótica que siempre reclama regreso.
Ya Humboldt en la introducción a su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente había afirmado: “En el Viejo Mundo son los pueblos y los matices de su civilización lo que dan al cuadro su principal carácter, en el Nuevo, el hombre y sus productos desaparecen, por decirlo así, en medio de una gigantesca y salvaje naturaleza.
La seducción que ejerce la selva sobre los hombres conduce siempre a la muerte. Se trata de una atracción hipnótica que tiende a revelar una fascinación inexplicable.
Canaima, la divinidad maligna, es otra figuración de la naturaleza en su aspecto destructivo.
En esta novela de la selva, que se desarrolla cuatro siglos después de la Conquista, hay claras correspondencias con la visión heredada de las Crónicas de Indias y los libros de viajes, según la cual América es naturaleza y lo natural se concibe en oposición a lo cultural.
En el capítulo “Tempestad”, Gallegos dice de Marcos Vargas: “En el espectáculo imponente que le opónía la selva satánica se encuentra a sí mismo, hombre cósmico, desnudo de historia, reintegrado al paso inicial al borde del abismo creador”.
La aventura de Marcos Vargas consiste en des-civilizarse, en des-andar el progreso, en regresar a las fuerzas oscuras, al Imperio de la emoción primera, al reino del silencio.
El capítulo Ángulos cruzados” contiene la metáfora de Marcos Vargas y el conde Giaffaro, que se ha hundido en la selva para limpiarse el alma.
El volcamiento hacia la selva es una rebelión manifiesta contra la ingenua creencia en el progreso ascendente, propia del Siglo XIX, y contra el optimismo en las virtudes todopoderosas de la civilización occidental y las ciencias objetivas.
La rebelión de Marcos Vargas es una revolución en los modos de pensar y de sentir del hombre, hacia nuevos estados de conciencia, en un plano de relatividad lúcida y de existencialismo trascendente. Marcos Vargas es un hombre que está solo y encadenado a su propia indagación.
Para el crítico Juan Liscano, “la indagación de Marcos Vargas escapa a todo planteamiento político social venezolano, regional. Se trata de un conflicto universal, de una búsqueda ontológica peculiar, pues Marcos Vargas quiere encontrarse perdíéndose, aniquilándose. Procura matar un yo antiguo convencional, para que nazca de esta muerte un yo propio, absoluto”.
Con Canaima, Gallegos destruye la antinomia entre civilización y barbarie y esboza una nueva síntesis en el personaje de Marcos Vargas: el alma nueva se obtiene al sumergirse en el mundo telúrico primordial.
Giaffaro se hundíó en la selva como lo hizo también Aimé Bonpland (compañero de Humboldt), que murió en la selva paraguaya hecho indio y casado con una india; también lo hicieron Rimbaud y Gauguin, y en esta huída hacia la selva la crítica ha visto una crisis frente a los conceptos europeos de civilización y cultura.