El Humanismo
Los pensadores renacentistas rechazaron la cultura de los siglos inmediatamente anteriores a ellos. Desde su punto de vista, la Edad Media constituye un intervalo oscuro entre la Antigüedad grecolatina, que intentaban recuperar y continuar, y el mundo moderno.
Al conjunto de actividades de búsqueda y estudio de los textos clásicos griegos y latinos, y de investigación gramatical y enseñanza de las lenguas correspondientes, se le dio el nombre de Humanismo. Estas actividades se iniciaron en el siglo XIV en Italia, donde las figuras de Dante, Boccaccio y Petrarca (autores literarios tanto en lengua vulgar –en su caso, en italiano- como en latín) tuvieron una importancia fundamental. En los siglos siguientes se fueron difundiendo por toda Europa, y en España se desarrollaron en la fase final del siglo XV y durante todo el XVI.
La admiración por la cultura clásica motivó una gran influencia de los escritores latinos en todas las literaturas nacionales, incluyendo la española. También fueron conocidos e imitados los escritores italianos, a los que se consideraba continuadores del antiguo espíritu de Roma.
En todo este desarrollo cultural desempeñó un papel fundamental la invención de la imprenta, obra del alemán Gutenberg a mediados del siglo XV. Gracias a la imprenta, se pudieron difundir tanto las obras clásicas como las de los nuevos autores renacentistas, en una medida incomparablemente superior a la de la Edad Media, cuando las obras se reproducían a mano, con lo que el número de copias era siempre limitadísimo.
Rasgos formales de la literatura barroca
1
Elaboración y artificiosidad
Se busca la complicación formal, produciéndose una literatura difícil de entender. Se da más importancia a la expresión que al contenido: en ocasiones, el recargamiento de la forma oculta el fondo de las obras. Se intenta asombrar al lector a cada paso, por medio del ingenio o la erudición, más que transmitirle un mensaje claro.
2
Contraste
Hay una marcada tendencia a establecer contraposiciones entre elementos antitéticos. De forma análoga a lo que ocurre con la técnica del claroscuro en la pintura, muchas obras literarias están basadas en la oposición violenta entre componentes de hermosura, luminosidad, elegancia o bondad y otros componentes de fealdad, oscuridad, deformidad o maldad.
3
Sensorialidad
Los artistas barrocos muestran todo aquello que puede producir un vivo efecto sobre los sentidos del espectador o del lector. Los efectos del paso del tiempo, por ejemplo, se exhiben de una manera plástica, acumulando imágenes asociadas a la vejez, la decrepitud, la corrupción, la destrucción y la muerte. En este mismo sentido, son también característicos del estilo barroco procedimientos como la alegoría y las personificaciones de conceptos y sentimientos.
4
Exageración
A menudo, los temas son presentados en la literatura barroca de una manera hiperbólica, desmesurada. Los elementos bellos y nobles son idealizados, intensificándose su belleza y bondad, mientras que los aspectos feos o defectuosos de la realidad se ven sometidos a una deformación grotesca.
Culteranismo y conceptismo
En la literatura española del siglo XVII se distinguen dos estilos:
Culteranismo y conceptismo
Ambos tienen en común la dificultad y artificiosidad típicos del Barroco, pero se diferencian en su intencionalidad y en su selección de los temas y recursos estilísticos.
A)
Culteranismo
Este nombre fue inventado por los enemigos de esta tendencia, por analogía con el término luteranismo, ya que la consideraban una especie de “herejía” literaria. También es conocido este estilo como gongorismo, por ser el cordobés Luis de Góngora y Argote (1561-1627) su principal figura.
En esta corriente destaca el predominio absoluto de la forma, siempre recargada y artificiosa, sobre el contenido. Los autores se apartan por todos los medios (léxicos, sintácticos, retóricos) de la lengua común, lo que dificulta la comprensión de las obras. Los rasgos esenciales de este estilo son:
– léxico muy culto, con numerosos latinismos;
– sintaxis complicada por el uso reiterado del hipérbaton, a veces muy violento, y por el uso de construcciones impropias de la lengua castellana;
– gran abundancia de figuras retóricas, especialmente de imágenes poéticas como las metáforas, símiles y perífrasis;
– continuas alusiones a la mitología, la historia y la cultura clásicas, sin cuyo conocimiento resulta imposible comprender estas obras.
El culteranismo se manifiesta fundamentalmente en obras en verso, especialmente en extensos poemas de temática mitológica. Las más representativas son las Soledades y la Fábula de Polifemo y Galatea, ambas de Góngora. También pertenecen a esta corriente, por ejemplo, la Fábula de Faetón, de Juan de Tassis, conde de Villamediana (1582-1622), o los poemas La Filomena y La Circe, de Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635).
B)
Conceptismo
Esta corriente se basa en el recurso constante a la agudeza y el ingenio, en el juego intelectual con las palabras y los conceptos. Su ideal consiste en cargar las expresiones de múltiples sentidos y alusiones. Para ello recurren ante todo a figuras como la paronomasia, el políptoton, la antítesis, la ironía, la paradoja o la dilogía. Los autores más destacados dentro de este estilo son Baltasar Gracián (1601-1658) y, sobre todo, Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), si bien otros muchos, entre ellos el propio Góngora, escribieron poemas en este estilo.
El conceptismo se da tanto en obras en prosa como en verso. Muchos de los poemas conceptistas son de tema satírico o burlesco. Quevedo escribió centenares de poemas de este tipo, muchos de los cuales destacan por su tono hiriente y su lenguaje soez. Bastantes de ellos están escritos en germanía, la jerga de los delincuentes de la época.
Además, numerosas obras en prosa, bien de carácter burlesco, bien de contenido moral y filosófico, pertenecen a esta corriente. Algunos ejemplos notables son La hora de todos y los Sueños, de Quevedo, El diablo cojuelo, de Luis Vélez de Guevara (1579-1644), y El criticón, de Gracián, largo relato alegórico donde se censuran tanto los vicios individuales como los males de la sociedad.
La prosa castellana antes de Alfonso X
El uso literario de la prosa medieval en castellano se impuso con dificultades, debido a tres causas fundamentales:
– el mayor prestigio literario del verso;
– la necesidad de establecer unas normas específicas que diferenciaran la lengua literaria de la lengua coloquial;
– la presencia del latín que, pese a haber desaparecido como lengua viva hacía siglos, seguía siendo considerado el instrumento adecuado para transmitir conocimientos religiosos, científicos, históricos, jurídicos y literarios.
Por todo ello, las primeras muestras que nos han llegado de prosa literaria en castellano son algo tardías. Antes del reinado de Alfonso X, sólo conocemos algunas breves obras históricas (como las Corónicas navarras o el Liber regum, probablemente de fines del siglo XII, obras escritas en navarro-aragonés) y geográficas (como la Semejança del mundo, obra castellana del primer cuarto del siglo XIII, o La fazienda de Ultramar, obra de datación discutida, que combina informaciones bíblicas y geográficas), así como ciertos ejemplos de prosa religiosa y didáctica, y algunas colecciones de cuentos, generalmente traducidos del árabe (si bien, en última instancia, gran parte de los cuentos procede de la India, a través de Persia). Entre los libros de cuentos de este periodo hay que destacar el Libro de Calila e Dimna y el Sendebar o Libro de los engaños e asayamientos de las mugeres, colección caracterizada por su misoginia.
Alfonso X el Sabio
En el reinado de Alfonso X (1.254-1.284) hubo un gran desarrollo de la cultura castellana en general y de la prosa en particular.
Las obras eran encargadas por el rey a un equipo de colaboradores, los cuales normalmente traducían y adaptaban obras hebreas, árabes y latinas. Pero el propio rey intervenía personalmente en la supervisión lingüística y estilística de las versiones definitivas de las obras.
Esta labor cultural fue muy importante, pues permitió a los pueblos cristianos europeos recoger los conocimientos científicos de los árabes y judíos. Esta tarea había empezado ya en el siglo XII en la “Escuela de traductores” de Toledo, pero éstos traducían las obra árabes y hebreas al latín, mientras que el equipo de Alfonso X las traducía al castellano.
Entre las obras de Alfonso X destacan las siguientes:
– Obras históricas: Estoria de España y General estoria (historia universal).
– Obras jurídicas: Las siete partidas.
– Obras científicas: Libros del saber de astronomía, Lapidario (tratado sobre las propiedades de las piedras).
– Obras de entretenimiento: Libro de ajedrez, dados y tablas.
– Obra lírica: fue escrita personalmente por el rey Alfonso en gallego-portugués. Aparte de algunos poemas amorosos y satíricos, escribió numerosas Cantigas a Santa María.
CELESTINA_Argumento
Calisto es un joven noble que representa, por su forma de hablar y por sus actitudes, el mundo idealizado del amor cortés. Está locamente enamorado de Melibea, la cual le rechaza. Siguiendo los consejos de su criado Sempronio, Calisto recurre a la ayuda de la vieja Celestina, bruja y alcahueta. De este modo, Calisto rompe los preceptos del amor cortés.
Celestina, utilizando su astucia y sus artes de hechicera, consigue que Melibea acepte verse con Calisto. Además, Celestina consigue vencer la resistencia inicial de Pármeno, un joven y honesto criado de Calisto, contando para ello con la colaboración de la prostituta Areúsa, protegida de la vieja.
Calisto se encuentra con Melibea en secreto, y recompensa a Celestina por sus servicios. Sempronio y Pármeno acuden a casa de Celestina para reclamar su parte en la recompensa, pero la vieja se resiste. Los criados la matan, pero al intentar huir resultan gravemente heridos, y son finalmente ejecutados.
Calisto y Melibea mantienen relaciones durante una temporada, pero Elicia y Areúsa, amantes de Sempronio y Pármeno y protegidas de Celestina, planean la venganza por sus muertes. Para ello recurren al rufián Centurio, el cual envía a Trasio el cojo para que, cuando estén juntos por la noche los enamorados en el jardín de Melibea, haga huir a Calisto.
En efecto, estando con Melibea, Calisto oye ruidos y acude a ver qué ocurre; entonces cae de la escalera que utilizaba para saltar el muro del jardín y muere.
Melibea se ve incapaz de vivir sin su amante y se suicida ante su propio padre, Pleberio. La obra termina con un desesperado monólogo de Pleberio, en el que se refleja el pesimismo del autor: la vida humana carece de sentido, pues está dominada por impulsos y pasiones, como el amor, que son irresistibles, pero que al mismo tiempo conducen al hombre a un desastre inevitable.
La comedia española del Siglo de Oro
En la Edad Media el teatro tuvo, aparentemente, un escaso cultivo en España. Hasta finales del siglo XV no surgen escritores dramáticos importantes, como Juan del Encina o Lucas Fernández. Según fue avanzando el siglo XVI, el teatro fue desarrollándose en distintos ambientes sociales (religioso, cortesano, estudiantil y popular).
Al ir creciendo la afición al teatro, fueron apareciendo en las ciudades locales estables para las representaciones: así surgieron los llamados corrales de comedias, patios descubiertos en los que se había levantado un tablado.
Fue Lope de Vega quien, basándose en elementos ideados por otros autores anteriores, así como en su gran intuición para captar los gustos del público, dio forma a la comedia española a finales del siglo XVI. Sus principales características son:
– Ruptura de las unidades de acción, lugar y tiempo: Las normas del teatro clásico, que procuraba seguir los modelos griegos y latinos, establecían que en la obra se desarrollara una sola acción, y que ésta se llevara a cabo en un solo lugar y en un plazo no superior a un día. Lope no siguió estas normas, pues comprendía que dificultaban la amenidad de las obras.
– Mezcla de elementos trágicos y cómicos: También en este sentido se oponía Lope a la preceptiva clásica, que establecía una tajante distinción entre la tragedia y la comedia.
– División de la comedia en tres actos o jornadas: Anteriormente las obras solían constar de cinco actos. La división de Lope se acomoda de forma más natural a la división de la trama en planteamiento, nudo y desenlace.
– Justicia poética: A lo largo de las obras se van acumulando intrigas y dificultades para los personajes. Sin embargo, esas dificultades se superan, llegándose a un final feliz en el que los personajes obtienen la justicia merecida.
– Utilización del verso como única forma de expresión. El verso predominante es el octosílabo, a menudo combinado en forma de redondillas (abba). Se tendía a utilizar un tipo determinado de estrofa para cada situación dramática (por ejemplo, el romance para narrar acontecimientos que han sucedido fuera de la escena, el soneto para cuando un personaje está esperando a otro, etc.).
– Inclusión de elementos líricos: Son frecuentes los poemas, canciones y bailes que, aunque interrumpen la acción, dan mayor amenidad a las obras y convierten las representaciones en espectáculos integrales.
– Creación de una serie de personajes característicos: Personajes como el galán, la dama, el gracioso, etc. se repiten en numerosas ocasiones y son fácilmente identificables por el público. Más que personajes dotados de una personalidad diferenciada y una psicología individual, son tipos constantes que actúan de un modo previsible.
El propio Lope de Vega, aparte de exponer sus puntos de vista sobre el teatro en su tratado en verso Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, escribió centenares de obras basándose en esos principios. Entre otras muchas, pueden destacarse Fuente Ovejuna, El caballero de Olmedo, Peribáñez y el comendador de Ocaña, La dama boba o El castigo sin venganza.
La fórmula de Lope la siguió también Pedro Antonio Calderón de la Barca (1600-1681), aunque en general sus obras dramáticas se caracterizan por una mayor profundidad intelectual y complejidad dramática. Entre sus obras más célebres, cabe mencionar El alcalde de Zalamea y La vida es sueño.
Otros muchos autores se sitúan en la estela de Lope o de Calderón. Entre ellos destacan Tirso de Molina (pseudónimo de Gabriel Téllez, 1579-1648), con obras como El burlador de Sevilla o El condenado por desconfiado, y Juan Ruiz de Alarcón (1581-1639), autor de La verdad sospechosa.
La novela picaresca
A)
El
Lazarillo de Tormes, precedente del género:
En 1544 apareció La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, de autor desconocido (se han propuesto diversos nombres de escritores de la época como posibles autores del Lazarillo; entre ellos, se ha planteado con especial insistencia en los últimos años el del conocido erasmista Alfonso de Valdés). Se trata de una obra fundamental en el proceso de formación de la novela europea. Su importancia no se debe a la originalidad de los contenidos, a las anécdotas relatadas (muchas de ellas tomadas de la tradición folclórica), sino a la estructura general de la obra, a la forma en que se organizan y presentan esos contenidos.
Por primera vez en la narrativa europea, el protagonista es un individuo de muy baja condición social que va construyendo su vida en lucha contra la adversidad. No hay en la obra sentimientos convencionales y situaciones idealizadas, como sucede en las llamadas novelas pastoriles, ni proezas fantásticas, como en los libros de caballerías.
En esta clase de obras, el carácter del protagonista estaba ya formado al comenzar sus aventuras. Esto no sucede en el Lazarillo: aquí lo vamos siguiendo desde la niñez hasta la edad adulta, y en cada momento se comporta según lo que la vida le ha enseñado hasta entonces. Es la historia de un proceso de aprendizaje, el relato de una vida que va haciéndose. En ese sentido, y a pesar de su brevedad, se puede considerar la primera novela europea moderna.
B)
El género picaresco
El Lazarillo fue el modelo en el que se inspiró la novela picaresca.
A pesar de que en la obra a Lázaro nunca le llaman “pícaro”, y de que sus fechorías son relativamente moderadas en comparación con las de los pícaros propiamente dichos, éstos no hacen más que acentuar lo que ya se esbozaba en el Lazarillo: el pícaro será un personaje sin un oficio estable, entre cuyas actividades están las de servir, mendigar y robar, que carece de conciencia moral y procura vivir a costa de los demás, pero que es a menudo víctima de sus propias tretas.
El género picaresco se formó cuando, inspirándose en el esquema del Lazarillo, el escritor Mateo Alemán (1547-c.1615) publicó en dos partes (1599 y 1605) la Vida del pícaro Guzmán de Alfarache. Esta extensa obra se caracteriza porque en ella los episodios narrativos van alternando con frecuentes reflexiones morales, marcadas por el pesimismo típicamente barroco.
Otras novelas picarescas importantes son:
• La pícara Justina (1605), de Francisco López de Úbeda;
• La vida del escudero Marcos de Obregón (1618), de Vicente Espinel;
• Vida del Buscón llamado don Pablos (1626), de Francisco de Quevedo;
• Alonso, mozo de muchos amos, o El donado hablador (1626), de Jerónimo Alcalá;
• La vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor (1646), obra anónima.
Estas novelas adoptaron buena parte de los rasgos estructurales del Lazarillo, como son:
– El protagonista narra su propia vida de forma autobiográfica, en primera persona.
– Es hijo de padres sin honra.
– Utiliza medios ingeniosos, más que violentos, para realizar sus delitos (hurtos, fraudes, etc.).
– Intenta ascender socialmente, pero no logra salir de su estado miserable y deshonroso.
– Recorre diferentes regiones o países, al servicio de distintos amos y empresas.
– La mayor parte de sus aventuras tienen lugar en un marco urbano.
– Narra episodios realistas, evitándose lo fantástico, aunque no falta la exageración barroca.