UNIDAD 10. EL TEATRO
El género dramático.
Los primeros textos dramáticos datan del siglo VI a. C. y pertenecen al subgénero de la tragedia. El texto dramático es una parte de la obra dramática en sí. Por lo tanto, es en la representación donde este texto adquiere su sentido completo.
La base del fenómeno teatral es el texto; en él se presenta una acción que avanza mediante los diálogos y las acciones de los personajes.
Algunos rasgos del género dramático son:
– Inseparabilidad del texto y la representación. El texto se escribe con la intención de ser representado.
– Plurimedialidad del drama, ya que en la representación aparecen varios códigos tanto verbales como no verbales:
-Colectividad de producción y recepción. Tanto el emisor como el receptor son colectivos.
– Doble sistema de comunicación: los personajes se comunican entre ellos dentro de la obra, simultáneamente, la obra se va narrando al público.
– Diálogo dramático, la obra se va contando a través del diálogo entre los personajes.
– Ficción del drama y de la representación. Esto supone que los actores actúan como si de verdad fueran las personas a las que representan.
– Autarquía del drama (dominio del drama). Los actores actúan como si nadie les hubiera dictado lo que deben decir y como si no existiera el público.
-Las unidades de estructura del texto dramático son, básicamente, los actos (que corresponden a núcleos temáticos de acción) y las escenas (unidades menores originadas por las entradas y salidas de los personajes). Además de esto, en cualquier texto dramático podemos distinguir dos partes diferenciadas: el diálogo en sí mismo, y las acotaciones.
En las acotaciones se recogen recomendaciones de cualquier índole realizadas por el autor del texto y referidas a elementos no lingüísticos como los gestos y la postura de los personajes…
Los textos dramáticos pueden formularse tanto en verso como en prosa, o incluso combinar ambos procedimientos.
Los géneros dramáticos se dividen en,
SUBGÉNEROS MAYORES
Tragedia. Protagonizada por personajes de elevada condición que se enfrentan a un destino trágico (fatum) del cual no pueden escapar. El héroe sale dignificado por su hazaña, pero suele acabar con su vida o la de alguno de sus seres queridos o con una gran tragedia. Según Aristóteles, la tragedia producía la catarsis (la elevación del alma) en sus espectadores.
Comedia. Obra de tono amable, asunto ligero y final feliz que está protagonizada por personajes normales.
Tragicomedia (drama a partir del siglo XVII). Presenta, de forma simultánea, características de la tragedia y la comedia.
SUBGÉNEROS MENORES:
Entremés o paso. Pieza breve de carácter cómico y personajes populares que se representaba en los descansos de las comedias de los siglos XVI y XVII.
Sainete. Pieza breve y cómica que se puede representar de manera independiente, contiene una crítica social en clave humorística.
EL TEATRO DEL SIGLO XX (HASTA 1939)
A principios del siglo XX, la afición al teatro en España es muy grande. El más abundante es el dirigido a un público de extracción popular, dominando la escena el género chico que, poco a poco, va agotando sus recursos y se va fragmentando en múltiples fórmulas comerciales: parodias de óperas y zarzuelas, revistas, variedades, etc.
En el teatro más puramente literario, o género grande, la alta comedia del XIX deriva en la comedia burguesa o de salón. La figura más representativa de este momento es Jacinto Benavente (1866-1954), vinculado a la estética simbolista. De su amplia producción podemos destacar Los intereses creados (1907), Señora ama (1908) y La malquerida (1913). En 1922 recibe el Premio Nobel.
También en esta época triunfa un teatro histórico, en verso, que reivindica una vuelta a la tradición teatral española, inspirado en las comedias barrocas1 y en los dramas románticos; su mayor representante es Eduardo Marquina (1879-1946), autor, entre otras obras, de Las hijas del Cid (1908) y En Flandes se ha puesto el sol (1908).
En la segunda década del siglo, el teatro comercial continúa nutriéndose de las comedias de salón de Benavente y sus sucesores; también es muy popular el teatro cómico, cuya figura más destacada es Carlos Arniches (1866-1943), autor de sainetes de ambiente madrileño. Otros dramaturgos cómicos son los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, y Pedro Muñoz Seca, autor de La venganza de don Mendo. Como en la década anterior, se producen intentos, aunque poco exitosos, de renovar el teatro español. En esta línea destaca la obra de Jacinto Grau (1877-1958).
El teatro comercial a finales de los años veinte y durante la Segunda República no difiere en gran medida del de las décadas anteriores. Se orienta a atraer a un público sin inquietudes estéticas ni intelectuales, como denunciaron los dos dramaturgos más importantes de la época: Valle-Inclán y García Lorca. Otros destacados autores, como Alberti2, Salinas3 o Miguel Hernández4, hicieron algunas tentativas teatrales. Son también dramaturgos relevantes de la época Max Aub y Alejandro Casona.
Max Aub, además de su narrativa, escribe numerosas obras teatrales, de tendencia vanguardista, que no conocieron el éxito en escena por el uso de símbolos y recursos vanguardistas.
Alejandro Casona fue un importante dramaturgo de los años de la República. Su carrera se consagró con La sirena varada (Premio Lope de Vega, 1934). Al estallar la Guerra Civil, se exilió de España continuando su producción teatral.
Como ya hemos indicado, en los teatros comerciales se siguen representando comedias de salón, teatro histórico en verso, obras cómicas… De una amplia producción podemos resaltar las de Jardiel Poncela (Cuatro corazones con freno y marcha atrás, 1934).
La Guerra Civil supuso la interrupción de la producción teatral, aunque en las grandes ciudades de la zona republicana continuaron representándose con cierta normalidad los mismos espectáculos de años anteriores, en general de baja calidad. Desde instancias oficiales se promovió un teatro al servicio de la causa republicana con la colaboración de destacadas figuras, como Alberti, Altolaguirre, Machado, etc. Asimismo se impulsó la creación de grupos teatrales itinerantes: Guerrillas del Teatro, Teatro para el frente, etc. En la España nacionalista la actividad teatral fue mucho menor.
EL TEATRO DESDE 1940 HASTA NUESTROS DÍAS
El teatro del exilio: En los países americanos sobretodo, prosigue la actividad dramática de los exiliados españoles ligados al mundo del teatro. En Buenos Aires se estrenaron obras tan importantes como El adefesio, de Alberti, o La casa de Bernarda Alba, de Lorca. También en esta ciudad residió Alejandro Casona durante veinte años y allí compuso numerosas piezas dramáticas, entre otras La dama del alba y Los árboles mueren de pie. Otro importante dramaturgo, José Ricardo Morales, desarrolla la práctica totalidad de su obra en su exilio de Chile.
En España, tras la Guerra Civil, el teatro muestra también la miseria cultural del país por esos años. Pese a la general pobreza de medios, se aprovecha la tradición teatral como vehículo de propaganda ideológica o como simple evasión. Así pues, en el teatro durante los años cuarenta encontramos:
El teatro militante falangista o nacional-católico (José Mª Pemán, Joaquín Calvo Sotelo).
La comedia burguesa en la línea de Jacinto Benavente.
Teatro de humor (Enrique Jardiel Poncela: Eloísa está debajo de un almendro, 1940; Los ladrones somos gente honrada, 1941).
1 En el Barroco se denomina comedia a todo tipo de obra dramática.
2 El teatro tiene un importante lugar en su producción literaria. Entre sus obras destacamos El adefesio (1944) y Noche de guerra en el Museo del Prado (1956).
3 Escribió catorce obras teatrales, posteriores a 1936.
4 Escribió cuatro obras teatrales largas, tres de ellas en verso, y cuatro piezas breves con el título general de Teatro de guerra (1937).
También fueron frecuentes las zarzuelas, los espectáculos de variedades y las manifestaciones de tipo folclórico.
En la década de los cincuenta, el teatro comercial continúa la línea de la década anterior, si bien en las carteleras dominaban las salas de cine; ambos espectáculos estaban sometidos a una fuerte censura. Sin embargo, va surgiendo otro público, más crítico, especialmente en los ámbitos universitarios, en cuyo entorno se estrenan piezas de talante crítico que duran poco en escena. En este panorama surgen dos posturas: el posibilismo (Antonio Buero Vallejo), que pretende atenuar su crítica o mostrarla mediante alusiones con tal de conseguir que sus obras se representen y el imposibilismo (Alfonso Sastre), que pretende expresarse con toda libertad, con el riesgo que conlleva la acción de la censura. A pesar de las diferencias entre ambas posturas, se pueden agrupar bajo la denominación común de teatro social-realista; esta línea también se hace extensiva a ciertas producciones cinematográficas (Bienvenido, Mr. Marshall, de Luis García Berlanga; Muerte de un ciclista, de J.A. Bardem). En efecto, hay una coincidencia temática: la injusticia social, la explotación del trabajador, las precarias condiciones de vida de obreros y empleados, el egoísmo de los poderosos, etc. El lenguaje de estas obras es directo, sin eufemismos, a veces con fórmulas coloquiales.
Otros dramaturgos de este teatro social-realista son Laura Olmo, José Martín Recuerda, Carlos Muñiz, etc.
No obstante, no es este teatro crítico el más habitual en las salas españolas en los cincuenta y sesenta, sino el teatro de consumo. El autor más prolífico de la escena de esta época es Alfonso Paso, creador de más de un centenar de comedias de intriga fácil e ideología reaccionaria.
El caso de Miguel Mihura (1906-1977) resulta revelador de las limitaciones del teatro comercial español durante el siglo XX. Su primera y espléndida comedia, Tres sombreros de copa (1932), no fue representada hasta veinte años después, pese a los intentos de su autor.
En los últimos lustros del franquismo, el teatro comercial sigue dominado por las comedias melodramáticas de intriga o de humor de autores como Paso o Mihura, y otros como Jaime de Armiñán y Ana Diosdado. En 1963 estrena Antonio Gala su primera comedia, Los verdes campos del Edén, con gran éxito. Durante los años setenta goza del favor del público con obras como Anillos para una dama, y ¿Por qué corres, Ulises? Posteriormente, representa nuevas obras con éxito comercial, pero no siempre de crítica. Sus obras se caracterizan por su tono poético, con un lenguaje cuidado y preciosista.
El teatro realista de intención social se encuentra todavía con muchas dificultades de representación debido a la acción de la censura y a los gustos del público. A su vez, surge un grupo de escritores que manifiestan un deseo de experimentación formal y de encontrar cauces dramáticos diferentes, y se reclaman autores de un nuevo teatro. Estos novísimos dramaturgos (teatro experimental) se oponen a la estética realista. Aunque en sus obras también se encuentra la crítica social y también chocaron con la censura, este teatro experimental considera el teatro como un espectáculo en el que el texto literario es un ingrediente más y no el elemento central de la representación.
La nómina de los nuevos dramaturgos es muy extensa. El más importante, y de mayor proyección, es Francisco Nieva; sus obras no se representaron regularmente hasta después de la muerte de Franco.
Peculiar es el teatro de Fernando Arrabal (Pic-nic, 1952; El triciclo, 1953). Sus creaciones posteriores se encuadran dentro del llamado teatro pánico (teatro total) que exalta la libertad creadora y persigue la provocación y el escándalo del espectador.
También en estos años tiene lugar el fenómeno del teatro independiente, en el que se engloban numerosas agrupaciones, algunas de notable repercusión, como Los Goliardos y Tábano (Madrid); Els Joglars y Els Comediants (Barcelona); Esperpento y La Cuadra (Sevilla); Akelarre (Bilbao)…
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Finalizada la dictadura y eliminada la censura, fueron accediendo a las carteleras algunas obras de autores del exilio y otras prohibidas años atrás por la censura. También llegaron a los escenarios obras de Valle-Inclán, García Lorca y autores extranjeros que se habían representado con dificultad en la dictadura. No obstante, a partir de estos años comienza la crisis del teatro español, ya que deja de ser el espectáculo por excelencia, como lo fue en siglos pasados, y sufre la competencia de la televisión, el cine, espectáculos deportivos, etc.
Un importante fenómeno del teatro español a partir de 1975 ha sido el desarrollo de instituciones teatrales dependientes de instancias oficiales, como el Centro Dramático Nacional y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Numerosos grupos de teatro independiente desparecen, aunque algunos perviven con éxito: Els Joglars, La Cuadra, El Comediants, Dagoll-Dagom, La Fura del Baus, La Cubana…
El más importante de los dramaturgos experimentales de la segunda mitad de siglo es Francisco Nieva. En su teatro, decididamente antirrealista, cobran gran importancia elementos como la escenografía, el vestuario, el maquillaje, las luces, los sonidos, etc.
Otros significativos autores teatrales de los años ochenta y noventa son: José Sanchis Sinisterra (Lope de Aguirre, traidor), José Luis de los Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro), Fermín Cabal (Tú estás loco, Briones), Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano) etc.
En nuestros días, no hay novedades significativas, salvo que el teatro se revaloriza y se produce un auge del musical: Mamma mía, Hoy no me puedo levantar… Hay dos líneas diferenciadas, la realista (teatro asunto) y la vanguardista (teatro imagen). Los neorrealistas proceden del teatro independiente y ambientan sus obras tanto en la actualidad como en otras épocas, con autores como los ya citados José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!, ambientada en la guerra civil y en la que dos comediantes republicanos tratan de sobrevivir en zona nacional) y José Luís de los Santos. Las últimas promociones también recrean el pasado: Fermín Caballero en su obra En la roca, 2009, muestra a dos espías que intentan matar a Franco. Otros ejemplos de obras dramáticas en los últimos años son los siguientes: La paz perpetua, de Juan Mayorga, 2008; La paz perpetua, Antonio Álamo, 2009.