6.3. La narrativa hispanoamericana: el realismo mágico
La novela hispanoamericana o latinoamericana es, en conjunto, la narrativa más poderosa del siglo XX. La gran extensión de Hispanoamérica influye en la diversidad de corrientes y obras literarias, aunque la denominación de narrativa hispanoamericana hace referencia a los relatos de una serie de naciones que comparten ciertos rasgos continentales comunes. En este tema tendremos en cuenta especialmente las aportaciones más destacadas de la renovación narrativa del realismo mágico (también llamado lo real maravilloso
), que empieza a desarrollarse a mediados de los años cuarenta.
En los años cuarenta del siglo XX Hispanoamérica vive un desarrollo urbano. La vida cultural se enriquece con la llegada de muchos intelectuales españoles republicanos o europeos exiliados.
En el terreno literario, a partir de 1940 se observa un agotamiento de la novela realista; además, los temas se elaboran ahora con procedimientos distintos. Entre los temas nuevos que aparecen hay que señalar el predominio de lo urbano (frente al interés por los ambientes rurales de la narrativa anterior), los problemas humanos o existenciales (y no solo los sociales o políticos), y el componente fantástico.
Para Alejo Carpentier el realismo es insuficiente para reflejar la realidad sudamericana, muy distinta a la europea, y hablará ya en esos años de lo real maravilloso.
Esta ruptura con la técnica realista no supone un alejamiento de la realidad, sino una voluntad de abordarla desde ángulos más ricos, más reveladores y más válidos estéticamente. A partir de este momento, realidad y fantasía se presentarán unidas en la novela.
El realismo mágico consiste, por tanto, en la superación del realismo entendido al modo de la novela europea. Los narradores latinoamericanos no se limitan a reproducir y criticar la cruda realidad de su continente, sino que la interpretan, además, en clave poética. Las principales características del realismo mágico son: la presentación de una realidad compleja, en la que confluyen los problemas personales y sociales con el mito y la naturaleza; la proyección sobre un fondo real de elementos fabulosos, como si fueran un constituyente más de esa realidad, de manera que lo extraño quede integrado en lo cotidiano y habitual; y la utilización de las más modernas técnicas narrativas y un lenguaje muy elaborado, con distintos registros, alteraciones sintácticas y léxicas…
En los aspectos formales se nota una marcada preocupación estilística.
Los escritores recurren a las modernas técnicas narrativas y a las innovaciones formales aportadas por los grandes novelistas europeos y norteamericanos (Kafka, Joyce, Faulkner…); así, se experimenta con la ruptura del argumento lineal, con narradores múltiples y distintos puntos de vista, con el contrapunto, el estilo indirecto libre, el monólogo interior, etc. No obstante, esta preocupación estética no supone que el escritor renuncie a los propósitos testimoniales o de denuncia; al contrario, proclaman ideas sociales y políticas muy avanzadas. Pero como ha dicho Julio Cortázar: “El primer deber del escritor revolucionario es ser revolucionario como escritor. Es decir, romper con los moldes expresivos heredados y proponer un arte nuevo”.
Otros aspectos destacados de esta nueva narrativa hispanoamericana son: la humanización, pues se ocupan de cuestiones ligadas a la naturaleza humana, como los problemas existenciales o sociales, los sueños, etc.; la asimilación de elementos irracionales, misteriosos y oníricos procedentes del surrealismo, como premoniciones, supersticiones, etc.
En la renovación de la narrativa hispanoamericana (o latinoamericana) pueden distinguirse dos periodos o generaciones: la de los años cuarenta y la de los sesenta, que con el tiempo acabarán fundiéndose.
En la década de los años cuarenta los autores más destacados comparten ciertos rasgos, como la erudición, la imaginación y la concisión en el lenguaje.
El argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) es un escritor de extraordinaria cultura y autor de excelentes ensayos y poemas, pero sobresale especialmente por sus libros de relatos, entre lo fantástico y lo intelectual, con una temática de carácter filosófico y existencial sobre la realidad que se confunde con la ficción: el destino, la identidad, el tiempo, la inmortalidad, etc. son sus temas más recurrentes. Sus obras principales son colecciones de relatos como Ficciones (1944) y El Aleph (1949).
El mexicano Juan Rulfo (1918-1986) está considerado uno de los mejores narradores del siglo XX por su maestría en la utilización de las técnicas narrativas y por su acertada combinación de lo fantástico y lo real. Su única novela es Pedro Páramo (1955), que narra la historia Juan Preciado, hijo bastardo de Pedro Páramo, que regresa al pueblo de su padre para cumplir los deseos de su madre, recientemente fallecida. Pero se encuentra que Comala es un pueblo habitado por fantasmas. En la novela se mezcla la voz en primera persona de Juan Preciado con la narración omnisciente de Pedro Páramo en forma de monólogo interior. Rulfo también es autor de una colección de relatos bajo el título de El llano en llamas.
También merecen ser citados el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel en 1967, autor de El señor presidente (1946), sobre un dictador despótico y esperpéntico, figura muy habitual en la política y la narrativa hispanoamericana, y el cubano Alejo Carpentier, que escribió las novelas El reino de este mundo (1949) y El siglo de las luces (1962), caracterizadas por un estilo barroco y de gran complejidad narrativa.
En los años sesenta se produce el boom de la narrativa hispanoamericana, cuando gracias a una buena labor editorial la obra de una serie de novelistas se distribuye por todo el mundo, con un gran éxito de crítica y de público. La publicación de novelas como La ciudad y los perros (1962), de Mario Vargas Llosa, o Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez, produjo un gran impacto en los países hispanohablantes. Este boom hizo que se centrara la atención sobre la narrativa hispanoamericana y se asentara un nuevo estilo de novela que muestra la realidad social de América Latina. También se consolidan la ampliación de temas, la integración de lo real y lo fantástico, la renovación de las técnicas narrativas y la experimentación con el lenguaje.
Entre los novelistas más destacados se encuentran los argentinos Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Adolfo Bioy Casares; el colombiano Gabriel García Márquez; el mexicano Carlos Fuentes; el cubano Guillermo Cabrera Infante; el peruano Mario Vargas Llosa; el uruguayo Juan Carlos Onetti; el chileno José Donoso, etc. Algunos de ellos han conseguido un gran reconocimiento internacional, como García Márquez, Premio Nobel 1982, y Vargas Llosa, Premio Nobel 2010; muchos han recibido el Premio Cervantes de las letras españolas.
Julio Cortázar (1916-1984) es autor de Rayuela (1963), una de las obras centrales del boom por su complejidad y espíritu renovador. Los capítulos pueden ser leídos en distintos órdenes, lo que puede dar lugar a novelas distintas; con esto, además del componente innovador y lúdico, Cortázar pretende expresar el azar y el caos de nuestra vida, y también las complejas relaciones entre el artista y su obra. Cortázar también escribió muchos cuentos, en los que con gran habilidad pasa de lo cotidiano a lo fantástico e insólito.
Ernesto Sábato (1911-2011) abandonó su brillante carrera de físico atómico para dedicarse a la literatura. Es autor de El túnel (1948) y Sobre héroes y tumbas (1961); en las que trata graves problemas existenciales. En la segunda relata una tremenda historia de amor y soledad que revela la maldad del mundo; alguno de sus episodios es kafkiano y surrealista.
El mexicano Carlos Fuentes (1928) se consagró con La muerte de Artemio Cruz (1962), que presenta los recuerdos de un dirigente político corrupto que agoniza, y reconstruye la historia reciente de México y las costumbres de la clases media y alta, unidas al poder.
El colombiano Gabriel García Márquez (1927) es uno de los autores más celebrados y leídos. Empezó como periodista, labor que se refleja en Relato de un náufrago, y siempre ha sobresalido como gran fabulador, con una imaginación inagotable y un lenguaje rico y exuberante. Cien años de soledad (1967) es la novela en la que creó un mundo imaginario, mítico, Macondo, escenario donde se desarrolla la historia de la familia Buendía, desde la fundación de la ciudad hasta su desaparición con el último Buendía. Es una de las novelas más representativas del realismo mágico y resume simbólicamente la evolución sociopolítica del continente. Otras obras destacadas, en las que el realismo mágico está más atenuado, aunque no llega a desaparecer, son Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos del cólera (1985).
El peruano Mario Vargas Llosa (1936), autor de novelas, relatos cortos, ensayos, reportajes y artículos periodísticos y alguna obra teatral, es uno de los intelectuales de lengua española más destacados de la actualidad. Consiguió la fama con La ciudad y los perros (1962), donde denuncia el machismo y la violencia en un colegio militar de Lima y critica a la sociedad de su país. También es muy destacada Conversación en La catedral (1969), de compleja estructura, con saltos temporales y cambios de los puntos de vista, como ocurre también en La casa verde. Entre sus últimas novelas hay que citar La fiesta del Chivo (2000), sobre la dictadura de Trujillo, y El sueño del celta (2010), en la que denuncia las atrocidades y abusos del sistema colonial existente en el Congo Belga, dirigidas por el rey Leopoldo II y donde las autoridades practicaban la tortura, las mutilaciones y el genocidio. En su labor ensayística destacan sus estudios sobre el Tirant lo Blanc, sobre Madame Bovary, sobre la obra de García Márquez, Onetti, etc. Sus novelas muestran la influencia, entre otros, de William Faulkner en la utilización de técnicas como el multiperspectivismo, los saltos temporales, el tratamiento de la estructura narrativa, etc.
Otros muchos narradores latinoamericanos han alcanzado fama literaria en los últimos decenios. Entre ellos se encuentran Isabel Allende y Laura Esquivel. La chilena Isabel Allende (1942) es autora de La casa de los espíritus (1982), que se enmarca en el realismo mágico de carácter más íntimo y versa sobre la historia de Chile en el siglo XX a través de cuatro generaciones de la familia Trueba. El relato, con un estilo fluido y sencillo, revitaliza la novela del dictador e incorpora nuevos temas, como la reivindicación feminista. La presencia de lo mágico, lo onírico y lo simbólico es constante y su función es explicar la realidad cuando la descripción es insuficiente. Por su parte, la mexicana Laura Esquivel (1950) también cultiva el realismo mágico en Como agua para chocolate (1989).