La novela en Hispanoamérica nació algo tarde y tuvo una lenta evolución, por lo que es necesario llegar hasta el siglo XX para notar la independencia temática y de estilo de la narrativa latinoamericana. Los escritores que conformaron el «Boom» de la novela, casi todos con ideología de izquierda, acapararon la atención mundial con una literatura que combinaba genialmente la experimentación moderna con elementos distintivos de la vida y la cultura latinoamericanas. La selva, el mito, la tradición oral, la presencia indígena y africana, la política turbulenta, la historia paradójica y la búsqueda insaciable de identidad, se integraron en novelas monumentales cuyo lenguaje poético lograba captar muchas de las experiencias contradictorias de América Latina que eran exóticas o innovadoras para el Primer Mundo. La nueva novela buscaba representar la experiencia heterogénea y diversa de varios países al sur del Río Bravo, y proponer modelos de realidad alternativos al cientifismo occidental. Los nuevos novelistas tenían a su disposición una rica tradición cultivada en América Latina durante varios siglos. El concepto de lo latinoamericano se elaboró con gran amplitud y creatividad a través de la democratización cultural que impulsó la revolución mexicana a comienzos del siglo XX. José Vasconcelos (1882-1959), que era el ministro de educación del gobierno revolucionario en el México de los años 1920, era un humanista entusiasmado con la idea de educar a la nueva «raza cósmica» -los mestizos de América- con un sentido de orgullo en el pasado indígena y el futuro igualitario. La narrativa había producido significativas obras de exploración social y geográfica del continente desde fines del siglo XIX. En las décadas de los años veinte y treinta, se escribieron novelas sobre tensiones y características propias de las distintas regiones en un estilo que podría describirse como «realismo social», en profunda conexión con la tierra circundante. Sin embargo, no fue hasta los años cuarenta cuando un grupo importante de autores captó la atención europea con estilos innovadores, al mismo tiempo modernos y característicamente latinoamericanos. Este nuevo estilo de ficción ofrecía un punto de vista impregnado de la policromía muralista, el lenguaje poético preciso y sugerente, y la construcción de realidades con múltiples niveles y fuentes culturales, como las de las sociedades de América Latina.
El novelista cubano Alejo Carpentier (1904-1980) propuso el término «lo real maravilloso» para designar esta nueva ficción que recreaba la realidad histórica americana en su fértil combinación de mitologías y modelos culturales, desde los indígenas y africanos hasta los europeos y los mestizos. El guatemalteco Miguel Ángel Asturias había publicado en ese mismo año su novela Hombres de maíz (1949), la cual compartía este esfuerzo por encontrar un lenguaje adecuado a la experiencia «mágica» o surreal, por articular la experiencia colectiva al estilo de Neruda , y por expresar la necesidad de transformación social. Esta novela combinaba técnicas surrealistas con mitos mayas para elaborar una realidad mágica, capaz de representar la historia de resistencia maya frente al avance de la cultura occidental, interpretándola en sus propios términos. Por su parte, Juan Rulfo (1918-1986) exploró el legado agridulce de la revolución mexicana, que no había sacado de la miseria a la mayoría de la población, en una narrativa que cuestionaba las divisiones entre lo fantasmal y lo histórico.
De manera similar a Octavio Paz, el argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) difería en sus ideas políticas frente a los escritores de izquierda, y buscaba temas de tipo universal en sus ficciones y poemas. Su obra, sin embargo, tuvo una influencia innegable en la generación del «Boom», tanto en su cuestionamiento de una realidad unánime como en la experimentación de historias laberínticas que combinaban herencias culturales tan diversas como la población latinoamericana misma.
Al comenzar la década de 1960, ya existía entonces un público lector amplio en América Latina
La década de 1960 marcó para América Latina una época de inmensa creatividad, unificación emotiva y difusión internacional en la música, la poesía, la pintura y, sobre todo, en la literatura.
Había un espíritu de unificación en torno al ideal de construir modelos sociopolíticos que beneficiaran a la mayoría de la población y no solamente a la élite, y una voluntad de reconocer la identidad común que presuntamente compartían los pueblos latinoamericanos. Pero, ante todo, se leían con admiración las novelas que desarrollaban estos ideales en una narrativa novedosa, vibrante y crítica que hacía que los latinoamericanos se sintieran modernos y al mismo tiempo profundamente diferentes de la modernidad europea.
En realidad, los nuevos novelistas hispanoamericanos continuaban en la línea de innovaciones iniciadas por los escritores anteriores a ellos. Algunas de estas innovaciones son:
AMPLIACIÓN TEMÁTICA
Se incrementa la preferencia por la “novela urbana” (Cortazar, Fuentes, etc.).
Cuando aparezca el ambiente rural (por ejemplo, en García Márquez)Recibirá un tratamiento muy nuevo
El tema de la “crisis existencial del individuo”, cuyos protagonistas son solitarios y presentan dificultades de comunicación ( El túnel de Ernesto Sábato).
Novelas donde se aborda el tema del “dictador”, que tienen como antecedente Tirano Banderas de Valle-Inclán (El otoño del patriarca de G. Márquez o El señor presidente de Miguel Ángel Asturias).
Otras obras abordan el tema de la historia iberoamericana, la conquista, la colonización y la tiranía en novelas como Las lanzas coloradas de Uslar Pietri y El siglo de las luces de Alejo Carpentier.
Incluso, ahondan en el tema de la creación literaria, lo que se denomina la “metaficción” en novelas como Rayuela de Cortazar o Tres tristes tigres de Cabrera Infante.
LA INTEGRACIÓN DE LO FANTÁSTICO
Y LO REAL SE CONSOLIDA
El “realismo mágico” es, en efecto, uno de los rasgos principales de los nuevos novelistas ( en especial, Cortazar, García Márquez…).- Pero es en EL TERRENO DE LAS FORMAS en donde se observa una mayor ampliación artística. La estructura del relato es objeto de una profunda experimentación.
Algunas de estas innovaciones son: ruptura de la línea argumental, cambios del punto de vista, “rompecabezas temporal”, “contrapunto”, “caleidoscopio”, combinación de las personas narrativas, estilo indirecto libre, monólogo interior.
- La experimentación de la novela afectará, de modo particular, al LENGUAJE mismo, con la superposición de estilos o registros, con distorsiones sintácticas y léxicas, con una densa utilización del lenguaje poético, etc.
Por debajo de todo ello late el convencimiento de la insuficiencia práctica y estética del realismo. Pero esta ruptura con la técnica realista no supone exactamente un alejamiento de la realidad, sino una voluntad de abordarla desde ángulos más ricos, más reveladores y más válidos estéticamente